El Rey Juan Carlos I visitó en noviembre 2007 Ceuta y Melilla, las dos ciudades españolas del norte de África. Surgió entonces un revuelo mediático en Marruecos y en España, dos países que se tratan como hermanos. Las relaciones entre hermanos son complicadas. Pero distintas de otras relaciones. Un poco de historia: los contenciosos de Ceuta y Melilla son diferentes. En Melilla, un capitán general tomaba la plaza en 1497 en nombre de España. Se iniciaba la época de la expansión. Se le había ordenado cerrar el paso a pequeños contingentes bereberes, dedicados a pillar las costas andaluzas. Desde el enclave magrebí, España podía evitar razzias e incursiones alentadas por capturas de botín más que por pretextos militares. Ceuta, tomada hace 593 años, en 1415, vino luego a la corona de Felipe II con la herencia portuguesa (Portugal fue parte de España desde 1580 hasta 1640).
Desde ambas plazas costeras se trataba de dificultar los asaltos del Sur al Norte, desde el cabo de la Nao al de San Vicente. La Sebta magrebí era reflejo de la expansión de la burguesía portuguesa hacia África y Asia. Las situaciones de hecho son a veces sedimento del derecho. El derecho es también la demografía, la sociología… Los portugueses tomaban Ceuta en 1383 y Magallanes llegaba a Sevilla desde el Extremo Oriente 134 años después. España buscaba la costa americana para alcanzar el Pacífico: el navegante portugués abría el paso por el estrecho que hoy lleva su nombre. Tres años después el planeta era rodeado. Qué significa el término frontera? En los siglos oscuros, años 600, 700, los códigos no recogían el concepto. El limes romano era un perímetro en cuyo interior se ejercía la autoridad imperial.
Pero frontera responde en nuestro tiempo a otra noción, marco en el que un Estado ejerce cotidianamente su auctoritas. La soberanía se nos aparece como resultado de la historia, encuentro entre derecho positivo y vida cotidiana. Millares de acontecimientos económicos, culturales, cruzados y entrecruzados de ejemplos de violencia, de fuerza militar, de tecnologías que conforman la vida diaria… Todo esto crea la vida en civilización. Las plazas españolas en África no difieren mucho de Estambul, Kaliningrado, Jersey… Con arreglo a criterios solo geográficos, las Islas del Canal, a pocas millas de la costa, deberían ser francesas, Lampedusa sería tunecina. Hace 1.400 años algunos pueblos europeos –francos, piamonteses, germanos– comenzaron a delimitar el territorio que daba base a su dominio. El imperium impuesto por las legiones romanas de Este a Oeste, desde Ormuz a la frontera de Escocia, no incluía en su espacio el derecho romano, vigente solo en la Italia metropolitana.
La ley de la guerra regía los territorios conquistados. Lo anterior trata de explicar la presencia de España en los dos enclaves vecinos de Marruecos. El Rey los visitaba después de 30 años. Don Juan Carlos transmitía en nombre de España un mensaje de cooperación, transparencia y buena voluntad. Enseguida un portavoz del Rey de Marruecos salía al paso de la visita, en un comunicado que levantó una gran polvareda mediática a un lado y otro del Estrecho. Sin embargo, en su discurso del 6 de noviembre, Mohamed VI obvió mencionar el viaje de Don Juan Carlos y Doña Sofía. La historia traza y modifica cada día las cambiantes fronteras. Ni la lengua, ni la geografía pueden compararse a la fuerza transformadora de la historia, fecundadora del derecho, del derecho transformado en historia…
Los pueblos dejan su huella imborrable en la historia, no solo por el sufragio de cada generación: Ernest Renan hablaba de la tierra y la sucesión de las generaciones como elementos conformadores de las naciones. El derecho permite reclamar el cumplimiento de la ley. En toda situación de hecho, escribía Hegel, hay una tendencia constante a convertirse en derecho. Casi todo en derecho resulta opinable. La historia, como escribía Ibn Jaldún, la hacen los pueblos.