El sector financiero como clave de la integración regional: el papel de la Unión Europea

La capacidad de atraer inversiones, el uso de las remesas y la seguridad jurídica, claves para la integración.

Joaquín Almunia, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios

Una de las cuestiones fundamentales que se están debatiendo en este momento en la Unión Europea (UE) es su dimensión exterior: ¿cómo enfocar, redefinir y ajustar nuestra política con respecto a los vecinos de la actual UE o de la futura UE, una vez se produzcan las ampliaciones previstas hacia los Balcanes y Turquía? La política europea de vecindad cuenta con diversas dimensiones en la ribera sur del Mediterráneo.

Por un lado, integrar y adaptar las iniciativas, programas e instrumentos del Proceso de Barcelona a través de los Planes de Acción con cada uno de los países. Por otro, en paralelo a esta readaptación de los instrumentos del Proceso de Barcelona, se está discutiendo en estos meses cómo se va a desarrollar la actuación del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y en particular de la FEMIP (Facilidad Euromediterránea de Inversión y Partenariado). Según mi experiencia en dos años de miembro de la Comisión Europea, el análisis de las distintas situaciones de los países, cuya voluntad es utilizar la palanca del acceso al mercado interior europeo como instrumento para crecer, modernizarse, estabilizar transiciones hacia la democracia, acometer los enormes desafíos derivados de la presión demográfica o romper las barreras existentes entre ellos, puede ofrecernos algunas pistas y enseñanzas que de igual modo pueden aplicarse a los países de las fronteras este y sur europeas. En primer lugar, es evidente que es necesario atraer inversión extranjera, puesto que en estos países no se cuenta con el capital suficiente para financiar el crecimiento.

Para ello, es fundamental un sistema financiero moderno, un sistema bancario competitivo, eficaz y capaz de captar y utilizar bien los recursos disponibles. Sin embargo, esta capacidad de atraer inversión extranjera directa requiere de la disponibilidad de entidades capaces de gestionar con eficacia dicha inversión extranjera, por supuesto en colaboración con las entidades y estructuras de cada uno de los países. Así, ante la multiplicidad de competidores que pretenden atraer esta inversión es necesario estudiar, afinar y refinar con mucha precisión las técnicas, los señuelos y banderas con que atraerla. Por otra parte, captar esta inversión no solo dependerá de la voluntad propia del inversor sino que también tendrán un papel importante las condiciones que se den en los países que quieren recibirla.

De este modo, es necesario reformar las instituciones de forma que ofrezcan un cuadro de seguridad jurídica, un cuadro predecible de cómo los gobiernos, autoridades e instituciones adoptan decisiones, algo que considero un requisito esencial. Puesto que cada vez hay más candidatos para recibir inversiones y cada vez hay también más recelo en acudir a lugares en dónde no se puede predecir qué decisiones se van a tomar, el mercado adquiere, si cabe, mayor relevancia. En este sentido, el funcionamiento y grado de modernización del mercado de trabajo, así como del mercado de productos o servicios, serán elementos fundamentales, ya que la capacidad de contar con recursos humanos en el terreno es un elemento de creciente importancia para el inversor. Pero el fenómeno migratorio hacia el Norte que están sufriendo muchos de estos países está poniendo en riesgo la capacidad de contar con recursos humanos suficientes para poder ser competitivo a la hora de atraer inversiones.

En paralelo, al analizar la situación de los países de la cuenca sur del Mediterráneo, emerge un desafío que todavía está lejos de resolverse: cómo utilizar las remesas de aquellos ciudadanos que emigraron desde el Sur hacia el Norte y otros destinos, poniéndolas al servicio de la necesidad de capital de estos países. Éste es un campo en el que todavía queda mucho por hacer, no solo por parte de las entidades públicas, sino también de las financieras privadas. Desde la UE, los actuales programas MEDA, que serán vehiculados a partir del próximo año a través de los instrumentos financieros de la política de vecindad, constituyen una importante fuente de financiación. Sin embargo, hay que contar también con el instrumento financiero del BEI. Las cifras de inversión crediticia o inversión en capital riesgo realizadas a través de la FEMIP son bastante impresionantes: alrededor de 2.000 millones de euros durante el último año.

Para los próximos siete años, las cifras que se están discutiendo en relación con la acción exterior del BEI incrementan en un porcentaje alto las posibilidades de actuación del Banco en la zona, mediante la cofinanciación de proyectos de inversión tanto con el sector público como con el privado, así como mediante la participación en actividades de capital riesgo con el sector privado de la zona, yendo incluso más allá al prestar en muchos casos asistencia técnica. No en vano, el BEI tiene ya tres oficinas en la zona: Egipto, Túnez y Marruecos. En ocasiones, al analizar el conjunto de actuaciones por las que apostar en el Magreb, se tiende a dejar de lado u omitir el enriquecimiento mutuo que se puede desprender de ellas.

Sin embargo, ésta es una de las actividades más dinámicas y sobre las cuales debemos apostar más contundentemente quienes queremos que el Mediterráneo se convierta en un espacio creciente de cooperación, de intercambios y de progreso mutuo. A modo de conclusión, pues, cabe señalar que en la búsqueda de respuestas en torno al papel de Europa y del sector financiero como clave de la integración regional magrebí, debemos tener muy en cuenta la capacidad de atraer inversiones, la utilidad de los recursos humanos y del funcionamiento de los mercados, la seguridad jurídica y el aprovechamiento de las remesas y flujos económicos de Norte a Sur generados por los emigrantes.

Pero también resulta fundamental una buena combinación de instrumentos de la política europea, a través de presupuestos, del Proceso de Barcelona y de su desarrollo futuro en la política europea de vecindad, con los instrumentos financieros del BEI o de otras entidades financieras internacionales también presentes en la zona.