Evolución socioeconómica del Magreb (2000-09)

Desde 2001, los países del Magreb registran un crecimiento constante y regular del PIB, pero la volatilidad sigue siendo su principal dificultad.

Bichara Khader

Un análisis de la situación socioeconómica del Magreb durante los últimos años pone de manifiesto una ralentización del crecimiento demográfico; un elevado grado de urbanización; un mercado de trabajo restringido; un crecimiento económico constante pero volátil; un comercio exterior con superávit en los países petrolíferos y crónicamente deficitario en los demás; una persistente polarización hacia la Unión Europea (UE); un empeoramiento de los indicadores de desarrollo humano en los tres países del Magreb central; y un impacto negativo, pero diferenciado, de la crisis financiera y económica mundial.

Una demografía descendente

Entre 1975 y 2007, el Magreb registró un incremento de la población de 45,7 millones de habitantes, es decir, dobló su población en 32 años. Sin embargo, el ritmo de crecimiento se ha desacelerado claramente durante los últimos 25 años. De este modo, la tasa de fecundidad del Magreb árabe ha perdido cinco puntos, pasando de 7,8 a 2,8 niños por mujer en una sola generación. Se ha recorrido el 87% del camino que conduce al umbral de renovación, como señala el demógrafo Youssef Courbage, del Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED) de París.

Túnez es el país que ha experimentado la mayor desaceleración; su tasa de crecimiento anual, del 0,6%, está cerca de la media de la UE. Argelia, cuya transición es más tardía, ha alcanzado y superado a Marruecos. En la periferia, Libia y Mauritania han entrado más tarde en la transición, pero el descenso, igual que en los países del Magreb central, es el “mayor del mundo”. Esta singularidad del Magreb tiende a acercarlo al paradigma demográfico español, lo que invalida el postulado que se utiliza habitualmente de que la religión musulmana se opone al descenso demográfico. Este estancamiento generalizado de la fecundidad tiene su explicación en la urbanización, la educación de las mujeres, las políticas de planificación familiar, la participación en el mercado laboral, el retroceso de la edad del matrimonio, el aumento de las rentas y la escisión de las familias ampliadas en familias nucleares.

Pero también se explica por la geohistoria, la geopolítica y la geoeconomía del Magreb. En efecto, se acepte o no, la historia colonial y poscolonial ha forjado una especificidad magrebí y ha marcado las conductas reproductivas (por medio de la lengua francesa y de la inmigración). Pero la salida progresiva de los países de la zona de las economías rentistas y de las estructuras familiares ampliadas que mantenían una elevada fecundidad es igual de importante en las conductas reproductivas. Actualmente en el Magreb, más que en Oriente Próximo, la familia “ideal” con dos niños tiende a convertirse en la norma.

Esta disminución demográfica va acompañada por unos incrementos claros y regulares de la esperanza de vida (en 2003, 71,1 años en Argelia; 69,7 en Marruecos; 73,3 en Túnez; 73,6 en Libia; y 52,7 en Mauritania). Se traduce también en una reducción de la población futura del Magreb: probablemente 103 millones en 2025, en lugar de los 111 millones previstos por la División de Población de Naciones Unidas. La pirámide de edad de la población magrebí seguirá siendo todavía perfecta durante algún tiempo, pero de aquí a 2015, los efectos de la disminución de la fecundidad empezarán a notarse: se estrechará la base de la pirámide demográfica; se reducirá la población en edad escolar; y, algo más tarde, disminuirá la presión en el mercado el trabajo.

El Magreb está mejor situado que Oriente Próximo para sacar partido de lo que los demógrafos denominan el “dividendo demográfico” y el “regalo demográfico”, o de lo que la Comisión Económica y Social para Asia Occidental (CESPAO) califica como abanico de oportunidades.

Un mercado laboral restringido

El dividendo demográfico, en relación con la disminución de la presión sobre el mercado laboral, no será inmediato sino diferido. No hay que esperar, por tanto, una disminución considerable del desempleo en los próximos años, sino seguramente una estabilización de las tasas de paro en su nivel actual –17,7% en Argelia, 11,3% en Marruecos y 14,3% en Túnez– y, quizás, un ligero descenso de estas tasas durante los próximos 10 años. Como es natural, estos índices oficiales no tienen en cuenta el subempleo ni las diferentes formas de empleo sumergido. Por otra parte, las tasas de desempleo son medias estadísticas que esconden un problema especialmente grave en el Magreb: el paro entre los menores de 25 años y el paro entre los titulados.

Se comprende en qué medida el empleo va a seguir siendo un desafío considerable para los países del Magreb. En los próximos 10 años, habrá que crear cerca de un millón de empleos anuales para absorber a los jóvenes que se incorporen al mercado laboral. Evidentemente, si el funcionamiento económico sigue como hasta ahora, no hay ninguna posibilidad de proporcionar un número suficiente de puestos de trabajo. Sería necesario un crecimiento medio superior al 6% o 7% anual durante un plazo largo (situación china) para poder alimentar la esperanza de reducir de manera significativa las tasas actuales de desempleo.

Nada hace presagiar una evolución en este sentido, lo que permite suponer que la presión migratoria hacia la UE va a continuar al menos durante los próximos 10 años. Después de 2020, no hay nada que impida pensar que el Magreb será a su vez lugar de destino de nuevos flujos migratorios procedentes, esencialmente, del África subsahariana. Esta evolución ya se adivina en el horizonte. Por otra parte, ya han comenzado los flujos migratorios de tránsito prolongado. La evolución demográfica va a la par con el desarrollo de la urbanización y con la distribución de la población activa. Si bien entre 1965 y 1980, el índice de crecimiento de la población urbana apenas superaba el índice de crecimiento demográfico, entre 1980 y 1992, oscilaba en torno a un 4,9% en Libia, 4,8% en Argelia, 3,8% en Marruecos y 3,4% en Túnez.

En 2007, el índice de urbanización se redujo ligeramente, pero sigue rozando una media del 4%. Por otra parte, las cifras son elocuentes: la población urbana supone ya un 59,6% en Marruecos (frente al 37,4% en 1975); un 66,1% en Túnez (frente al 49,9%); un 65,4% en Argelia (frente al 59,6%); un 85,0% en Libia y un 41% en Mauritania (frente a sólo el 20,3% en estos dos últimos países). Este fenómeno de urbanización masiva es preocupante en mayor medida porque la ciudad se convierte en depredadora:

– absorbe los recursos humanos sin ofrecer suficientes empleos en la industria, los servicios y la construcción;

– se alimenta a costa de los campesinos con precios agrícolas subvencionados;

– devora cada vez más tierras agrícolas para extenderse;

– y, en otro plano, el crecimiento urbano no controlado, ligado al éxodo rural, modifica la proporción de población activa por sectores.

Crecimiento económico en forma de dientes de sierra

Desde la década de los setenta hasta el año 2000, los países del Magreb experimentaron:

– unos índices de crecimiento modestos (en torno al 3%);

– una evolución desigual de la renta (vinculada a las oscilaciones de los precios de las materias primas y a una pluviometría caprichosa);

– y un retroceso de la inversión y del consumo.

A partir de 2001, registran un crecimiento constante y regular del PIB y de la renta per cápita. Pero dada la dependencia de algunos países de la pluviometría o del precio de las materias primas, la volatilidad sigue siendo su principal dificultad. De este modo, la tasa de crecimiento de Marruecos fue del 8% en 2006, pero sólo del 2,2% en 2007. La volatilidad llegó al máximo en el caso de Mauritania, con una tasa de crecimiento del 11,7% en 2006, pero apenas del 0,9% en 2007.

Comercio exterior

Una buena parte del PIB se materializa gracias al comercio exterior. Así, Argelia y Túnez consiguen alrededor del 40% de su PIB gracias a las exportaciones, frente a sólo un 27,9% en el caso de Marruecos. Pero aparte de los países petrolíferos como Argelia y Libia, que registran desde hace unos años un saldo comercial positivo, los demás registran déficit crónicos. A lo largo de los últimos cinco años, todos los países del Magreb han experimentado una estabilización macroeconómica, unas bajas tasas de inflación y una liberalización gradual de sus mercados. Pero la brecha de prosperidad (prosperity gap) con los países europeos limítrofes ha seguido siendo el mismo; el retraso no se ha corregido.

Sólo Túnez parece haber conseguido reducir ligeramente la diferencia con la media europea puesto que la relación, expresada en paridad de poder adquisitivo (PPA), se sitúa actualmente alrededor del 26%, frente al 20% de Argelia y de Libia, el 18% de Marruecos, y sólo un 10% de Mauritania. Esto significa que, en PPA, un español es cuatro veces más rico que un tunecino, pero 10 veces más que un mauritano. Esta incapacidad para alcanzar los niveles económicos europeos en los últimos cinco años no se debe a los malos resultados económicos. De hecho, la tasa media de crecimiento del PIB de los países del Magreb fue superior a la registrada por las economías europeas (4% frente a 1,8%). Pero la volatilidad del crecimiento, la inestabilidad de los precios de las materias primas, una media de crecimiento demográfico del 2,1% y un crecimiento medio de la mano de obra del 3,1%, unido a unos índices de desempleo elevados (15% de media) han imposibilitado aumentar el PIB per cápita de forma significativa.

A todo ello hay que añadir niveles elevados de pobreza monetaria, sobre todo en Marruecos y Mauritania, aunque sus tasas de pobreza extrema (un dólar diario per cápita) están entre las más reducidas de los países en desarrollo, debido al apoyo a los productos de primera necesidad, a la solidaridad familiar, a las remesas de los emigrantes y a la ayuda internacional. La exportación de servicios (turismo) y las remesas de los emigrantes magrebíes permiten absorber en gran parte el déficit comercial en Marruecos y Túnez, mientras que la ayuda internacional y árabe apenas permite reducir el déficit comercial de Mauritania. Todos los países del Magreb se han abierto e integrado en la economía mundial.

El índice medio de apertura oscila en torno a un 62% en 2007, frente a un 35% en 1995. Pero, sólo es una media, ya que la presencia del petróleo y el gas falsea los cálculos, mientras que los servicios no se tienen en cuenta. Si se tomara la media de las exportaciones de bienes y servicios en relación con el PIB, se llegaría a un índice de apertura de entre el 35% y el 42% en 2007. Esta evolución tiene su explicación en la liberalización comercial del Magreb.

Polarización de los intercambios con la UE

Desde el Tratado de Roma, la UE ha sido el principal socio comercial de los países del Magreb. Esta polarización destaca en el caso de Túnez (un 78% de intercambios) y de Marruecos (un 60%); los argelinos y los libios se diversifican más geográficamente. Esta verticalidad de los intercambios convierte al Magreb en un mercado cautivo de la UE. Absorbe cerca del 66% del total de sus exportaciones y sigue siendo su principal destino y la principal fuente de sus importaciones (62%) en 2007. Esto contrasta con la reducida participación del Magreb en los intercambios globales de la UE, puesto que apenas supera el 1,2% del total de los intercambios europeos.

El importe de las exportaciones de la UE a los cuatro países del Magreb (sin incluir a Mauritania) sumaba en 2007 cerca de 37.100 millones de euros, mientras que las importaciones, esencialmente energéticas, representaban casi el doble (con 65.100 millones), lo que significa intercambios totales de alrededor de 102.200 millones y un déficit comercial europeo de alrededor de 28.000 millones de euros. Sin el petróleo y el gas, los intercambios del Magreb con la UE serían crónicamente deficitarios. Recordemos que el total de intercambios del Machrek con la UE en 2007 fue de 132.600 millones de euros.

En consecuencia, los intercambios de los dos grupos de países (los cinco países del Magreb y los 13 países del Machrek) con la UE alcanzaron un importe global de 234.800 millones de euros en 2007, con un ligero superávit, menos de 1.000 millones, a favor de los países árabes (27.100 millones de déficit para el Machrek y 28.000 millones de superávit para el Magreb). Pero la comparación de los intercambios entre el Magreb y la UE (en torno al 64%) con los intercambios intramagrebíes (en torno al 4%) subraya la extrema verticalidad de las relaciones entre el Magreb y la UE y la escasa integración horizontal magrebí.

IED insuficientes

Dejando aparte los sectores del gas y el petróleo, los países del Magreb son poco atractivos para los inversores extranjeros. Es verdad que los incentivos financieros, las medidas liberales (con nuevas normas de inversión), la estabilización macroeconómica conseguida y los primeros balbuceos de una buena gestión han mejorado los fundamentos de la economía magrebí y han acrecentado algo el atractivo de la región para las inversiones extranjeras directas (IED). Pero, globalmente, los inversores siguen siendo reacios a comprometerse en la zona, desalentados a menudo por una burocracia lenta, por un mercado restringido y fragmentado, la debilidad de las disposiciones jurídicas que garantizan el respeto a los contratos, la lenta adaptación de la legislación a la normativa internacional y por la insuficiente calificación.

Ciertamente, la proximidad geográfica de los mercados europeos es una ventaja comparativa innegable, pero la disminución del coste del transporte la anula parcialmente. Por otra parte, el coste salarial ya no es, como antes, un factor determinante en la captación de inversiones extranjeras, puesto que el salario medio en las economías emergentes de Asia es entre cuatro y seis veces inferior al de los países del Magreb. Como era de esperar, la UE sigue siendo la principal fuente de las IED con, más o menos, un 75% en Marruecos, un 65 % en Túnez, un 55% en Argelia, un 80% en Mauritania y un 40% en Libia. El grueso de estas inversiones se dirige al sector energético, el turismo, la subcontratación textil, e incluso a participaciones en el sector de las telecomunicaciones. Pero, desde hace poco, se asiste a una nueva orientación hacia los sectores del automóvil, agroalimentario, químico, farmacéutico y servicios informáticos.

Francia y España están muy implicadas en Marruecos; Italia, Bélgica y Francia en Túnez; Italia en Libia; y Francia en Mauritania. España está involucrada con cierto éxito en el sector del gas de Argelia, pero sus empresas no han penetrado suficientemente en el mercado libio, que es más prometedor. Globalmente, entre 1995 y 2000, el importe medio anual de las IED en el Magreb oscilaba en torno a los 1.500 millones de dólares. Pero, desde 2000, los flujos de IED registran un alza constante, pasando de 1.900 millones en 2000 a 9.700 millones en 2006: 3.300 millones los captó Marruecos, 2.900 Túnez y sólo 1.700 Argelia. El crecimiento de las IED en Marruecos se explica, sin duda, en la mejoría de las condiciones para los negocios, la continuidad del proceso de privatización y la conversión de la deuda externa en inversiones (debt for investments swap).

Desarrollo humano

Varias décadas después de la independencia, el Magreb, al igual que los demás países árabes, sigue estando fuera de la globalización en lo que respecta a investigación y desarrollo, PIB, atracción de inversiones y competitividad en los mercados extranjeros. Se presenta más como sujeto pasivo que como sujeto activo de la globalización en marcha. Esta marginación en el sistema mundial se duplica con una clasificación preocupante de los cinco países de la Unión del Magreb Árabe en la escala de desarrollo humano. Así, Libia, el primero del Magreb, está en el puesto 58, seguida por Túnez (89), Argelia (103), Marruecos (124) y Mauritania (152), entre los 177 países que estudia el informe sobre desarrollo humano del PNUD.

Está claro que Libia se ve favorecida por un PIB per cápita importante y recoge los dividendos de sus campañas de alfabetización de adultos y de desarrollo del sector terciario. En este punto, al igual que los otros países del Magreb, Marruecos está rezagado a pesar de sus importantes avances. Aparte de Libia, donde los índices de pobreza son relativamente bajos, en el resto, la erradicación de la pobreza y de la pobreza extrema sigue siendo una prioridad nacional. La pobreza no sólo afecta al medio rural; la ciudad no se libra. La estabilización del desempleo en niveles elevados no ayuda a reducir la pobreza, y más si se tiene en cuenta que el desempleo afecta sobre todo a los jóvenes del medio urbano y a los titulados superiores.

A este respecto, el caso de Marruecos es sintomático, con un índice de desempleo nacional en 2007 del 11%, pero con una tasa de desempleo urbano del 21%, y la de los jóvenes (15- 24 años) y titulados superiores en el medio urbano, del 33% y del 25%, respectivamente. Túnez se encuentra en mejor situación. Pero la gran decepción es Argelia que, a pesar de sus recursos petrolíferos, tiene tasas de desempleo equivalentes a las de Marruecos.

El Magreb ante la crisis económica mundial

La región no se va a librar de la crisis mundial, pero su impacto será diferente dependiendo de los países. Según el Banco Mundial, Argelia y Libia se salvarán un poco y registrarán en 2009 incluso un crecimiento positivo del 4,5% y del 5%, respectivamente. Esto podría deberse a tres factores: el 96% de sus ingresos procede de los hidrocarburos; los dos registraron saldos comerciales positivos y disponen, por tanto, de reservas de cambio; y, finalmente, su sistema financiero está desconectado del sistema financiero mundial, lo que los pone a cubierto frente a los riesgos del sistema internacional. Este razonamiento me parece corto de miras.

En primer lugar, las reservas no son inagotables y, en consecuencia, si la crisis dura más de un año, estos dos países tendrán dificultades y el valor de esas reservas colocadas en el exterior disminuirá. En cuanto a decir que están protegidos de la crisis por su desconexión de la economía mundial (salvo las exportaciones petroleras), es un argumento patético y más bien inquietante. Las perspectivas son peores para Marruecos y Túnez. Tres sectores corren el riesgo de verse afectados: textil, equipamiento del automóvil y turismo.

El reto del empleo puede resultar explosivo si la crisis se prolonga más allá de 2009, ya que los gobiernos disponen de poco margen de maniobra social. Se entiende por qué Marruecos y Túnez han tomado medidas excepcionales para apoyar a los sectores exportadores, aligerar la carga patronal y reducir el nivel de reservas obligatorias de los bancos, lo cual debería permitirles prestar aún más. Es cierto que los países del Magreb podrían registrar un crecimiento positivo en 2009, pero de ahí a afirmar que van a estar totalmente protegidos de las sacudidas económicas mundiales, o es mentir, o es desconocer su dependencia de los mercados exteriores.