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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Turismo religioso en Siria
Allá por donde dirijamos nuestros pasos, nos encontramos con mausoleos, tumbas de santos y santas cristianos, santones y compañeros del profeta Mahoma.
Rifaat Atfé
Siria, tierra de convivencia y tolerancia, es un país rico en culturas. Un país sembrado de huellas de los lugares más sagrados de todas las creencias, lo que explica el florecimiento del turismo religioso en la actualidad, ya se trate de lugares cristianos o musulmanes. En un mismo espacio se hallan reunidos varios credos, sin que aparezca la menor suspicacia de uno hacia otro, sin enfados ni rechazos.
Pensemos, por ejemplo, en el casco o recinto de la Mezquita de los Omeyas de Damasco, en el que nos tropezamos con restos arqueológicos como el templo arameo Bel, el templo romano Júpiter o la basílica cristiana. La misma mezquita alberga los mausoleos de San Juan Bautista, la cabeza de Husein, nieto del profeta Mahoma e hijo de Alí, el cuarto califa en la historia del Islam, y el mausoleo del famoso sultán Saladino.
Allí nos tropezaremos también con visitantes y turistas religiosos de todas las sectas de ambas religiones, que rezan y presentan sus ofrendas en armonía, cosa muy inhabitual en muchos países del mundo. Damasco –no creemos exagerar– es la cuna del cristianismo: se conoce el lugar donde San Pablo tuvo la visión que le llevó a convertirse milagrosamente al Cristianismo, tras su paso del desierto al paraíso damasceno. Presa de remordimientos por su fanático ataque contra los cristianos, sufre, en medio de una tormenta de relámpagos y delirios, una ceguera, en la que cree encontrarse verdaderamente con Cristo que le habla y le indica el camino a la fe.
Ese lugar está a menos de 10 kilómetros de la ciudad de Damasco y se llama Tall Al Kaukab, es decir colina de la estrella, y el pueblo Daría, es decir casa de la visión, en referencia a la luz-relámpago y a la visión que tuvo el santo. Allí quedan los restos de un convento que confirman el relato de muchos historiadores y viajeros árabes y extranjeros. Se ha construido un nuevo convento en memoria del santo. En Damasco también se encuentra la capilla de Ananías, el cristiano que ayudó a San Pablo a recuperar su visión y lo ayudó a convertirse al cristianismo.
Esta capilla, supuestamente el sótano de la casa de Ananías, se considera hoy en día la única capilla paleocristiana de adoración, fechada en el primer siglo de nuestra era. No menos importancia tienen, para los musulmanes en general y para los chiíes en particular, los mausoleos de Sayida Zainab, Sayida Roqaya, hermanas de Hussein, venerados y visitados por miles de musulmanes chiíes así como por otros miles de turistas ya que ofrecen una riquísima decoración. En la falda de la montaña Qasiun está el mausoleo y la mezquita del gran maestro sufí, Ibn Arabi “el murciano”, cuyos adeptos y seguidores de todo el mundo viajan en peregrinación a su tumba, para celebrar sus ideas y obra e intentar aproximarse a su manera de ver y vivir el mundo, de gozar de la visión de lo que nunca un no iniciado podrá ver, ni un iluminado podrá comunicar.
En los alrededores de Damasco está el convento Seidnaya (que en arameo significa “Nuestra Señora”), construido por el emperador Justiniano. La historia cuenta que, saliendo éste a cazar, se le cruzó de repente una gacela a la que persiguió hasta una colina. Allí fue donde se le apareció la Virgen que le mandó construir el convento, hoy en día considerado el lugar más importante después de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. No lejos de este gran centro de turismo religioso y laico, se halla Maalula que alberga el convento y la tumba de Santa Tecla. Esta santa, a la que los romanos querían matar por haberse olvidado de su condición de infanta y haberse convertido al cristianismo, vio cómo el camino de su huida se cerraba por la complicada orografía de la zona.
Se encomendó a Dios que no tardó en abrirle un desfiladero en mitad de la gigante roca para que pudiera escapar de sus perseguidores. En esta leyenda se basa la historia y el desarrollo de Maalula, que cambió el nombre romano de Seliócopolis, por el actual, derivado de una palabra aramea que significa “entrada”: la garganta que supuestamente se abrió en la roca y le facilitó la huida. Allí se edificó un convento en honor a la mártir, al pie de la cueva que conserva sus restos. Este lugar no sólo atrae a peregrinos cristianos, sino también a musulmanes en busca de favores y curación de sus dolencias. También llegan muchos para oír el Padre Nuestro en arameo, la lengua de Cristo, que todavía se habla allí junto con la lengua árabe.
En la provincia de Homs nos encontramos con el mausoleo y la mezquita de Jaled Ben Al Walid: uno de los héroes más famosos de la primera fase de expansión arabomusulmana en Irak y Siria, venerados por los musulmanes de todo el mundo. También en la provincia de Homs, en el Valle de Al Nasar, a pocos kilómetros del Krak de los Caballeros, se encuentra el convento de San Gregorio para los cristianos y Al Yedr o Abu Al Abbas para los musulmanes. La construcción del convento original se remonta a la misma época que el de Seidnaya. También es venerado por cristianos y musulmanes que en sus peregrinaciones al lugar, hacen ofrendas y sacrificios, esperando que el santo cumpla sus deseos.
En Edleb y en el pueblo Deir Sharqi o Deir Samaan, (convento de San Simón el Estilita) nos tropezamos de nuevo con este fenómeno que tanto se repite en Siria: el encuentro entre cristianismo e islam. En este convento se encuentra la tumba del más venerado califa omeya, Omar Ben Abdelaziz, junto a la tumba de San Simón el Estilita. Lo mismo, o casi lo mismo, ocurre en la gran Mezquita Omeya de Alepo, cuya construcción se remonta a la misma época que la de Damasco. Se construyó en el emplazamiento de la iglesia bizantina de Santa Elena, madre de Constantino el Grande, que alberga el mausoleo de Zacarías y su cofradía de devotos ciegos que le veneran.
En Siria, allá por donde dirijamos nuestros pasos, nos encontraremos con mausoleos y tumbas de santos y santas cristianos y santones y compañeros del profeta Mahoma. Sin ir más lejos, en Raqqa a orillas del Éufrates, se hallan las tumbas y mausoleos de muchos de estos compañeros, como Ammar ben Yaser, Uais Al Qarvin y Wabisa Al Asadi. Un gran complejo religioso se ha erigido últimamente en su memoria y sus visitantes de todas las sectas se cuentan por miles. En Siria, y allá donde vayamos, siempre nos esperan verdaderas sorpresas.