“España no gana nada con ser timorata en el Mediterráneo”

Para superar los obstáculos entre las dos orillas del Mediterráneo, el Norte no debe abordar esas relaciones como un problema de seguridad ni como resultado del miedo.

ENTREVISTA con Fatma Oussedik por Domingo del Pino

Nadie pone hoy en duda el extraordinario protagonismo de las mujeres en el mundo árabe-islámico en la vida científica, cultural, económica y política y en el combate por su propia emancipación. Fatma Oussedik, socióloga y profesora en la Universidad de Argel, se graduó en Grenoble (Francia) en 1976. Sus investigaciones sobre la identidad femenina y los movimientos de mujeres en el mundo árabe-islámico son bien conocidas. Esta entrevista tuvo lugar en Barcelona, en el marco del I Foro de Población convocado por el Instituto Europeo del Mediterráneo los días 11 y 12 de diciembre de 2007 con el título Transiciones Demográficas, Desigualdades y Desarrollo.

Mis preguntas estuvieron relacionadas con la aparente enormidad de las problemáticas abordadas en el Foro, y sobre porqué las relaciones entre España y Argelia no tienen una densidad parecida a la lograda entre España y Marruecos, siendo todavía los españoles y argelinos unos desconocidos entre sí. Lo que sigue es el resumen de sus respuestas. La primera observación de la que hay que partir para que las problemáticas de población entre el norte y el sur del Mediterráneo no parezcan ni sean insolubles, es que el Norte no debe abordar esas relaciones como un problema de seguridad ni como resultado del miedo.

En el Sur tienen lugar mutaciones importantes similares a las que conoció Europa en el pasado. Estos cambios son visibles en los indicadores, especialmente el de la fecundidad, que según han demostrado los expertos en este foro, ha descendido. La escolarización de las mujeres y la urbanización son las dos principales razones que han tenido como efecto el retroceso de la edad del matrimonio. Esas mutaciones están siendo dolorosas porque son profundas. Al urbanizarse cada vez más las poblaciones del Sur han ido adoptando nuevas formas de vida cuya principal consecuencia es que la mujer ya no vive en una estructura familiar patriarcal bajo un jefe de familia todopoderoso. La familia en el Sur es ahora nuclear. Muchas están compuestas de madres e hijos, y en ella ya no se da la estricta separación de sexos que prevalecía antes.

En el pasado las mujeres permanecían en casa y los hombres trabajaban y hacían política. Lo que se observa hoy es que las mujeres trabajan y cada vez conquistan mayores espacios públicos. Esas conquistas las llevan a cabo en el contexto de nuestras sociedades musulmanas, lo que significa que hay que reflexionar sobre las transformaciones mismas en este contexto y al tiempo sobre cómo hacerlo sin perder la propia identidad. Se puede ser musulmana y con los signos del Islam conquistar símbolos de modernidad como trabajar, conducir, viajar, hacer política, practicar la contracepción. Existe un gran número de situaciones: por un lado, mujeres solas que trabajan en la calle, hombres piadosos cuyas esposas trabajan. Hay mujeres que están a favor de una sociedad laica y que se luchan por la secularización.

Aunque siguen siendo musulmanas consideran que la religión pertenece a la esfera de lo privado y no debe tener cabida en la vida pública. En el otro extremo hay mujeres que rechazan que el Islam abandone el lugar de la política, es decir que se empeñan en definir los fundamentos del Estado y de las instituciones, y en fijar las reglas de la vida social, todo ello en referencia únicamente al texto sagrado. Es el proceso de secularización que las sociedades cristianas vivieron también con violencia. Entre nosotros eso ocurre muy dolorosamente porque los cambios son profundos. Hoy son muchas las madres de familia trabajan, existe la viudedad, y el divorcio, el celibato prolongado, con el clima de inseguridad que conllevan. Por eso la necesidad de ejercer una actividad económica está particularmente presente. En el momento de la independencia de Argelia en 1962 había muy pocas mujeres en la escena pública. Yo estudie en los años sesenta.

Las que estudiábamos entonces éramos hijas de la pequeña burguesía urbana, es decir una minoría. En esos años la población urbana de Argelia era del 40%, y el 60% era rural. Hoy la ecuación se ha invertido: el 60% de la población es urbana y el 40% rural. Por otro lado, el modelo argelino de desarrollo descansó durante muchos años sobre la industria pesada, poco creadora de puestos de trabajo para mujeres. Los empleos disponibles estaban en la enseñanza, la salud pública y los servicios, y para trabajar en ellos la mujer tenía que estar muy instruida. Además tenía que lograr un nivel de salario suficiente para pagar a alguien que la sustituyera en las tareas de la casa. Esa sociedad patriarcal y autoritaria, necesitaba estructuras familiares autoritarias porque al final, la discusión sobre el reparto de la renta del petróleo solo era con el jefe de familia.

Los cambios en la estructura de población han traído nuevas formas de vivir. Hubo una evolución de la educación desde el final de la colonización. Los escolarizados somos sobre todo hijos de la independencia. Después, la poca oferta de trabajo mantuvo la presencia de la mujer contenida. Durante todo ese tiempo, no obstante, se formaron los elementos de la contradicción de la situación de la mujer, surgieron sus reivindicaciones y la aparición del movimiento femenino. Hoy ya no se puede decir que la mujer esté ausente. Tenemos una mujer que ha sido candidata a la Presidencia de la República, y que es líder del partido de los trabajadores; mujeres en la Asamblea; y mujeres ministras. Son quizá mujeres “coartadas”, pero lo más significativo es que el movimiento femenino se ha estructurado. La mayoría de las que hoy están en política se iniciaron en las asociaciones de mujeres. La población femenina es fundamental para el cambio, todos lo reconocen, pero paralelamente tenemos políticos y políticas fundadas sobre la seguridad, y sobre una instrumentalización del miedo.

Cómo ve una argelina las relaciones entre España y Argelia? En primer lugar existieron lazos muy fuertes entre los dos países, y esos lazos siguen circulando aún hoy. Entre los jóvenes que día y noche intentan desesperados coger una barca, pero también en la gente que en Argelia sigue aprendiendo español; los tenemos también en la admiración por esa música que viaja entre nuestros dos países. Pero es verdad que los políticos no hacen nada para que podamos cooperar más eficazmente. Para que no estemos en una situación en que os damos miedo cuando a lo que aspiramos es al encuentro. Argelia y Marruecos son dos países que deben tener unas relaciones humanas tan importantes como las que existen entre España y Marruecos.

Pero España se refiere mucho en su política con Argelia a Francia, porque existen los cotos reservados. Además los actores en esta zona del mundo se han multiplicado y son muy complejos. Aparte de Francia, Estados Unidos está muy presente y existe un juego entre países del Norte y del Magreb. Argelia es parte de ese juego constantemente reactivado en el que al final nadie parece estar interesado en tener enfrente a un Magreb unido y Europa se pliega a Marruecos. Así se puede explicar que España tenga una especie de prioridad sobre Marruecos, y Francia una prioridad sobre Argelia. Son acuerdos entre caballeros de los cuales las sociedades civiles están ausentes.

Las personas tenemos que cooperar más para conocernos mejor y para que nosotros dejemos de ser quienes os asustan y podamos, al igual que lo intentó Ibn Jaldún, escribir una historia común. La historia de España y de Argelia es de intercambios a escala histórica, mientras que hoy no existen o no se quiere que existan. Pero yo tengo confianza en las personas y es a partir de las personas como podemos reconstruir los vínculos perdidos. España no gana nada con ser tímida o timorata en el Mediterráneo.