Las milicias en la nueva guerra civil libia
Desde la caída de la Yamahiriya, las milicias son a la vez adversarios del poder político y de su brazo armado y fuerzas que ayudan a ese poder en el ámbito de la seguridad.
Saïd Haddad
En las elecciones legislativas del 25 de junio de 2014, que debían aclarar el complejo y confuso panorama político libio y poner fin a la parálisis en la cúpula del Estado, se impuso el “movimiento civil” y los islamistas quedaron marginados en la nueva Cámara de Representantes que sustituye al antiguo y desacreditado Parlamento, el Congreso General Nacional (CGN). Estas elecciones se celebraron con el trasfondo de la Operación Dignidad (Karama) lanzada desde Bengasi por el general retirado Jalifa Haftar el 16 de mayo de 2014. El 13 de julio, una coalición de milicias reunidas en torno a la Operación Amanecer de Libia (Fajr Libya) se alzó contra la primera, que pretendía ser una reacción frente al bloqueo de las instituciones libias, el recrudecimiento de la violencia y los islamistas que dominan el CGN, que decidió prolongar arbitrariamente su mandato hasta diciembre de 2014. Los combates de Trípoli en el verano de 2014, y la toma de esta última por Fajr el 23 de agosto, provocaron el repliegue del gobierno en la ciudad de Tobruk, en una zona controlada por los partidarios o aliados del general Haftar.
Libia se encontró así con dos gobiernos y dos parlamentos. Solo el gobierno de Abdullah al Thini en Tobruk ha sido reconocido por la comunidad internacional. Estas dos coaliciones, heteróclitas y paradójicas, agrupan en su seno a numerosas milicias que aparecieron durante la guerra de 2011 y que se han autoproclamado guardianas de la revolución. Estas, desde la caída de la Yamahiriya, se han convertido a la vez en adversarios del nuevo poder político y de su brazo armado y en fuerzas que ayudan a ese mismo poder en el ámbito de la seguridad. Las milicias, que imponen orden y crean desorden, son uno de los grandes desafíos de la crisis libia.
Las milicias reflejan y aumentan los problemas libios
El término “milicias” se emplea generalmente para designar a todos los actores armados no estatales, pero abarca realidades diferentes y a grupos cuyas motivaciones, estructura, disciplina y experiencia en combate son diversas. Actúan a menudo por cuenta del Estado, pero también pueden luchar contra él o situarse en una posición intermedia. Las milicias libias se han instalado en el panorama político aprovechando al mismo tiempo su victoria contra el Guía libio y la debilidad de las instituciones.
Esta herencia de la Yamahiriya se pone de manifiesto especialmente en el ámbito de la seguridad, con un ejército regular al que se ha mantenido alejado del poder durante mucho tiempo. La marginación y la desconfianza hacia esta institución seguían existiendo tras la proclamación de la “liberación” del país, el 23 de octubre de 2011. Las autoridades transicionales se enfrentan al reto de crear un nuevo ejército nacional sobre los vestigios del antiguo régimen y de definir el papel y el lugar de las milicias en el nuevo panorama libio. El pulso entre estas últimas y las autoridades transicionales define, por tanto, la vida política y refleja un panorama político y de seguridad fragmentado. Las milicias, acusadas de graves violaciones de los derechos humanos y envueltas en combates fratricidas o contra unidades del ejército, y que lanzan ataques contra representaciones extranjeras y presionan al gobierno para influir en el curso político (como durante la aprobación de la ley sobre la exclusión política en 2013), fomentan la polarización de la vida política y la inseguridad general. Sin embargo, la integración de las milicias en el aparato del Estado, así como su proximidad y su instrumentalización por los otros actores políticos, deben impedir una lectura maniquea en la que se enfrentarían dos bandos homogéneos y bien diferentes: el Estado y sus ramificaciones por una parte, y las milicias y otros grupos, por otra.
En efecto, a la dificultad de articular el ejército nacional y las milicias se añade el debate entre los partidarios de un Estado unitario y los de un Estado descentralizado, e incluso federal, así como el tema de la justicia y de la reconciliación en la Libia pos-Gadafi, ya que el conflicto de 2011 determina la escena política (sin olvidar el reparto de las rentas petroleras). Y todos estos problemas se alimentan mutuamente.
Las milicias de ‘Karama’
La Operación Diginidad (Karama) reúne en torno a las fuerzas del general Haftar a un conjunto de grupos armados y de milicias aliadas, con motivaciones y objetivos políticos diversos, que no se encuentran bajo la autoridad jerárquica del general. El ejército nacional es la fuerza autoproclamada por Haftar, a iniciativa de la Operación Karama de mayo de 2014. Ésta, que agrupa a exmilitares, contaba con el apoyo de una parte del ejército libio y de las fuerzas especiales (la Brigada Saiqa, dirigida por Wanis Bukhamada, que cuenta con cerca de 5.000 hombres, es una unidad de élite compuesta por comandos y paracaidistas que se distinguieron en noviembre de 2013 luchando contra Ansar al Sharia en Bengasi), así como de la Cámara de Representantes, refugiada en Tobruk.
No obstante, hubo que esperar a la caída de Trípoli y al nombramiento de un nuevo jefe del Estado Mayor para que la Operación Karama se incorporase al ejército regular, que contaba con cerca de 35.000 hombres. El general Haftar, apoyado oficialmente desde octubre de 2014 por el gobierno de Tobruk, fue nombrado comandante en jefe de las Fuerzas Armadas en marzo de 2015. Desde el inicio de la Operación Karama, Haftar recibió el apoyo de las milicias de Zintan, reunidas en el Consejo Militar de los Revolucionarios de Zintan. Responsable de la captura de Saif el Islam Gadafi, en noviembre de 2011, este Consejo agrupa a más de una veintena de milicias procedentes de Zintan y de yebel Nefusa, y está formado por unos 4.000 combatientes (milicianos y exmilitares). El consejo se enfrentó varias veces al ejército regular por el control del aeropuerto de Trípoli, antes de firmar un acuerdo con las autoridades, y perdió su control tras ser derrotado en los enfrentamientos de agosto de 2013. Dos de sus milicias, las Brigadas Al Qaqa y Al Sawaiq, lucharon durante el verano de 2014 en la batalla del aeropuerto.
La primera estaba oficialmente bajo la autoridad del Ministerio de Defensa y se consideraba que era próxima a Mahmud Yibril, el presidente del Consejo Ejecutivo del Consejo Nacional de Transición en 2011 y líder del partido Alianza de Fuerzas Nacionales, y está integrada por cerca de 18.000 hombres. La Brigada Al Sawaiq se encuentra bajo la autoridad del Ministerio de Defensa. Sus miembros proceden de Zintan y de yebel Nefusa, y sus efectivos ascienden a cerca de 2.000 hombres. Participó en la caída de Trípoli en septiembre de 2011 y se encarga de la protección de los edificios oficiales. La Guardia de las Instalaciones Petrolíferas es una especie de policía encargada de proteger las instalaciones petrolíferas, bajo la tutela del Ministerio del Petróleo y financiada por el Ministerio de Defensa.
Está dirigida por Ibrahim Yadhran, cercano a los federalistas de Cirenaica, cuenta con unos 10.000 milicianos (aunque algunas fuentes calculan que la cifra es de 20.000), y constituye el origen de la crisis petrolera y del pulso que se libra con Trípoli desde agosto de 2013. Por último, entre los aliados de la Operación Dignidad y de las milicias de Zintan se encuentra una milicia autoproclamada “Ejército de las tribus”, compuesta sobre todo por miembros de la tribu de los warshefana (suroeste de Trípoli), que se dio a conocer al atacar el campo 27 en la carretera Trípoli-Túnez el 7 de agosto de 2014. Los warshefana, a los que se considera partidarios de Gadafi durante el conflicto de 2011 o nostálgicos de éste último, sufrieron una sangrienta represión en septiembre de 2014 por parte de la Operación Fajr Libya (Amanecer de Libia).
Las milicias de ‘Fajr’
La Operación Amanecer de Libia reúne a varias milicias, entre las que se encuentra la Cámara de Operaciones de los Revolucionarios de Libia. Autorizada por el Ministerio del Interior, se encarga de la seguridad de la capital, y su jefe es nombrado por el presidente del CGN.
Tras el secuestro del primer ministro, Ali Zeidan, el 10 de octubre de 2013, esta milicia se sometió a la autoridad del jefe del Estado Mayor. Está dirigida por Adel al Tahruni, se la considera cercana a los Hermanos Musulmanes y está formada por unos 350 hombres. El Escudo de Libia es una agrupación de brigadas que tiene bases principalmente en Bengasi, Misrata, Al Khums, Bani Walid y Sabrata. Se calcula que sus fuerzas, desplegadas en el Este, el centro, el Sur y el Oeste del país, cuentan con 12.000 hombres y proceden fundamentalmente de Misrata. El Escudo de Libia, al apoyar la ley de exclusión política, se enfrenta a menudo al ejército libio y a las fuerzas especiales, especialmente en Bengasi, y ha sido acusado de crímenes de guerra cometidos durante el sitio de Bani Walid en octubre de 2012. Una de sus filiales, el Escudo de Libia 1, de Bengasi, es aliado de Ansar al Sharia.
Las Brigadas de Misrata desempeñaron un papel importante durante el conflicto de 2011, y lo siguen haciendo en Amanecer de Libia. Cuentan con cerca de 40.000 miembros agrupados en 200 brigadas revolucionarias pertenecientes a la Unión de los Revolucionarios de Misrata, creada en septiembre de 2011. Están fuertemente armadas y participaron en actos violentos en Trípoli en noviembre de 2013, así como en el sitio de Bani Walid en 2012, en el que también fueron acusadas de crímenes de guerra. Más al Este, la Brigada de los Mártires del 17 de Febrero, dirigida por Fawzi Bukatef, está bien equipada en armamento pesado y ligero, y actúa sobre todo en Bengasi y Kufra. Cuenta con cerca de 3.500 hombres, se la considera cercana a los Hermanos Musulmanes y las autoridades en funciones le han encargado varias veces restablecer el orden y la seguridad en su zona de competencia. La Brigada Rafallah al Sahati, una escisión de la anterior, está establecida en Bengasi y opera en el Este del país y en Kufra. Aunque ha estado implicada en enfrentamientos con la población, forma parte del ejército regular y conserva su equipamiento y sus bases.
Está dirigida por Ismael al Sallabi y agrupa a unos 1.000 hombres. Ansar al Sharia, que surge de la Brigada de los Mártires del 17 de Febrero, tiene bases en Derna, Bengasi y Sirte, el antiguo feudo de Muamar Gadafi, cuenta con unos 500 miembros procedentes del Este y milita a favor de la imposición de la ley islámica. Esta milicia es acusada por EE UU –que la ha incluido en su lista de organizaciones terroristas– de estar detrás del atentado del 11 de septiembre de 2012 contra su consulado en Bengasi. Está dirigida por Mohamed al Zahawi, se la considera próxima a Al Qaeda y a su homónimo en Túnez, y a principios de octubre de 2014 juró lealtad al grupo Estado Islámico (EI). La Brigada Omar al Mojtar, implantada en el Este (Derna, Bengasi y Aydabiya) y próxima a Ansar al Sharia, cuenta con 200 milicianos. Ansar al Sharia, la Brigada Rafallah al Sahati, la Brigada de los Mártires del 17 de Febrero y el Escudo de Libia 1 crearon el Maylis Shura Thuwar Benghazi (Consejo de la Shura de los Revolucionarios de Bengasi) en junio de 2014. Unidades amazigh de Nalut y de Yadu, así como algunas brigadas de Zawiya y de Gharyan, también forman parte de Amanecer de Libia.
Esta alianza puede parecer heteróclita en varios aspectos: unas fuerzas islámicas conservadoras procedentes de Misrata son aliadas de grupos que se declaran yihadistas. Por otra parte, a las divisiones ideológicas, políticas y nacionales relacionadas con la historia reciente de la Yamahiriya y del conflicto se añaden algunas consideraciones locales –zintani contra amazigh en yebel Nefusa, y la oposición entre zawiya y warshefana desde la guerra de 2011– que son coyunturales y podrían evolucionar. La cuestión securitaria es fundamental y refleja los numerosos desafíos a los que se enfrenta Libia, entre los cuales la reconciliación es uno de los más importantes.
Por otra parte, el peligro de la implantación del EI al calor de los enfrentamientos entre libios, que subrayó el enviado de Naciones Unidas, Bernardino León (encargado de organizar un “diálogo inclusivo” entre todos los bandos libios), se ha hecho realidad en Derna y en Sirte, cerca de la media luna petrolera, y pone de manifiesto los riesgos que corren Libia y los países vecinos si continúa la fragmentación de la seguridad de este país. Paradójicamente, la presencia del EI en suelo libio, si bien aumenta la confusión política general, también puede constituir un elemento de acercamiento entre los distintos bandos libios.