La estrategia de los rebeldes de Qalamún
“No estamos obligados a hacer lo que Occidente quiera, tenemos un plan, una agenda. Nos costará sangre y tiempo, pero la libertad requiere sacrificios”, declara este líder islamista.
ENTREVISTA con Abu Shalem por Natalia Sancha
Abu Shalem luce una larga barba, manchada por dos ríos de canas a cada lado de las comisuras. Aparenta una década más de los 47 años que tiene. Viste vetustamente con un pantalón de chándal negro Nike y un chaleco verde. Una apariencia simple que choca con su posición como líder de la hoy mayor milicia de rebeldes islamistas que aún luchan en Qalamún. Sorbiendo té y con lentas gesticulaciones, este líder relata alternando entre árabe clásico y dialecto sirio, su nueva estrategia en la lucha para derrocar al ejército sirio en Qalamún, región que se extiende al sur de la provincia de Homs y delimita al oeste con Líbano y al este con la periferia de la región damasquina. Esta entrevista tiene lugar en una casa en Arsal, a 17 kilómetros de la frontera siria, ciudad suní libanesa en medio de una zona chií controlada por el partido milicia Hezbolá. Abu Shalem regresa tras un largo mes de combates en Qalamún que ha caído a manos del ejército sirio y poco antes de que sus compañeros rebeldes en Homs fueran igualmente derrocados.
Mientras el ejército sirio retoma el control de las grandes ciudades, los combatientes rebeldes son o bien relegados a la frontera con Jordania, Turquía e Irak, o bien forzados al repliegue en las montañas. Originario de Juba al Din, una de las tres últimas ciudades del mundo en cuyas calles pervive la lengua de Cristo, el arameo, Abu Shalem ha dejado allí a sus tres hijos y su mujer para replegarse junto con sus hombres en las montañas fronterizas entre Siria y Líbano. Habla pausado y seguro, deteniéndose largamente cuando toca conversar sobre estrategia militar cuyos secretos descubrió en su infancia de boca de su padre, destacado miembro de los Hermanos Musulmanes, quien le inició en la lectura de los grandes estrategas bélicos desde Napoleón a Romel y, por supuesto, de la era otomana.
Electricista de profesión, Abu Shalem comenzó sus estudios religiosos para más tarde matricularse en derecho islámico en la prestigiosa universidad egipcia de Al Azhar, que abandonó tres años más tarde para liderar a sus hombres en lo que califica como la “revolución siria”.
AFKAR/IDEAS: ¿Qué ocurrió en el frente rebelde para que en pocas semanas se perdiera tras más de un año de control de la región ?
ABU SHALEM: La rápida caída de Yabrud ha sido una sorpresa para todos. Habíamos fortificado las ciudades por precaución ante un posible cerco. Los ataques del ejército sirio se situaban fuera de las ciudades. El punto determinante fue cuando parte de los líderes y oficiales sobre el terreno abandonaron, y lo hicieron con un propósito claro. Podemos llamarlo traición. Sin liderazgo, los combatientes no sabían qué hacer o qué estrategia seguir. El frente de la batalla de Qalamún empezó en Rankús, seguido del frente de Yabrud. Nosotros luchábamos entre medias en el frente de Barja bajo una lluvia de barriles de explosivos y ataques de artillería. Éramos 216 hombres y resistimos 27 días. Al comienzo de la batalla en Yabrud había unos 2.000 combatientes que resistieron entre 32 y 35 días. En Rankús –posición entre Yabrud y Barja– que estaba altamente fortificada, había 600 combatientes que después de cuatro días, se rindieron. Si no es una traición ¿cómo es posible que con muchos más hombres y una situación defensiva a su favor duraran solo cuatro días y cayera Rankús? Si Rankús no hubiera caído tampoco lo hubieran hecho Yabrud o Barja, por lo que nos traicionaron y no nos quedó más remedio que replegarnos.
A/I: ¿Tienen algún contacto o coordinación con los grupos armados rebeldes del norte del país en Homs o Alepo por ejemplo?
A.S.: Son regiones separadas y diferentes. Pero tenemos relaciones personales con ellos. Yo he enseñado estudios religiosos durante años y muchos de mis estudiantes son hoy líderes de varios grupos en el norte, de ahí que mantengamos relaciones. Pero no hay coordinación operacional. Estamos separados desde hace más o menos un año del resto del país, incomunicados.
A/I: ¿De dónde sacan usted y sus hombres las armas? ¿Y de qué tipo de armas disponen?
Dadme el equivalente de un millón de dólares en armas de largo alcance y liberaré Siria en 10 días
A.S.: Las armas que tenemos son personales. No hay ni una sola casa que antes de la revolución no tuviera un arma. Pero tenemos pocas, y lo que ha entrado de fuera de Qalamún ha sido muy poco y si hablamos de armas de largo alcance o anti-tanques, son casi inexistentes. Yo mismo he contactado con amigos en Arabia Saudí para conseguir armas. Les he dicho: “Dejadlas en Georgia o en el desierto y nosotros nos encargamos del transporte”. Pero nadie se atreve desde que Estados Unidos declaró el embargo a la venta de armas. Los americanos dicen que nos han mandado 20 misiles. Si el régimen tiene 4.700 tanques y aviación, ¿ qué hacemos con 20 misiles? Se habla de miles de millones de dólares invertidos en la resistencia. Dadme el equivalente de un millón de dólares en armas de largo alcance y liberaré Siria con mis hombres en 10 días. De lo contrario, nos quedan 10 años de guerra por delante.
A/I: Si no dispone de armas y la situación geográfica es desfavorable para ustedes, ¿cuál es su estrategia para confrontar al ejército sirio?
A.S.: Nosotros somos hijos de Qalamún, hijos de la región. No podemos abandonar nuestra tierra o a nuestra gente. No nos preocupa si son 1.000, 2.000 o 3.000 soldados. No contamos a sus hombres porque no saben ni por qué luchan. Cada uno de nuestros combatientes está decidido y eso hace que valgan por 50 de los hombres del régimen. Nuestro problema son las armas de largo alcance que no tenemos. Contamos los tanques y los aviones. El problema de la disciplina también es grande. No hay una jerarquía estricta como en el ejército. Y una buena operación militar se basa en tres factores: decisiones rápidas, disciplina y ejecución. Los combatientes de nuestro bando se dividen en diferentes niveles de lealtad a múltiples identidades, política, social o religiosa, según el lugar y el momento. Puedes tomar la mejor decisión del mundo pero si no te obedecen, perderás.
A/I: Comienza el cuarto año de conflicto en Siria. ¿Por qué cree usted que aun no ha surgido un órgano común de decisión que dirija la oposición sobre el terreno?
A.S.: Eso requiere mucho tiempo. Cuando los comunistas tomaron el control en Afganistán en 1974, los afganos hicieron una revolución contra ellos para reponer al rey a la cabeza. En 1979 los rusos entraron en Afganistán y salieron en 1989. En 1994 los talibanes nacen como grupo. Tardaron 20 años en constituirse, a pesar de que recibían un claro apoyo de países extranjeros. Si nos ponemos en esta perspectiva, aunque nosotros, tras cuatro años sin un apoyo real externo, no tengamos un liderazgo común, consideramos que vamos por el buen camino. Aunque hoy por hoy no sea suficiente, estamos en la vía correcta.
A/I: ¿Cuántos combatientes rebeldes quedan en la región de Qalamún?
A.S.:Tras la reciente victoria del ejército sirio, de los 5.000 combatientes (rebeldes) que había no quedan más que 500. Yo dispongo de unos 216 tras fusionar varias brigadas hace cuatro años en lo que hemos llamado Ansar El Hayat (“La Victoria de la Vida” en árabe). Las relaciones con otros grupos son buenas. Actualmente, nuestro grupo es el más grande de la región, pero hay otros
grupos islamistas como el Frente Al Nusra, con unos 60 o 70 brigadas, Tahrir Al Sham con unos 40 o 50 brigadas, contando que cada brigada se compone de unos cinco o seis hombres.
A/I: ¿Son todos sus hombres nativos de Qalamún o hay extranjeros?
Rechazo que Siria se convierta en un destino de verano para los países del Golfo
A.S.: No tenemos extranjeros y ello por elección propia. Gente de fuera quería luchar con nosotros, pero siempre les digo: “Vosotros, gente del Golfo, ingleses o europeos ¿qué
queréis hacer aquí? Tenemos muchos hombres, nos sobran. Mandadme cada mes 200 o 300 dólares y podré mantener entre cinco y 10 hombres con ese dinero”. Desde el principio de la revolución, no hemos recibido más de 2.500 dólares al mes en aportaciones privadas de amigos en el extranjero. Es más útil recibir dinero que gestionar combatientes de fuera.
A/I: ¿Rechaza usted entonces toda injerencia extranjera en el conflicto sirio?
A.S.: Estamos construyendo nuestro país según nuestra visión a pesar de que muchos países nos ofrecen dinero. Rechazo todo dinero que venga con una agenda detrás, y desde EE UU al Golfo, todos tienen su propia agenda para Siria. Además, cuando llegan a un lugar, los saudíes construyen a la derecha una mezquita y a la izquierda un club. Rechazo que Siria se convierta en un destino de verano para los países del Golfo y rechazo igualmente que sea un tablero para la política américana. Y ello sin contar el precio. Creemos que Mohamed Omar (líder talibán afgano) es el líder espiritual de los musulmanes, pero nunca ha combatido fuera y creo que cada pueblo debe librar su propia guerra sin injerencia externa porque cada pueblo sabe lo que es mejor para él. Creemos en un solo pueblo musulmán pero somos realistas y la realidad es que cada país ha de elegir su propio futuro.
A/I: ¿Cuál es su nueva estrategia frente al ejército sirio tras el repliegue?
A.S.: Cometimos un error muy grande, de los mayores que hemos tenido. Los oficiales que desertaron el régimen y lideran la revolución del la batalla estudiaron cómo luchar ejército contra ejército. Pero no somos un ejército. Perdimos mucho tiempo y esfuerzos para trabajar como ellos querían o sabían, pero no ha sido eficaz. Actualmente nos hemos replegado al Yered (región montañosa inhabitada), entre Siria y Líbano. Hemos instalado nuestro campamento allí, pero las condiciones de vida son muy duras. A mis hombres les digo que ahora comienza la guerra de verdad. No debimos luchar desde las ciudades sino desde las montañas. Podríamos haber evitado muchos desplazados. Hoy hemos llegado a la conclusión de que nuestra fuerza son las operaciones rápidas con brigadas desde las montañas, al estilo de las guerrillas en Sudamérica, y después replegarnos.
A/I: Dice luchar por un Estado islámico en Siria. ¿Su lucha acaba entonces en las fronteras sirias o pretende exportarla?
A.S.: El islam como religión no necesita ser exportado. En Malasia o Indonesia, donde vive la mayoría de los musulmanes, la gente se convirtió al islam a través de vías pacíficas, con el contacto con comerciantes. Hoy en día aquellos que se convirtieron al islam pacíficamente son mucho más numerosos que los que lo hicieron por medio de la guerra o la imposición. La yihad no es el objetivo del islam. Y sabemos muy bien quienes son nuestros enemigos y quienes no. Aun nos acordamos de cuando los españoles salieron a la calle para acabar con su gobierno tras la guerra de Irak. Entendemos la política internacional muy bien. Desde el golpe de Estado al Frente Islámico de Salvación (FIS) en Argelia en 1992, apoyado por las potencias europeas, ningún partido islamista ha tenido una oportunidad real, ni los Hermanos Musulmanes en Egipto ni Recep Tayyip Erdogan en Turquía. Eso es lo que Occidente llama democracia. No estamos obligados a hacer lo que Occidente quiera, tenemos un plan, una agenda. Nos costará sangre y tiempo, pero la libertad requiere grandes sacrificios. Dios ha querido que sea Siria el país donde el objetivo de una verdadera revolución triunfe porque en Túnez, Egipto o Libia fue rápido y no hubo oportunidad. Nuestra revolución será larga, pero seremos recompensados por nuestro compromiso y sacrificio.
A/I: ¿Cree que los rebeldes sirios pueden desbordar la frontera con Líbano y protagonizar mayores enfrentamientos con combatientes de Hezbolá [firme aliado del régimen sirio]?
A.S.: Líbano acoge a más de un millón de nuestros compatriotas sirios, es más, acoge a nuestras propias familias. No queremos crear problemas allí porque va en contra de nuestro interés. En cuanto a Hezbolá consideramos que su rol en Qalamún ha sido menor. Si han mandado a 1.000 combatientes, son pocos hombres en nuestra guerra, sin hablar de su eficacia militar. Lamentamos el papel de Hezbolá en nuestra revolución. En 2006 (guerra de 33 días entre Hezbolá y el ejército israelí), apoyamos a los refugiados libaneses. Uno de nuestros líderes me mandó una carta que aun guardo, en la que él, feroz enemigo de los chiíes, nos instaba a apoyar a Hezbolá en la lucha contra Israel. Le pregunté por qué y me dio una respuesta de la que me siento orgulloso: “Hijo, si vas a Líbano ahora y ves a una mujer chií pregúntale: ¿Por qué llevas el hiyab. Te dirá que porque es musulmana. Por eso es tu deber defenderla. No aceptes que ningún sionista u occidental le quite el hiyab de su cabeza”.