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Co-edition with Estudios de Política Exterior
“Por una Asamblea Constituyente en Marruecos”
Nadia Yassine, representante del movimiento Al Adl Wal Ihsane, propone que se celebre una asamblea en la que participen todos los partidos políticos para reformar la Constitución.
ENTREVISTA con Nadia Yassine por Domingo del Pino
Nadia Yassine no es lo que podría llamarse, en el lenguaje político habitual, una “islamista” normal y corriente. El movimiento que representa, Al Adl Wal Ihsane, tampoco es un movimiento islamista tradicional. Para empezar, se trata de una mujer, hija del fundador Abdeslam Yassine, su cara pública habitual y su portavoz más conocido y reconocido en el extranjero. Estuvimos con Nadia en el marco de las actividades culturales organizadas por la Fundación Euroárabe de Estudios Superiores de Granada.
AFKAR/IDEAS: En los 10 últimos años han ocurrido acontecimientos importantes en el Mediterráneo. ¿Qué piensa usted al respecto?
NADIA YASSINE: Efectivamente el mundo mediterráneo ha cambiado durante los últimos 10 años. Pienso sobre todo en las nuevas intenciones imperialistas americanas en la cuenca mediterránea, y en lo que llaman el Gran Oriente Medio. De repente, Marruecos ha descubierto que pertenece a un Gran Oriente Medio, cuando lo que siempre se ha sabido es que pertenecíamos mucho más a una civilización mediterránea. Simbólicamente, pienso que se trata de una confiscación americana de este Marruecos. La idea hegemónica americana no va a solucionar nada, porque existen diferencias muy claras entre los miembros de la cuenca mediterránea.
Esta idea de pertenencia al Mediterráneo está cada vez más anticuada debido a que existen un Norte y un Sur. Ya no existe esa solidaridad. Seamos claros, nunca existió, pero había en cualquier caso ciertas afinidades, ciertas lógicas que permitieron que existiese una asociación entre las diferentes partes durante los siglos anteriores. Esa idea de un Mediterráneo unido está desapareciendo. La emigración también es un elemento esencial en esta historia, y si no se hace nada en el plano de la sociedad civil –y no oficial–, la geopolítica de esta zona, que está evolucionando, cambiará por completo. Hará falta mucha sabiduría, mucha diplomacia y mucho trabajo para salirse de este esquema que nos está imponiendo EE UU y que la globalización dibuja poco a poco pero con seguridad.
A/I: A lo largo de nuestra historia común mediterránea, hemos superado momentos teóricamente más complicados que el actual: las Cruzadas, las rivalidades durante el Imperio Otomano, la colonización, la neocolonización. Pero jamás existió esta sensación de separación que empieza a angustiarnos ahora. ¿A qué cree que se debe?
N.Y.: Hay toda una serie de factores. El Mediterráneo se llamaba el Mare Nostrum. Es nuestro mar. ¿Pero quiénes somos, de quién hablamos? Para empezar, no creo que exista un bloque a cada lado. La situación es mucho más compleja, hay intereses defendidos por los gobiernos, y una cierta filosofía en la sociedad civil occidental que desea ir más allá de este choque de civilizaciones. Pero el elemento determinante en esta distinción que se está creando es el económico. Por supuesto, cuando se habla de economía, también existe una base política. En el plano económico, en el lado Norte se pertenece mucho más al bloque occidental y a una cierta hegemonía.
Es cierto que hemos tenido un pasado común y una historia pasional. Pero ahora, la única pasión es el dominio económico, es una cuestión de consumo, de consumismo. El Sur es una auténtica amenaza para el Norte, al que pertenece España, y a pesar de todas las emociones y de la historia común, hoy en día lo que predomina es la lógica del liberalismo salvaje. El hombre está a punto de quedar completamente eclipsado en las relaciones humanas de la era de la globalización. Por tanto, será necesario reunir mucho voluntarismo para superar todo esto.
Pero no creo que sea posible solucionar nuestros problemas sin colocarlos en un contexto de globalización mucho más amplio. Porque el parámetro que más pesa y es clave es que EE UU ya no nos va a dejar tranquilos en el Mediterráneo. Podrían encontrarse partenariados más o menos equitativos pero no se debe soñar, no se nos va a regalar nada a los del Sur. Se podría llegar a un cierto equilibrio, pero el partenariado Norte-Sur en el que se vería involucrada Europa no le gusta demasiado a esa fuerza imperialista que está ahí y a la que hay que tener en cuenta.
A/I:Marruecos cuenta con el apoyo y la simpatía de la mayor parte de Occidente y, desde luego, de la Unión Europea. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos, la realidad económica no cambia como debería. ¿No piensa usted que tarde o temprano el Sur tendrá que asumir también que todas las soluciones no pueden venir del Norte?
N.Y:Precisamente. Pienso que hay que discutir el problema en el plano político. Siempre vuelvo a los americanos, porque ya han comprendido que la única posibilidad de alcanzar cierta estabilidad –también económica– en los países del Sur, que permita imaginar algún tipo de futuro, es dejar de apoyar a los regímenes que están actualmente en el poder. Ahora o nunca, se debe apoyar a los movimientos sociales alternativos. Es esencial que Europa comprenda que cada vez que exista la posibilidad de tener un poder alternativo que sea realmente democrático, tendría que fomentarlo, que dejar de apoyar las políticas oficiales y moverse en la dirección de una democratización real y seria. Porque solo una situación democrática podrá hacer que se dé un verdadero desarrollo económico, y que los Estados y la gente del Norte no se sientan amenazados.
Cuanto más autocráticos son los gobernantes, más aplastan a su gente y peor va la economía, como en Marruecos. Se dice que las cosas van a cambiar, pero es una ilusión, porque todos los informes internacionales dicen que cada año estamos más hundidos en la indigencia y en la pobreza. Hay que romper ese candado político para dar un salto de verdad, no un milagro económico, pero si un pequeño salto económico que permita que la juventud no esté tan desesperada ni vaya a molestarles. Hay que ser serios. Es normal que se defiendan de estas oleadas migratorias; y si nosotros estuviésemos en su lugar, también las habríamos controlado. Por lo tanto, las soluciones se encontrarán a través de la presión política sobre estos Estados, además de un diálogo continuo entre las sociedades civiles, entre las elites de ambas partes, para aumentar las posibilidades de encontrar un futuro en común. Pero no se debe soñar, no somos unos idealistas: no será el paraíso, pero se pueden encontrar soluciones alternativas.
A/I:Actualmente, todos los partidos políticos tradicionales de Marruecos parecen estar perdiendo fuelle. Hay fuerzas nuevas llamando a la puerta. ¿Qué relación existe entre ustedes y estos partidos de estilo moderno y occidental?
N.Y.: Los propios partidos son muy conscientes de su situación y están haciendo una autocrítica seria. Por lo menos la gente que tiene algo de juicio en estos partidos se da cuenta de que han sido manipulados, que han perdido su sentido y que son cascarones casi vacíos. Los especialistas en Marruecos saben perfectamente que Hassan II, que era un genio político, supo vaciar primero el Istiqlal, que tenía potencial, que era popular –lo disecó para poner primero a la UNFP y después a la USFP– y después todos los demás partidos que no son más que fantoches, y esto los marroquíes lo saben. Somos conscientes de ello como movimiento político con mucho poder en Marruecos, pero a pesar de ello defendemos un periodo de transición tranquilo.
No deseamos desestabilizar al país en absoluto. No queremos convertir a Marruecos en un segundo Irak. Estamos en contra de la violencia, pero defendemos unas propuestas muy concretas y claras. Para empezar, estamos a favor de un pacto islámico, lo que traducido al lenguaje político significaría una Conferencia nacional en la que se llegara a un acuerdo para formar una Asamblea Constituyente, para deshacernos de la Constitución actual y crear una nueva que tuviera en cuenta la opinión de los marroquíes después de unas elecciones realmente libres y populares, y donde estarían todos los partidos vivos del país, todos los representantes de todos los partidos. Para que permanezcamos juntos y unidos, no hay mejor solución que una Asamblea Constituyente para tener una nueva Constitución que limite completamente los poderes absolutos del rey, porque ése es el cerrojo legal al que nos enfrentamos.
A/I: Aún así, resulta curioso que hayan llegado a la misma conclusión que el Movimiento Nacional al principio de la independencia de Marruecos: la necesidad de una Asamblea Constituyente.
N.Y.: ¿Por qué no?
A/I:Porque los partidos políticos cumplen un papel esencial en las sociedades democráticas. Canalizan las diferentes sensibilidades de un país. ¿No cree que, más allá de las coyunturas electorales, les interesaría que los partidos políticos fuesen fuertes?
N.Y: Le aseguro que estamos a favor del multipartidismo, pero sería necesario que la sociedad marroquí, que ha sido vaciada de todo sentido político, se mueva. ¿Sabe por qué los partidos políticos no son fuertes? Porque no existe cultura política. Por eso, para nosotros resultaría esencial dotar a los marroquíes de una cultura general, o incluso algo mejor, darles una cultura política. Los marroquíes son apolíticos. En un informe publicado en Le Journal, resultaba sorprendente ver que el 66% de los jóvenes no sabe nada de política, y que no les interesa. Estamos a favor del multipartidismo con tal de que se dé un debate que permita generar una conciencia política. Se despolitizó a los marroquíes en nombre del Islam.
Siempre se ha dicho que hablar de política es tabú para el Islam, que la política era un asunto del Príncipe, y que no debíamos inmiscuirnos. Se nos ha impuesto una especie de laicidad por una lectura errónea del Islam. Si se forman partidos y existe consenso sobre la Constitución y se llega a un acuerdo sobre los principios, la diversidad no nos molesta, porque se trata del ejemplo del Profeta y de nuestra lectura del Islam. Está la Constitución de Medina, la primera establecida por una sociedad humana, pero no se habla de eso. Se habla de Osama bin Laden, de bombas, pero en la historia del Islam existió esta Constitución que reconocía el principio de soberanía popular y que ya dio pie a una ciudadanía.
A/I: Permítame pasar un instante de Medina al presente. Ha hablado de denominador común islámico, pero es un denominador común religioso. Sin embargo, los partidos políticos se estructuran sobre formas laicas. Usted misma ha hablado de ciudadanía, que también es un concepto laico. ¿Piensa que en un país con un Parlamento mayoritariamente islámico, como podría ser el marroquí tras las elecciones de 2007, se podría garantizar esta ciudadanía, esta laicidad de las instituciones y de la vida política?
N.Y.:Tenemos que ponernos de acuerdo sobre el principio de laicidad. Lo que nos molestaría sería una laicidad a la francesa. Eso es extremismo laico y no es aceptable en términos musulmanes. Ahora, si me habla de una cierta laicidad en las instituciones, como en el caso alemán, eso podría ser un modelo adoptable, a condición de que se nos garantice que nuestra religión tendría su lugar en la vida pública. Habría que encontrar la forma… Eso es lo importante, porque no hay modelos a imitar, ni siquiera el iraní.
A/I: Resulta sorprendente viniendo de su movimiento. Recuerdo que cuando la conocí, ya hace casi 20 años, me regaló un libro escrito por su padre cuyo título era “El Islam en la hora de la revolución”. Se trataba por supuesto de la revolución iraní…
N.Y.: Escuche, a todos nos impactó la revolución iraní en su momento. Yo me puse el velo como consecuencia de ello. Eran momentos de emoción. Era legítimo. En un mundo en el que los musulmanes no tenían Estado, realmente hubo emoción, admiración. Yo tenía unos 20 años. Pero ahora, casi 30 años después, se ha visto que se han dado pasos en falso, y hemos hechos los deberes: hemos aprendido mucho de la historia de Irán y nos hemos sosegado. Todo esto debería estudiarlo la Conferencia nacional que proponemos. Es necesario entenderse con la gente que defiende la laicidad. Saber lo que desean exactamente. Contarle lo que va a ocurrir significaría que lo vamos a imponer, lo cual no deseamos. Pero hay que saber hasta dónde llega la laicidad, donde están sus límites. En eso consiste la Conferencia nacional. Queremos conseguir que nuestra religión esté a salvo y que no se vea relegada al olvido en el ámbito público. Pero no hay nada preparado, nada preestablecido. Queremos discutirlo, sinceramente.
A/I: Creo que hoy en día nadie relega ni quiere relegar las religiones al olvido. De hecho están muy presentes…
N.Y.: Pero eso es a nivel individual. Y no es lo que nosotros queremos. Nosotros querríamos que el Islam tuviese categoría de religión de Estado. ¿Pero qué significa exactamente religión de Estado? ¿Significa que vamos a imponer el rezo, por ejemplo? ¿Vamos a imponer el velo? En absoluto. Yo misma, que no soy laica, estaría dispuesta a fundar un partido que defendiese el derecho de las mujeres a no llevar velo. Es mi convicción. Nuestra religión no trata de imponer en absoluto. Pero necesitamos garantías de que nuestros puntos de referencia seguirán siendo profundamente islámicos. Pero todo es discutible.
A/I: Como movimiento islámico, ¿tienen algún modelo de Estado, de gestión o de democracia?
N.Y.:No, precisamente. Desde el punto de vista político, si tuviese que hablar de un modelo que me parece muy cercano al del Profeta, al modelo de Estado que defendía el Islam en sus principios, considero que el modelo suizo es muy bueno.
A/I: ¿Un modelo confederal?
N.Y.: Un modelo confederal en el que se respeten las diferencias, en el que los diferentes componentes del país desean estar juntos, y así se acabaría con nuestro historial de tribalismo. Además, lo complejo en el caso de Marruecos es que la pertenencia política se superpone a la pertenencia tribal. Es algo específicamente marroquí. Por tanto, llegaríamos hasta una cierta descentralización del poder, pero hay que querer estar juntos para formar una federación que sea consciente de que se enfrenta a retos políticos y económicos comunes serios, y que no es momento de irse cada uno por su lado. Es momento de encontrar un cemento muy fuerte, que nos mantenga fuertes. Y ese cemento es el Islam. Sí, soy bereber, pero lo más importante es que soy musulmana. Por tanto, no nos molesta lo más mínimo que uno siga manteniendo su cultura bereber.
A/I: ¿Y si hay bereberes que no se consideran musulmanes?
N.Y.: Eso ya es otro tema. Pero así es como comprendemos el Islam. Existen muchos estereotipos, como esta historia de la apostasía: se dice que aquél que reniegue de su fe debe ser ejecutado. Pensamos que en ese caso se trató de una decisión esencialmente política, pero que el Islam nunca dijo eso. Pero es un problema con el que habrá que contar, porque ahora hay 700.000 cristianos creados de pies a cabeza por EE UU, precisamente porque saben que un día el Estado será musulmán. Por eso han creado esta minoría.
A/I: Incluso si no existiese EE UU como usted afirma, siempre se seguiría planteando el tema de la libertad de culto…
N.Y.: Por supuesto. Incluso si no existiese EE UU, estamos a favor de la libertad de culto. Pero estoy segura de que si hablase un poco con esta gente, comprobaría, como hemos hecho nosotros, que no saben nada sobre el Cristianismo. Les han comprado el corazón porque es gente muy pobre y porque hay misioneros que viven con ellos y los inundan de cariño, algo que los musulmanes no sabemos hacer. Han perdido la fe simplemente porque son pobres. Así es como lo vemos nosotros. ¿Qué es eso de Jesús? Saben sobre él aún menos que sobre el Islam.
A/I: Pero en España, que es un país mayoritariamente católico, se da el caso opuesto, ahora tenemos una comunidad musulmana…
N.Y: Eso está muy bien…
A/I:…que es importante, y no la han creado los americanos. Ha sido el resultado de una acción voluntaria. ¿Por qué no pueden aceptar que en Marruecos exista esta misma opción libre para el cristianismo?
N.Y.: En su país es diferente. Conozco a estos musulmanes españoles. Es gente culta que ha elegido su fe conscientemente. Pero, en Marruecos estos cristianos son una minoría ínfima y no tienen aspiraciones políticas. Ahora, si forman un partido, mejor para ellos, serán aceptados. Estamos dispuestos a ser muy abiertos. Para empezar, porque incluso si no se diese el actual contexto internacional, el Islam necesita la Iytihad. El mundo musulmán ha cambiado. Ya no estamos en la era de Medina, estamos en una era mucho más compleja, con sociedades más complejas. Estamos en una era –se lo digo a menudo a los musulmanes– en la que debemos reconocer que ya no somos los ganadores de la tierra.