Las amistades peligrosas entre medios de comunicación y extremismo

En el debate de opinión, el discurso mediático tiende cada vez más a la radicalización, en vez de a la moderación.

Ridha Kéfi, Periodista

Una mesa redonda sobre “El papel de los medios de comunicación en la lucha contra el extremismo” –organizada por DEFI Médias, junto con Dar Assabah, primer grupo de prensa privado de Túnez, y la oficina regional de la Middle East Partnership Initiative (MEPI), que depende del Departamento de Estado de EE UU– reunió, el 12 de julio, en Túnez, a profesores de universidad y periodistas de Túnez, Argelia y Estados Unidos. Es el primer encuentro sobre el tema que se prepara en la región cuyas conclusiones se han divulgado íntegramente en suplementos especiales distribuidos gratuitamente, durante el mes de agosto, entre los lectores del diario en árabe Assabah’ y el francófono Le Temps. “¿Contribuyen los medios de comunicación a formar una cultura del odio, del rechazo del otro y del enfrentamiento o, dicho de otro modo, del desarrollo del terrorismo?”, se pregunta Salua Charfi, profesora agregada de Información y Comunicación en el Instituto de Prensa y Ciencias de la Información (IPSI, Túnez), conocida por sus polémicos escritos, donde trata de destapar las imposturas fundamentalistas.

Su respuesta llega sin ambages: “En el debate de opinión, la dinámica del discurso mediático tiende cada vez más a la radicalización, en vez de a la moderación”. Al tiempo que se preguntaba sobre “si lo que presenta Al Yazira pertenece al ámbito de la información y de la opinión o al del delito” y si ese canal “constituye un medio de información o el cómplice de quienes engendran el crimen”, la investigadora constata que los medios de comunicación norteamericanos tampoco dan prueba de discernimiento. Y es que éstos en ocasiones se hacen eco de acusaciones infundadas, como las formuladas contra Irak por los políticos americanos, que crearon un falso consenso en la opinión americana favorable a la guerra contra ese país.

Conclusión: “Los medios de comunicación de ambos bandos no han intentado propiciar el entendimiento mutuo” y “nuestro mundo se halla atrapado entre los tentáculos de dos integrismos que han desarrollado una marcada tendencia al particularismo”. Por su parte, Larbi Chouija, profesor agregado del IPSI y cronista de la publicación mensual en árabe Attariq Al- Yadid, menciona que la libertad de expresión y de opinión, “principio que cimienta todas nuestras libertades –las colectivas y las individuales–, no debe estar regida por una autoridad ajena al mundo de la prensa y de los periodistas, y sobre todo entidades políticas”.

Y añade: “No me ofende que la cadena Al Yazira difunda grabaciones sonoras de Bin Laden, como tampoco me escandaliza que los medios de comunicación norteamericanos o de otros países divulguen las tesis desarrolladas por los neoconservadores americanos, a menudo hostiles a los árabes y al Islam”. Frente a tales deslices, siempre posibles, “hay legislaciones que protegen a la comunidad”. Estas legislaciones, que condenan la llamada a la violencia, al asesinato y a la discriminación racial y religiosa, deben aplicarse tanto a los periodistas como al resto de ciudadanos. “Hagamos lo que hagamos, nunca sacaremos de la mente de los ciudadanos, sobre todo los occidentales, la idea de que “el terrorista es un musulmán de espesa barba que se enfrenta a determinados grupos para imponer ciertas ideas u obtener concesiones políticas”, afirma Hamadi Redissi, profesor de la Facultad de Derecho de Túnez y autor de L’exception islamique.

Y añade: “La prensa árabe puede hacer algo al respecto, si no es ella la que acaba adoptando la misma idea. Sin embargo, esos medios trabajan en un contexto autoritario y off shore”. Traducción: están obligados a magnificar lo que sucede en su país y a dramatizar lo que pasa en el extranjero, sobre todo en Occidente. Según Nureddine Kridis, profesor agregado de psicología de la Facultad de Ciencias Humanas 9 de abril de Túnez, “a veces los periodistas se encuentran en situaciones en las que en realidad no informan, sino que, sin ser conscientes de ello, ejercen una influencia en los destinatarios, que la reciben sin saberlo”.

Para influir positivamente y participar en la lucha contra el extremismo, deben “contribuir a crear un verdadero debate de ideas y no un debate de opiniones”. Y así, “trabajar con la argumentación y la persuasión, y no con el miedo y los halagos”. Eduardo Cuo, corresponsal en París de varios medios norteamericanos, sostiene que la prensa de EE UU desempeñó un papel activo a la hora de preparar a la opinión americana para la invasión de Irak. Bajo la influencia de los neoconservadores que reinan en el entorno del presidente Bush, se equivocó y adoptó determinadas posturas de las que posteriormente se ha arrepentido. “La historia de nuestro país desde la Segunda Guerra mundial demuestra que (…) siempre que la prensa ha seguido los consejos gubernamentales, los resultados para EE UU no han sido muy buenos, que digamos”, explica. Iqbal Gharbi, profesora de Antropología Religiosa en el Instituto Superior de Tecnología de Túnez, analizó el contenido de 20 sitios web islamistas femeninos.

Bajo la apariencia de la educación a distancia, esas webs sirven para el adoctrinamiento, el reclutamiento, la movilización. Su “enseñanza virtual sirve para promover los principios teológicos e ideológicos, pero también para convertir las amplias llanuras del ciberespacio en “una universidad abierta del yihad, apunta Gharbi. Gracias a la pseudoformación que proponen, estos sitios web ayudan a las entidades salafistas a adaptarse al entorno y penetrar profundamente en él, además de permitir también “la coordinación de grupos o individuos que aspiran a cometer acciones violentas”. Y es que, según añade, “con los internautas receptivos, que parecen muy interesados por la causa de una organización o aptos para servir a esa causa, se contacta individualmente, gracias a las posibilidades, cada vez mayores, de mantener conversaciones personales en línea”.

Gharbi también saca a colación a los ciberyihadistas, piratas informáticos al servicio de Alá, que emplean técnicas ilícitas para alterar su funcionamiento, ocupar sitios web laicos y progresistas o atacarlos virtualmente, bombardeándolos a base de virus, gusanos informáticos y hasta mensajes de carácter pornográfico. La profesora reconoce que ella misma ha sufrido en más de una ocasión este tipo de “ataques”. Al analizar el trato que Al Yazira dispensa habitualmente a la tragedia argelina, Belkacem Mostefaui, profesor agregado de la Universidad de Argel y cronista del periódico argelino El Watan, sostiene que la cadena de televisión qatarí, so pretexto de mostrarse objetiva, acaba indefectiblemente promocionando el islamismo político.

“Así, siempre que tiene lugar un acto terrorista en Argelia –incluyendo el de abril contra el Palacio del gobierno–, Al Yazira encuentra el modo de divulgar el discurso de los terroristas”, afirma. Jémaies Jayati, periodista, autor de una obra en árabe sobre “el discurso fundamentalista en los satélites árabes”, intenta, mediante el análisis del discurso “religioso en el fondo o abiertamente beato” de determinadas cadenas satélite árabes, sobre todo las financiadas por los magnates del Golfo, ir en busca de lo que él denomina “integrismo ordinario”. En su opinión, éste “se encuentra en varios productos televisivos, desde el programa de entrevistas hasta el culebrón, pasando por los espacios musicales”.

Y llega a amplias franjas de la población, “a veces fascinada por sus espejismos”. Además, “su influencia se ejerce de modos distintos y mediante varios tipos de programas, sobre todo las telenovelas, y en particular las filmadas para el ramadán y que transmiten una visión arcaica de la historia del Islam”. La conclusión, con cierto desencanto, recuerda a Borhan Bsaies, periodista del diario tunecino Assabah y presentador del canal libanés ANB. “Lo que asusta”, dice, “es que nos convirtamos –nosotros, portadores de un mensaje de racionalidad, de tolerancia y de paz– en predicadores tontos y estúpidos, que no sepan cómo contrarrestar el discurso de un reaccionario, surgido de las tinieblas medievales, que pueda haber llegado a manipular las imágenes y las palabras mejor que nosotros”.

Perplejo, añade: “Cuando Essahab esa agencia de comunicación encargada de promover la imagen de Bin Laden –que destaca por su dominio de la técnica–, presenta a Bin Laden y Al Zawahiri caminando uno junto al otro, con el marco natural e imponente de las montañas de Tora Bora como fondo, el mensaje simbólico que, a través de esa imagen y su enfoque preciso, se infiltra en la conciencia de las masas –privadas de todo sentido crítico–, pero también entre un cierto número de intelectuales, es que los dos líderes de Al Qaeda guardan semejanza con Moisés y su hijo Aarón. De este modo, Bin Laden se transforma en una especie de santo que se rebela contra la voracidad y la dominación del capital. Esta pericia de los extremistas convierte nuestra misión y nuestra lucha por la tolerancia y el diálogo entre culturas en algo extremadamente difícil”. En efecto…