El Mediterráneo y la nueva política europea de vecindad
Jordi Bertran, Instituto Europeo del Mediterráneo
Entre 2007 y 2013 la Unión Europea (UE) desplegará su política de vecindad (PEV) hacia los países socios mediterráneos (PSM) del Proceso de Barcelona. Creada en 2004, tras la última ampliación, con la intención de lograr a su alrededor un entorno de estabilidad, seguridad y prosperidad, la PEV estaba dirigida en un principio a los países fronterizos del este de Europa, ampliándose después a los países de la ribera sur y este del Mediterráneo integrantes del partenariado. Con la PEV, Europa trata de reforzar los vínculos con sus países vecinos ofreciéndoles participar de forma progresiva en el mercado interior europeo y en determinados programas y políticas europeas a condición de acelerar las reformas en sus países.
Los objetivos se establecen de mutuo acuerdo entre la UE y cada uno de los países en los Planes de Acción, lo que a priori ofrece más posibilidades a estos países de fijar su velocidad de acercamiento a Europa. Sin embargo, el desarrollo y alcance de la nueva estrategia y su encaje en el entramado euromediterráneo tejido desde 1995 son todavía difusos para muchos observadores. Para intentar definir mejor las perspectivas de la PEV y el papel de España en el impulso al Proceso de Barcelona en este nuevo contexto, el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed) reunió a más de 70 expertos, políticos, miembros de la Comisión Europea, diplomáticos y representantes de la sociedad civil en un seminario celebrado el 28 y 29 de junio 2006 en Barcelona.
Voluntad política
Uno de los elementos clave mencionados en el seminario “España y la Asociación Euromediterránea en la nueva política de vecindad” fue el grado de voluntad política que la UE está dispuesta a asumir en su acción hacia el Mediterráneo con la constatación que, tras 10 años de partenariado, no se han conseguido todos los objetivos fijados en 1995. En la sesión de inauguración, Narcís Serra, presidente de la Fundación CIDOB, fue claro: “el sentimiento agridulce en torno a lo conseguido en 10 años de Proceso de Barcelona es el mismo respecto a la impotencia de impulsar la política exterior europea.
Europa solo ha tenido éxito en los procesos de integración mientras que su política exterior no ha trascendido por falta de voluntad, recursos e instrumentos.” En este sentido advirtió que España puede hacer mucho más para presionar a la UE en su política hacia el Mediterráneo. Volvía a insistir en ello Manuel Gómez-Acebo, subdirector General de África del Norte del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación español: “Solo se saldrá adelante si hay voluntad política decidida de la UE y si el Magreb acomete reformas y trabaja por su integración” e insistía también en que “España puede y debe, dentro de la UE, tener un papel destacado para ayudar a afrontar los retos y propiciar un entorno favorable en el Mediterráneo, especialmente en el Magreb, que puede ser, pese a los desafíos que afronta, un espacio de desarrollo acelerado”.
Juan Prat, embajador en misión especial para Asuntos del Mediterráneo del gobierno español, abundaba en la misma dirección al apuntar que a la administración española “le incumbe intentar convencer a los socios del Norte que deben tener la misma convicción mediterraneista que nosotros, aunque no es fácil tras la ampliación europea y la modificación de equilibrios”. De hecho, que la balanza de la acción exterior europea se incline mucho más hacia el Este es un temor extendido entre los PSM. Para remediarlo, Senén Florensa, director del IEMed, apostó por “recuperar la experiencia a partir de la cual nació el Proceso de Barcelona, es decir, los intereses sumados de una Alemania que quería estabilidad al Este y de una España que miraba al Sur”, que acabaron propiciando la Conferencia Euromediterránea de Barcelona de 1995. “Son dos tendencias a sumar. La filosofía del Proceso de Barcelona debería impregnar el acercamiento al Este y los instrumentos como la PEV, pensados a priori para el Este, deberían beneficiar también al Sur.”
Complementariedad y alcance
El efectivo encaje de la PEV, una estrategia política con un enfoque de relación bilateral, con las necesidades de los PSM, un partenariado de filosofía multilateral y regional, fue otro de los aspectos discutidos en el seminario, aunque con notable diversidad de opiniones. Así, para Jesús Núñez, director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria, “desde España la PEV se ve como algo poco definido, diferente al Proceso de Barcelona, que acaba añadiendo más dificultades” mientras que para Dolores Romeo, de la dirección general de Relaciones Exteriores de la Comisión Europea, “entre la PEV y el Proceso de Barcelona no hay contradicciones, son procesos muy complementarios ya que los Planes de Acción conllevan una agenda de acciones concretas que responden a los objetivos marco del Proceso de Barcelona”.
Para Esther Barbé, catedrática de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Barcelona, la PEV, ya no es un proceso regionalista como el Proceso de Barcelona, sino que “está concebida como un instrumento con capacidad transformadora” que enfrenta Europa al doble reto de cambiar determinados statu quos y de erigirse en un actor de creación de orden global al lado de EE UU. Pero este salto dependerá de nuevo de la voluntad política y de los recursos. Para Jean Louis Reiffers, coordinador de la red de institutos económicos FEMISE, “los PSM no están, excepto Túnez, en un proceso real de convergencia económica con Europa”.
Según este economista francés, “el Proceso de Barcelona no tiene un verdadero impacto económico ni provoca cambios en los PSM, que se mantienen en buena parte por el turismo y las remesas de los inmigrantes”, aunque reconoció que la PEV supone una oportunidad de hacer avanzar el partenariado al otorgar a los países vecinos la posibilidad de participar en el mercado interior europeo. La falta de recursos fue subrayada también por Antoni Segura, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona, que recordó que los programas MEDA están dotados solo con el 0,01% del presupuesto comunitario.
En esta nueva etapa, sin embargo, podría contarse con algo más. Según Romeo, se han acordado 11.970 millones de euros para la PEV para el periodo 2007-13, mientras que para el periodo anterior se dispuso de 8.400 millones para los programas MEDA (5.300) y los TACIS (3.100). Si bien se felicitó que la cifra final para esta nueva etapa supone un incremento de más del 32% respecto al periodo anterior, también explicó que todavía no hay consenso sobre la distribución del montante entre el Este y el Mediterráneo.
Ucrania, Marruecos e Israel
Una misma política para destinatarios muy diferentes. Reiffers y otros participantes apuntaron que las necesidades de países del Este, como Moldavia o Ucrania, no son en muchos ámbitos las mismas que las de los mediterráneos. . Según Juan González-Barba, consejero para Asuntos mediterráneos de la Representación Permanente de España ante la UE, el tipo de adhesión que se establezca con Turquía tendrá un significado especial para los países mediterráneos.
Además, la adhesión de Turquía también influirá en la relación de la UE con Ucrania, cuyo proceso en el marco de la PEV está seguido estrechamente por países como Israel y Marruecos, que saben que la nueva política les obligará a asumir más compromisos si quieren avanzar en su acercamiento a la UE. En este sentido, Andreu Bassols, jefe adjunto de la Unidad EuroMed de la Dirección General de Relaciones Exteriores de la Comisión, apuntó que el objetivo es “avanzar con la metodología utilizada en la ampliación, es decir, a partir de reformas internas y de convergencia legislativa, pero con la dificultad de que la UE todavía no ha definido con precisión qué hay en el lado de la oferta, que en cualquier caso no es integración, sino tener una ‘participación’ sin definir en el mercado interior.
Y éste es el gran reto de la PEV, atraer a nuestros países vecinos con una perspectiva de progreso, de paz y estabilidad pero sin definir claramente los elementos.” Además de países, también se apuntó que subregiones como el Magreb deberían poder avanzar más y juntas en su acercamiento a la UE. Para Manuel Gómez-Acebo, subdirector General de África del Norte del Ministerio de Asuntos Exteriores, “el Magreb es un socio imprescindible para España y Europa –por razones geostratégicas, demográficas, económicas y comerciales– y el Magreb desea una relación privilegiada con Europa.” Pero advirtió que este interés estratégico mutuo puede no fraguar si los numerosos retos del escenario magrebí no se afrontan con “un salto cualitativo fruto de una voluntad política clara” que permita “pasar de los diagnósticos a las propuestas y los hechos”.
Migraciones
La gestión de las migraciones necesita de una respuesta multilateral que puede constituir en el marco de la PEV una vía para revitalizar el enfoque del Proceso de Barcelona. En este sentido, Gemma Aubarell, directora de programación del IEMed, planteó este gran reto como un problema común que hace del Mediterráneo un área de responsabilidad compartida. Para Aubarell, la política migratoria de la UE estaba demasiado anclada hacia la seguridad y ahora con la PEV se incorpora con fuerza la cuestión de la cooperación.
Más participación de actores locales y sociedad civil
Otro aspecto tratado en el seminario fue el interés de sumar a las administraciones locales en la PEV. En el caso de la cooperación transfronteriza se destacó el papel que España y sus regiones pueden desarrollar, además de que su experiencia puede favorecer procesos de pluralismo democrático. También desde la sociedad civil se reivindicó una mayor “participación sustantiva, no simbólica ni subalterna” en la planificación de los objetivos de los Planes de Acción, según reclamó José Moisés Martín, presidente de la Plataforma para el Fòrum Civil Euromed.
El diálogo entre pueblos
En un contexto internacional definido por la globalización y las repercusiones del 11 septiembre de 2001, el debate sobre las identidades, las imágenes y las percepciones mutuas ocupó parte de la tercera sesión del seminario, en la que se lanzaron propuestas para acercar más las sociedades de ambas riberas del Mediterráneo. Rafael Dochao, responsable de Aspectos Sociales, Culturales y Humanos del Partenariado de la Comisión Europea, recordó que en los últimos años el foso de desconocimiento y desconfianza entre el mundo árabe y musulmán y Occidente ha aumentado y que deben tomarse acciones para reconstruir puentes de diálogo, aprovechando iniciativas nuevas como la Alianza de Civilizaciones y el bagaje del partenariado.
Más participación de la sociedad civil, la celebración de conferencias y citas euromediterráneas y un mayor impulso de la Fundación Euromediterránea Anna Lindh para el Diálogo entre Culturas (FEAL), son algunas de las recetas propuestas por Dochao. También Gema Martín Muñoz, profesora de Sociología del Mundo Árabe e Islam de la Universidad Autónoma de Madrid, defendió el papel de la FEAL como instrumento para acelerar procesos de revisión histórica de las percepciones mutuas de mitos y realidades”.