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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Cooperación energética Norte-Sur
La energía podría ser un elemento de cohesión entre las dos orillas, pero hacen falta más infraestructuras, recursos, seguridad jurídica e intercambios Sur-Sur.
Pablo Benavides
Dentro de unos meses, del 26 al 28 de noviembre, se celebra en Barcelona el IV Foro Mediterráneo de la Energía, una Conferencia en la que volverá a ponerse de relieve la importancia de los intercambios y los problemas energéticos para las dos orillas del Mediterráneo. De aquí a entonces la cooperación entre la Unión Europea (UE) y la orilla sur y este del Mediterráneo habrá sido objeto de múltiples debates incluido el que plantea la nueva e incierta iniciativa del presidente francés, Nicolas Sarkozy, rebautizada después de las presiones de la UE y, especialmente de la canciller alemana, Angela Merkel, Unión para el Mediterráneo. Una vez más, se volverá a resaltar la importancia esencial que la energía y los intercambios energéticos tienen para esa cooperación. En efecto, la UE importa el 36% de su gas de la otra orilla del Mediterráneo y el 20% de su crudo. Pero las relaciones euromediterráneas hay que mirarlas bajo tres prismas diferentes: la del Mediterráneo como área de abastecimiento de Europa, como mercado de consumo y, finalmente, como región de tránsito.
El Mediterráneo abastecedor
En cuanto abastecedor, el Mediterráneo guarda reservas probadas de petróleo superiores a los 7.000 millones de toneladas (Mt) de las que los dos tercios se hallan en Libia, país que empieza a superar lentamente y con recelos compartidos entre los países europeos, las graves desavenencias con la UE y Estados Unidos originadas por los atentados en los que reconoció haber participado. ¿ Alguien recuerda ahora la conversación con el líder libio Muammar el Gaddafi con la que Romano Prodi estrenó su presidencia de la Comisión Europea que tantas críticas le valieron y en la que el dirigente italiano se aventuraba imprudentemente en una potencial cooperación con Libia? Aquella tensión no ha permitido por el momento integrar a Libia entre los países de la política europea de vecindad que cubre el Mediterráneo y otros países limítrofes de la UE.
Pero los libios reciben cada día más inversiones extranjeras y se muestran decididos a aumentar su producción de crudo hasta los tres o cuatro millones de toneladas, y Europa no está en condiciones de volver la espalda a esa realidad. En lo que se refiere al gas, las reservas probadas superan los ocho billones de metros cúbicos, de los que el 57% se encuentra en tierras argelinas. Y Argelia da señales de un nacionalismo mal disimulado y de un deseo de extender su influencia allende sus fronteras inmediatas. Los contactos entre las dos grandes compañías gasistas argelina y rusa, Sonatrach y Gazprom, no han desembocado al menos por el momento en ningún “gaspec” o cartel del gas, como, temieron algunos aunque el presidente saliente ruso, Vladimir Putin, no lo termina de descartar alimentando así una ambigüedad bien calculada.
A esos lazos se añaden las conversaciones entre Argel y Abuya que apuntan ambiciosamente a una alianza argelo-nigeriana para construir el enorme proyecto del tubo que traería 25.000 millones de metros cúbicos de gas de Nigeria hasta las costas mediterráneas. Recientemente, el viaje de Putin a Libia ha puesto de manifiesto las enormes ambiciones rusas en la región con la oferta de Gazprom de participar no sólo en el gaseoducto italo-argelino Galsi, sino incluso en el gran proyecto con Nigeria. Argelia, en tal caso, podría convertirse en un gigantesco hub mediterráneo del gas. Estas realidades y esas ambiciones tienen forzosamente que acompañarse de esfuerzos considerables en infraestructuras. Es cierto que el Mediterráneo ha sido testigo de importantes obras de infraestructura en el sector de la energía.
Los gaseoductos Durán Farell entre Argelia y España y Enrico Mattei entre Argelia e Italia se anticipaban a una evolución que debería acelerarse. Son necesarias nuevas infraestructuras no sólo de transporte como los gaseoductos Medgaz y Galsi que duplicarán la capacidad de transporte entre Argelia, de una parte, y España e Italia, de otra, sino de plantas de licuefacción que flexibilicen la oferta de gas a la otra orilla en la que España figura en cabeza de los países con plantas de regasificación. En cuanto a la electricidad, la capacidad de intercambios entre ambas orillas se desarrolla con bastante rapidez. Dos cables unen con 700Kw de capacidad de transporte Marruecos y España, a los que se añaden nuevas conexiones en curso o en proyecto entre Argelia y España o entre Sicilia y Córcega, de una parte, y Túnez, de otra. Entre tanto queda pendiente el desarrollo de la interconexión intermagrebí, el Medring, que se enfrenta a las tradicionales cortapisas de todo tipo que obstaculizan la cooperación Sur-Sur y que impiden la armonización regulatoria de los sistemas eléctricos de esos países y, consiguientemente, su interconexión sincrónica.
Hasta el momento sólo algunos tramos modestos de un posible anillo eléctrico mediterráneo están construidos. Por último, no olvidemos que, en cuanto área de producción y potencial abastecimiento de energía, los países del Mediterráneo sur, casi sin excepción, han optado ya explícitamente por la energía nuclear y que Sarkozy efectuó uno de sus primeros viajes oficiales a la región acompañado por Anne Lauvergeon, presidenta de la compañía de equipos nucleares Areva, la antigua Framatome. Los rusos y los americanos no le han ido a la zaga y están dispuestos a batirse por un mercado de muchos miles de millones de euros en centrales nucleares. En esta opción tecnológica Egipto encabeza la marcha hacia la promoción de centrales nucleares en el entorno mediterráneo.
El mercado mediterráneo
La ribera sur del Mediterráneo presenta las características de un mercado con un alto potencial de futuro. Por otro lado, no hace falta resaltar la capacidad de la ribera norte. El escaso nivel de industrialización de aquella región hace evidentes las necesidades de energía futuras y la electrificación rural es uno de los objetivos aún sin alcanzar por parte de todos los gobiernos magrebíes. Los proyectos en preparación o en ejecución con financiación europea son numerosos. Pero a todos los esfuerzos que los gobiernos puedan emprender se opone la dificultad de desarrollar una cooperación Sur-Sur o transversal entre los países del Mediterráneo sur.
Cada país ha instaurado y desarrollado su propio sistema y su propia regulación. Los marcos regulatorios diferentes impiden la interconexión sincrónica de los sistemas y, consiguientemente, el Medring sigue siendo un objetivo teórico inalcanzado. Paradójicamente existe hoy una mejor y más estrecha relación eléctrica entre Norte y Sur, entre España e Italia y Marruecos y Túnez que entre países vecinos y contiguos del Magreb, lo que da lugar a críticas frecuentemente no justificadas en el sentido de que la UE se preocupa más de desarrollar unas relaciones de cooperación del modelo hub and spokes (radial) que transversal. Finalmente, el sur del Mediterráneo dispone de un potencial en energías renovables inexplorado que podría desarrollarse ampliamente mediante una regulación de apoyo adecuada que los gobiernos no han puesto en marcha, entre otras razones por los temores que los precios más altos de las energías alternativas suscitan en esos países.
El Mediterráneo, zona de tránsito
Se olvida con frecuencia que el Mediterráneo, además de ser una región productora y exportadora neta de energía y un mercado con un importante potencial, es también un área de tránsito. De hecho, mi visión personal del Mediterráneo es la de un mar cerrado, un inmenso lago que surcan miles de buques de las características más dispares. Probablemente no era otra la visión de fenicios, cartagineses, romanos, turcos, venecianos, catalanes y aragoneses. Por los estrechos que cierran el mar en Gibraltar, Mesina, Suez o los estrechos Turcos transitan cientos de millones de toneladas de crudo y miles de millones de metros cúbicos de gas que exigen una atención por el momento insuficiente. Los problemas de seguridad en el transporte de mercancías en general y de las energéticas en particular exigen más atención.
El Mediterráneo no podría permitirse un accidente como el del Exxon Valdez o el del Prestige. La fragilidad de su entorno medioambiental saldría irreparablemente dañada. Ese riesgo en el caso de los estrechos Turcos es inasumible y justifica la actitud absolutamente cerrada de las autoridades turcas a aumentar el tráfico por el Bósforo y los Dardanelos, ya saturados por el paso de un gran buque cada 20 minutos. Cualquiera que sea la normativa internacional derivada de los tratados internacionales históricos, como el de Montreux, Turquía no aceptará aumentar el tráfico que ha alcanzado ampliamente su punto de saturación. Es necesario que la cooperación internacional lleve a acuerdos que fijen normas de transporte más severas que las lanzadas con motivo del desastre del Prestige y se vigile más estrechamente su cumplimiento.
Conclusiones y propuestas
De lo dicho anteriormente pueden derivarse algunas conclusiones y propuestas que se recogen a continuación:
– Existe una amplia complementariedad entre la UE y los países del sur y este del Mediterráneo que no se limita a la dicotomía mercado vs fuentes de abastecimiento.
– Pese al desarrollo de los últimos años, hay una necesidad imperiosa y urgente de nuevas infraestructuras, tanto en oleoductos y en gaseoductos como en plantas de licuefacción y regasificación, en renovables y en plantas nucleares. La necesaria industrialización de la región lo exige.
– Existe una gran necesidad de instituciones y recursos financieros de los que el Mediterráneo sigue mal dotado. El programa MEDA resultó en su momento ineficaz y su nivel de ejecución bajo con carencias evidentes en el sector de la energía. El nuevo Instrumento de Vecindad no ha dado todavía resultados aunque presta una mayor atención a la energía, sector en el que son de desear buenos proyectos. En cuanto a las instituciones, el Fondo Euromediterráneo de Inversión y Asociación (FEMIP) no parece suficiente como catalizador de inversiones. Hay que rendirse a la evidencia de la conveniencia de crear un Banco de Desarrollo similar al Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) para los países de Europa Central y Oriental nacido a principios de los años noventa.
– La cooperación internacional sería inútil sin el desarrollo de los intercambios entre los países del Sur, que apenas superan hoy el 10% de la totalidad. Las relaciones Sur-Sur son esenciales en una relación de cooperación eficazmente mallada.
– Es ineludible una legislación uniforme, fiable y estable susceptible de constituir un marco de seguridad y garantía para las inversiones extranjeras. El recrudecimiento de las tendencias nacionalistas en estos países no ayuda a atraer esas inversiones. La gran mayoría de las compañías en el sector de la energía en esos países son de capital público (NOC) y se relacionan con compañías públicas de otros países como es el caso de la Sonatrach y Gazprom. Pero ello va en detrimento de las necesarias relaciones de confianza con las empresas privadas (IOC).
– La transferencia de tecnología y de know how debe constituir una parte importante de las relaciones de cooperación entre la UE y los países del Mediterráneo. Los proyectos de hermanamiento que la UE ha extendido desde hace dos años a esta región a través de su Instrumento de Vecindad podrían ser un medio útil para esa transferencia de conocimiento.
– Es necesario sensibilizar desde ahora a esos países de las exigencias de la eficiencia energética que no están reñidas con el desarrollo industrial así como del uso de unas energías renovables de las que disponen abundantemente. Nunca es demasiado temprano para empezar.
– El tránsito marítimo por el Mediterráneo y la fragilidad del entorno exigen una regulación internacional y unas normas severas así como la vigilancia de su cumplimiento estricto.
– La energía, como la vicepresidenta de la Comisión y comisaria de Energía y Transporte, Loyola de Palacio, ponía de relieve, puede ser un elemento de aproximación y cohesión política en las regiones convulsas del Mediterráneo y no un factor de enfrentamiento. El proyecto aprobado por la Conferencia de Charm el Cheij de noviembre de 2007 de una central solar compartida por palestinos e israelíes podría ser una muestra de ello si las circunstancias políticas lo permitieran.