Fusión musical

“Siempre he vivido entre dos culturas. Reivindico con orgullo mi identidad, pero sin obsesión, ya que estamos viendo a qué resultados nos ha llevado obsesionarnos con el tema de las fronteras.”

Entrevista con Yacine Belahcene por B.A.N.

Yacine Belahcene i Benet, madre catalana y padre argelino, nació en Italia y con 15 años llegó de Argelia a Barcelona para convertirse en uno de los músicos más experimentados y fieles al Mediterráneo. A lo largo de su carrera, ha participado en proyectos como Cheb Balowski, Nour, Yacine & The Oriental Groove o Rumbamazigha. En su música apuesta por la fusión, tanto en lo que concierne la instrumentación como en las letras y géneros.

AFKAR/IDEAS: ¿Cómo y por qué empezó a tocar música?

YACINE BELAHCENE: Desde pequeño, siempre me ha gustado la música y he sido un melómano. He escuchado siempre música de todo tipo. Cuando vine aquí desde Argelia, en 1994, tuve la suerte de ir a la escuela donde donde conocí a casi todos los amigos con quien creamos Cheb Balowski. Cheb Balowski fue una gran aventura, un proyecto común donde cada uno aportaba algo. Allí aprendí mucho de todo lo que nos rodeaba y con lo que convivimos, tanto en lo que concierne el aspecto musical, como personal. Al principio hacíamos ska y punk, nos sumamos a la ola de grupos abanderados por Mano Negra, en Cataluña por Dusminguet, Dr. Calypso o Skatalà. Cuando terminó el proyecto yo quería seguir haciendo música, ya que tenía la sensación de que aún me quedaba mucho que decir.

A/I: ¿Qué representa para usted la música?

Y.B.: Para mí es un aprendizaje constante, cada vez que termino un disco veo lo mucho que me queda por aprender. Tanto con Cheb Balowski, como en otros proyectos posteriores, he aprendido muchísimo de los músicos con quienes he colaborado. La música, al fin y al cabo, también es un trabajo, pero un trabajo que implica mucha autodisciplina, ¡tienes que inventártela!

A/I: ¿Cuáles son sus influencias musicales?

Y.B.: No me gusta cerrarme, no tengo fronteras y no tengo un estilo concreto. Para mí la música, en general, tiene que tener alma y tiene que llegar al público. Es verdad que el rock me ha aportado mucho, pero las influencias van desde el hiphop, el reggae, el rocksteady, la rumba, hasta el jazz. La música, mientras esté bien hecha siempre es bienvenida a mis oídos. Después de Cheb Balowski siempre se me ha etiquetado en un género musical concreto. Por eso empecé proyectos como Nour (pop, electrónica, indie). Pero ésta no es una forma de renegar de la primera etapa, al contrario.

A/I: Más tarde, fundó Yacine & The Oriental Groove. ¿Qué diferencias a nivel musical se pueden apreciar?

El Mediterráneo se está convirtiendo en una tumba. Con el miedo, la humanidad hace barbaridades

Y.B.: Con Yacine & The Oriental Groove me he adentrado más en la música oriental y norteafricana. El hilo conductor con Cheb Balowski, concierne, sobre todo, el aspecto instrumental. De hecho, en los dos tocamos con guitarras, baterías, bajos, que quizás no están tan presentes en la música tradicional árabe. Evidentemente, estos elementos de fusión no son nuevos, son cosas que en los países árabes se están haciendo desde hace mucho tiempo. Si miramos bien, muchos sonidos que acostumbramos a relacionar con el otro lado del Mediterráneo, son tradiciones también de países como Turquía o Grecia.

A/I: ¿Cómo surgió el proyecto de Rumbamazigha?

Y.B.: Es un proyecto producido por la fundación Taller de Músics que está en el barrio del Raval de Barcelona, un barrio intercultural, donde las diferentes comunidades conviven de una forma natural y fluida. La idea era combinar la rumba y la música amazigh, ya que realmente en cuanto a sonoridad se asimilan muchísimo. En la cultura popular argelina o norteafricana, hay ritmos y sonoridades que se ajustan muy bien a los de la rumba ¡Y al revés!

A/I: De qué manera su origen ‘amazigh’ influye en su carrera musical?

Y.B.: Vine a Barcelona con 15 años, por tanto podría decir que me he formado como persona aquí, pero mi origen argelino es una parte que me ha aportado mucho, sobre todo en lo que concierne el aspecto musical. En un principio, me costó entender qué significaba exactamente ser argelino y catalán al mismo tiempo. Al final me di cuenta de que lo más importante no era mi origen, sino lo que hacía en mi trabajo como músico. Siempre he vivido entre dos culturas. Una ha sido la argelina, con todo lo que conlleva para mí: la amazigh especialmente, pero también la árabe y la africana y, evidentemente, la cultura catalana. Cuando vine aquí hablaba árabe, francés y catalán, y empecé a aprender el español. Me siento de Argelia y me siento de Barcelona. Reivindico con orgullo mi identidad, pero sin obsesión, ya que estamos viendo a qué resultados nos ha llevado obsesionarnos con el tema de las fronteras. He tenido la ventaja y la suerte de haber vivido en muchos sitios: nací en Italia, viví en Argelia, ahora en Barcelona y el viaje aún puede seguir. Viajar y conocer lugares siempre me ha aportado mucho, es una manera de madurar personalmente, permite darnos cuenta de que no somos el centro del mundo.

A/I: ¿Cree que la música puede ser un medio para hacer política?

Y.B.: Empezamos a tocar en centros cívicos y en casas okupadas y, como todo el movimiento antiglobalización, apostábamos por la diversidad cultural. Tocábamos porque teníamos unas convicciones, pero disfrutábamos mucho en el escenario. Yo no soy ni politólogo, ni sociólogo, pero evidentemente hago política. En el momento en que estás subiendo a un escenario, estás haciendo política. Por eso se recorta siempre mucho en cultura y educación. Lo que me preocupa más es una cierta comercialización de la cultura. Hoy en día son las grandes marcas las que deciden modas y estilos de música, no las personas. Es triste oír una palabra como “Mediterráneamente” como eslogan de una marca de cerveza.

A/I: ¿Cómo ve la situación actual del Mediterráneo? Su último álbum se llama ‘Mediterranean Clash’…

Y.B.: Este disco no tenía que llamarse “Mediterranean Clash”, tenía que llamarse “No hay monstruos debajo de la cama” que viene de una canción del disco. Pero fui a Idomeni con un proyecto en el que hacíamos talleres para niños refugiados, y, no quiero hacer sensacionalismo, allí vi lo peor de lo que somos. Lo que podemos llegar a ser como humanidad. El Mediterráneo se está convirtiendo en una tumba. Con el miedo, la humanidad hace barbaridades, no llegamos ni a imaginarnos en lo que podríamos convertirnos por miedo. Yo quiero que haya un choque cultural, que llegue este clash. Quiero que vengan estas personas y que podamos convivir. Me gustaría que hubiera unas grandes Naciones Unidas del Mediterráneo, y que pudiéramos interaccionar, no solo en el ámbito cultural. Desde el Norte tendríamos que mirar más hacia al Sur, ya que tenemos mucho en común, mucho más que con el norte de Europa.