La voz escrita de las magrebíes

Las obras escritas por mujeres son relegadas a claves interpretativas relacionadas con su condición, lo que ha motivado una mayor traducción a lenguas europeas.

Gonzalo Fernández Parrilla, director de la Escuela de Traductores de Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha

No cabe duda de que uno de los cambios trascendentales que se ha producido en el panorama literario árabe en las últimas décadas del siglo XX es la incorporación de la mujer a la producción ensayística y literaria. Ésta comienza a ser una de las características distintivas de la literatura actual y, sin duda, lo será más aún en el futuro. La presencia de la mujer en este ámbito no es ni mucho menos una novedad, pero sí lo es el aumento de la producción, así como un interés generalizado por las cuestiones relacionadas con la situación de la mujer.

Ahora se presta más atención a la literatura escrita por mujeres e incluso se están recuperando voces que habían sido acalladas en el canon vigente, pero sigue siendo todavía una atención muy centrada en aspectos sociológicos que a menudo desvirtúa su naturaleza literaria primigenia. La crítica siria Buzayna Chaaban se quejaba de que la incorporación de la mujer no es todavía plena y de que muchos críticos siguen menospreciando la literatura escrita por mujeres en el presente y en el pasado.

Así lo afirma en el prólogo de su reivindicativa obra Cien años de novela árabe escrita por mujeres: “Ha llegado la hora de que las novelas que escriben las mujeres se lean como textos novelísticos en vez de como parte de una bibliografía; ha llegado la hora de que estas novelas se lean como literatura y no como documentos sociológicos”. En la voluminosa –tres volúmenes y 1.600 páginas– y ya esencial La memoria del futuro.Enciclopedia de las escritoras árabes, la obra más completa sobre la producción literaria y ensayística de la mujer árabe, que verá la luz en 2005, publicada por el Consejo Superior de Cultura del Ministerio de Cultura de Egipto, se recoge una exhaustiva bibliografía de las más de 1.200 escritoras árabes que publicaron sus obras entre finales del siglo XIX y 2000, además de extractos representativos de su escritura y estudios críticos sobre la formación y el desarrollo de esta literatura.

La iniciativa partió hace más de una década de la escritora y feminista egipcia ya fallecida Latifa Zayat, autora de obras como Notas personales, y su coordinación –en la que han participado críticos y profesores, en su mayoría mujeres y del prestigio de Radwa Ashur, de todo el mundo árabe– ha estado a cargo de la activista política y cultural Hasna Mekdashi. El apoyo logístico que ha permitido este trabajo faraónico hay que buscarlo en la Fundación Nur –hasta hace poco era tan sólo una asociación– para el Estudio y la Investigación sobre la Mujer Árabe, radicada en El Cairo y Beirut.

Si la marginación de la mujer en el canon árabe contemporáneo y en los distintos cánones nacionales árabes ha sido generalizada, a juicio de la crítica y profesora marroquí Rachida Benmasud, una de las grandes especialistas en la literatura escrita por las mujeres árabes, autora del libro La mujer y la escritura, esta situación ha sido aún más grave en el Magreb. Benmasud atribuye este hecho, entre otros factores, a que los reformistas y los líderes nacionalistas no contemplaron como parte prioritaria de su agenda la emancipación de la mujer, a diferencia de lo ocurrido en Egipto y otros países árabes orientales.

Y aunque algunos líderes defendieron la escolarización de la mujer en la época colonial, la participación de la mujer magrebí en los movimientos nacionalistas fue menor y más tardía. Corregir las distorsiones de un canon en el que se han primado las aportaciones masculinas en el ámbito de las letras y del pensamiento en detrimento de la producción de las mujeres es, sin duda, uno de los objetivos primordiales de La memoria del futuro. Como no podía ser de otro modo esta enciclopedia contiene un capítulo dedicado a las escritoras magrebíes, firmado por el crítico y escritor marroquí Mohamed Berrada.

La memoria del futuro está dedicada a las escritoras de lengua árabe que, también en el Magreb –con la excepción de Argelia donde hay una importante nómina de autoras que han elegido el francés como lengua de escritura, y en menor medida Marruecos y Túnez–, constituyen actualmente la mayoría de las escritoras. En el Magreb, además de las lenguas de escritura, que generalmente son el árabe y el francés, hay que tener en cuenta la existencia de otras como el bereber o tamazight o las diferentes variedades del árabe hablado o dáriya.! A este respecto, una primera conclusión es que aquéllas que escriben en francés, como la marroquí Fátima Mernissi o la argelina Assia Djebar son más conocidas y más traducidas.

La producción literaria de la mujer en el Magreb, con pocas excepciones –como las de la marroquí Malika al-Fasi o la argelina Zuhur Wanisi–, se remonta a los primeros años de las independencias nacionales a finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta. Con las independencias se produjo un mayor acceso de la mujer a la educación que, sin duda, ha sido el factor esencial en el desarrollo de esta escritura. No obstante, hay que tener en cuenta que la emergencia de la propia literatura moderna en estos países data también prácticamente de esas mismas fechas.

El inevitable telón de fondo que marca la obra de estas pioneras, que empezaron a publicar a mediados de los años sesenta, y también toda la literatura de la época, es el colonialismo y la lucha por la independencia. En ausencia, por tanto, de ese discurso liberador de la mujer en los nacionalismos magrebíes, no es extraño que las primeras escritoras de Marruecos, Túnez y Argelia compaginaran la militancia por la emancipación y la educación de la mujer con una sugestiva producción literaria, tal fue el caso de autoras como la marroquí Janata Bennuna.

Como otros jóvenes intelectuales marroquíes que en los años sesenta se agruparon y fundaron revistas, en un claro intento de desmarcarse de la orientación conservadora y continuista que había caracterizado a las elites nacionalistas instaladas en el poder tras la independencia, Bennuna, directora también de una escuela para niñas, lanzó la revista para mujeres Shuruq (Amaneceres) que, aunque no puede decirse que incorporara un discurso de corte feminista, estaba dedicada por primera vez exclusivamente a la mujer marroquí.

Poesía y cuento, los géneros más cultivados

En el ámbito de la poesía cohabitan las poetisas de corte clásico, como las marroquíes Amina Merini y Habibat al-Sufi, con su poemario Un espejo refleja una mujer, con un mayor número de escritoras que se han decantado por el verso libre o la prosa poética entre las que cabe destacar a las marroquíes Fátima Mahmud, Sohar al-Mansuri y Malika al-Asimi, con el diván Escritos allende los muros del mundo, o la voz muy sólida de Wafa Lamrani, con poemarios como Gemidos de alta mar, o la voz poética de la tunecina Fadila Shabbi, con Astros acuosos, las argelinas Suad Nacer, Zineb Lauedj y Rabia Yulti o la libia Sharifa al-Magribi, con La princesa de papel.

Junto con la poesía, tal vez sea el cuento el género más cultivado por las escritoras magrebíes que escriben en árabe, ámbito en el que también cohabitan narradoras de factura clásica con otras de corte experimental. A juicio del crítico Mohamed Berrada, las narradoras magrebíes han logrado compaginar con éxito las nuevas formas con un universo propio. En general, los relatos oscilan entre la tradicional temática nacionalista y una subjetividad emergente que caracteriza a las más jóvenes, para quienes la lucha por la independencia ha dejado de ser el referente primordial.

Las tunecinas cuentan con una importante tradición de escritoras de relato breve como Fátima Salim, Hayat Belcheikh, Naima al-Sayd, Nayia Tamer, con Justicia del cielo, o Nafla Dahab, de la que cabe destacar títulos como Nuestros sueños y El silencio o Arusiyya Naluti, con colecciones como Quinta dimensión. Estas dos últimas han compaginado la escritura narrativa con una interesante y comprometida producción de literatura infantil. Las marroquíes cuentan también con una nómina importante de narradoras, desde las pioneras Bennuna y Rafiqat al-Tabía –de las que contamos en castellano con El espejo acusador y Escenas marroquíes.

Visión social de los sesenta a través de dos narradoras– hasta las nuevas voces de Rabia Rayhan, con una sólida carrera y colecciones de relatos como Lluvia vespertina, o la más clásica Malika al-Fasi. En Argelia hay también voces importantes como Mabruka Busaha, Zaynab Fahmi o Zuhur Wanisi, auténtica decana de las letras argelinas de la que cabe señalar títulos como La acera dormida o En la otra orilla. De Libia y Mauritania la nómina de escritoras es simbólica si bien hay autoras como Fazia Chalabi o Embarka Bint el-Baraa, respectivamente, cuya producción en poesía, cuento y novela está ya consolidada.

Novela y ensayo

En el ámbito de la novela, la producción es menor que en otros géneros, y de nuevo cabe destacar la obra pionera de Bennuna El fuego y la elección (1969) y a otras escritoras como la marroquí Leila Abouzeid, la libia Mardiya Annaas o la argelina Wanisi con su novela Diario de una maestra. Entre las tunecinas hay que mencionar a Amal Mujtar, Alia Tabai, Zakia Aldelkader, Hélé Béji y Arusiyya Naluti, con novelas como Tamáss y Cerrojos, esta última con traducción al castellano. Entre nosotros las narradoras y ensayistas que escriben en francés como Mernissi o Djebar son más conocidas y más traducidas a otras lenguas europeas. Además de Djebar, con obras como El blanco de Argelia o Grande es la prisión, Argelia cuenta con una importante cantera de novelistas de prestigio internacional como Leïla Sebbar, Malika Mokeddem, Meïssa Bey o Yamina Mechakra.

En el terreno de la novela árabe hay que destacar muy especialmente a la argelina Ahlam Mustaganimi –que empezó escribiendo poesía–, cuya novela de corte romántico y prosa cuasi poética La memoria del cuerpo vendió en poco tiempo más de 100.000 ejemplares en todo el mundo árabe. Mustaganimi ha publicado una segunda parte, El desorden de los sentidos, que ha sido acogida con el mismo entusiasmo por el público. En el terreno de la autobiografía destacan las obras de tres marroquíes, Regreso a la infancia de Abuzeid, Sueños en el umbral.Memorias de una niña del harén, de Mernissi, originalmente escrita en inglés y convertida en un auténtico éxito de ventas en España, debido sin duda a su exótico título.

Y un relato muy duro de violaciones, Heridas del cuerpo y el espíritu, de Malika Mustadrif. Hay también que destacar la reciente autobiografía de Leïla Sebbar, Je ne parle pas la langue de mon père. En el ámbito del ensayo sobresalen los trabajos de la socióloga y escritora marroquí Mernissi, que con la concesión del Príncipe de Asturias de Humanidades junto a la americana Susan Sontag en 2003, se consolida en las librerías españolas con una importante obra ensayística dedicada a la situación de la mujer marroquí, con especial hincapié en la mujer trabajadora, y en desvelar los matices de los discursos ortodoxos, como en el fundamental ensayo revisionista

El harén político. Si por lo general ha primado el referente político a la hora de presentar los textos literarios árabes, las obras escritas por mujeres siguen generalmente relegadas a claves interpretativas relacionadas con la condición de la mujer. La denuncia de esa “condición” ha sido una de las causas que han motivado esta mayor presencia de escritoras árabes traducidas a lenguas europeas.

La excelente acogida brindada a escritoras como Mernissi o la egipcia Nawal al Saadawi, como lo demuestra tanto el número de traducciones como su popularidad, ha sido asociada por algunos críticos poscoloniales a esa tradicional hostilidad hacia lo islámico que paradójicamente subyace en este énfasis en las cuestiones relacionadas con la mujer árabe e islámica.