Quienes escribimos en AFKAR/IDEAS, desde las orillas norte y sur del Mediterráneo, no creemos vivir en medio de un choque de civilizaciones: pensamos más bien que las dos culturas, europea y norteafricana, islámica y cristiana, conviven y se entienden. Hay cambios constantes, largas evoluciones. En ocasiones hay choques. Pero también largas épocas de bonanza: el intercambio cultural, las relaciones comerciales y la diplomacia hacen su trabajo. En el mar que va de Gibraltar a Suez –hasta el Bósforo, quizá hasta Crimea– viven civilizaciones bereberes, otras descendientes de los egipcios, griegos, siríacos, judíos, fenicios, latinos…
La civilización cristiana, laica y tecnológicamente desarrollada de los europeos prospera en medio de los problemas. Europa va a su ritmo, distinto al de los pueblos del Magreb. Pero es necesario conocer y tener en cuenta los valores de los demás y respetar la larga historia, hecha con tenacidad, esfuerzo y dolor. Los pueblos del Magreb, separados del África subsahariana por el desierto, son mediterráneos: comparten una civilización con mil peculiaridades de imposible desarraigo, unida por un cemento socioreligioso, el islam. En estos meses hemos visto en las dos orillas, norte y sur, un grado excesivamente alto de manipulación. Se ha intentado manejar una y otra vez a opiniones públicas. Se han fingido gestos escandalizados, en defensa de la libertad o de la religión. Ha habido mucha superficialidad, hipocresía, falsedad. La única respuesta coherente es, a nuestro juicio, el conocimiento mutuo, el diálogo y un gran esfuerzo en educación. A la educación, en el norte y sur, se dedica este número, que centra gran parte de la nueva estrategia euromediterránea.
Es necesario contar con instrumentos de diálogo (uno de ellos, modesto por cierto, es esta revista). Las grandes universidades árabes o europeas han de dialogar también, con el espíritu de apertura que caracterizó la Universidad cairota de Al-Azhar. En tercer lugar, debería sacarse el diálogo del enrarecido ambiente de la política diaria, a veces defensora de pequeños intereses. Un aire abierto de gran política, generosa y visionaria, debería recobrarse al sur y al norte. Hace más de 20 años que la Comunidad Europea decidió asumir un trabajo: la diaria, tozuda defensa de los valores de la paz y la reconciliación. Principalmente, aunque no solo, en el conflicto en el que mueren desde hace un siglo palestinos y judíos. En ese trabajo de mediación han sido especialmente activos los cinco estados nórdicos, Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Islandia. Los grandes conflictos (Irak, Irán) nos afectan a todos, pero en primer lugar a la única superpotencia. Deben ser tratados aparte. El espíritu universalista de las Naciones Unidas deberá contar con mecanismos que le ayuden a ser respetada por todos. Para eso se fundó el Organismo en 1945, articulado, promovido, no se olvide, por Estados Unidos.
El Mediterráneo, explicaba Fernand Braudel, no es un mar separador sino conectador de culturas. Naguib Mahfuz es un escritor mediterráneo tanto como egipcio. Antoine de Saint-Exupéry creaba Le Petit Prince ante la bahía de Argel. No hablamos de elites literarias. Sino de corrientes culturales profundas. Las prisiones donde se tortura pertenecen a países del norte y del sur: en Pakistán y en Cuba-Guantánamo. En Abu Ghraib y en Siria. En la Cuba de Fidel y en la Rusia de Putin. El rey de Marruecos ha tenido el valor de promover la Instancia de Equidad y Reconciliación cuyos dictámenes ha admitido el régimen marroquí: es un ejemplo para los pueblos árabes, también para nosotros. Las caricaturas del Profeta son de una insidiosa inoportunidad. Pero no son un crimen. Una caricatura es un dibujo. Los dibujos sobre Jesús de Nazaret, Moisés, Mahoma, Buda, Confucio o Lao Tsé han proliferado durante siglos.
Quemar embajadas es un acto vandálico, criminal cuando la gente muere. Desde esta página levantamos la voz contra las caricaturas y contra la quema de embajadas. Pero conviene además subrayar que el futuro de los radicalismos fundamentalistas, la amenaza de proliferación nuclear iraní, las diarias masacres de todo signo en Bagdad son materia infinitamente más inquietantes. Protestamos contra la espúera mezcla de lo real y lo ficticio: éste sí es un camino de perdición.