Descubrir a los enemigos de dentro

Mientras los informativos árabes se centran en política exterior, los canales de entretenimiento lo hacen en asuntos internos, ambos con mucha influencia en la sociedad.

Noha Mellor, autora de The Making of Arab News y en la actualidad productora de BBC World Service

Sería ingenuo negar que los canales árabes por satélite, ya sean de noticias o de entretenimiento, han influido en la pasada década. Pero sería también erróneo suponer que su impacto ha sido general y homogéneo, independientemente de las características de cada tipo de canal. Varios especialistas y periodistas europeos han prestado más atención en sus investigaciones a los canales de noticias como Al Jazeera, porque los consideran un reto para los actuales regímenes árabes y la señal de que está surgiendo una nueva era de la transparencia.

La prueba que se suele aportar de esta transparencia son las relaciones aparentemente adversas entre Al Jazeera, por ejemplo, y ciertos gobiernos árabes, como los de Argelia, Jordania y Kuwait, que les lleva no sólo a condenar ciertas noticias sino también a cerrar las delegaciones del canal en el país afectado. Sin embargo, se ha prestado poca atención a los canales de entretenimiento, a pesar de que normalmente son los sometidos a los ataques de los académicos y los profesionales de los medios de comunicación árabes, para quien la cultura que se muestra en estos canales representa una conspiración contra la “autenticidad” árabe. Las ideas de muchos programas nuevos se importan directamente de Occidente.

En lo que a la cultura popular se refiere, al hablar de programas como Quién quiere ser millonario, Operación Triunfo, Friends, etcétera, se generalizan las acusaciones de que son una imitación barata de la cultura popular occidental. En cambio, los programas de noticias importados, como Fuego cruzado, se admiten con placer, y el cambio de formato de las noticias y los programas de actualidad es bien recibido. Este artículo pretende evaluar el impacto de los sectores informativo y de entretenimiento en la evolución de las sociedades árabes.

La industria de entretenimiento

Reseñas y análisis recientes del cine árabe muestran que la industria del entretenimiento –en especial el cine– ha servido para reflejar el cambio social. Los temas del pionero cine egipcio, que empezó en la década de los treinta de la mano de empresarios nacionalistas, trataban casi siempre sobre la vida de la clase alta y pocas películas describían la vida de la mayoría pobre. Sin embargo, el ascenso de la novela realista, como las escritas por el premio Nobel egipcio, Naguib Mahfuz, también tuvo repercusiones en el cine, en especial en los años ochenta. Uno de los principales logros de la industria cinematográfica fue que el nuevo realismo pusiera de manifiesto “los enemigos de dentro”, es decir, de dentro de las sociedades árabes, como los empresarios corruptos, los opresores de los derechos de las mujeres, etcétera.

El crecimiento del número y tamaño de los nuevos canales por satélite desde la década de los noventa ha aumentado la presión para que se aporten ideas para nuevos programas y películas en un intento de atraer más audiencias en toda la región y de competir con éxito con las emisoras locales. De esa forma, tanto en el cine como en programas de variedades televisivos se han introducido cuestiones e ideas controvertidas como la homosexualidad o la poligamia. De manera simultánea, la creciente afluencia de árabes a Occidente ha contribuido a aumentar entre los jóvenes árabes la conciencia de sus problemas diarios, tanto en su país como en el extranjero. En 1990, por ejemplo, la película argelina Cheb (Rachid Buchareb) ponía de manifiesto la fricción entre la cultura original y la europea (francesa).

Las minorías étnicas y religiosas también han hecho sentir su presencia en la escena cultural al producir y dirigir películas como Machaho (Belkacem Hadjadj), película argelina de 1994 en lengua bereber, y la kurda Un viajero silencioso, 1993, de Ibrahim Selman. No hace falta decir que los asuntos controvertidos escogidos en esas películas nuevas han provocado muchas críticas en intelectuales de generaciones anteriores. Un ejemplo reciente ha sido la película egipcia Memorias de una adolescente (2001), dirigida por la feminista, Inas El Degheidy, que muestra las dificultades de una adolescente que busca una operación “clandestina” para que le restauren la virginidad, requisito que exige la mayoría de los hombres egipcios para casarse.

Las críticas dirigidas contra tales películas y programas de tertulia surgen de la negación por parte de los sectores conservadores de que los protagonistas sean retratos “auténticos” de ciudadanos nacionales, especialmente las mujeres y, sobre todo, los estereotipos de la figura materna, de la hija o de la esposa. No obstante, esas obras populares reflejan la diversidad cultural en las sociedades árabes que se enfrentan a diferentes tipos de problemas y su heterogeneidad, por ejemplo, al usar los diversos dialectos árabes, ya sea el egipcio, el argelino o el del Golfo. Pero, aunque algunos de estos productos culturales populares se basen en experiencias reales de personas corrientes, otros, como los vídeos musicales, pueden representar una ruptura escapista de la realidad que lanza al espectador a una fantasía rica y sensual al estilo de Hollywood (ver mi artículo “Girl Power”, en Financial Times Magazine, 12 de noviembre de 2005).

Los informativos

El sector de noticias ha estado marcado igualmente por un claro cambio en el formato de los informativos. En lugar de seguir el modelo tradicional de boletines de noticias centrados en las actividades diarias de los jefes de Estado, los nuevos noticiarios ofrecen información en directo y se deleitan en cubrir noticias de última hora. El papel cada vez más importante de los corresponsales –no sólo como observadores sino también como analistas de acontecimientos lejanos– lo evidencian las conversaciones en directo de la central con sus corresponsales y la participación de éstos en otros programas como comentaristas.

El mayor nivel profesional de los periodistas, en especial de los educados en Occidente, junto con la creciente presencia de canales de noticias extranjeros, por ejemplo la CNN, han allanado el camino para un cambio en el formato de las noticias, en las nuevas ideas de programación y en los programas en los que participa el público. Si bien el formato de las noticias se ha occidentalizado, el contenido sigue en buena medida anclado en la concepción tradicional de los valores periodísticos; por consiguiente, los asuntos de política exterior dominan y ocupan una proporción elevada del tiempo de noticias y debate.

La consecuencia es que asuntos como la política de Estados Unidos, los conflictos en Kosovo y las relaciones de los países árabes con la Unión Europea, constituyen normalmente el centro del debate, y los asuntos de “realidad” como las cuestiones y los problemas internos, apenas están representados. De hecho, la “alta” política siempre ha tenido más valor informativo en los medios árabes, con preferencia sobre las cuestiones sociales inmediatas que, cuando se presentan, se incluyen normalmente en los programas femeninos, como Sólo para mujeres, de Al Jazeera. Como analizo en mi libro The Making of Arab News, estos asuntos “con valor informativo” no ayudan a los ciudadanos árabes a conseguir su libertad política.

Las cuestiones de política exterior están tan alejadas de los problemas diarios que se convierten en pretextos para desviar la atención. Además, la participación en cualquier conversación sobre estas cuestiones suele limitarse a gente culta y capaz de expresarse y no al hombre de la calle. Los programas de noticias deberían centrase en las preocupaciones inmediatas de los ciudadanos árabes, como son los problemas de los ancianos y los discapacitados, la pobreza, la prostitución, la falta de agua potable, la calidad de la educación primaria, etcétera.

El uso del árabe en la televisión

El papel del código verbal usado para dar las noticias y los asuntos de actualidad también está abierto a debate. Es un factor que a menudo se pasa por alto y que en mi opinión constituye una barrera para la democratización de los debates políticos presentados en los nuevos canales de noticias. Es el error generalizado de que todos los árabes comparten una lengua, mientras que en realidad su lengua materna es el dialecto vernáculo, que difiere de un país a otro y que se usa para la comunicación diaria. La variedad escrita de árabe (árabe estándar moderno, AEM) se limita tradicionalmente a la literatura, la escritura formal y la religión.

Mientras que las lenguas vernáculas acentúan la diversidad entre los árabes, el AEM fomenta la creencia en una identidad panárabe aparentemente homogénea. El AEM se ha convertido en el vehículo de los géneros televisivos “serios”, como los programas de noticias y actualidad presentados en los nuevos canales árabes. Teniendo en cuenta que la tasa de analfabetismo entre los adultos de la región llega al 40%, hay que preguntarse cómo se puede animar a muchos ciudadanos árabes a llamar a los programas de participación del público usando el AEM en lugar de su propia lengua vernácula. En marcado contraste con los programas de noticias, los canales de entretenimiento emiten casi todos los programas y series en una variedad de dialectos, y no en AEM. Es interesante que, según los cálculos, las noticias ocupen entre el 10% y el 30% de la producción televisiva media árabe, lo que significa que los canales de entretenimiento, como MBC y LBC, poseen de hecho la mayor parte del tiempo de emisión.

De modo que mientras el sector de las noticias pretende ir en una dirección y afirmar la supuesta homogeneidad panárabe, los programas de entretenimiento y culturales atraen a los públicos árabes en la otra dirección, la de aceptar las diferencias locales y, de ese modo, afirmar la diversidad cultural y nacional de los árabes. Por consiguiente, aunque en la actualidad la atención occidental se centra en evaluar los medios informativos árabes, no se debería pasar por alto el impacto de otros tipos de medios, como los de entretenimiento. Además, la evaluación del impacto de los programas de noticias y de actualidad no sólo debería basarse en lo cercana o adversa que sea la relación entre los periodistas y los políticos, sino que debería abarcar también otros factores como el contenido e incluso el idioma usado por dichos programas.

El sector informativo, gracias a su concentración en cuestiones de política exterior, ha alejado la atención del público de las cuestiones locales y sociales inmediatas (es decir, de los enemigos de dentro) para atraerla hacia actores extranjeros como EE UU. Los acontecimientos recientes de la región, por ejemplo la guerra de Irak y las amenazas a las que se enfrenta Siria, han ayudado a acentuar esta concentración en las cuestiones de política exterior y, de hecho, las encuestas de opinión pública demuestran inequívocamente que los medios informativos son una herramienta eficaz para establecer la agenda internacional entre los ciudadanos. Es preocupante que cuando se trata de establecer la agenda de los asuntos internos, normalmente se producen discrepancias entre el programa de los medios y el del público. Sin embargo, estos intereses internos se reflejan hasta cierto punto en el sector del entretenimiento.

Pero mientras los políticos y los dirigentes se preocupan por ejercer su censura en las noticias, los islamistas y los tradicionalistas intentan imponer su censura en los medios de entretenimiento, alegando que caen en el sensacionalismo y que airean escenas ostentosas y promiscuas que no representan la realidad o los valores idealizados. No cabe duda de que debido a la creciente migración y a la mayor sofisticación de los espectadores, la actual competencia entre los canales junto con el constante aumento del nivel profesional entre los que trabajan en los medios de comunicación producirán inevitablemente más cambios en la escena de la comunicación árabe.

Sin embargo, estos canales no podrán sustituir a los verdaderos partidos políticos e instituciones civiles. Lo que los pueblos árabes necesitan son verdaderas reformas democráticas que los animen y les permitan participar en la formación de su futuro político así como identificar a los enemigos internos. Necesitan poder discutirlo libremente en el sector informativo y en el del entretenimiento.