Entre Mauritania y Canarias flotan dos mil cadáveres. Un grupo de turistas daneses interrumpía de pronto su alegre conversación: un cuerpo negro, sin vida, un brazo destrozado por la voracidad de los peces, empujado por la corriente hacia la playa… El problema es de insospechada magnitud: debe afrontarse con urgencia, generosidad y serenidad. En octubre se pedía ya una solución europea. España, Francia, Italia, no existen a estos efectos: no pesan. La Unión Europea pesa. Ni los organismos europeos ni los gobiernos nacionales deben concentrar su esfuerzo en el corto plazo: las soluciones a la emigración subsahariana solo podrán plantearse a cinco o más años. Debió preverse.
Se han perdido dos décadas. ¿Por qué se admite en la UE el libre tráfico de mercancías, capitales y servicios y no el de personas? ¿No hay una gran inconsecuencia en ello? ¿Aceptamos que la UE habrá de encarar las migraciones subsaharianas con grandes recursos materiales y humanos? ¿Comprendemos hasta qué punto merecen ser apoyados, ayudados, los países mediterráneos, Marruecos en primer lugar, para ordenar los flujos migratorios? Hay migraciones desde que el ser humano echó a andar. Millones de bárbaros, llamados germanos, migraron en los siglos IV y V desde el Báltico congelado hacia las penínsulas sanas y templadas, Grecia, Italia, Hispania. Millones de gallegos, asturianos, vascos, emigraban en el siglo XIX a América del Sur. En junio, hace ahora un año, el primer ministro marroquí, Dris Jettu, visitaba en Madrid al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
Le dio información alarmante sobre el Sahel. La peor sequía de los últimos cien años castigaba a doce países, desde Mauritania hasta Eritrea. Jettu lanzaba una llamada desesperada a los europeos. Los europeos por separado no disponen de medios bastantes para abordar los problemas africanos. La Unión puede dar un apoyo decisivo. Para ello es necesaria una reforma intelectual y moral que conduzca a la modernización. El gobierno español ha preparado el Plan África que implica un importante despliegue diplomático y un fuerte compromiso de la cooperación española para el desarrollo de los países africanos, con el apoyo de la UE. Los africanos más empobrecidos ¿tienen derecho a buscar las costas europeas? Tres años de sequía en los países del Sahel han arrasado los escasos cultivos. El mijo, del que se hacía una pasta comestible, apenas se cultiva ya por falta de lluvias. La escasa ganadería ha desaparecido casi por completo. Los malíes, chadianos, senegaleses necesitan comer. Por eso vienen. Sin papeles, sin pasaporte, apenas sin hablar. Pero vienen. Muchos se ahogarán pero los demás desembarcarán, mudos de miedo, paralizados por la hipotermia.
En el corto plazo, España habrá de perfeccionar su plan de acogida: el admirable trabajo de la Cruz Roja y la Guardia Civil marítima deberá multiplicarse. Pero el voluntarismo no basta. Si Europa no significa respaldo, reconciliación, frente a los no europeos, perderá poco a poco su legitimidad moral. Los occidentales viven en un entorno cultural moldeado en gran parte por una fuerte tradición religiosa. ¿Por qué se olvidan, cuando conviene, las palabras del Evangelio, tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber? Mientras los subsaharianos desembarcan por miles, hay quien anuncia su petición al gobierno español: que la escuadra blinde las costas del archipiélago ¿Qué quiere, que disparen contra las embarcaciones senegalesas? Y, sin embargo, la razón no la monopolizan los africanos. Canarias puede hundirse en el Atlántico, como una pequeña flota invadida por millones de náufragos. El camino opuesto, el del paciente y urgente reconocimiento de la complejidad, pudiera llevarnos a una solución menos mala. No solo inversiones a largo plazo en África: escuelas, universidades, editoriales, centros de investigación. Empresas europeas, americanas, canadienses. Lo cual requiere garantías jurídicas, fiabilidad de los registros públicos, del poder judicial…
Trabajo en cooperación, cooperar al lento avance del progreso y el desarrollo. La UE exigirá quizá la aceptación de cupos. Tratará de negociar con Senegal, Mauritania, Malí, Níger… Pero la Unión debe acuñar primero una política y sus leyes comunes. Ha de haber un portavoz, una sola voz de los 25 Estados, es decir, de la UE. Sin esa voz común nada será viable.