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Co-edition with Estudios de Política Exterior
La locura del armamento se apodera del Magreb
Mientras España y Francia se inclinan por vender su material militar a Libia y Argelia, clientes tradicionales de Rusia, ésta intenta abrir mercado en Marruecos.
Yassine Temlali
La locura del armamento llega al Magreb. Si bien Túnez y Mauritania no parecen interesados en desarrollar sus arsenales por falta de ingresos suficientes y pretensiones geoestratégicas regionales, desde hace algunos años Argelia, Libia y Marruecos no paran de modernizar los suyos. Los recursos petrolíferos permiten a los dos primeros países realizar considerables gastos militares. Marruecos, que carece de recursos financieros tan importantes, no duda en recurrir a la ayuda de las monarquías árabes del Golfo para financiar algunas de las adquisiciones de armas de precio elevado. En 2005, por ejemplo, Emiratos Árabes Unidos ofreció a Marruecos los 40 tanques M-109 que le había vendido la Confederación Helvética.
En 2007, Arabia Saudí debía haber financiado a la aviación marroquí la compra de Rafale franceses, antes de que Marruecos optara por los F-16 americanos, más baratos. Desde finales de los años noventa, caracterizados por el debilitamiento de la guerrilla islamista, Argelia se lanzó a una extensa operación de “profesionalización” de su ejército, equipado desde la independencia básicamente con material soviético. La promoción de funcionarios jóvenes a puestos de mando vitales se combinó con un proceso constante de adquisición de distintas armas: cazabombarderos Su-32, helicópteros Mi-28N y algunos de los sistemas de defensa electrónica más modernos de la industria rusa.
El Estado Mayor argelino también ambiciona modernizar sus fuerzas navales adquiriendo nuevos barcos de guerra. Un informe de Forecast International, una institución americana especializada en prospectiva militar y en temas de defensa, señala que Argelia es uno de los países africanos que dedican más presupuesto a su seguridad exterior: en 2008 destinó más de 295.000 millones de dinares (4.400 millones de dólares) a la defensa nacional (informe citado por El Watan del 20 de febrero de 2008). Desde finales de los años noventa, habrá gastado aproximadamente 2.300 millones de dólares anuales en la compra de armas y distintos sistemas de defensa. Se clasificaría así, junto con China e India, entre los más importantes clientes del complejo industrial militar ruso.
Al temer “el inquietante aumento del armamento argelino” por citar a parte de la prensa marroquí, Marruecos, a su vez, se arma activamente. En 2006, a raíz de la compra por parte de Argelia de decenas de aviones de combate rusos, su reacción no se hizo esperar: enseguida afirmó su intención de adquirir Rafale franceses, antes de echarle el ojo a los F-16 americanos, con menos prestaciones y menos caros. Preocupado por salvaguardar su supremacía aérea, se afana por mejorar la fuerza de asalto de su aviación, adquiriendo nuevos aparatos y equipando sus viejos Mirage franceses con nuevos sistemas electrónicos y lanzamisiles. También se equipa con sistemas de radar avanzados para la vigilancia de sus fronteras con Argelia, así como de su larga costa atlántica.
En su presupuesto para 2008, Marruecos ha dedicado un 40% de los ingresos del Estado al capítulo “seguridad”, del que se llevan la parte del león las necesidades del ejército real. El Fondo para la Adquisición y la Reparación del Material de las Fuerzas Armadas Reales pasó de 4.500 millones de dirhams a 10.200 millones de dirhams (1.300 millones de dólares); está autorizado a pedir créditos anticipados sobre el presupuesto de 2009, hasta un máximo de 72.000 millones de dirhams (9.300 millones de dólares). (Tel Quel, 17-24 de noviembre de 2007). Por su parte, Libia explotó la supresión del embargo que la afectaba desde 1986 para negociar fabulosos contratos de armamento con Francia, pero sobre todo con Rusia, su tradicional proveedor.
Las negociaciones para el suministro al ejército libio de aviones de combate franceses de última generación estuvieron precedidas por la visita de Muammar Gaddafi a París, en diciembre de 2007. La de Vladimir Putin a Trípoli, en abril de 2008, concluyó con proyectos de entrega de armas rusas a laYamahiriya por un importe de entre 2.000 y 4.000 millones de dólares, según fuentes rusas citadas por la prensa internacional. Estas entregas consistirán sobre todo en cazas Su-35, baterías de misiles tierra-aire de corto alcance, y repuestos destinados a los materiales adquiridos por Libia a la antigua Unión Soviética.
El Magreb se arma, el resto del planeta también
De este modo, la situación en el Magreb adquiere el aspecto de una lucha abierta por la hegemonía militar, que, insólitamente, se desarrolla en ausencia de tensiones fronterizas declaradas. Esta rivalidad debe analizarse teniendo en cuenta las complejas relaciones entre Argelia, Marruecos y Libia, pero también a la luz de la evolución del mercado internacional del armamento, en un contexto mundial caracterizado por la multiplicación de los focos de tensión regional, y por la incapacidad de la ONU para solucionar las crisis entre Estados por medios diplomáticos.
Actualmente, los gastos militares en el mundo, afirma La Tribune (19 de febrero de 2008), están al mismo nivel que al final de la guerra fría, lo que es en sí mismo un destacado símbolo de la locura militarista que se apodera del planeta. El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación sobre la Paz (SIPRI, siglas del inglés) subraya que, en 2006, estos gastos ascendieron a 1,204 billones de dólares, lo que equivale al 2,5% del producto interior bruto (PIB) mundial. Se calcula que su aumento en 2006, respecto a 2005, es del 3,5%; y entre 1997 y 2006, del 37 %.
Este crecimiento vertiginoso refleja la voluntad de muchos Estados de aprender la lección de las campañas americanas contra Irak y Afganistán, que demostraron que la ocupación del “terreno enemigo” podía llevarse a cabo sin las batallas terrestres clásicas y estar garantizada por la aviación y los medios de la guerra electrónica. Los Estados Mayores magrebíes no quieren quedarse al margen de este movimiento planetario de renovación de los arsenales militares nacionales. Esto es especialmente válido para Argelia y Libia, dos países que han sufrido durante mucho tiempo el embargo de venta de armas, declarado en el caso de Libia (1986-2004), implícito en el de Argelia durante los años noventa.
Debido a este embargo, el material del que disponían los ejércitos argelino y libio cayó en desuso, en un momento en que el resto de los Estados de Oriente Próximo renovaban el suyo a marchas forzadas. La carrera militarista que tiene como escenario el Magreb está determinada por otro importante parámetro, la lucha por el liderazgo regional. Efectivamente, en el nuevo orden mundial, la potencia militar aparece como un importante “argumento de venta” en el floreciente mercado de las alianzas geostratégicas regionales. Esta lucha por el liderazgo magrebí se desarrolla principalmente entre Argelia y Marruecos; Libia parece más interesada por aumentar su influencia en África subsahariana.
La competencia entre Marruecos y su vecino oriental –abierta simbólicamente por la Guerra de las Arenas de 1963– empeora sin cesar por el conflicto del Sáhara Occidental, en el que las autoridades marroquíes consideran a Argelia como parte del conflicto. No se suavizó con el lanzamiento de negociaciones directas, en Manhasset, entre la diplomacia marroquí y el Frente Polisario, bajo la tutela de Naciones Unidas. Y lo que es peor, desde su inicio, estas negociaciones estuvieron marcadas por las amenazas del Frente Polisario de “reanudar la lucha armada” y por nuevos despliegues tácticos del ejército real en los territorios ocupados saharauis.
Mientras las negociaciones de Manhasset se estancan, Marruecos multiplica sus demostraciones de fuerza con el fin de hacer renunciar al Frente Polisario de su proyecto independentista e imponerle la “solución autonomista”, en el marco del Estado marroquí. El presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Mohamed Abdelaziz, denunció violentamente en marzo pasado “la política marroquí de aumento de armamento y el nuevo despliegue de sus tropas en los territorios saharauis ocupados”, al ver en ello la señal de la “opción por la escalada” (citado por Le Quotidien d’Oran, 3 de marzo de 2008).
¿Y el Magreb unido?
La lucha por el liderazgo regional en el Magreb no es, como afirma una determinada prensa alarmista en Argelia y Marruecos, el preludio de una conflagración entre los dos países. En cambio, es el enésimo signo de una dificultad real para construir la unión magrebí. La Unión del Magreb Árabe (UMA) sigue siendo letra muerta desde el Tratado de Marraquech, rubricado en esa ciudad el 17 de febrero de 1989: el comercio interregional representa menos del 4% del conjunto de los intercambios exteriores magrebíes, las fronteras terrestres entre Argelia y Marruecos siguen cerradas y Libia impone nuevas restricciones a la circulación transfronteriza.
Los dirigentes de los Estados magrebíes mantienen reuniones regulares y reiteran su voluntad de construir el “Magreb de los pueblos”, antes de irse cada uno por su parte a encargar armas más sofisticadas que las del “hermano enemigo”. La tensión entre Argelia y Marruecos está indirectamente exacerbada por la voluntad de Francia y de España de encontrar en el Magreb nuevas salidas para la producción de sus complejos industriales militares. De este modo, el deseo de la Unión Europea de ver surgir un “mercado común magrebí” se ve contrariado por la ambición de las industrias española y francesa del armamento por hacer de la región un destino privilegiado de sus exportaciones, es decir de armar a sus Estados unos contra otros.
El proceso en marcha de acercamiento entre Argelia y la OTAN favorece también esta ambición. Un acercamiento que puede considerarse como un triunfo en manos de los complejos industriales militares de Europa Occidental, frente a su competidor ruso, favorecido por la antigüedad de sus relaciones con Argelia y Libia y que, por su parte, trabaja para abrir el mercado marroquí. Según Tel Quel, se ha firmado con proveedores rusos un contrato para el suministro a Marruecos de 112 sistemas de defensa aérea Tunguska M1, que supera los 1.000 millones de dirhams (aproximadamente 130 millones de dólares). Francia, uno de los proveedores tradicionales del ejército real, intenta pacientemente conquistar los mercados libio y argelino.
Así, se están llevando a cabo negociaciones para el suministro a Argelia de cuatro unidades de la fragata Fremm (según la revista francesa Le Point, del 8 de mayo de 2008). Aún no se dispone de ninguna información respecto al valor de un contrato de este tipo, pero informes no oficiales han calculado el precio pagado por Marruecos, por el mismo buque, en 500 millones de euros cada unidad. España también intenta colocar su material militar en el Magreb. En 2005, vendió a Marruecos y Argelia equipamientos por un importe de 200 y 110 millones de euros, respectivamente. Y espera vender también a Libia por el sustancioso importe de 700 millones de euros.