La importancia de una dimensión territorial en el partenariado

El volumen de cooperación descentralizada en el Mediterráneo se estima en 100 millones de euros.

Jordi Vaquer i Fanés, Responsable de Asia y el Mediterráneo, Secretaría de Relaciones Internacionales Generalitat de Catalunya

La generalización del regionalismo en Europa occidental es un fenómeno bien conocido: desde Reino Unido hasta Polonia, Suecia, Hungría o Italia, los procesos de descentralización, no sólo administrativa sino también política, han avanzado de modo sustancial en los últimos 20 años. Desde una perspectiva más global, basta echar una ojeada a las principales economías industrializadas para ver que el federalismo o bien alguna forma de organización territorial de base democrática (y no simplemente las unidades administrativas descentralizadas) son la norma. También entre las grandes economías en desarrollo como India, China, Brasil o Suráfrica, los gobiernos regionales cobran un nuevo dinamismo en el desarrollo económico y humano.

Bien distinta es la situación en los países mediterráneos no comunitarios, donde el Estado centralizado prevalece, con bajos niveles de autonomía local y sin la existencia de gobiernos regionales electos directamente por los ciudadanos. Si bien es cierto que algunos Estados (en especial Marruecos) han iniciado la transferencia de competencias a sus representantes territoriales, permitiendo la tímida emergencia de una gobernanza territorial, un breve repaso a la realidad de las riberas sur y este muestran un panorama donde la dimensión regional tiene escaso peso.

Y, sin embargo, no son pocos los retos de índole territorial que deben afrontar esos Estados. Los problemas de distribución territorial de la riqueza y de las oportunidades económicas tienen una influencia determinante en la emigración y, sobre todo, en los desplazamientos de la población hacia zonas reducidas, generalmente costeras y cercanas a las grandes ciudades. También la complicada gestión de los escasos recursos hídricos, la necesidad de crear redes de infraestructuras, el aprovechamiento del potencial turístico o la emergencia de ingentes bolsas de pobreza requieren un tratamiento diferenciado y soluciones adaptadas a las peculiaridades del territorio.

A este reto se le añade la necesidad de crear espacios políticos que contribuyan a una mejor gobernanza y, en especial, a un gobierno más próximo a la ciudadanía y a sus preocupaciones. La experiencia europea muestra que la aproximación territorial a los problemas aporta soluciones realistas y adaptadas a su entorno, permitiendo una mayor participación de los agentes locales y de la propia ciudadanía en la generación de oportunidades económicas para todos. Las estructuras territoriales de tipo regional permiten conectar a todos los agentes de la ciudadanía con su territorio a un proyecto compartido de crecimiento. A la vez, se convierten en puntos centrales para atraer la atención de los gobiernos nacionales hacia las cuestiones que afectan de modo más directo a las personas.

Son, en definitiva, cruciales para la emergencia de un espacio político que permita una mayor participación ciudadana. Las tres ediciones del Informe Árabe sobre el Desarrollo Humano del PNUD, publicado desde 2002, señalan tres déficit que explican porque el desarrollo humano árabe es inferior al que cabría esperar, habida cuenta de sus recursos y su renta per cápita: la adquisición de conocimientos, la libertad y el buen gobierno, y la situación de la mujer. En las tres áreas, y en especial en la segunda, la emergencia de una gobernanza regional democrática puede suponer una valiosa contribución. En el marco del consenso europeo sobre la importancia de la dimensión regional, cada Estado ha optado por soluciones bien diversas.

El resto de Estados mediterráneos, tan distintos entre sí, también adoptarán sus soluciones según sus propios tiempos políticos, sin que haya un solo modelo a seguir. Sin embargo, y mientras estos procesos no se concreten, la dimensión territorial no puede estar ausente del partenariado euromediterráneo. Si bien la Declaración de Barcelona mencionaba de paso a las autoridades locales y regionales, no hay que pensar por ello que su papel ha sido irrelevante. Se estima en 100 millones de euros el volumen de la cooperación descentralizada, es decir aquélla realizada con fondos locales y regionales, en el Mediterráneo. El papel que puede desempeñar esta cooperación descentralizada ha sido reconocido por las Naciones Unidas en la Declaración Final de la Cumbre Mundial 2005.

En la cumbre euromediterránea de Luxemburgo (30-31 de mayo de 2005), los ministros de Asuntos Exteriores de los 25 Estados del partenariado, también abordaron la cuestión. Destacan dos puntos de sus conclusiones finales: el punto 33 propugna la metodología de la política regional de la UE como una fuente de inspiración para el desarrollo en los países mediterráneos, en colaboración con las autoridades regionales relevantes, e incluso propone la puesta en marcha a partir de 2007 de proyectos piloto en la ribera sur con métodos inspirados en la política regional.

El punto 45 señala la necesidad de involucrar de modo más estrecho a las autoridades locales y regionales, como medio para acercar el partenariado euromediterráneo a los ciudadanos. Cataluña, que mantiene una gran actividad de proyección exterior en el conjunto del Mediterráneo, apuesta firmemente por que la segunda década del partenariado euromediterráneo sea la de la eclosión de esta realidad regional.

Para ello cuenta con su red de socios europeos, empezando por la Euroregión Pirineos-Mediterráneo y sin olvidar a los más alejados del Báltico, y con la convicción de que el encuentro regional de noviembre tejerá una red que tendrá continuidad en el futuro. Un futuro en el que los gobiernos locales y regionales, con su interacción permanente y su cooperación descentralizada, llevarán los frutos del partenariado a todos los rincones y a todas los ciudadanos del espacio euromediterráneo.