Religión, música y musulmanes de Europa
Los artistas musulmanes europeos convierten la música en una herramienta religiosa. Falta por saber si el islam seguirá respondiendo al gusto y necesidades de sus fans.
Farid El Asri
La presencia del islam en la música contemporánea es un fenómeno global. Además, desde hace unos 20 años, algunos artistas musulmanes europeos afirman en sus producciones su pertenencia al islam o utilizan la música como una herramienta religiosa, e incluso desarrollan un género musical islámico, un tema que se ha tratado ampliamente en nuestra obra Rythmes et voix d’islam (PUL, 2014). Sin embargo, la relación con el arte y la cultura no es neutra desde un punto de vista islámico, porque la interpretación de textos religiosos puede influir en las decisiones de consumo y en la producción artística. Muchos musulmanes señalan que el tema musical es polémico y repiten una casuística religiosa que ya se remonta al siglo IX de nuestra era. Algunas palabras como “futilidad de la diversión”, “responsabilidad del musulmán”, “ética del consumo” e “ilícito” aparecen con frecuencia en el trasfondo de estos discursos. Se refieren a distintos aspectos como el principio mismo de una diversión musical o el uso de instrumentos que no son lícitos porque son rechazados por las interpretaciones coránicas y la tradición profética, que afectan a prácticamente todos los instrumentos, excepto los de percusión. Este debate también incluye la licitud de las voces femeninas en los espacios públicos y mixtos y, por último, aborda la gestión de la diversión para los creyentes. Estas cuestiones están presentes de forma subrepticia en el trasfondo de las prácticas cotidianas y, sin embargo, están muy alejadas de la reciente polémica en torno al imán de Brest y a su señalada postura sobre la música.
Paradójicamente, eso no impide que la participación de los musulmanes en la música sea importante. La referencia explícita al islam es un fenómeno que, desde hace unos 10 años, aparece en la mayoría de las músicas contemporáneas en Europa, tanto si proceden de géneros tradicionales musulmanes como si son originalmente occidentales y urbanas. Los líderes del ámbito religioso –teólogos, imanes e intelectuales– que polarizan las diferentes fuerzas sociales que constituyen el islam europeo ya no son el único recurso discursivo del islam ni son los intermediarios privilegiados entre la juventud y las fuentes coránicas musulmanas. Los artistas musulmanes se convierten también en actores de primer nivel que intervienen en la construcción de una identidad religiosa ante las jóvenes generaciones. La producción musical islámica ha creado otra polaridad y ha sacado el discurso religioso de los ámbitos comunitarios.
Las músicas producidas por los musulmanes son la expresión sonora de las construcciones de identidades musulmanas europeas en movimiento. Estas son especialmente complejas y se inician a menudo por la percepción de discriminaciones sociales y económicas, o bien religiosas, una percepción fundada y a veces exacerbada por la exigencia de aplicar los derechos de forma igualitaria y por la denuncia de las incoherencias provocadas por la sociedad. Es el caso de la escena francesa y, más en concreto, el de las músicas denominadas urbanas.
Estas nuevas experiencias sonoras crean a veces una gran polémica, incluso entre los consumidores musulmanes, por las formas (el videoclip “Don’t Laïk”, de Médine, 2014, más de dos millones de reproducciones), por las intenciones (el videoclip “Lettre à la République”, de Kery James, 2012, 11 millones de reproducciones) y por la pertinencia de estas producciones (“La retirada de Diam’s” o el regreso de Cat Stevens, por ejemplo).
Se recurre a las referencias islámicas como recurso simbólico adicional, a pesar de que los artistas musulmanes no practican el islam de la misma manera: algunos no son practicantes, pero reivindican su pertenencia al islam; otros son practicantes y no muestran su identidad religiosa en su arte; y otros manifiestan más abiertamente su pertenencia al islam. La pluralidad de pertenencias hace que se desarrollen distintas expresiones del islam en la canción. Las expresiones religiosas se dividen globalmente entre un islam tradicional y místico, formas conservadoras o afirmaciones apologéticas. Pero el artista musulmán hace una especie de “recolección religiosa”, es decir, un enfoque sin complejos en el que el islam se construye en la subjetividad de los universos sociales y artísticos, y en el que se busca un sentido en lo que interesa.
La tercera fuente de identidad es la referencia a las culturas de origen, favorecida y experimentada de forma activa por la globalización. Esta hace que el proceso de creación de una identidad sea aún más complejo. De hecho, por la mayor circulación de personas y de señales, acelerada en los 15 últimos años, la identidad religiosa y nacional se ha vuelto más compleja.
La pertenencia al islam se expresa por la forma de comportarse ante las cámaras, de presentarse al público, la puesta en escena en los conciertos, la grabación de los videoclips, o la lectura colectiva ocasional del Corán antes de salir al escenario para un concierto de rap. Son señales visuales mediante las cuales el artista pretende mostrar que se implica o que participa de alguna manera en la esfera religiosa. Pero también está el contenido de los textos, la afirmación de la identidad de los músicos que se refieren al islam como una religión, y que lo relacionan con unas prácticas religiosas, con unas sonoridades islámicas o con el uso del cuerpo, sobre todo en los videoclips y en las producciones sobre los escenarios en los conciertos. También observamos que se recurre a objetos como los rosarios, la ropa de las culturas musulmanas tradicionales, la simbología de los lugares elegidos y los movimientos del cuerpo, que forman parte de una reapropiación de los universos de las prácticas musulmanas de los países de origen. Todas estas herramientas de expresión de una pertenencia se utilizan después en una orientación escénica glocal. Así, la referencia al islam se vuelve audible y visible, mediante una escritura consagrada o una escenificación de la fe en imágenes.
La imagen del artista, que sirve intencionadamente para demostrar su fe, muestra toda una semántica y una gestualidad que son un reflejo de los universos del culto musulmán, e incluso de unos principios religiosos o de unas referencias propiamente simbólicas del islam, pasando por el sufismo o al pietismo hasta una práctica más personal de la religión, y de una forma de actuar más alusiva que tiene más que ver con la emoción religiosa y el sentimiento espiritual.
Cuando miramos al pasado, incluso reciente, bajo el prisma de la construcción identitaria, podemos ver la novedad. La identidad de los padres y de los abuelos se construía sobre todo siguiendo la referencia de la cultura de origen y, cuando adoptaba un cariz religioso, la referencia era con frecuencia la del islam aculturado y anclado en los espacios de origen. La siguiente etapa fue la de la formulación de una identidad construida basándose en un doble sentimiento de pertenencia, entre el aquí y el allí. Con la salida del ámbito de la inmigración y la adquisición de la ciudadanía se produjo la manifestación, con tintes voluntaristas, de la reivindicación de “ser musulmán europeo”. Lo que se observa en el ámbito concreto del mercado musical europeo contemporáneo es la lenta construcción de una nueva forma de identidad en la que ésta es, sobre todo, una afirmación de uno mismo; esta última, además, va más allá de la reflexión en lo que se refiere a la posibilidad o no de ser europeo. Ahora los musulmanes afirman su condición de europeos y de musulmanes, pero también de personas conectadas con la globalización.
La demanda en materia musical ya existía en los primeros años de la inmigración procedente de países de origen musulmán. A partir de los años setenta surgieron músicas relacionadas de manera funcional con las vivencias de los inmigrantes, especialmente en las celebraciones de las primeras bodas. Desde la década de los ochenta, a esta demanda musical se le añadieron unas expectativas religiosas que surgieron al ampliarse el sentido que se le daba a las referencias religiosas, tanto en las sociedades musulmanas como entre los musulmanes europeos. Desde entonces, esta petición de que la música se asocie a la religión ha hecho que la oferta aumente. Después de las primeras propuestas improvisadas y devotas, las actividades se profesionalizaron más, en mayor o menor medida. Estas actividades están relacionadas con el conjunto de las músicas que proceden de los universos culturales musulmanes o de los entornos urbanos occidentales.
La práctica musical musulmana, indicador social
Las razones por las cuales estas producciones tienen una carga religiosa son numerosas. Pueden responder a necesidad funcional para ceremonias de boda o en manifestaciones religiosas. El nashîd (canto islámico contemporáneo, como el pop con mensaje religioso, pop louange, cristiano) surgió al principio en este contexto. La dimensión festiva y la necesidad de educar a los hijos de familias practicantes se sumaron a estos aspectos funcionales en la diversión halal.
En otros casos, la demanda responde más a las expectativas de una juventud que, al sentirse marginada por la sociedad, mezcla el posicionamiento social con el posicionamiento religioso. Otra razón que explica esta producción es la necesidad de prolongar unas experiencias multiseculares, sobre todo por parte de artistas de inmigraciones tardías que quieren implantar repertorios seculares del mundo musulmán en Europa, como ocurre con las músicas tradicionales cultas y sufíes.
La práctica musical musulmana sirve de indicador para conocer la situación de determinados problemas que existen entre una población con una presencia demográfica minoritaria. Esto se pone de manifiesto a través de la relación con los medios de comunicación, la modernidad, la discriminación, los padres, los cambios en la práctica religiosa, el laicismo, la tentación de los placeres y las reacciones frente al terrorismo. Las voces artísticas, lejos de limitarse a presentar el islam de una forma tranquilizadora, también participan en debates difíciles. En los países europeos francófonos y anglófonos, las letras de las músicas urbanas, y con menos frecuencia el nashîd, expresan protesta y resentimiento por algunas situaciones internacionales. Los temas son a menudo delicados para el mundo musulmán, como el problema palestino, el intervencionismo de Occidente en tierras del islam, el sentimiento de humillación por el control de los recursos y el trato a los prisioneros (Guantánamo o Abu Graib), la delimitación de las vías de los radicales y las críticas a las amalgamas, e incluso el tema del pañuelo islámico o de la islamofobia y de los populismos anti-musulmanes en Occidente. La identidad musulmana europea se construye así a través del filtro musical de la experimentación artística y de la identidad, en un ambiente tenso entre la sociedad de arraigo y los autores de la música, pero también por una voluntad de defender incondicionalmente el islam.
Los artistas muestran la nueva tendencia musical de una juventud musulmana híper-modernizada e influenciada por unos consumos musulmanes globalizados. La mayoría de las representaciones del islam se enmarcan dentro de la música europea siguiendo el planteamiento de presentar, e incluso de representar, un islam positivo y hasta idealizado.
Estas expresiones jóvenes, de manera subyacente, desarrollan una expresión arraigada en la religión y fomentan la práctica religiosa mediante la espiritualidad, o poniendo de relieve la civilización y la cultura musulmanas, y también mediante la moralización o el debate social. Sin embargo, no podemos incluir en las producciones exclusivamente religiosas las expresiones de artistas musulmanes que manifiestan parcialmente su identidad religiosa. Muchos de ellos rechazan los encasillamientos en categorías inamovibles, y sus ambivalencias religiosas y artísticas requieren un análisis del fenómeno en movimiento. Por tanto, la música puede ser hecha por musulmanes (que se identifican como tales, o no) o bien tener tintes musulmanes (refleja las vivencias religiosas del artista), o incluso ser intrínsecamente islámica y calificarse como tal.
El importante número de musulmanes en uno u otro género musical, salvo el de las músicas religiosas, hace que la relación con la idea de la identidad religiosa sea más compleja. En el rap francés, por ejemplo, el impacto de la presencia musulmana es tan grande que se cuestiona la propia identidad del género. La necesidad de expresar la identidad a través de la música es una necesidad personal y una representación colectiva, y también un segmento mediático para los modelos europeos del islam. Los intereses crean estructuralmente expresiones de un yo religioso, y son más bien las formas de expresarlo las que siguen las modas. Creemos que se seguirá hablando del islam, pero de otra manera, sin duda más sutil. Además, los contextos nacionales en los que se inician los debates sobre el islam, especialmente en Francia con el problema de la vestimenta de las musulmanas en la playa, hacen que todavía se vaya a hablar mucho de este tema.
Se observa en todas partes, por el aumento de la demanda y la competencia entre los músicos y los grupos, una progresiva profesionalización de la producción musical. Algunos artistas musulmanes se están labrando una auténtica carrera profesional basada en su propuesta relacionada con la identidad, con una connotación directa o indirectamente religiosa. En el contexto inglés, los profesionales del nashîd, por ejemplo, venden decenas de miles de álbumes y actúan en conciertos ante miles de espectadores. En el contexto francés no es diferente.
En los países musulmanes, lo que suscita interés, por un exotismo invertido, es lo que se produce en Occidente en el plano cultural. Las músicas religiosas son especialmente apreciadas, pero también las que expresan una reivindicación explícita de la cultura o de la memoria de un país. Estos últimos años, los países de origen buscan más que antes un vínculo renovado con las poblaciones emigradas, de tal manera que muchos festivales y cadenas de televisión recurren a las voces del “islam europeo” y a las “voces de la inmigración”. Esto, a su vez, tiene un efecto sobre las producciones musicales y sobre el público al otorgar un estatus inédito, y a veces inesperado, a estas realidades musicales europeas. Las colaboraciones artísticas son muchas y la circulación Norte-Sur es importante.
Resulta que los grandes debates sobre la licitud de la música pierden intensidad con el tiempo. Nos encontramos ante experiencias que consideran que estos debates generan confusión y ante una forma de comportarse cada vez más liberada del freno que suponen. Sin embargo, en esta relación un poco difuminada con las normas, y de manera bastante paradójica, se sigue repitiendo lo prohibido como si se quisiese recordar los puntos de referencia, pero sin atenerse a ellos.
Perspectivas de futuro
Por último, es importante señalar que los cambios son rápidos y que solo es el principio de la consolidiación de las expresiones del ámbito musulmán. Las manifestaciones musicales buscan un público y no dejan de adaptarse a sus expectativas.
No estamos en disposición de decir si la tendencia va a consolidarse en subcategorías con reivindicaciones destacadas de lo religioso, y especialmente si el rap va a seguir teniendo connotaciones islámicas en Gran Bretaña, si va a seguir estando dominado por la presencia de iconos musulmanes en Francia o Bélgica, o si, por el contrario, va a perder su fuerza reivindicativa. Eso no quita para que actualmente nos encontremos en una fase en la que ese ámbito musical se está construyendo gracias a una oferta y a una demanda crecientes, sobre unas bases culturales, religiosas y sociales en plena evolución, con un potencial impresionante y una renovación rápida, y que, además, contribuye a construir la realidad europea musulmana.
Si observamos el desarrollo de este mercado musical, la creciente profesionalización y el desarrollo de sellos independientes, podemos vaticinar que la oferta de artistas musulmanes tenderá a ser más autónoma y aumentará. Falta por ver si tendrá una carga expresamente religiosa y si la demanda de los consumidores de este tipo de productos religiosos se mantendrá. Por el momento, la demanda de un ocio basado en la música religiosa o en una expresión de la fe en el circuito de las músicas urbanas, no parece que disminuya. Pero la creatividad, que es indispensable para cualquier artista que busque un público, provoca cambios rápidos y reajustes continuos. Queda por saber si el islam, al igual que las músicas que son una expresión de la militancia o de la diversión, seguirá gustando a sus aficionados y satisfaciendo sus necesidades.