Solo mediante el acuerdo y la negociación puede salvarse Libia
Bernardino León
Alo largo de los nueve últimos meses, los dirigentes libios han dado muestras de una gran responsabilidad política al tratar de sacar a su país del caos, el terrorismo, la muerte y la destrucción, de superar sus divisiones y de situar a Libia en la senda de la prosperidad y la estabilidad. Gracias a los grandes esfuerzos de los dirigentes y al apoyo del pueblo libio, es posible alcanzar un acuerdo político para afrontar los desafíos urgentes que tiene por delante el país. Solo mediante el diálogo, la buena voluntad de los principales implicados y el apoyo de Naciones Unidas y de la comunidad internacional en general, podrán los libios superar sus diferencias. Esta urgencia por llegar a un acuerdo se debe a muchos factores. En Libia, las condiciones sobre el terreno están empeorando. Cada día de combate, crecen el sufrimiento y el coste humano, a la vez que se destruyen las herramientas y los recursos necesarios para la recuperación.
La economía está en ruinas, mientras la moneda se hunde y la producción de petróleo, el pilar económico del país, atraviesa momentos difíciles. A diario se producen más muertes, más desplazamiento, más tráfico de seres humanos, más secuestros y más destrucción de infraestructuras cruciales, y la economía se desmorona aún más. A diario crecen la amargura y el resentimiento, aumentan las divisiones políticas, disminuye el respeto por los derechos humanos y la legalidad, y los terroristas y extremistas se ven reforzados. El grupo Estado Islámico (Daesh) se ha introducido en el país, se ha apoderado de la ciudad costera de Sirte, en el centro, y ha tomado el control de unos 200 kilómetros de costa mediterránea. Ha impuesto su dominio brutal aterrorizando a la población y llevando a cabo ejecuciones públicas y crucifixiones. Ha secuestrado a extranjeros y los ha asesinado. Daesh es el enemigo de todos los libios. Conscientes de esto, hace nueve meses, un amplio grupo de representantes libios empezó a dialogar, con la intención de poner fin al conflicto y situar a Libia en la senda de la construcción de un Estado moderno, democrático y civil. El listado político de este diálogo comprende a miembros de la Cámara de Representantes (CR) elegida en 2014, del Congreso General Nacional (CGN) elegido en 2012, del Consejo Nacional de Transición formado durante la revolución de 2011 y agentes nacionales independientes clave.
Los grupos armados, gobiernos municipales, partidos políticos, dirigentes tribales y organizaciones de mujeres han participado en las sesiones paralelas. Los debates han abarcado desde la formación de nuevas instituciones estatales hasta el intercambio de prisioneros, pasando por la reapertura de los aeropuertos civiles. Estas conversaciones han sido difíciles. Equilibrar el conjunto de inquietudes e intereses en conflicto que surgen de una transición a la democracia nunca es fácil, y no cabe duda de que la genuina cólera que albergan todas las partes no ha contribuido a facilitar las cosas. Además, lidiar con el aún presente legado de Muamar Gadafi y el daño causado por su régimen ha sumado obstáculos y grados de complejidad extraordinarios. Y, como siempre, hay personas que ven un beneficio personal en el hecho de prolongar el conflicto, y han buscado oportunidades para socavar los intentos de ponerle fin. No obstante, el diálogo ha experimentado avances importantes. Durante los meses de conversaciones, se ha formulado un acuerdo que define un marco de trabajo de instituciones estatales provisionales, pactos de seguridad y medidas de fomento de la confianza destinados a afrontar las necesidades y retos inmediatos de Libia. Este acuerdo se centra en proporcionar a dichas instituciones la capacidad y herramientas necesarias para gobernar de forma eficaz al tiempo que garantiza que se someten a los principios democráticos, la separación de poderes y los mecanismos de control pertinentes.
Se ha puesto mucho cuidado en construir el acuerdo de tal forma que resulte coherente con la ley libia y las decisiones judiciales ya existentes. La pieza fundamental de este pacto es un Acuerdo Nacional de Gobierno unificado e inclusivo, encabezado por un primer ministro elegido de forma consensuada por todos los participantes en el diálogo. La Cámara de Representantes que resulte elegida hará las veces de Parlamento nacional provisional. Un nuevo órgano consultivo que se deberá nombrar, el Consejo de Estado, fomentará la participación y el debate público de los asuntos clave a los que se enfrenta el conjunto del país. Juntas, estas instituciones deben contribuir a generar las condiciones necesarias para que Libia pase a una nueva fase de su transición democrática: la redacción y adopción de una Constitución, seguida de unas nuevas elecciones. El acuerdo ha propuesto unos pactos de seguridad que también se basan en la necesidad de comenzar una nueva fase de la transición. El pueblo libio nunca olvidará la función esencial desempeñada por quienes lucharon para acabar con el régimen de Gadafi. Sin embargo, ha llegado la hora de que las instituciones estatales asuman el pleno control de la seguridad, la ley y el orden, y de que aquellos combatientes se integren en estas instituciones, o bien vuelvan a la vida civil de un modo que se corresponda con el servicio prestado al pueblo libio. Deben, por supuesto, tener voz en el futuro de Libia, pero esta voz tiene que hacerse oír mediante el proceso político democrático.
El acuerdo político fue puesto en marcha por la mayoría de los participantes en las conversaciones de julio de 2015. El CGN puso objeciones a la ceremonia inaugural y la boicoteó, pero después se ha integrado en las negociaciones para concluir el pacto. No hay soluciones sencillas ni rápidas a los principales problemas tratados, pero Libia no puede esperar tanto. La única forma de hacer progresos, mientras, es que todas las partes transijan aunque les resulte difícil y acepten términos medios que pongan los intereses generales del país por encima de los particulares. La comunidad internacional puede contribuir a ello. Los socios de Libia, entre ellos la ONU, han hecho grandes esfuerzos por apoyar este proceso de diálogo y están preparados para esforzarse aún más, a fin de contribuir a la materialización de un pacto definitivo. La experiencia, la asesoría política y los recursos internacionales están a disposición de Libia. Sin embargo, el difícil trabajo de reconstruir el país solo pueden hacerlo los libios; por mucho que queramos, no podemos hacerlo por ellos. Los libios no pueden permitirse el lujo de dejar pasar esta oportunidad. Solo mediante la negociación y la reconciliación podrá Libia salvarse y prosperar.