Cumbre de Mallorca: ¿éxito o fracaso moderado?

El Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones presenta diferencias de opinión sobre sus objetivos, que deberá matizar para establecer medidas concretas.

Domingo del Pino, consejero editorial de AFKAR/IDEAS

Las preocupantes divergencias políticas que caracterizan hoy la escena política española dificultan la comprensión de las políticas y acciones del gobierno y de su política exterior, objeto de una notable controversia. La Cumbre Euromediterránea celebrada en Barcelona el 27 y 28 de noviembre, y la primera reunión del Grupo de Alto Nivel (GAN) de la Alianza de Civilizaciones, que tuvo lugar simultáneamente en Palma de Mallorca, han sufrido las consecuencias de este excepcional enfrentamiento en los medios.

Fracaso o medio fracaso, éxito o medio éxito, son los veredictos intransigentes de los informadores sobre dos acontecimientos casi simultáneos y ambos iniciativa de la política exterior española: la Cumbre de Barcelona +10, y la reunión del GAN de la Alianza de Civilizaciones propuesta por el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero en septiembre de 2004. Remitirse a los hechos parece la mejor manera de establecer un balance objetivo. Surgida en el fragor de los atentados del 11 de marzo en Madrid y de la inmediata victoria electoral del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) el 14 de ese mes, la Alianza de Civilizaciones parecía inicialmente la mejor sublimación conceptual del enfrentamiento que surgiría con Estados Unidos tras la retirada de las tropas españolas de Irak, decidida por el nuevo gobierno socialista.

La guerra y la invasión de Irak iniciada en marzo de 2003, era la expresión más acabada de ese “choque de civilizaciones”, que auguraban algunos teóricos norteamericanos y que la actual administración Bush convirtió en realidad. La Alianza de Civilizaciones venía a sugerir que el desenganche de España de esa guerra injusta, que con tanta claridad habían rechazado los ciudadanos españoles, no era una simple cuestión interna española. Era también una aspiración a representar la otra visión de cómo pueden relacionarse los seres humanos y gestionar sus intereses contradictorios: en paz o en guerra, es una constante de la historia universal. Pero la Alianza de Civilizaciones, aún constituyendo un símbolo fácil de lo que con ella quería significarse, no había logrado –no lo ha hecho aún– explicar cómo dos visiones filosóficas antitéticas podían concretarse en medidas concretas.

La guerra de Irak era un buen ejemplo del “choque de civilizaciones”, pero ¿dónde estaba el ejemplo de la Alianza de Civilizaciones? Afortunadamente para el proyecto, la rápida comprensión por Turquía de que con ella podía proporcionarle un hinterland conceptual, un corpus teórico, a su estrategia para la adhesión a la Unión Europea (UE), vino a facilitar el progreso de la idea de la Alianza de Civilizaciones. En julio de 2004 el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, se convertía en copatrocinador con Zapatero de la idea. Poco después el secretario general de la ONU, Kofi Annan, la hacía suya y decidía crear un Grupo de Alto Nivel que debería tener como misión sugerir los mecanismos institucionales y prácticos para que, como el señor de Santa Teresa de Jesús que anda entre los pucheros, la Alianza de Civilizaciones tenga alguna incidencia sobre las ollas donde se cuecen los grandes problemas actuales –terrorismo, pobreza, inmigración, educación, diferencia, raza, cultura, identidades– para ser creíble.

La Alianza de Civilizaciones ha adquirido cierta forma y concreción en los 14 meses transcurridos desde su lanzamiento. En rápida secuencia, Zapatero lanza la iniciativa ante la Liga Árabe reunida en Túnez y obtiene su apoyo de principio; Turquía la coopta y le proporciona la primera finalidad concreta; la Asamblea General de las Naciones Unidas de septiembre de 2004 la aprueba y la universaliza; el secretario general de la ONU la hace suya, nombra al grupo de sabios de alto nivel y, a principios de noviembre de 2005, crea una secretaria a cargo de la Alianza de Civilizaciones. Finalmente, el 28 de noviembre, el GAN celebra su primera reunión en Palma de Mallorca y se da de plazo un año para traducir en medidas y acciones concretas lo que todavía no es más que una buena idea.

El GAN está compuesto por 18 miembros, aunque un escaño 19 ha sido reservado para un representante del este de Asia. Se ha procurado que estén representados personalidades de las diferentes regiones del mundo. De Oriente Proximo (dos representantes), norte de África (tres), África del Oeste y del Sur (uno cada una), Europa Occidental (dos), Europa del Este (uno), Estados Unidos (dos), Iberoamérica (uno) y Asia (dos del Sur y uno del Este). Entre los 18 sabios del GAN figuran como copresidentes, el español Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco y presidente de la Fundación Cultura de la Paz, y Mehmet Aydin, ministro de Estado turco y profesor de Teología. Además están, el ex presidente iraní Mohamed Jatamí, el primero en hablar de la necesidad del diálogo entre civilizaciones, el arzobispo y premio Nóbel de la Paz, Desmond Tutu, el rabino americano, Arthur Schneier, el consejero real marroquí, André Azulay, el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, y otras altas personalidades.

Cuatro mujeres, una representación relativamente reducida dada la importancia que el proyecto concede a la participación de la mujer, forman parte del GAN: Sheikha Mozah, esposa del emir de Qatar y presidenta de la Fundación para la Educación, la Ciencia y el Desarrollo de la Comunidad; la británica Karen Armstrong, historiadora de las religiones; la paquistaní Nafis Sadik, consejera especial de Annan; y la hindú Shobana Bhartia, directora del Hindustán Times de Nueva Delhi. Los países no islámicos que los miembros del GAN representan engloban a unos 50 millones de musulmanes, de los cuales 20 están en la UE y casi dos en España. Aunque no es la relación con ellos la que principalmente preocupa, no deja de ser menos cierto que las fronteras con la diferencia cultural, étnica y racial con otras culturas, no son sólo externas, sino también interiores. La exclusión no está sólo fuera de Europa, sino también dentro de las principales ciudades europeas.

A pesar del impresionante elenco de personalidades que forman el GAN, Annan parece no considerar suficiente las dos copresidencias a los efectos del funcionamiento práctico del grupo y en noviembre último creó, adjunta a él, una Oficina de la Alianza de Civilizaciones a cuyo frente nombró al profesor Tomas Mastnak, con Shamil Idriss como director adjunto. Mastnak, de nacionalidad eslovena, es autor de numerosas obras sobre pensamiento y teoría políticos y se ha especializado en la articulación de las relaciones de conflicto Este-Oeste, la cristiandad y el mundo musulmán, Europa y el mundo no europeo.

Es igualmente director de investigación del Instituto de Filosofía del Centro Científico de Investigación Científica de la Academia Eslovena de Ciencias, y de las universidades de Oxford, Americana de El Cairo, Harvard y Nueva York. Idriss, por su parte, es director del programa Búsqueda de bases comunes en las Relaciones Islam-Occidente y miembro del Comité de Coordinación del Foro Económico Mundial. La pregunta que sin duda muchos ciudadanos se han hecho es cuánto costará el lanzamiento de esta idea de Alianza de Civilizaciones. Algunos participantes, o la propia secretaría de la ONU, han informado que los trabajos del GAN costarán 3,15 millones de euros, de los cuales España invertirá voluntariamente un millón. El resto lo aportarán los otros países miembros de la Alianza de Civilizaciones.

El trabajo que deben realizar los “sabios”, primero para poner al mismo diapasón sus respectivas ideas sobre qué es y cómo puede articularse la Alianza de Civilizaciones, acaparará no poco esfuerzo, a juzgar por las diferentes interpretaciones que en los días previos al encuentro de Palma de Mallorca han expresado. En una entrevista concedida a AFKAR/IDEAS (nº6, primavera 2005), Zapatero decía que defiende la Alianza de Civilizaciones porque tiene el convencimiento moral de que las relaciones humanas deben basarse en el diálogo con el otro, en el respeto de las diferencias y en la aplicación universal de los derechos humanos. “Porque he nacido en un país, España, creado y enriquecido por diferentes culturas, entre ellas la árabe.Y porque me niego a aceptar que la teoría del profesor Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones –que no comparto– pueda convertirse un día en realidad” decía. “Prefiero la formulación de Edward Said que hablaba de ‘choque de ignorancias’”.

Según Zapatero, “el llamamiento español a la Alianza de Civilizaciones ha sido magníficamente acogido tanto en el seno de las Naciones Unidas como entre la mayoría de sus Estados miembros. La propuesta ha sido aceptada por la cumbre iberoamericana y acogida con entusiasmo por la Liga Arabe”. Para Erdogan, copatrocinador con Zapatero de la idea, una Alianza de Civilizaciones es precisamente lo que Turquía, un país de casi 80 millones de musulmanes, quiere forjar con la UE, en cuyo seno se han manifestado importantes reticencias a su ingreso en el “club”. El mundo, decía hace poco en entrevista al diario francés Le Monde, no debe correr hacia un choque de civilizaciones. Sin esta Alianza de Civilizaciones, la UE no podrá convertirse en una potencia mundial. Para Annan, se trata de unirse para luchar contra los extremismos de todo tipo y responder a la lógica de la violencia con la lógica del diálogo y la apertura.

“Manifiestamente es necesario que aprendamos a olvidar nuestros prejuicios colectivos” y que comencemos a promover un diálogo basado “en el principio de que la diversidad es un regalo precioso y no una amenaza”. “Debemos educarnos a nosotros mismos y a nuestras sociedades para superar los estereotipos con respecto al otro y evitar las categorizaciones simplistas que exacerban los malentendidos e impiden resolver los verdaderos problemas”. “Tenemos que unir esfuerzos para combatir al extremismo, que desgraciadamente está en aumento, no solamente en el marco del islam sino entre los creyentes de otras religiones”. El 27 de noviembre, el presidente francés, Jacques Chirac añadía su propia visión.

Recordaba que ya había dicho en la Unesco, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, que se trata de una urgencia de nuestro tiempo. “No aceptemos las trampas que nos tienden los que quieren oponer a los hombres, a sus creencias, a sus tradiciones. Los cuatro principios fundadores que el presidente Chirac le atribuía a la alianza eran: la igual dignidad de todas las culturas y su capacidad de enriquecerse las unas a las otras; el reconocimiento de la diversidad cultural, amenazada por el efecto laminador de la mundialización; el respeto del otro en su diferencia; y la solidaridad, principio sobre el cual se basan las sociedades europeas. La diversidad de visiones de los miembros del GAN tendrá que resumirse de alguna manera en una sola para que puedan establecer medidas concretas y planes de acción como se les pide. En noviembre de 2005, las visiones de la Alianza de Civilizaciones, aunque no divergentes, son todavía extraordinariamente matizadas entre ellos.

Annan la explicaba como un medio de tender puentes para superar prejuicios, percepciones equivocadas, concepciones hostiles y modo de impulsar la cooperación. Una falta de sincronización parecida la encontramos, en esta fase inicial, sobre los objetivos que cada cual cree que debe perseguir la Alianza de Civilizaciones. Eliminar los malentendidos entre el mundo occidental y el islam, “la seguridad de la paz y no la paz de la seguridad”, según Mayor Zaragoza; combatir la pobreza y la exclusión social, las crisis estructurales de los modelos económicos “que no explican las causas originarias de las fracturas de civilización, pero contribuyen a generar crisis entre culturas”, según Iglesias; que la “islamofobia” sea considerada “crimen de lesa humanidad” al igual que el antisemitismo, según Erdogan, etcétera.

El único documento oficial que hasta ahora establece las competencias y lo que se espera del GAN es el SG/SM/10073/Rev.1 del 2 de septiembre de 2005, mediante el cual Annan anunciaba la composición del grupo de sabios. Éste deberá, entre otras cosas, proporcionar una evaluación de las nuevas amenazas para la paz y la seguridad internacionales, en particular de las fuerzas políticas, sociales y religiosas que alimentan el extremismo; identificar las acciones colectivas que deben emprender las instituciones y la sociedad civil para hacer frente a esas amenazas; recomendar a los Estados, a las organizaciones internacionales y a la sociedad civil un programa de acción para promover la armonía entre las sociedades; establecer los partenariados que ayudarán a las sociedades a comprender mejor sus diferencias, reforzando sus puntos comunes. El GAN se reunirá cada tres o cuatro meses hasta diciembre de 2006, cuando en principio finalizará su misión. La primera de esas reuniones tendrá lugar en el Emirato de Qatar y la última probablemente en Turquía.