El desarrollo del capital humano en el norte de África
Casi dos tercios de la población en edad de trabajar está desempleada, inactiva o trabaja sin contrato. Solo una de cada cuatro mujeres está en el mercado laboral.
Eva JImeno y Ummuhan Bardak
Los cuatro países del norte de África –Marruecos, Argelia, Túnez y Egipto– están en la cima del boom demográfico que ha hecho del empleo juvenil el desafío clave desde principios de los años 2000. Con un tercio de su población por debajo de los 15 años, hasta 48 millones de jóvenes (26 millones de ellos en Egipto) se unirán al mercado de trabajo a mediados de la próxima década.
El incremento de la población joven ejerce una presión considerable en el mercado laboral y en el sistema educativo, y en última instancia en la estabilidad global de la región y sus vecinos. Sin embargo, la tasa de participación de la mano de obra en la zona es la más baja en el mundo: casi dos tercios de la población en edad de trabajar está desempleada, inactiva o trabaja sin contrato. Solo una de cada cuatro mujeres está en el mercado laboral.
Las tasas de empleo son similares en toda la región, oscilando entre el 40% y el 50%. Aunque el nivel educativo de la población joven ha mejorado considerablemente durante los últimos años, la posibilidad de encontrar un trabajo cualificado es aun limitada. Con un sector público en contracción y los recursos exteriores en disminución, los antiguos engranajes de creación de empleo ya no están disponibles. El crecimiento económico de la década pasada no generó puestos de trabajo, la mayoría se crearon en un sector informal cuya participación osciló entre el 35% y el 50% de empleo no agrícola.
La agricultura mantiene todavía una tasa alta de empleo, de entre el 30% y el 40% en Marruecos y Egipto y de cerca del 20% en Argelia y Túnez. Comparada con la tasa total de desempleo, la tasa de desempleo juvenil casi dobla la de la población adulta y afecta sobre todo a los universitarios. Las mujeres jóvenes están especialmente expuestas a esta alta tasa de paro en todos los países de la región, en particular en Egipto –el doble de mujeres que de hombres jóvenes– y Argelia.
Desempleo juvenil cualificado
El problema del “desempleo en personas cualificadas” es el rasgo más visible del reto del empleo juvenil en el norte de África. La tasa de matriculación en estudios superiores ha crecido durante la última década en todos los países: según datos de la Unesco/UIS, la tasa bruta de matriculación en estudios superiores alcanzó el 30% en Argelia y Egipto y el 33,7% en Túnez, mientras que en Marruecos se sitúa en el 12,8%. Estos datos muestran un equilibrio entre hombres y mujeres y aunque los niveles parecen bajos comparados con los de la media europea, los datos apuntan a una clara mejora para los países del norte de África. Los universitarios siguen sufriendo la falta de oportunidades profesionales.
El sector público, tradicionalmente fuente de empleo de graduados en la región, se ha visto reducido y el sector privado crea pocos puestos específicos para jóvenes muy preparados. Las causas principales de la baja tasa de empleo son la insuficiente creación de empleo de calidad, el desajuste entre la oferta y la demanda de competencias y las altas expectativas de los licenciados. De las universidades salen principalmente licenciados en humanidades que no encuentran salida en el mercado y que agravan el problema del desempleo entre los licenciados.
Dentro del paro juvenil, las mujeres jóvenes se enfrentan a un índice de desempleo mucho más alto que el de los hombres, lo que indica problemas específicos del mercado laboral para la entrada de la mujer. Sin embargo, un análisis a fondo del problema del desempleo en personas cualificadas muestra también los problemas que conciernen a la calidad del empleo de gente joven con un nivel bajo o medio de cualificación. Hay pocas alternativas para los jóvenes que no acceden a la educación superior. En conjunto, por lo menos 30 millones de jóvenes en la región trabajan en el sector informal, con salarios mínimos, en empleos de baja calidad sin seguridad social ni esperanzas de mejora y con mucho riesgo de exclusión social.
En estas condiciones, la emigración ofrece una alternativa al paro y la presión para que los jóvenes emigren es muy alta. El aumento constante de las remesas da muestra de ello. El acceso a la educación y las oportunidades de formación para dotar a los jóvenes de competencias específicas para un puesto de trabajo son aun limitadas. Los sistemas de educación y formación profesional (vocational education and training-VET) representan solo una pequeña parte de la enseñanza en casi toda la región, a excepción de Egipto donde tampoco hay muchas opciones para la formación profesional. Las opciones que existen son de escasa relevancia laboral y de baja calidad por lo que no resultan atractivas.
La oferta de formación profesional está marcada por la segregación de géneros y las opciones para las mujeres que estudian son aún más escasas y casi siempre dentro de los tradicionales trabajos asistenciales. La formación profesional puede desempeñar un papel muy importante a la hora de proporcionar habilidades prácticas a los millones de buscadores de trabajo y para la participación activa de los individuos en la sociedad. Para ello es necesaria una inversión más eficiente, una relación más estrecha con las empresas así como mejorar la calidad, pertinencia, imagen y los enfoques de género para que la formación ofrecida sea atractiva tanto para los hombres como para las mujeres.
Gracias al esfuerzo sostenido (la inversión en educación en porcentaje del PIB es igual o mayor que el promedio de la OCDE), la participación en educación ha mejorado considerablemente con una tasa bruta de matriculación en educación primaria que ha alcanzado casi un 100% en los cuatro países. Sin embargo, la calidad de la educación sigue siendo un desafío. Estos países tuvieron resultados pobres en las pruebas internacionales (TIMMS 2007, Estudio Internacional de Matemáticas y Ciencias, y PISA 2009, Programa de la OCDE para la Evaluación Internacional de Estudiantes en lectura, matemáticas y ciencias). Sus resultados en el estudio TIMMS 2007 fueron significativamente inferiores al promedio internacional: de 380 a 420 en comparación con un promedio de 500.
Túnez quedó en el puesto número 56 de 65 países participantes en el informe PISA 2009. El analfabetismo entre la población de 15 años o mayor sigue siendo un problema en Marruecos y Egipto. Incluso entre el grupo de jóvenes de 15 a 24 años, el 30% de ellos son analfabetos en Marruecos y el 15% en Egipto. Lo que nos lleva a otro grupo vulnerable y no visible de jóvenes, los que no están ni escolarizados ni en el mercado laboral. La mayoría de estos son mujeres. Los bajos niveles de alfabetización y educación y la desventaja femenina se ven reflejados en los niveles más bajos del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Egipto y Marruecos. De los 169 países que aparecen en el informe de IDH del PNUD,
Túnez ocupa el número 81, Argelia el 84, Egipto el 101 y Marruecos el 114. El empleo juvenil en la región sigue siendo una cuestión crucial. Los jóvenes tienen pocas alternativas aceptables si carecen de acceso a la educación académica (por ejemplo, educación y formación profesional). La falta de acceso al empleo es uno de los principales problemas causados por la falta de educación y formación, el escaso valor de la cualificación adquirida en el lugar de trabajo, el bajo nivel de creación de empleo, la falta de experiencia laboral y las altas expectativas de la juventud que busca un trabajo seguro, bien remunerado y en el sector público. Como ya se ha dicho, todas estas tendencias sientan las bases para la emigración, en particular la de los hombres jóvenes. Afrontar el desafío del empleo juvenil requiere un esfuerzo coordinado de los países para mejorar la adecuación de las competencias de los jóvenes y su acceso al empleo, apoyar la creación de empleo y mejorar el funcionamiento de los mercados laborales luchando contra la segmentación.
Promover la formación profesional
Dada la presión demográfica, los países tendrán que garantizar el acceso global a la educación y formación en los niveles obligatorios y posobligatorios. La educación y la formación profesional son un buen medio para formar jóvenes cualificados. Esto puede proporcionar una alternativa a la educación académica como vía hacia el mercado laboral, así como una oportunidad de adquirir cualificación entre los jóvenes que abandonan el sistema educativo. Mejorar la calidad y adecuación de la educación y la formación profesional es necesario para que resulte una propuesta atractiva en los países de la zona.
El desarrollo de otras competencias como el espíritu empresarial, la ciudadanía o las habilidades de comunicación es necesario para garantizar que la futura fuerza de trabajo se adapta a las economías en constante evolución, así como para que esté implicada en la vida económica y cívica. Dar mayor pertinencia a la educación y a la formación profesional implica acercar el mundo de la educación al del trabajo, atender a las necesidades de las pymes (el mayor generador de puestos de trabajo en la zona) y en general a los procesos de desarrollo regional. La participación activa de los interlocutores sociales en la educación y la formación profesional y la cooperación entre las instituciones de formación y las empresas es necesaria. El desarrollo de estos vínculos a nivel sectorial (en particular en sectores dinámicos y con potencial para el desarrollo) ha demostrado ser un método eficaz.
Trabajar por un modelo de gobernanza inclusivo que garantice la participación de los implicados en el proceso de toma de decisiones en materia educativa y de formación y aumentar la responsabilidad también promoverán una oferta educativa más receptiva.