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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Carrera armamentística en el Magreb
Las rivalidades internas, la competencia geoestratégica y el fantasma de Al Qaeda explicarían el frenesí de Argelia, Marruecos y Libia por rearmarse.
Soufiane Ben Farhat
Los récords se suceden en el Magreb. También y sobre todo en lo que se refiere al armamento. Y en consecuencia, algunos países magrebíes ocupan el primer puesto en la carrera armamentística. Esto se traduce en verdaderas batallas: entre el Sur y el Sur para captar y almacenar las armas más sofisticadas y que den “mejor resultado”; entre el Norte y el Norte, y entre el Este y el Oeste para beneficiarse del dinero y ser el primer proveedor de este auténtico afán marcial renacido. Tres países destacan sobre los demás: Argelia, Marruecos y Libia. En su visita oficial a Libia a mediados de abril de 2008, el presidente ruso, Vladimir Putin, firmó contratos militares por un valor de 3.000 millones de dólares.
Engloban la venta de 12 cazas Su-35 último modelo (cuyas pruebas acaban de comenzar en Rusia) y de baterías de misiles tierra-aire de corto alcance Top-M2E, así como la reparación y la venta de piezas de armamento que Libia compró a la antigua URSS. Ya el verano pasado, París y Trípoli firmaron un importante acuerdo militar cuyo contenido se mantuvo en secreto. Además de las maniobras militares conjuntas, estipulaba claramente que Francia acudiría en auxilio de Libia en el caso de que su seguridad nacional se viera amenazada. Después de haber cedido la mayor parte de sus viejos Mirage F-5 a Pakistán, Libia tiene previsto adquirir 24 aviones Rafale franceses.
El acuerdo abarca también la compra a Francia por parte de Libia de misiles antitanque Milan, por un importe de hasta 100 millones de euros. Implica además un proyecto de fábrica de armamento, para el mantenimiento y la producción de equipamientos militares. Hay que señalar que se trata del primer acuerdo de suministro de armas a Libia por parte de un país occidental. Un hecho revelador es que el primer ministro francés, François Fillon, se encontraba en Marruecos en el mismo momento en que Putin visitaba Libia acompañado de una gran delegación. La firma de la venta de una fragata a Marruecos por parte de Francia tenía por objeto reforzar una cooperación militar intensa entre los dos países.
Por otro lado, tras afirmar que estaba “preocupado” por la política de adquisición de armamento de Argelia, el Reino firmó un contrato con España para la adquisición de material militar. Argelia no se queda atrás. Los contratos militares firmados con los rusos tienen un valor de miles de millones de dólares. Muchas delegaciones occidentales establecidas en Argel no salen de su asombro. Según algunas “filtraciones” y fuentes que están al tanto de los altos secretos, las transacciones de armamento llevadas a cabo entre Argelia y Rusia representan al menos 14.000 millones de dólares en contratos, aunque es verdad que esta cifra nunca se ha confirmado de forma oficial. Por su parte, en el informe elaborado por el Instituto de Estocolmo (SIPRI) y publicado hace poco, se revela que el valor de las transacciones de armas ultimadas por Argelia superó el año pasado los 2.400 millones de dólares.
Así, en 2007, Argelia ocupaba el tercer lugar del mundo árabe, por detrás de Arabia Saudí y de Qatar. En realidad, Riad está a la cabeza de la clasificación de los países árabes que gastan más en armamento, con más de 18.000 millones de dólares, lo que equivale al 47% del volumen de los gastos militares árabes en 2007, que se calcula en unos 40.000 millones de dólares. Pero pronto Trípoli superará a Argel en esta lista. Sin embargo, si la cifra de 14.000 millones de dólares de contratos de armamento aprobados entre Argelia y Rusia se concretara, Argelia le pisaría los talones a Arabia Saudí y desde ese momento sería, por así decirlo, “invencible” en cuanto a armamento en el Magreb.
Por su parte, tras gastar en 2007 más de 2.300 millones de dólares en la compra de armamento, Marruecos ocupa el quinto puesto entre los países árabes. Según el informe del Instituto de Estocolmo, el auge de las adquisiciones militares argelinas se explica por el empeño de la institución militar por modernizar el ejército. Con esto en mente, Argel ha firmado supuestamente varios convenios militares con distintos países, con Rusia y Estados Unidos en primer lugar. Para entrar en detalles, se han filtrado algunos datos.
Por eso se sabe que Argelia ha comprado un equipamiento militar avanzado. Además de los aviones de guerra y de los vehículos blindados, incluye sistemas y equipamientos electrónicos modernos que han demostrado su eficacia en el campo de la lucha antiterrorista, una razón que explicaría ampliamente la disposición manifestada y reiterada por EE UU de proveer a Argelia de técnicas militares postmodernas. Con sus cálculos estrechos, los americanos se amoldarían de buen grado a una Argelia que ejerciera como vanguardia de la cruzada antiterrorista planetaria que dirigen a bombo y platillo. Pero Argelia, además de su legendario patriotismo, tiene motivos propios que obedecen más a consideraciones internas, o a lo sumo regionales, que planetarias o imperiales.
Bloqueos
Para muchos expertos, este rearme es preocupante en más de un sentido y expone al Magreb a serios desequilibrios, ya que esta región abarca muchos focos de tensión y de conflictos latentes. Para otros, en cambio, no hay que alarmarse excesivamente. De creer a Argelia y Marruecos, los gastos de armamento, aunque extraordinarios, corresponden a un nuevo ciclo de renovación de los recursos defensivos, ciclo que se repite cada siete años. Pero, para ser realista, hay que tener en cuenta las manzanas de la discordia que no cesan de envenenar los informes bilaterales y multilaterales en la región desde hace décadas.
Éstas serían el verdadero factor que acelera la carrera armamentística entre los países del Magreb. Evidentemente, entre estas tensiones destaca en primer lugar la cuestión del Sáhara occidental. Un conflicto, unas veces patente y otras larvado, que afecta y envenena de forma considerable las relaciones entre Marruecos y Argelia. Y lo que es mucho peor, anquilosa y paraliza la Unión del Magreb Árabe (UMA) en su conjunto. Una Unión que nació muerta o casi en 1989, que va tirando únicamente en los discursos voluntaristas a contracorriente de los hechos, y que está bloqueada por las disensiones internas desde hace décadas.
Y si actualmente los analistas y otros responsables hablan del “coste del no Magreb”, es en gran medida porque se ha convertido en una preocupación tangible. De hecho, el diálogo “5+5” (los cinco países de la UMA más Francia, Italia, España, Portugal y Malta), iniciado con gran pompa en 1991, también empezó a hacer aguas rápidamente. Y hay que preguntarse en qué medida la futura Unión para el Mediterráneo no cargará también con el conflicto del Sáhara como una losa, incluso como un absceso persistente y paralizador. Pero no sólo está el Sáhara. Está también la problemática del petróleo y el agua situados en la frontera libio- argelina. Una cuestión que, aunque se elude muy a menudo, supone un factor de tensión permanente y no menos importante.
Efectivamente, Trípoli ve con malos ojos el refuerzo militar de Argelia. Libia ha sido durante mucho tiempo la potencia dominante de la región; por nada del mundo querría perder su “liderazgo” en esta materia y reivindica siempre un papel estratégico de primera categoría. Añadamos a esto las muy espinosas cuestiones de la emigración y del terrorismo en las fronteras sur del Magreb y se entenderá la magnitud de las desavenencias respecto a cuestiones cuya interconexión las hace todavía más complejas. Por consiguiente, las fronteras oeste y sur del Magreb pueden hacer las veces de sendas bombas de efecto retardado al mantener las tensiones más vivas que nunca. Las fronteras septentrionales no se quedan muy lejos.
En efecto, no se puede descartar que los constantes gastos en armamento de Marruecos estén motivados por la rivalidad que enfrenta a este país con España a causa de los enclaves de Ceuta y Melilla. Rabat nunca ha ocultado su intención de recuperar estas ciudades, que ya en el pasado dieron lugar a conflictos armados. Se trata de una rivalidad debidamente asumida por ambas partes. Por otro lado, los analistas están de acuerdo en señalar un cambio en la política de defensa española respecto al Sur. Por parte marroquí, la “vigilancia del Norte” es necesaria. El Reino marroquí dispone actualmente de una defensa aérea muy importante que incluye aproximadamente 95 cazas, 24 helicópteros con armamento ofensivo sofisticado y una infraestructura de información a la última.
Se cree también que dentro de poco los americanos suministrarán cazas F-16 a este país. Francia ofrecerá a Marruecos la posibilidad de disfrutar de un armamento moderno para el ejército de tierra, además de una fragata que se unirá a las otras tres encargadas recientemente a Holanda por el Reino, de 1.600 toneladas cada una.
Planes y competencia
Así pues, distintos planes y prioridades explicarían el frenesí armamentístico que caracteriza actualmente al Magreb. La situación parece a veces una vela de armas tranquila, ante el telón de fondo de una guerra de todos contra todos y de uno contra otro. Las rivalidades entre las grandes potencias mundiales y el boom petrolífero mundial acentúan la tendencia de fondo. De este modo, los inmensos excedentes derivados de los ingresos por hidrocarburos de los que Argelia y Libia se benefician desde hace algunos años han estimulado enormemente sus gastos de armamento.
Los gastos en armamento de estos dos países, auténtico soplo de aire para los recursos financieros, se evalúan ya en varias decenas de miles de millones de dólares en los últimos años. Basándose en la connivencia entre los señores de la industria y los magnates del armamento, los cárteles occidentales, finos conocedores de las altas finanzas, se lanzan hacia un nuevo Eldorado. Hace poco, Argelia canceló un pedido de 34 cazas rusos Mig-29 por un importe de 1.300 millones de dólares. El director de la Agencia Federal de la Industria rusa declaraba sin más preámbulo que esta anulación se produce por razones “políticas” relacionadas con la “búsqueda de aliados”. En una entrevista al diario ruso Vedomosti, revelaba que “las razones del rechazo en lo que afecta al contrato argelino son más bien de carácter político…
No son temas de producción. Cada país busca aliados y la búsqueda de aliados abarca también al sector del armamento”, puntualizaba. El pasado febrero, la prensa rusa informó de que Argelia iba a devolver a Rusia 15 cazas Mig- 29, suministrados en 2006 y 2007, debido a que su calidad no estaba a la altura de las expectativas. Pero los analistas rusos señalaban que el problema con los Mig se debía sobre todo a las presiones de Francia, que trata de vender a Argel sus cazas Rafale. ¿Podría Francia recuperar de este modo en Argelia el contrato perdido en Marruecos? En efecto, no es un secreto para nadie que el contrato de armamento entre París y Rabat relativo a la adquisición de los aviones de combate Rafale se fue a pique debido en gran parte a la competencia de Estados Unidos. Marruecos prefirió la propuesta americana relativa a la compra de aviones de combate tipo F-16.
El 20 de septiembre de 2007, fuentes francesas aseguraban que el avión francés de Dassault estaba en muy mala posición para ganar el mercado marroquí frente a EE UU, “que ofrece F-16 de ocasión procedentes de sus fuerzas aéreas”. No obstante, con el fin de compensar su decisión de encargar aviones de combate americanos en lugar de los Rafale franceses, Marruecos jugó la carta de la conciliación. Decidió comprar el Tren de Alta Velocidad (TAV) a Francia para atemperar la cólera francesa originada por el cambio de postura. La oferta americana se produjo casi de golpe, trastornando toda la situación. Desde ese momento, la complicidad entre Marruecos y Estados Unidos se volvió más evidente que nunca. Como telón de fondo se perfila una peligrosa competencia franco- americana en las regiones del Magreb y del Sahel.
Militarmente hablando, Marruecos parece haber cambiado de rumbo al optar por una alianza manifiesta con EE UU, aunque sin cortar definitivamente el cordón umbilical con Francia, su aliada política y económica de toda la vida. Marruecos cuenta con beneficiarse así del sólido apoyo americano en la cuestión del Sáhara occidental. Por su parte, los americanos se arriman a este socio del Magreb, que zanja de golpe los recelos anunciados por los otros países de la región para acogerlos militarmente en sus territorios. Y además eso les permite tener una base en una región que a los americanos les gustaría mucho considerar dentro de poco como un coto privado, si no en el aspecto político y cultural, al menos en el militar y geoestratégico.
En líneas generales, sólo Túnez y Mauritania, dos países que no elevan las decisiones militares a la categoría de prioridad nacional, se salvan de la rivalidad y de la escalada militar interna en el Magreb. Por el contrario, Marruecos dedica, según algunas fuentes, un 5% de su PIB a los gastos militares, frente a Argelia, que destina menos de un 3%.
El fantasma de Al Qaeda en el Magreb
La suma de todos estos indicios demuestra que actualmente el Magreb es un auténtico polvorín. La situación es extremadamente compleja y de geometría variable. Argelia, Marruecos y Libia se disputan entre sí el liderazgo militar en la región, en África del Norte y en la cuenca occidental del Mediterráneo. Al hacerlo, se neutralizan respecto a algunos desacuerdos mayores, como el conflicto del Sáhara. Dispersos, y sin beneficiarse de ningún paraguas magrebí, militar o político, están en el mismo barco: el de verse obligados a buscar en otra parte puntos de apoyo capaces de reforzarlos en sus conflictos internos. Las potencias extranjeras también intervienen en el juego.
Oliéndose la magnitud de los fantásticos beneficios que se pueden obtener de estas rivalidades no disimuladas, asedian la zona agitando como señuelos grandes contratos de armamento. Los franceses rivalizan con los americanos, éstos con Rusia y ésta a su vez con todos ellos. Incluso España, que sin embargo está en parte en el núcleo del problema (no olvidar los enclaves de Ceuta y Melilla), juega n primra división, precisamente del lado de un Marruecos preocupado por contrarrestar la escalada militar argelina. Los desafíos regionales no son ajenos a esta lucha por el Magreb. La cuenca occidental está en el centro de las ambiciones. Una cuenca que, desde las guerras napoleónicas, se distingue por su estabilidad, en las antípodas de la cuenca oriental del Mediterráneo, cuyas fronteras cambian con cada década.
En la actualidad, con la persistencia del conflicto entre israelíes y palestinos y las perspectivas de alianzas y contra-alianzas en Siria y Líbano, el Mediterráneo oriental se encuentra incluso en el centro de las rivalidades y los juegos de influencia entre EE UU, Israel, Arabia Saudí e Irán. Y no se excluye que para algunos Estados Mayores el Magreb haga las veces de una línea de frente nada despreciable ante la perspectiva de este choque geoestratégico planetario. Los rusos también tejen allí pacientemente los sutiles hilos de una zona de influencia fundamental. Por último, el rearme en el Magreb se presenta en gran medida como un nuevo elemento esencial. Afecta a distintos intereses cruzados y contradictorios. Y mientras la OTAN, a través de países miembros interpuestos, saca provecho indirectamente, Rusia la observa con la mayor reserva.
Pero también el islamismo radical armado es uno de los factores principales que impulsa el incremento de los gastos en armamento. Con la reciente irrupción violenta del fantasma de Al Qaeda en el Magreb, los países afectados redoblan la vigilancia e incluso parecen estar preparados para cualquier eventualidad. Por otra parte, Al Qaeda ha castigado al menos a cuatro países magrebíes (Argelia, Marruecos, Mauritania y Túnez) sin que por ello haya llegado a imponerse ni a cambiar el curso de los acontecimientos. Esta nueva coyuntura es más crítica si se tiene en cuenta que se produce mientras que los países magrebíes, y en primer lugar Argelia, Libia y Túnez, movilizan enormes inversiones económicas de Occidente y de Oriente Próximo. A simple vista, da la impresión de que las dinámicas económicas no pueden soportar estos gastos militares desproporcionados. Pero, bien mirado, el desarrollo necesita la seguridad igual que el pez necesita el agua…