La nueva literatura egipcia

“Una novela no puede cambiar la situación política, se requieren acciones concretas. La literatura árabe tradicional, vinculada a la política, está en declive”.

ENTREVISTA con Hamdi Abu Golayyel por Elisabetta Ciuccarelli

De formación autodidacta, Hamdi Abu Golayyel (1968) dejó a su familia beduina del oasis de Al Fayum y se trasladó a un ashawiyat,barrio periférico de El Cairo, donde trabajó de obrero. Ladrones jubilados, su primera novela editada en Egipto en 2002, se sitúa en un inmueble de un suburbio obrero de El Cairo donde vive el narrador-protagonista. En 2008 salió su segunda novela El peón, premio Naguib Mahfuz de Literatura, otorgado por la Universidad Americana de El Cairo. Con ocasión de la presentación de Ladrones jubilados en España (traducido por Álvaro Abella y publicado por París Ediciones) organizada por el Instituto Europeo del Mediterráneo, AFKAR/IDEAS habló con Golayyel sobre su libro y sobre la literatura egipcia contemporánea.

AFKAR/IDEAS: ¿Qué papel juega la experiencia personal en su novela?

HAMDI ABU GOLAYYEL: Escribo sobre mí mismo, pero no se puede hablar exactamente de una autobiografía. Pienso que la transferencia literal de la realidad es imposible. Cuando se escribe una carta a alguien, las palabras que se piensan y dicen, en el momento en que se escriben se transforman en algo diferente. La escritura tiene sus normas. Me gustaría mucho escribir la realidad tal como es, porque me parece el arte más bonito que existe, pero las reglas de la escritura obedecen a algo no natural. Son diferentes de la vida real.

A/I: En su novela, como en muchas obras literarias contemporáneas egipcias, la sociedad marginal y la ciudad informal son protagonistas. ¿Cómo ha acogido el público egipcio una novela que aborda abiertamente cuestiones consideradas tabúes?

H.A.G.: En Egipto no hay un público de lectores muy numeroso. Personalmente no me esperaba la acogida que el libro recibió. Tenía miedo de que pudieran surgir problemas sobre todo con el tema de la homosexualidad [uno de los cuatro hijos de Abu Gamal, el dueño del inmueble, es homosexual] o con la historia de cheij Hasan [un hombre piadoso originario de Sohag, que mantuvo una relación sexual con su suegra y se fue a El Cairo para pedir a un alfaquí de Al Azhar una fetua que reconfortara su conciencia]. De hecho, unos conocidos me aconsejaron no escribirla. Pero cuando escribo no pienso ni en la religión ni en nada. En cambio tuvo éxito, me refiero naturalmente al reducido círculo literario egipcio. Esto creo que, en parte, se debe al momento de explosión que está viviendo la literatura en Egipto, como lo definió la revista literaria Ajhbar al Adab.

A/I: Su novela cuenta una realidad social, la de un suburbio de El Cairo y de sus habitantes ¿Se considera usted un escritor comprometido?

H.A.G.: No. Para mí la literatura no tiene nada que ver con el compromiso político. Se puede decir esto refiriéndose a Alaa al Aswany o Sonallah Ibrahim, escritores que afirman que una novela puede cambiar la política, pero esto no pasa, nunca ha pasado. Creo que para cambiar las cosas es mucho más apropiado proceder con acciones políticas concretas: manifestarse o crear un partido. Todo esto puede ser políticamente más influyente que una novela, que es un intento de entender, comprender lo que sucede. Además yo no estoy comprometido políticamente porque cuando escribo no tengo un objetivo preciso.

A/I: Ladrones jubilados es un fresco de una parte de la sociedad contemporánea egipcia.Es curioso que tanto su novela como El edificio Yacobián se desarrollen en un edificio.¿Cómo explica esta coincidencia? ¿Puede considerarse ese edificio una metáfora de Egipto?

H.A.G: No. Puede ser que para Alaa al Aswany fuera así, pero no para mí. Para mí es sólo uno de los edificios de Egipto. Alaa al Aswany quiso poner en su inmueble personajes representativos de un cierto sector de la sociedad egipcia: el del político o el del homosexual director de periódico… Éste es un mundo absolutamente ajeno al entorno que yo quiero describir.

A/I: ¿Cómo evalúa la libertad de expresión en su país? ¿Se siente libre a la hora de escribir? ¿Resulta difícil publicar en Egipto?

H.A.G.: Yo escribo lo que quiero, no me someto a la autocensura. La libertad de expresión y de prensa en Egipto es un problema de legislación y no de Constitución. Un ejemplo sería lo que ha pasado con un cómic muy interesante y atractivo, Metro, donde hay una escena de sexo. Ahora tiene una causa pendiente en el juzgado por “ofensa a la moral pública”. Antes de que salga un libro no hay censura, puedes publicar, naturalmente en editoriales privadas. Habría sido imposible editar este libro en una editorial pública. Yo trabajo con un editor privado, como la mayoría de los jóvenes novelistas egipcios, porque la nueva literatura es libertad. Otro elemento es la religión. La gente en Egipto es muy religiosa, vive en un entorno no democrático y se refugia en la religión. Esto puede ser un límite a la libertad y causar problemas a algunos libros.

A/I: ¿Cuál es el estado actual de la industria editorial egipcia?

H.A.G.: La industria editorial egipcia, sobre todo la novela, vive su mejor momento, precisamente gracias a las editoriales privadas. Asimismo, esta nueva forma de literatura tiene un público más amplio. Aunque no podemos compararlo con el número de lectores que hay en Europa. Mucha más gente se está acercando a la lectura. Se puede decir que está naciendo una nueva generación de lectores. Además, cada día nacen nuevas librerías y editoriales que, aunque pequeñas, desempeñan un papel importante. ¡Las cosas han cambiado mucho desde los años sesenta, cuando los escritores distribuían 300 copias a los amigos!

A/I: ¿Qué repercusiones ha tenido su libro fuera de Egipto, en especial en los países árabes?

H.A.G.: Ha tenido una buena acogida también en los países árabes. Con este libro me he vuelto famoso en el mundo árabe, obviamente en el entorno de intelectuales y escritores. Fuera de Egipto no creo que este libro haya tenido repercusiones en la sociedad, pero seguramente ha influido a ciertos escritores, sobre todo de la nueva generación, contemporáneos míos que quieren renovar la novela árabe.

A/I: ¿Qué ha significado para usted el premio Naguib Mahfuz?

H.A.G.: En primer lugar no me esperaba en absoluto ganarlo. De entrada porque este premio lo otorga anualmente la Universidad Americana de El Cairo a un escritor árabe, pero no dos años seguidos a egipcios. 2008 tenía que ser el año de un escritor no egipcio. Creo que el premio no se otorgó tanto a una novela sino a una nueva manera de escribir, a una nueva generación de escritores.

A/I: ¿Cómo definiría esta nueva generación de escritores?

H.A.G.: Hablaría más bien de una nueva manera de escribir. Es una generación individualista, que no tiene nada del sentimiento de comunidad y de solidaridad que unía a los escritores de los años sesenta. Nosotros vamos cada uno por nuestra cuenta, alejados de los demás. Pero tenemos elementos comunes, por ejemplo la lengua: simple, primitiva, sin la complejidad estilística y sintáctica del árabe de Adonis. El segundo elemento es que la literatura árabe ha tenido siempre un vínculo fuerte con la política, pero esta forma de escribir está en declive. Yo escribo sólo de mí mismo y de mi entorno más cercano. Todo esto es nuevo y choca con la tradición literaria en que el escritor se pronunciaba sobre cuestiones políticas.