Consejo Nacional Sirio: crónica de un fracaso anunciado

El CNS se ha visto obligado a renunciar al monopolio de la oposición incorporándose a una nueva plataforma reconocida como representante legítima del pueblo sirio.

Ignacio Álvarez-Ossorio

El Consejo Nacional Sirio (CNS) nació con la voluntad de unificar a la oposición, mantener el carácter pacífico de la revuelta e instaurar una Siria democrática, plural y civil tras la caída del régimen de Bashar al Assad. Catorce meses después se ha visto obligado a rendirse ante la evidencia de su fracaso e incorporarse a la nueva Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria. La revuelta siria arrancó el 15 de marzo de 2011. Como en otros países árabes, la población salió a las calles para demandar la caída del régimen autoritario, la derogación de las leyes de emergencia y el restablecimiento de las libertades públicas. Después de varias tentativas fallidas, el 23 de agosto de ese mismo año se anunció la creación del CNS que se cifró como objetivos respaldar las movilizaciones populares y luchar a favor de la libertad, la dignidad y la democracia. Fueron necesarios cinco meses para que los grupos de la oposición siria vencieran sus diferencias y se pusieran de acuerdo en torno a la distribución de poder.

El Consejo estaba compuesto por los Hermanos Musulmanes, los Comités de Coordinación Locales (CCL), la Declaración de Damasco, el Bloque Nacional, el Bloque Kurdo, la Organización Democrática Asiria, figuras independientes y dirigentes tribales. Desde un primer momento se puso especial énfasis en que el CNS debería reflejar la heterogeneidad de la sociedad siria en lo que se refería a su diversidad confesional (musulmanes suníes, alauíes, drusos e ismaelíes y cristianos de diferentes iglesias), étnica (árabes, kurdos, asirios, turcomanos, etcétera) e ideológica (laicos, islamistas, liberales, izquierdistas, independientes, etcétera), aunque pronto quedó claro que era un club suní dominado por los Hermanos Musulmanes. El primer presidente, elegido por consenso, fue Burhan Ghaliun. Su elección fue interpretada como un intento de dar una imagen moderada y moderna, ya que Ghaliun era un prestigioso profesor universitario conocido por su defensa de un Estado laico.

El hecho de no militar en ninguna formación fue considerado inicialmente como una ventaja, pero a la larga se convirtió en una tara ya que su acción se vio condicionada por los Hermanos Musulmanes, la principal fuerza del CNS. De manera intencionada, y siguiendo la estela de las revoluciones tunecina y egipcia, se buscó que el CNS no tuviera un líder carismático que lo eclipsara. Adib Shishakli, uno de sus fundadores, señaló al respecto: “No habrá iconos, sino más bien tecnócratas y personalidades de la oposición que han sido elegidos en función de la distribución geográfica de las provincias para asegurarse de que todas las etnias y sectas estén representadas” (Al Sharq al Awsat, 19 de agosto de 2012). Se trataba, por tanto, de rehuir de los personalismos y garantizar una revuelta sin líderes.

El Programa Político del CNS

El 17 y 18 de diciembre, el CNS aprobó su Programa Político que reclamaba el establecimiento de un Estado democrático, civil y pluripartidista con una plena división de poderes. Asimismo se mostró favorable a respetar la legalidad internacional, preservar los derechos humanos y las libertades fundamentales (libertad de opinión, expresión y reunión) y garantizar los derechos de las minorías. También se comprometió a que la futura Constitución reconociera los derechos nacionales de los pueblos kurdo y asirio y la unidad territorial siria. Además, insistió en la necesidad de mantener el carácter pacífico de la revuelta, unificar a la oposición y conseguir el reconocimiento internacional del CNS. El 22 de enero de 2012, la Liga Árabe planteó un plan de transición que contemplaba el diálogo político entre el gobierno y el conjunto de la oposición para establecer un sistema democrático y pluralista.

El objetivo sería crear un gobierno de unidad nacional dirigido por el vicepresidente Faruq al Shara, que se encargaría de convocar unas eleciones libres y transparentes bajo supervisión internacional en un plazo de dos meses. El 28 de ese mes, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debatió una resolución que daba su apoyo a dicho plan, pero el veto de Rusia y China impidió su aprobación. El bloqueo del Consejo de Seguridad obligó a explorar otras vías, entre ellas la creación de un Grupo de Amigos de Siria que se reunió por primera vez en Túnez el 24 y 25 de marzo. Ante esta cita, el CNS se vio intensamente presionado para que se plegara a la iniciativa de la Liga Árabe. El CNS aceptó a regañadientes un gobierno transitorio en el que tomaran parte “miembros aceptables del régimen”, siempre que no tuvieran las manos manchadas de sangre ni estuviesen implicados en casos de corrupción. Su misión sería supervisar las elecciones a una Asamblea Constituyente que redactaría la nueva Constitución y garantizar el desarrollo de elecciones legislativas y presidenciales en un plazo de 12 a 18 meses.

Asimismo, el CNS tendió puentes hacia los grupos armados al dar su “respaldo al Ejército Sirio Libre (ESL) y a todas las formas de resistencia popular” y a los intentos de “deponer al régimen del Assad mediante medios no violentos”, aun reconociendo que “el pueblo sirio tiene el derecho a protegerse a sí mismo y a sus comunidades”. Con este movimiento, el CNS pretendía adaptarse a la creciente militarización de la revuelta. El ESL, cada vez más activo, estaba integrado por desertores de las Fuerzas Armadas y por voluntarios civiles. A pesar de que en un principio solo desarrollaba labores defensivas, con el tiempo lanzó también operaciones ofensivas contra las fuerzas del régimen.

Los escasos avances en la lucha contra Bashar al Assad agudizaron las tensiones entre el CNS y el ELS, especialmente tras el establecimiento de una Oficina de Enlace Militar por parte del primero. Su misión sería “comunicarse con los grupos opositores armados, organizar y unificar sus mandos en un solo comando central, definir sus misiones defensivas y ponerlas bajo supervisión del CNS y coordinar sus actividades de acuerdo con la estrategia global de la revolución”.

El bloqueo del CNS

En respuesta a las presiones del Grupo de Amigos de Siria, reunido el 1 de abril en Estambul, el CNS se comprometió a través del Pacto Nacional para una Nueva Siria a unificar a la oposición. No obstante, estas tentativas fracasaron nuevamente. En el propio seno del CNS se empezaron a registrar disensiones y dimisiones. Radwan Ziadh ejerció la autocrítica al señalar: “Se han cometido errores y los miembros del CNS no son representativos: no hay combatientes del interior, lo que hace que carezca de legitimidad. Por eso defiendo la creación de un nuevo CNS desde cero” ( Al Yazira, 13 de mayo de 2012). Rima Fleihan, una defensora de los derechos humanos que había abandonado previamente el Consejo, afirmó: “El CNS está al borde del colapso a menos que se transforme en el representante del conjunto de la oposición” (Reuters, 21 de mayo de 2012). Ante la agudización de las divisiones, Ghaliun presentó su dimisión el 22 de mayo. En la reunión del CNS celebrada en Estambul los días 9 y 10 de junio se eligió a Abdel Baset Saida, un académico kurdo residente en Suecia, como su sustituto.

El respaldo de los Hermanos Musulmanes fue decisivo para su elección frente a otros candidatos más incómodos como George Sabra, un cristiano próximo al histórico dirigente comunista Riad al Turk (conocido como el Nelson Mandela sirio). La incapacidad del CNS para aglutinar al conjunto de la oposición quedó en evidencia una vez más. Ante esta situación, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, advirtió que el CNS “no puede ser considerado más como el líder visible de la oposición” ofreciendo su apoyo a la Iniciativa Nacional Siria planteada el 1 de noviembre por el exdiputado Riad Seif. El Plan Seif constataba el fracaso de la revolución sin líderes propugnada por el CNS al afirmar: “Siria necesita desesperadamente un fuerte liderazgo que sea cooperativo e inclusivo, un liderazgo que responda a las necesidades de la revolución y a la firmeza de nuestro pueblo”.

Además planteó la creación de un Consejo integrado por grupos políticos, consejos locales, fuerzas revolucionarias y figuras nacionales; un Consejo Militar Supremo que incluirá representantes de las consejos militares y de las brigadas; un Comité Judicial; y un gobierno de transición integrado por tecnócratas. La Cumbre de Doha, celebrada del 8 al 11 de noviembre, se cerró con el establecimiento de una Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria. Muaz al Jatib, antiguo imán de la mezquita de los Omeyas, fue designado su presidente, y Riad Seif y Suhayr al Atasi sus vicepresidentes. Esta nueva plataforma fue inmediatamente reconocida como representante legítima del pueblo sirio por el Consejo de Cooperación del Golfo, la Liga Árabe y Francia.

Estos cambios obligaron al CNS a llevar a cabo una profunda renovación mediante la elección de George Sabra, de confesión cristiana, como nuevo presidente y de Muhamad Faruq Taifur, de los Hermanos Musulmanes, como vicepresidente. A pesar del golpe sufrido, el CNS se mantiene como la principal fuerza de la Coalición Nacional (con 22 de los 65 miembros). Queda por saber si, una vez que ha renunciado al monopolio de la oposición, el CNS será capaz de adaptarse a la nueva distribución de fuerzas existente sobre el terreno.