afkar/ideas
Co-edition with Estudios de Política Exterior
Acuerdo entre Hezbolá y los salafistas
El Memorándum de Entendimiento entre las dos fuerzas libanesas ayudó a quebrar el ciclo de tensión sectaria, pero ¿debilita o refuerza las disputas confesionales?
Omayma Abdellatif
El Memorándum de Entendimiento (MDE) firmado por Hezbolá y una facción salafista en agosto de 2008 arrojó luz sobre uno de los contenciosos más apremiantes de la región, la creciente tensión sectaria fomentada por la invasión de Irak encabezada por Estados Unidos en 2003. El Memorándum se estancó un día después de firmarse, al someterlo los firmantes a una comisión religiosa. Pese a eso, ayudó a quebrar el ciclo de tensión sectaria, aunque por poco tiempo. Asimismo, puso de manifiesto que Hezbolá y los salafistas, considerados la facción suní más fundamentalista, podían emprender un diálogo o incluso llegar a un entendimiento en temas comunes. El Memorándum, que tuvo una atención mediática sin precedentes, se concluyó en paralelo a una vertiginosa tensión sectaria entre las poblaciones chií y suní del país. Se suscribió tras una inusitada ola de refriegas sectarias en la capital libanesa, entre los partidarios de Tayyar al-Mustaqbal, la principal fuerza política de la calle suní, y los miembros de la minoría alauí en el barrio tripolitano de Yebel Mohsen. El Memorándum, por tanto, resultó una grata sorpresa, al acercar a dos bandos cuya rivalidad profundamente arraigada es conocida.
El MDE ha suscitado reacciones controvertidas entre los suníes en general y los salafistas en particular. Sin embargo, es importante comprender el contexto que subyace tras el Memorándum y el equilibrio de poder entre las fuerzas salafistas, y así reconocer que dichas fuerzas no representan a todos los movimientos islamistas de Líbano en la actualidad. Además, el MDE plantea interrogantes fundamentales sobre los propósitos de los firmantes y las características de las fuerzas salafistas hoy en activo; también sobre la lucha por el poder en el seno de los salafistas, entre los salafistas “oficiales”, que cuentan con el apoyo de la clase política y religiosa, y las fuerzas salafistas más independientes.
El salafismo en Líbano
Las ciudades septentrionales de Trípoli, Akkar y Denya, encarnan el bastión suní del país. Albergan la sede de unas 20 asociaciones salafistas existentes en forma de institutos de enseñanza religiosa y una extensísima red de organizaciones benéficas. Estas entidades se han desarrollado de modo independiente y carecen de cualquier tipo de dirección centralizada. Los intentos anteriores de establecer algún tipo de liderazgo centralizado habían cosechado un éxito limitado. En 2004, Hassan al-Shahal creó el “Politburó islámico”, para congregar a las organizaciones salafistas. Su propósito, en sus propias palabras, era “controlar los acontecimientos políticos en Líbano”. Esta actitud reflejaba un interés insólito de los salafistas por los asuntos políticos libaneses y el fin de 30 años de abstinencia política durante la ocupación siria del país.
Tras el asesinato del primer ministro libanés Rafik Hariri, en febrero de 2005, los salafistas adoptaron como ideología política lo que se llamó “sunismo político”. Varias fuerzas salafistas se implicaron en política con el eslogan “defender a los ahl al-sunna” [los suníes], y ese interés se puso de manifiesto con toda claridad en las elecciones de 2005, cuando las fuerzas salafistas ayudaron al Movimiento del Futuro a lograr una victoria aplastante en Trípoli, haciéndose con los 28 escaños. Es difícil calcular la influencia política de los salafistas. Algunos analistas sugieren que la fuerza de una organización salafista puede medirse según el número de instituciones que posea y el número de personas que emplee; otros creen que se puede calcular en función de su capacidad de movilizar el apoyo popular.
Sin embargo, cuando una sociedad está profundamente polarizada y marcadamente dividida en líneas sectarias –como es el caso de Líbano actual–, quienes gozan de más poder son los salafistas que adoptan una actitud extremadamente dura frente a Hezbolá y, por defecto, los chiíes. Otro argumento es que la importancia del movimiento salafista reside en su potencial para agravar las tensiones y conflictos sectarios. Así lo atestiguan las declaraciones y sermones religiosos de algunas figuras salafistas que incitan al miedo multiplicando la magnitud de la amenaza que chiíes y alauitas suponen para los suníes.
Los neosalafistas
Otro logro importante del MDE es haber hecho saltar a la palestra a un grupo de salafistas que han adoptado un discurso distinto del esgrimido por el movimiento salafista dominante. Las diferencias pasadas entre los salafistas que firmaron el Memorándum y los que se oponían a dar ese paso resurgieron durante una reunión convocada por el muftí de Trípoli, Sheij Malik al-Shaar, celebrada a mediados de julio en el Centro Islámico Suní.
Asistieron al encuentro 50 personalidades salafistas, entre las cuales se encontraban Hassan Shahal y Safwan Al Zo’abi, responsable del consejo de administración de Waqf al- Turath al-Islami [Legado del Patrimonio Islámico] y uno de los artífices del acuerdo con Hezbolá. No acudieron a la cita ni Dai al Islam, responsable de Yameyiaat al-hedyia wa al-Ehsaan [Asociación Islámica de Orientación y Beneficencia], ni representantes del salafismo oficial. Esta reunión sentó las bases para el nacimiento de lo que los medios de comunicación bautizaron como “neosalafistas”, en referencia a un grupo salafista que ha adoptado un discurso poco convencional, que fomenta el diálogo con Hezbolá y se niega a participar en el conflicto de inspiración sectaria con la Chía o supeditarse al establishment político del Movimiento del Futuro o religioso del Dar al Fatwa. Así pues, el MDE puede considerarse fruto de este nuevo discurso salafista. Estos salafistas independientes afirman representar a la mayoría de los salafistas del Norte.
Su principal fuente de financiación procede de Kuwait, a diferencia del resto de asociaciones salafistas, que cuentan con el respaldo de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Además, en todas las aldeas septentrionales de Líbano pueden encontrarse proyectos benéficos financiados por Legado del Patrimonio Islámico. Este movimiento salafista emergente se distingue de los salafistas tradicionales por los siguientes objetivos: –
Ofrece a musulmanes y libaneses un discurso salafista no dominante. Lo demuestran al entablar diálogo con Hezbolá. Con ello, en palabras de Al Zo’abi, se pone de manifiesto el “verdadero rostro moderado del salafismo”. Al Zo’abi también denunció a los grupos salafistas interesados en “fomentar la tensión e intimidar a los demás”, en referencia a la alianza entre Dai al Islam y el Movimiento del Futuro.
– Se ha negado a ser utilizado, según declaró uno de los islamistas tripolitanos, como “espantapájaros” para asustar a los chiíes, o a tomar parte en alguna contienda con la Chía que pueda redundar en beneficio del Tayyar al Mustaqbal, movimiento que muchos salafistas consideran secular. “La gente considera a los salafistas atrasados, unos bárbaros; queríamos decirle que somos seres humanos, deseamos entablar un diálogo, deseamos reconocer a los demás. Hemos demostrado ser mucho más moderados que un buen número de los partidos políticos descritos como tales”, afirmó Al Zo’abi.
La historia del Memorándum
Durante los meses previos a la firma del MDE, se celebraron varias reuniones y hubo mucho diálogo entre los dirigentes de Legado del Patrimonio Islámico y Hezbolá. Sin embargo, hay versiones contradictorias sobre quién inició este diálogo. Al Zo’abi, responsable de Legado del Patrimonio Islámico, atribuye el mérito a la entidad que representa, mientras que Shahal sostiene que fue iniciativa de Hezbolá. Estas reuniones se intensificaron durante el mes de julio, cuando Shahal respondió a las convocatorias a proseguir el diálogo.
Se celebraron tres encuentros oficiales que abordaron la cuestión esencial de cómo evitar un conflicto entre suníes y chiíes. Al Zo’abi, interlocutor reputadamente acérrimo, llevó la batuta de las negociaciones (que acabaron con la firma del Memorándum). Su primera condición era subrayar la importancia de debatir los temas más delicados, por lo que sugirió que el primer punto del Memorándum rezara: “Si Hezbolá ataca a los salafistas y a otros en Trípoli, todos congregaremos nuestras fuerzas para combatirlos”. Al Zo’abi también advirtió a los dirigentes de Hezbolá: “No transigiremos en cuestiones ideológicas. No cederemos un ápice en nuestras creencias”. Según Shahal, el diálogo no ha perseguido un acercamiento confesional ni ideológico, sino la garantía de que en Trípoli no se producirán quebrantamientos de la seguridad como los que tuvieron lugar en Beirut o Monte Líbano el 7 de mayo. Su principal objetivo ha sido impedir más conflictos.
Aunque por ahora el Memorándum está bloqueado, Shahal ha mantenido su postura. Explicó que conservar el apoyo de los salafistas y la comunidad suní más extensa constituía una de las principales inquietudes de los firmantes del acuerdo. Se pactó crear una comisión que se ocupara de explicar el MDE a las distintas organizaciones salafistas y sus bases populares. Por otro lado, la intención de Hezbolá era mostrar que no había roto los vínculos con toda la comunidad suní a raíz del callejón sin salida político en el que llevaban dos años, y que contaba con aliados entre las filas suníes, algunos de ellos islamistas. Sin embargo, Hezbolá se situó en una postura difícil, al tratar de poner de su lado a la propia fuerza suní implicada en la instigación de sentimientos confesionales hostiles.
Como resultado, la organización aprovechó la primera oportunidad de entablar diálogo con los salafistas. Al tender la mano a los fundamentalistas suníes, Hezbolá demostró a los dirigentes y partidarios del Movimiento del Futuro que era consciente del profundo cisma que habían causado las políticas y prácticas erróneas. Asimismo, dejó claro que no se detendría ante nada a la hora de preservar su imagen de partido de la resistencia y ahorrar a los musulmanes los conflictos sectarios. Así que Hezbolá había ignorado al Movimiento del Futuro, considerado “el representante de los suníes” y la única formación lista para negociar con Hezbolá en términos “políticos” y no “sectarios”. Sin embargo, fuentes próximas al partido tachan estas declaraciones de inexactas. Sostienen que el Movimiento del Futuro contribuyó en gran medida a las tensiones sectarias al hacer uso de los medios de comunicación, los pequeños grupos armados del Norte y algunos jeques como instrumentos para incitar la tensión sectaria sobre el terreno.
También se discute a quienes afirman que Hezbolá ha estado negociando con un grupo reducido de salafistas, en vez de con el verdadero representante de los suníes, es decir el Movimiento del Futuro. Sin embargo, hay otras fuerzas suníes, sobre todo en el Norte, que no reconocen al Movimiento del Futuro como representante exclusivo de los suníes de Líbano. Tras una visita a El Cairo, Omar Karami, antiguo primer ministro, declaró que hay fuerzas suníes que no trabajarán bajo la tutela de Hariri y el Movimiento del Futuro, ni aceptarían convertirse en instrumentos de una campaña contra la Chía. Sin embargo, Hezbolá se equivocó al subestimar el poder y la independencia de los grupos salafistas. Aunque haya diferencias entre estas facciones y el Movimiento del Futuro o el resto de salafistas oficiales, en última instancia la lealtad sectaria somete a las facciones individuales.
Por tanto, son incapaces de llegar a un acuerdo con Hezbolá si ello socava su popularidad en las bases. Como resultado, Hezbolá no ha logrado garantizar el apoyo político que requería el Memorándum. Dicho apoyo podría haber adoptado la forma de un encuentro entre los líderes de Hezbolá y el Movimiento del Futuro. Al Zo’abi, firmante del acuerdo, añadió que “la solución política contribuye a poner fin al conflicto. Nosotros solos no podemos impedir el conflicto; podemos dar el primer paso hacia la resolución, pero son los políticos quienes tienen la última palabra”. Y prosiguió: “Si se hubiera mantenido elapoyo político mediante una reunión entre los dirigentes de ambas partes, las cosas no hubieran tomado este cariz. Sin embargo, retiraron su apoyo político”.
¿Hay una pugna por la influencia en el Norte entre sirios y saudíes?
Arabia Saudí parece haber enviado mensajes contradictorios en cuanto al bando que apoya. Según afirma el propio Hassan Shahal, el embajador saudí lo felicitó por llegar a un acuerdo con Hezbolá. Sin embargo, una semana más tarde, durante su visita a Trípoli, el embajador se reunió con Dai al Islam, donde el muftí hizo las veces de anfitrión. Aquello demostraba que Arabia Saudí apoyaba a Dai al Islam, no a Hassan Shahal. Tras el encuentro, las autoridades religiosas hicieron vehementes declaraciones en las que acusaban implícitamente a Hezbolá de infiltrarse entre los suníes y dividirlos.
Algunos sacaron a colación la rivalidad entre kuwaitíes y saudíes por el poder entre los salafistas, mientras otros hablaban de una pugna entre sirios y saudíes por la influencia en Trípoli. Sin embargo, todo intento de vincular los incidentes domésticos al conflicto regional, más amplio, o a la disputa entre saudíes y sirios sólo se justifica parcialmente. Hace poco que los árabes han empezado a mostrar interés por los acontecimientos de Trípoli, como pone de manifiesto la reciente visita del embajador saudí y el ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Ahmed Abul Gheit, que habló del mal que “puede brotar del Norte” durante su visita a Beirut en agosto.
¿La disputa entre Hezbolá y los salafistas es ideológica o política?
El Memorándum no logró responder a la pregunta de si la disputa entre Hezbolá y los salafistas es de tinte ideológico o político. A pesar de contener un lenguaje marcadamente religioso, el objetivo primordial de todo intercambio verbal entre suníes y Hezbolá es político. Incluso si el diálogo presenta a los suníes como víctimas humilladas y derrotadas, sigue sin perder su enfoque político; así lo vemos cuando Dai al Islam habla de la “comunidad suní tratada injustamente”. En realidad, estos diálogos profundizan las divisiones religiosas y utilizan la identidad confesional de los suníes como arma política contra Hezbolá.
El Movimiento del Futuro, por ejemplo, se sirve de esta técnica para movilizar a sus partidarios. A raíz de ello, los salafistas son utilizados como instrumento para incitar las tensiones religiosas; una destacada personalidad salafista, Hassan Shahel, reconoció en una ocasión estar al corriente de las acusaciones de que “Saad Hariri usa a los salafistas cuando le place”. De modo que, aunque los salafistas de la corriente dominante insistan en negarlo, se trata de una disputa política, que se ha intensificado al recurrir a las diferencias ideológicas para movilizar el apoyo suní. No obstante, Legado del Patrimonio Islámico apoya el diálogo con Hezbolá y no persigue utilizarlo con fines políticos. A diferencia del Movimiento del Futuro, no está políticamente activo ni destina su obra benéfica ni sus donaciones a objetivos políticos.
Eso significa que se sirve del diálogo intelectual para alcanzar una posición intermedia, y no como un arma contra Hezbolá. Asimismo, afirma que, hasta ahora, el diálogo ha girado en torno a temas ideológicamente polémicos. Además, no reconoce el punto de vista de Dar al Fatwa como actor y como facción, llevándolo a demandar la reforma de la totalidad de la comunidad suní, empezando por el muftí.
El Movimiento del Futuro y los salafistas: una alianza profana
El Movimiento del Futuro confía en contar con los salafistas como una fuerza poderosa que no debe subestimarse. Sin embargo, esta alianza entre el Movimiento del Futuro y los salafistas ha pasado por momentos difíciles. Ahora los segundos creen tener más poder e influencia en la calle y varios de sus miembros han llegado a reclamar un “regreso político” al Movimiento del Futuro y el apoyo que éste brinda. Los hay que quieren estar en las listas electorales del partido en los próximos comicios de junio; otros prefieren contribuir a la formación de sus miembros y devolver su lugar a la religión como componente básico de la ideología del Movimiento del Futuro.
¿Qué depara el futuro al Memorándum?
Dado que los salafistas carecen de organismo centralizado o consejo consultivo, una comisión religiosa compuesta por expertos representantes de todas las asociaciones salafistas será la encargada de evaluar el Memorándum. Posteriormente se someterá a la aprobación de un consejo consultivo mayor, integrado por ulemas (eruditos) salafistas. Luego el Memorándum se firmará, enmendará o rechazará según sus comentarios. Como consecuencia, el diálogo con Hezbolá se renovará o desestimará. En última instancia, la decisión seguirá siendo política.