afkar/ideas
Co-edition with Estudios de Política Exterior
La imagen del mundo árabe en la prensa española
Los medios de comunicación tienen, además del poder económico, la hegemonía ideológica y, a falta de un contrapoder, pueden influir en decisiones políticas.
Mohamed El-Madkouri Maataoui, departamento de Lingüística, Universidad Autónoma de Madrid
El papel que los medios de comunicación desempeñan en la formación de la opinión pública es determinante. Los medios pueden conseguir que se formule la opinión que se pretenda sobre el asunto que se desee. En España, la línea informativa seguida por El País no es la misma que la de ABC, por ejemplo, que a su vez tampoco es la de El Mundo o La Razón. Todos estos medios son relativamente libres dentro de las restricciones que les impone el capital empresarial y sus respectivas líneas ideológicas y afinidades políticas.
Ahora bien, si estas observaciones son válidas dentro de estas sociedades, donde es relativamente fácil demostrar que algún tipo de información o comentario es desacertado, en el caso de referentes lejanos, como en las cuestiones relacionadas con el mundo árabe, la información nunca dispone de una “contra-información” a no ser que esté vinculado a algún interés particular. Contrarrestar la imagen que la prensa pueda presentar del Otro, es una tarea casi imposible. No todo el mundo puede tener acceso a la prensa.
En relación al Otro, en este caso el mundo árabe, pocos son los que pueden desenvolverse en un español escrito entendible y los que lo puedan hacer difícilmente van a coincidir en sus manifestaciones con los intereses divulgativos de la prensa. Es difícil presentar al Otro y representarlo sin tener conciencia de sí mismo, aunque dicha conciencia sea por contraposición. El Nosotros se presenta como portador de una serie de valores e ideales de vida. En cuanto a la identidad, el Yo se presenta primero como yo, y segundo como europeo. En los últimos años y de una forma muy marcada el Yo se define como occidental. La imagen del mundo árabe en general es doble y oscila entre:
– La de un mundo compacto, unido, homogéneo y sin fisuras, siempre que se quiera demostrar Nuestra “desunión”, “heterogeneidad” y “fisuras”, especialmente en tiempos de guerra. El Otro es nuestra imagen antitética.
– La de un mundo abigarrado, desunido, insolidario consigo mismo y heterogéneo. Esta imagen aparece siempre que se dan circunstancias como reuniones de la Liga Árabe, de la Conferencia islámica o incluso la pretensión de Osama bin Laden de unir al mundo árabe. En este caso, se trata de desvalorizar estas instituciones para demostrar que no son operativas y que por mucho que lo intenten no lo pueden conseguir.
No obstante, desde el punto de vista de la frecuencia, prevalece la primera imagen sobre la segunda. El mundo árabe es uno y todos sus miembros son iguales y casi idénticos. En todos los casos están unidos por los parámetros de la imagen que los caracterizan. La imagen de lo árabe de poco democrático, y en ocasiones hasta antidemocrático, es insistente en la prensa española. La generalización como procedimiento de la elaboración y mantenimiento de la imagen del Otro es una constante. De vez en cuando, se asoman elementos que podrían demostrar que la realidad del mundo árabe es heterogénea y heteróclita.
Pero estos indicios son circunstanciales y nunca atenúan la crudeza de las imágenes, que se han pretendido agresivas, del mundo árabe. Sirva de ejemplo en este caso, el común y arraigado pensamiento de la asociación entre islam, paraíso y atentados suicidas… Cuando interesa, el mundo árabe se presenta como una masa compacta, unida y parecida en todas sus circunstancias. En momentos de crisis, como las dos guerras del Golfo, y a pesar de que muchos árabes se han sumado a las tesis belicosas y participado junto con Estados Unidos, el mundo árabe se ha presentado muy a menudo unido, en ocasiones, contra el Yo.
Éste, sin embargo, se presenta desunido frente el Otro. En el caso del mundo árabe y su presencia en la prensa española, se ha observado que la mayoría de las informaciones son de tipo negativo. Efectivamente, puede que este fenómeno se atribuya a una descompensación entre el decir y el callar, entre la palabra y el silencio. Los aspectos negativos del Otro son noticiables y, de hecho, divulgados, mientras que los positivos son silenciados. Así, en varias ocasiones hemos observado que existe cierto silencio sobre las “hazañas” del Otro. A esto cabe añadir la tendencia de los medios a informar más de lo negativo que de lo positivo. Con ello, se crean imágenes (a veces suministradas por lo audiovisual) que abolen tanto la realidad como la verdad racional. En fin, es el Yo quien decide sobre lo que es noticia y lo que no.
No sólo existe una retórica, una lingüística, un análisis crítico del discurso, sino que existe también lo que podría llamarse una retórica del silencio. Hablamos del silencio sobre todo lo que pueda agradar del Otro, todo lo que podría presentar una imagen positiva o aceptable del Otro. Las cámaras persiguen lo marcado, lo que es distintivo, como la chilaba, la agresividad, el Kalashnikov en manos de palestinos, etcétera. Muy pocas veces son noticias los encuentros, pero sí los desencuentros. Otro fenómeno detectable es la “islamización” del Otro. La relación es intrínseca en el discurso periodístico español entre islam y extremismo desde la revolución iraní, en 1979. Pero esta relación pronto cambiará en una ambivalente relación de esta religión con el terrorismo. Incluso en aquellos casos en que las tres religiones monoteístas parecen estar de acuerdo en algo, es frecuente que algún elemento discursivo desmarque al islam en su “especificidad” agresiva y poco dialogante.
El factor religioso como elemento inherente y definitorio, no sólo de la identidad del Otro sino también de sus actos y actuaciones, es muy común en la prensa española. El “terrorismo árabe” de los años setenta y ochenta ya se ha acuñado definitivamente en la prensa con la designación de “terrorismo islámico”. Por otra parte, los árabes –que se consideran arbitrariamente representados por la prensa– en muy pocas ocasiones entran en la dinámica de la protesta y de la carta al defensor del lector o al director. Esta protesta ante los medios se sustituye –en las reuniones bilaterales– por la protesta ante los distintos gobiernos de España, como si éstos tuvieran la patria potestad sobre los medios. En lo que se refiere al mundo árabe y su representación, las razones hay que buscarlas en la desigualdad económica y social, la construcción de la identidad por oposición, la tradicional enemistad o rivalidad religiosa, las diferencias culturales, percibidas como incompatibilidades y, finalmente, el pretexto. Existe un molde representativo del Otro, donde toda información nueva debe encajar.
En todos los casos, generalmente junto con “lo árabe” aparecen palabras, explícita o implícitamente, relacionadas con los conceptos de “problema”, “conflicto”, “crisis”. Así ha sido el mundo árabe durante los últimos 10 años y lo es aún más tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. El mundo árabe es islámico y está intrínsecamente relacionado con el terrorismo. Desde el punto de vista de la lectura de los textos relativos al Otro, la imagen es importante, pues se establece una relación semiótica de anexión entre el texto y la foto: el primero se lee en función de la última. La repetición de las imágenes de archivo para ilustrar artículos con asuntos que a veces parecen contradictorios es un fenómeno que se da en la prensa. Junto con los titulares, las fotografías e imágenes, están las cifras.
Sin embargo, la apreciación de una cifra puede variar dependiendo del punto de vista de quién la utiliza e interpreta y para qué. Es decir, que hasta las cifras se pueden cargar de contenido simbólico y textual. Si a esto añadimos que en las estadísticas las cifras son interpretables en sentido positivo o negativo, además de que se pueden ocultar o realzar para apoyar o rebajar una determinada tesis, podemos entender hasta qué punto el lenguaje matemático está también sometido a los usos y estrategias del lenguaje natural.
La inmigración en la prensa española
En la descripción, análisis y comentario de las estadísticas relativas a la presencia de inmigrantes marroquíes en España, o a los intentos irregulares de penetrar en el territorio español, los periodistas resaltan y presentan la interpretación que el medio quiere dar de los datos. Es decir, que la opción de resaltar los datos positivos o negativos de los fenómenos comentados depende de las circunstancias del momento y del interés del periodista. En algunos casos, los comentarios no vienen respaldados por ningún dato estadístico.
El engrandecimiento de las cifras y su interpretación en una dirección u otra es muy común en la prensa. Un ejemplo de ello se refiere a un artículo de El País de 25 de noviembre de 2003, con el título de “La llegada de inmigrantes en patera a Andalucía y Canarias bate todas las marcas, la Guardia Civil ha detenido a 17.327 extranjeros indocumentados en lo que va de año”. El periodista, corresponsal del medio en Marruecos, si bien aprecia cierta descenso en las cifras globales concluye: “La disminución del número de marroquíes apresados no significa que la emigración tienda a disminuir. En lugar de recurrir a la patera, un cauce peligroso, los marroquíes intentan otras vías para entrar en Europa (visado de turista o de estudios, matrimonios de conveniencia, reagrupación familiar, etcétera)”.
Sin entrar en el análisis de la no correspondencia del alarmismo del título con el contenido del artículo, nos encontramos frente a unas cifras impresionantes de personas que recurren a las pateras para emigrar y cuya disminución, en principio, habría que celebrar como algo favorable tanto para España como para estas personas. Sin embargo, el autor aporta su propio juicio de valor sobre otras alternativas a la patera: los visados de estudios, turismo, matrimonios de conveniencia, reagrupación familiar…
Aquí no se ofrece ninguna estadística. Si contrastamos estos datos con las actitudes de los agentes consulares y de la política de algunos consulados de España en Marruecos, por ejemplo, notamos que el juicio de valor anterior dista mucho de la “realidad”. Conociendo la frecuente situación de denegación del visado a intelectuales y profesores universitarios de Marruecos y a marroquíes dependientes de programas de organismos de las Naciones Unidas, nos lleva a pensar que: o bien el corresponsal no domina todavía la realidad del país donde está y las políticas de los consulados españoles en él, o bien lo conoce pero le interesa presentar a los lectores del medio para el cual trabaja la versión de que los estudiantes utilizan los visados de estudio para emigrar.
Frente a esta especial interpretación de uno de los periodistas, citada como ejemplo, existen versiones contrapuestas sobre la criminalización de los inmigrantes. Éstos están asociados casi siempre a la inseguridad ciudadana. Se ha observado una masiva y sistemática criminalización de los inmigrantes a principios de los años noventa, cuando eran todavía pocos. Y ahora, que superan el millón y medio de extranjeros, árabes incluidos, aparecen todavía más afirmaciones en este sentido. Comparando entre los medios, ABC, tradicionalmente vinculado con la derecha política de España, adopta muy a menudo una posición conservadora y proteccionista con respecto a la nación española, primando generalmente el interés patriótico sobre la descripción desinteresada y objetiva. Sin embargo, sorprenden algunos artículos que rompen este tópico, al igual que otros que desmitifican la imagen de El País, definido como de izquierdas y progresista.
Este diario no siempre es pro-Otro y ABC no siempre es anti-Otro. La objetividad tampoco es inherente a un medio sin el otro. Los artículos y las opiniones deben analizarse caso por caso. Otra de las observaciones es la convicción que parece generalizada de que por muy mala que sea la situación del inmigrante en general es siempre, si no mejor, por lo menos parecida a la de su país de origen. Así, pues, cuando se presenta su situación se representa en una de las siguientes imágenes: – Su “paraíso soñado” no dista de ser el mismo que ha dejado. Es decir, que su situación tras la emigración no ha mejorado.
Estamos hablando de una situación estable. – A pesar de vivir en la miseria entre Nosotros, ésta, en cualquier caso, es mejor que la de partida. En ningún caso hasta hace relativamente poco, y ésta es una observación de más de 10 años, he encontrado ninguna información que describa explícitamente cómo ha empeorado la situación de muchos inmigrantes en España. Todo lo contrario, la miseria de estas personas en algunas zonas de España, como Almería, se presenta como un puente para que “pensemos” cómo vivirían en sus países. En suma: nuestros delitos y “pecados” suponen una menor falta y no son tan graves como los suyos, es decir, como los del Otro/Ellos. Los inmigrantes, en las pocas ocasiones en las que se asoma su discurso, protestan naturalmente. Desde hace poco se empieza a pensar que podría ser un estereotipo creer que la situación de los inmigrantes antes de entrar en España era peor.
La inmigración está en el centro de la imagen y ocupa un gran volumen de la materia discursiva de la prensa española sobre la imagen del Otro. Sin embargo, de todos los datos analizados destaco tres conclusiones:
– La prensa participa en la creación y recreación de imágenes. El volumen de textos y titulares desfavorables a los inmigrantes árabes y a sus países de origen es considerable.
– Esta creación y recreación de imágenes negativas no es sistemática. No todos los artículos, ni todos los medios son esencialmente anti-inmigrantes y anti-árabes. Los medios participan también en la denuncia de algunas situaciones de los inmigrantes.
– La inmigración se utiliza como baza política y de lucha entre partidos políticos. En algunas ocasiones, la defensa de los derechos de los inmigrantes esconde una crítica directa o indirecta al partido en el gobierno. En este caso, el inmigrante no es más que un instrumento o argumento discursivo. A la inmigración árabe se la relaciona con el islam y, en los últimos tres años, con el islamismo, y ésta es también una constante.
– Lo que en los años noventa sólo era implícito en cuanto a la relación de la inmigración con el islam, ahora es explícito. Aún más, no sólo se relaciona al inmigrante con una religión infravalorada, sino que se le sitúa discursivamente en el centro del fundamentalismo.
El ejemplo de Marruecos
En todos los casos, la inmigración está en el centro del discurso y Marruecos, al ser uno de los países de origen más importante, también. A Marruecos le corresponde un considerable espacio discursivo en la prensa española en los últimos 12 años. Para la prensa española, los marroquíes son “Nuestros árabes”. El único “país” que le supera en este sentido es Palestina. Marruecos junto con la cuestión palestina, llamada también conflicto palestino-israelí, árabe-israelí o, sencillamente, de Oriente Próximo, copan el interés de los periódicos de más tirada en España.
Aún más, últimamente se ha dado un paso añadido en el discurso propagado a través de la prensa. No se trata de israelíes y palestinos, ni siquiera de israelíes y árabes, sino de israelíes y musulmanes. Esta observación es muy usual en el discurso periodístico y en el discurso político difundido a través de la prensa, especialmente tras el 11-S. Cabe notar también que, en ocasiones, algunos acontecimientos hacen que surjan países como centro de interés mediático: el Irak de la primera guerra del Golfo, la Argelia del Frente Islámico de Salvación (FIS), el Sudán de Hassan Turabi, la Libia de Lockerbie y de su vinculación con la disidencia internacional, con las denominadas armas de destrucción masiva y el terrorismo.
No obstante, este interés es momentáneo y casi “accidental” si se compara con la presencia constante y sostenida de la cuestión palestina y de Marruecos. Sirva de ejemplo el artículo de El País con el cual se cubrió la visita que José María Aznar realizó a Argelia el 26 de noviembre de 2003. Este periódico publica el 27 de noviembre de 2003, con el título: “Aznar y Buteflika tratan el conflicto del Sáhara y el terrorismo islámico”. Aunque, en principio, los países implicados por la visita fueron España y Argelia, Marruecos parece llenar el centro de este artículo. De hecho, este tercer país aparece mencionado insistentemente: la palabra “Marruecos”, está seis veces, “Rabat”, dos, “marroquíes”, una, “hispano-marroquí”, otra y, finalmente, “Mohamed VI”, otra.
Curiosamente la palabra “Argelia”, tema en principio de la noticia, sólo aparece cinco veces, “Argel”, otras tantas, “argelino”, una vez, “hispano-argelinas”, otra. La palabra “Marruecos” y las referencias a este país no están tampoco ausentes en el artículo de El Mundo: “Aznar busca apoyo de Argelia”, publicado el mismo día. ABC es, sin embargo, el más explícito entre los tres: “Aznar y Buteflika ponen en marcha la relación estratégica hispano- argelina”. Marruecos se presenta en el discurso de ABC como la trastienda de las relaciones hispanoargelinas. No sin interés, aparece marcado en negrita el mensaje “Rabat mirará con lupa”, lo que refuerza la teoría de la relación estratégica hispano-argelina y como si el periódico quisiera decir “en contra de Marruecos”: “Se pone en marcha, pues, una relación estratégica que sigue levantando suspicacias en el vecino Marruecos, aunque no tantas como hace un año, cuando las relaciones entre Madrid y Rabat atravesaban por uno de sus peores momentos.
Lo cierto es que la reunión se produce a menos de dos semanas antes de que se vayan a reanudar las cumbres hispano-marroquíes suspendidas desde hace más de cuatro años. Rabat mirará con lupa. Las autoridades españolas se esfuerzan en explicar que ambas relaciones no son incompatibles y que redundarán en beneficio de un Magreb más estable, pero lo cierto es que Rabat mirará con lupa todo lo que se decida estos días en Argel.” En general, muy pocas veces existen noticias o comentarios que los propios árabes pueden apreciar como positivos para su imagen. De estas imágenes, algo desfavorables, Marruecos es un buen ejemplo. Entre España y este país existe un entramado de intereses, además del tiempo y del espacio compartido. En todos los casos, la relación entre España y Marruecos no siempre ha sido fácil: “La siempre positiva normalización de las relaciones no debe hacer olvidar las profundas diferencias que aún separan ambos países. Una de ellas es el futuro del Sáhara Occidental […] El otro asunto de gran trascendencia que divide a ambos países es el alarmante déficit democrático que sufre Marruecos y que, según la ONU, no ha hecho más que aumentar desde la muerte del autocrático Hassan II.” (Editorial de El Mundo, 10 de diciembre de 2003).
En este caso, como en otros, el medio parece establecer las prioridades de las relaciones. ¿Preocupa tanto a este medio el déficit democrático en Marruecos? ¿Cuántos artículos o editoriales ha escrito para denunciarlo fuera de las coyunturas políticas o de crisis en los que se solapan los derechos humanos tanto en Marruecos como en otros países como Guinea, Cuba, etcétera a otros intereses de tipo nacional? A lo largo de este artículo hemos intentado demostrar la connivencia entre la prensa y el poder político, gobernante o de la oposición. Hemos observado un trasvase de argumentos. Los políticos se basan en las noticias y comentarios periodísticos, y éstos recogen también los argumentos de los primeros.
Esta tendencia, aunque general, no es, sin embargo, cerrada. A veces, los medios marcan la agenda de los políticos: “El gobierno español debería hacer más”, exige el editorial de El Mundo (10 de diciembre de 2003). En definitiva, en el caso de España, estamos hablando de sociedades de opinión y de información, en las cuales los medios tienen, además del poder económico, la hegemonía ideológica y que, además, a falta de un contrapoder, hasta pueden determinar e influir en juicios y decisiones políticas. Además de todo esto, la prensa en España, a diferencia de los países árabes donde viene dominada por el poder político-judicial, opina y hasta puede marcar la agenda de los políticos. La prensa no transmite simplemente una determinada opinión política, sino que la puede marcar y conformar en la sociedad.