n.45 Lucha contra el terror

Editorial

Tras los atentados de París, Copenhague, Túnez y Yemen, el sobrecogimiento inicial debería dar paso a una reflexión sobre por qué, cómo y qué hacer para evitarlos. En primer lugar, hay que aprender a convivir con el riesgo. Vivir con miedo y programar nuestras acciones en función de un cálculo de riesgos ni es útil, ni es garantía de inmunidad. Además, implicaría ofrecer un éxito fácil a los que buscan transformar nuestra vida infligiendo terror.

En este sentido, la amenaza terrorista no puede ser pretexto para recortar las libertades ni aplicar medidas represivas que menoscaben la calidad democrática de nuestras sociedades. La experiencia en el mundo árabe contemporáneo demuestra que puede llevar a más radicalización. Si algo tiene capacidad para desactivar, o como mínimo menoscabar, la deriva violenta es la justicia, la libertad, la democracia y el bienestar. Cuando estos valores fueron la bandera con la que se identificaron millones de ciudadanos árabes, el yihadismo vivió sus peores horas. Su resurgir se ha aprovechado de las crisis políticas, los conflictos armados y las fracturas sociales.

El yihadismo es, ante todo, oportunista. Mientras que Siria se desangra, Libia y Yemen se sumen en el caos y las armas proliferan en la zona, grupos vinculados a Al Qaeda y otros de nuevo cuño como Estado Islámico (EI) han encontrado un terreno fértil para crecer. Primero fueron los ciudadanos de la región los que padecieron su violencia. De repente surgieron también víctimas occidentales y, sin darnos cuenta, su terreno de acción ha pasado de local a global. Y entonces Occidente reacciona, como suele, tarde y mal. El ataque a Charlie Hebdo nos remonta a un cruel déjà-vu de hace 10 años. Y nos damos cuenta de que hemos aprendido poco. Despliegue de medidas de seguridad, quizás indispensables, seguramente insuficientes.

Buscamos por qué el islam da lugar a estos procesos de radicalización como si se tratara de algo inherente a una religión o ideología. Y entonces hablamos de control de mezquitas y de promover un “islam de las luces”, necesario pero quizás fútil. Sabemos de la importancia de invertir en los barrios marginales, en las víctimas de la exclusión, en los espacios habituales de radicalización –prisiones, delincuencia, mezquitas y oratorios bajo la influencia de líderes radicales– pero no acabamos de dar con soluciones efectivas. Algunos hablan de diálogo intercultural para superar el desconocimiento e impedir que los islamófobos se aprovechen del miedo para tensionar los sentimientos identitarios de los europeos, algo que también sirve a los violentos: cuanta menos cohesión social, mejor para su infame causa. Las medidas que podamos poner en marcha, bienintencionadas, serán seguramente insuficientes si no tenemos en cuenta la dimensión política de la radicalización y de la acción terrorista.

Uno de los hermanos Kouachi se radicalizó viendo las imágenes de torturas en la cárcel de Abu Ghraib en Irak por parte de las tropas estadounidenses. El EI se ha servido de la deriva sectarista de los regímenes iraquí y sirio y de la fractura que han recreado Arabia Saudí e Irán entre suníes y chiíes, más por motivos geopolíticos que teológicos. El yihadismo es un parásito del conflicto político y social. Su ideario se nutre de las causas políticas, de los conflictos irresueltos, de Palestina, Irak, de los dobles raseros, de la decadencia de la justicia y la inoperancia de la diplomacia internacional. Intentar atajar la violencia con violencia puede ser un remiendo a corto plazo, pero no será eficaz si no se contempla la multidimensionalidad de la radicalización y de los contextos de los que el terrorismo se alimenta. Por eso, la reconciliación entre las facciones políticas enfrentadas en Libia debería ser una prioridad máxima para la comunidad internacional, como saben los vecinos magrebíes.

Es necesaria también la implicación regional –árabes, iraníes, turcos– en Libia, Yemen y, especialmente, en Siria. En la aldea global, Boko Haram y Al Shabab no son solo un problema africano, sus tentáculos acabarán por golpearnos a todos, no cabe desentenderse. Y los procesos de democratización en marcha, como el tunecino, deberían recibir un apoyo mucho más claro porque los yihadistas saben que la democracia, la justicia y la libertad en el mundo árabe y musulmán podrían significar su muerte.

Políticas de prevención de la radicalización

Jordi Moreras

Los estudios académicos relacionados con la radicalización de las poblaciones musulmanas en Occidente han crecido exponencialmente en la última década. En consecuencia, se han elaborado numerosas definiciones de lo que se entiende por radicalización, con la voluntad de identificar las causas que la activan. El problema es que el término radicalización se ha infrateorizado: es decir, en muchas de las ocasiones en que se usa tal concepto no queda claro el sentido que se le da, o de los motivos que se refieren para explicar tal proceso. Quizás esta infrateorizac...

Túnez: elecciones con trasfondo político de diálogo

Khadija Mohsen-Finan

Alo largo del último trimestre de 2014, los comicios electorales marcaron el ritmo en Túnez. Se celebraron tres elecciones en tres meses: unas elecciones legislativas el 26 de octubre, la primera vuelta de las elecciones presidenciales el 23 de noviembre, y una segunda vuelta organizada a finales de diciembre para desempatar a los dos candidatos más votados entre los 22 en liza. Beyi Caid Essebsi superó por seis puntos a su oponente Moncef Marzuki, el presidente saliente. Se trataba de las segundas elecciones libres del país desde la revolución. Mientras qu...

Petróleo y política en la segunda guerra civil libia

Mattia Toaldo

Aunque en general no se reconozca fuera de sus fronteras, en Libia hay una guerra civil. Es el segundo conflicto interno desde los enfrentamientos de 2011 entre el exdictador Muamar Gadafi y el Consejo Nacional de Transición. Por el momento, los esfuerzos internacionales por alcanzar una solución negociada han fracasado, mientras que la guerra abarca cada vez más el control de los recursos petrolíferos y de las instituciones financieras. En esta ocasión, en la contienda intervienen los que vencieron al “Coronel” en 2011. Por un lado están los autodenominados “revolucionarios”, que controlan la capital, Trípoli. Su coalición, Amanecer de Libia, incluye las milicias de Misrata, de las ciudades del oeste del país y de la minoría bereber, así como otros grupos de tendencia islamista. Han resucitado el Congreso General Nacional (CGN) –el antiguo Parlamento– y han elegido un “gobierno de salvación nacional” encabezado por Omar al Hasi, exprofesor de Benga...

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La guerra por el petróleo en Siria y en Irak: política, seguridad y redistribución de recursos

David Butter

El petróleo ha influido de muchas maneras en los actuales conflictos de Siria e Irak. En Siria se han producido enfrentamientos por un recurso que es relativamente escaso. El gobierno sirio se ha visto obligado a ceder el control sobre zonas en las que hay campos petrolíferos, y varios grupos rebeldes y tribus locales las han ocupado para explotarlos. Mientras tanto, el gobierno ha tenido que recurrir a Irán, su principal aliado en la región, para financiar el suministro de petróleo necesario para su propia supervivencia. En 2014, el autollamado Estado Islámico (EI) logró hacerse con gran parte del negocio del petróleo de Siria, lo cual le ha proporcionado ingresos y combustible para llevar a cabo sus ofensivas tanto en Siria como en Irak. Sin embargo, no ha conseguido asegurarse unos precios significativos para el crudo en este último país. A lo largo de 2014, la producción total de petróleo iraquí aumentó casi un tercio a pesar de los avances del grupo Esta...

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Los gases de esquisto: ¿una seria amenaza para la región MENA?

Maïté de Boncourt

El desarrollo de las tecnologías de fracking y el mantenimiento de un precio del petróleo elevado desde 2008 han fomentado en América del Norte la producción de hidrocarburos no convencionales (gas y petróleo), que hasta el momento eran demasiado caros de producir. En cinco años, desde 2008 a 2013, la producción de petróleo en Estados Unidos pasó de cinco millones de barriles diarios (mb/d) a 8,6 mb/d, y la producción de gas de 20 trillones de pies cúbicos (Tcf) a 24 Tcf, colocando al país a la cabeza de los productores de hidrocarburos en el mundo. Pérdida de los mercados estadounidenses La primera consecuencia de esta revolución ha tenido un alcance limitado. EE UU no disponía entonces de terminales de licuefacción de gas para exportar su producción, y la Constitución prohíbe, además, las exportaciones de petróleo. En un primer momento, los precios del gas se han desplomado en el mercado interior estadounidense, sin repercusión en los mercados mundi...

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Argelia: un barril de petróleo que cae y un régimen situado sobre un barril de pólvora

Yassin Temlali

Desde la elección de Abdelaziz Buteflika como presidente en 1999, el futuro del régimen argelino nunca ha estado tan plagado de incertidumbres. Enfermo, el jefe de Estado ya casi no desempeña funciones que no sean protocolarias. Sus poderes han recaído en un conjunto de regentes oficiosos: colaboradores cercanos, como su consejero y hermano Said Buteflika, y miembros del gobierno como el primer ministro, Abdelmalek Sellal, y el viceministro de Defensa y jefe del Estado Mayor del Ejército, el general de los cuerpos del Ejército, Ahmed Gaid Salah. Nada indica q...

Las imágenes de Mahoma en el islam

Christiane Gruber

Tras la masacre en las oficinas de París de Charlie Hebdo, me han pedido que, como académica especialista en pinturas islámicas del Profeta, explique si las imágenes de Mahoma están prohibidas en el islam. Simple y llanamente no. El Corán no prohíbe las imágenes figurativas. En cambio, castiga la adoración de ídolos, que se consideran plasmaciones concretas de las creencias politeístas que el islam suplantó al surgir como fe puramente monoteísta en la península arábiga en el siglo VII. Es más, los hadices, o dichos del Profeta, son, en el mejor de los...

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