Recuperación del ‘genius loci’ en el urbanismo árabe

Los nuevos proyectos de ciudad se basan en una reinterpretación moderna de los esquemas urbanísticos y constructivos de la ciudad árabe tradicional.

Amaya Herrero de Jáuregui

En la región del Golfo existe una nueva tendencia urbana que se puede identificar a través de varios proyectos recientes. El interés de pequeñas y grandes empresas por hacer negocio en la región se acentúa hoy día a causa de la crisis. La creación de nuevas ciudades y la renovación de las ya existentes, hacen que la fisionomía urbana de la península esté en constante desarrollo y ofrezca oportunidades de negocio en los sectores de la energía, infraestructuras, inmobiliario y construcción. Situación que, además de requerir una excelente calidad técnica, exige una comprensión del territorio y de la sociedad.

Por ello resulta imprescindible para el empresariado conocer cuáles son las tendencias emergentes y los factores condicionantes de la región que rigen hoy los grandes proyectos del Golfo. Más allá de los conocidos rascacielos de Doha o los archipiélagos de Dubai, se realizan nuevos proyectos de ciudad, cuyos fundamentos se basan en una mirada sobre el pasado por medio de una reinterpretación moderna de los esquemas urbanísticos y constructivos de la ciudad árabe tradicional. Lo que sucede en la región del Golfo en materia de urbanismo será con toda probabilidad exportable a otras regiones árabes en un futuro próximo por dos razones.

La primera por la reivindicación identitaria del mundo arabomusulmán, liderado por Arabia Saudí como guardián protector de las ciudades santas. Por otra parte, los grandes fondos de inversión para proyectos en el norte de África vienen en su mayoría de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Kuwait. Así sucede en Egipto donde Arabia se ha convertido, tras la caída de Hosni Mubarak, en el primer inversor con 5.200 millones de dólares para industria, servicios y construcción, mientras que EAU, Qatar y Kuwait han secundado la recuperación del país con inversiones similares en otros sectores que abarcaban desde la petroquímica al turismo. También en Marruecos los mismos países firmaron un acuerdo en 2012 para el desarrollo de infraestructuras, el turismo, el sector inmobiliario y las energías renovables con una inversión de 5.000 millones de dólares. En Túnez, Argelia y Libia, Qatar lidera las inversiones tras la Primavera Árabe.

Es de suponer, pues, que estas inversiones conlleven una influencia, generando un movimiento de promotores, técnicos y creadores que pueden exportar al Magreb las ideas y políticas urbanas que hoy se experimentan en la región. En la actualidad, los países del Golfo promueven, a través de sus planes estratégicos, un nuevo urbanismo más adaptado y competitivo energéticamente, que consuma menos y que sea incluso productor de otras energías alternativas al petróleo. Estos retos podrían enmarcarse dentro de una corriente global, la del urbanismo sostenible, si no fuese porque van acompañados de un marco histórico, geográfico y cultural muy particular, que requiere soluciones propias para la construcción de un modelo de desarrollo.

A raíz de la explotación del petróleo, el desarrollo urbano de los últimos 50 años en la región ha seguido el modelo “americano” de ciudad, inadaptado en todo punto al territorio y cuyas consecuencias han sido nefastas no solo por el derroche de suelo y energía, sino también por el cambio que ha supuesto para las prácticas sociales y culturales del país. La destrucción sistemática de las antiguas ciudades, del patrimonio y la cultura local que se hizo en nombre del progreso, supone hoy una pérdida importante para el desarrollo social.

Dado que la sociedad local, muchas veces minoritaria frente a una presión migratoria importante, carece de toda memoria histórica e identidad colectiva por dicha pérdida, los planes estratégicos insisten hoy en una recuperación sistemática del patrimonio histórico local cuando éste sobrevive a las grandes destrucciones del siglo XX. Esta recuperación del patrimonio trata así de favorecer la identificación con el lugar mediante la historia local testimoniada por la arquitectura del pasado.

Proyectos emergentes

Así, pues, vemos que dos grandes vectores se asocian a una misma idea de desarrollo: la tecnología para el aprovechamiento energético de orden global y la reapropiación histórico-cultural del lugar para el desarrollo social en un nivel local. Esta dialéctica glocalizada es la base para esta tendencia urbana emergente que vamos a definir a través de los ejemplos de Masdar en Abu Dabi, Musheireb en Doha y KA CARE junto a Riad. Masdar, una nueva ciudad situada a 17 kilómetros de Abu Dabi, está pensada para acoger a 50.000 personas en 2015.

Diseñada por Norman Foster, Masdar pretende ser una ciudad árabe contemporánea, basada sobre los mismos pilares de desarrollo enunciados por el plan estratégico del emirato “Vision Abu Dhabi 2030: diversificación económica, sostenibilidad ambiental y patrimonio cultural”. Así, pues, Masdar será, en principio, una ciudad autónoma y exportadora de energía limpia a través de Masdar Power, y centro de investigación para la innovación en sostenibilidad a través de la Universidad Internacional MIST (Masdar Institute of Science and Technology). Sin embargo, el éxito de hacer de Masdar una ciudad productora de energía solar es dudoso si, como apunta Steve Caton (Informe New Arab Urbanism, Harvard Kennedy School Middle East Initiative, 2010) los vientos de arena y la altísima humedad de la región reducen entre un 30% y un 40% la eficacia de los colectores, encareciendo también sensiblemente su mantenimiento.

Pese a ello, la ciudad está diseñada según un modelo de ciudad árabe cuya adaptación bioclimática ahorra a su vez consumo de energía, al tiempo que revindica una supuesta arquitectura local. El proyecto de Musheireb se encuadra bajo las directrices de desarrollo del plan estratégico del país “Visión Nacional Qatar 2030”, el cual se puede resumir en tres grandes intereses: diversificación económica, desarrollo sostenible y conservación de la identidad y tradición del país. Estos principios tratan de reflejarse así mismo en el plan general de Doha, “Doha 2030”, cuyo principal interés es la reactivación del centro de la ciudad por medio de la densificación, la peatonalización, la mejora del transporte público y la recuperación del patrimonio existente. Desde 2008, este proyecto es el más ambicioso de Doha, y pretende urbanizar 35 hectáreas junto a la bahía para otorgar de nuevo un centro a la ciudad y facilitar su relación con el mar.

El barrio de Musheireb trata de armonizar la modernidad con la tradición y el urbanismo sostenible con la gran edificación, y acogerá alrededor de 27.630 personas en 2017. La envergadura de este proyecto es tal que recibe el apoyo del Estado que interviene como cliente y supervisor a través de la sociedad gubernamental Dohaland, filial de Musheireb Properties, compañía Real del Estado y subsidiaria de Qatar Foundation. KA CARE (King Abdullah City for Atomic and Renewable Energy) es el proyecto de una nueva ciudad, situada junto a Riad que, como Masdar, debe alimentarse y exportar energía solar y eléctrica, tratando así de diversificar la economía en la producción de energías alternativas. KA CARE, creada por Real Decreto el 17 de abril de 2010, tendrá un perímetro de 60 kilómetros cuadrados para una población de 80.000 habitantes.

Si bien el proyecto de la ciudad está todavía por decidir, la mayoría de las propuestas (Foster, Snohetta, Omrania, Koetter Kim, Bruce Mau, Gensler y Carlo Ratti, entre otros) se basa en una reinterpretación de la ciudad tradicional.

Características comunes

Los tres proyectos marcan una nueva aproximación al territorio, más respetuosa con las condiciones locales, tanto geográficas como climáticas. Esta adaptación al territorio constituye una premisa fundamental que conforma las bases del proyecto como sucede en Musheireb cuyas trazas iniciales se basan en el respeto del antiguo wadi o cauce.

En concordancia con esta sensibilidad hacia el territorio, la orientación de la ciudad es otra premisa que se tiene en consideración a la hora de diseñar el trazado de los grandes viales tanto para optimizar la captación de los vientos como para minimizar la exposición solar, tal y como sucede en Masdar, en Musheireb y en la mayoría de proyectos presentados para KA CARE. Este principio no solo se aplica en el diseño urbano sino también en la escala arquitectónica y con fines de aprovechamiento energético (energía solar, eólica y aguas pluviales).

La ocupación del suelo se densifica junto con un aumento de densidad poblacional también en los tres proyectos con el fin de hacer funcionar la ciudad como un solo cuerpo, procurando así una mejor respuesta a las condiciones climáticas. Siguiendo el mismo esquema de compacidad de las antiguas kasba, estas ciudades repelen más fácilmente las masas de aire caliente, a la vez que favorecen el desplazamiento peatonal gracias a una reducción de suelo urbanizado, así como de sus costes económicos y ecológicos. El tejido urbano se compone de viales hechos a una escala humana que, gracias a sus proporciones, se pueden cubrir parcialmente cuando la misma estrechez de las calles no procura un sombreado natural.

El sistema espacial arborescente propio de la ciudad tradicional se recupera para graduar la transición entre el espacio público y el privado. Los callejones sin salida, propios de la ciudad tradicional, se reactualizan con el fin de otorgar una mayor autonomía a las zonas residenciales. En el caso de Musheireb y Masdar se pretende recuperar también el sentido de barrio por medio de una distribución de servicios de proximidad y de mezquitas que asegura así una cierta autosuficiencia económica y social a cada sector. Esta voluntad de construir una ciudad de barrios, inspirándose en la antigua separación tribal de las ciudades árabes tradicionales, se desarrolla también en los nuevos planes directores de Yeda y Riad.

En todos los proyectos se pretende otorgar una cierta centralidad a la operación, por medio de grandes plazas que actúan como polos de actividad, dado que uno de los factores más desestabilizantes de la urbanización de los últimos 50 años ha sido la pérdida de centralidad en las ciudades modernas. La ciudad del automóvil arrasó el carácter centralizador de las viejas medinas, donde la mezquita, el zoco y el palacio, señalaban el corazón de la ciudad. El caso de Doha, donde ahora se trata de recuperar ese centro perdido con la operación de Musheireb, es muy ilustrativo. El mismo objetivo se persiguió en Manama, con el reciente proyecto de Bab Al Bahrain Urban Oasis, que pretende dar vida a un antiguo parking a cielo abierto que ocupaba el centro de la ciudad. La recuperación de los sistemas tradicionales no se limita a los esquemas urbanos sino también a la arquitectura.

Así, pues, el modelo de casa patio, eliminada en su momento por el modelo de villa americana y por los apartamentos, se recupera en los proyectos actuales tanto para vivienda unifamiliar como colectiva. Gracias a sus múltiples ventajas como la aeración, la intimidad y la seguridad doméstica, la casa patio se impone como el nuevo paradigma de vivienda en los recientes proyectos integrándose a la perfección con el modelo de ciudad compacta. La alianza entre la tecnología actual y las soluciones tradicionales se cristaliza en la reutilización de elementos casi exclusivos del Golfo, como son el malqaf y el badghir. El malqaf, o torre de vientos, se reinterpreta en el caso de Masdar con la finalidad de procurar aire fresco para los espacios públicos, siguiendo el mismo esquema de la antigua torre doméstica pero aumentando su escala y capacidad.

En el proyecto de Musheireb detectamos, en cambio, la recuperación de los badghir, o captores de viento, para la ventilación de los inmuebles colectivos. Esta reutilización de unos elementos arquitectónicos perdidos y casi simbólicos del lugar, puede considerarse un guiño identitario que revela un nuevo enfoque hacia el territorio, no solo desde la adaptación medioambiental, sino también desde el aprecio del genius loci, categoría urbanística renovada por el urbanista noruego Norberg-Schulz. A esta nueva revalorización del patrimonio local corresponde también la recuperación de otros sistemas tradicionales, cuya idoneidad frente al clima local y a los costumbres sociales favorecen su uso actual, como sucede con el nuevo florecimiento de celosías que sustituyen a las grandes láminas vidriadas, hasta ahora consideradas símbolo de modernidad.

Interpretaciones

Sin embargo, este repertorio de reinterpretaciones de la ciudad árabe tradicional debe ser valorado con cautela, puesto que según en qué casos varía su significado. La misma noción de ciudad árabe, como concepto monolítico, atemporal y unificador de una gran variedad de producciones urbanas desde el Atlántico al Golfo, está hoy denostada por los historiadores y técnicos dedicados al patrimonio en los países árabes. No obstante, esta noción pervive todavía en muchos técnicos y creadores, en su mayoría extranjeros, extrapolando así con frecuencia referencias erróneas de territorios muy diferentes dentro del mundo árabe.

Así, en el proyecto de Masdar abundan las calles estrechas, los patios semicerrados e innumerables fuentes de agua que no harán sino aumentar la sensación de humedad. Estas soluciones son propias de algunas ciudades del norte de África de clima seco y no corresponden a las utilizadas en la antigua Abu Dhabi, donde se favorecía la constante circulación de aire por medio de amplias calles y una laxa compacidad para hacer frente a la humedad ambiental que alcanza en ciertas épocas del año hasta un 80%.

A la luz de los discursos de promoción y de las expectativas de población, entre los cuales abundan los directivos extranjeros, cabe preguntarse si esta reinterpretación de la ciudad árabe de Las Mil y una Noches no es algo más programado que accidental. Si, como dice Mike Davis (Fear and money in Dubai, 2006), se cultiva una cierta nostalgia colonial en la región, Masdar podría representar un espejismo de la ciudad oriental para el directivo extranjero, actualizando así las teorías de Edward Saïd en su clásica obra Orientalismo. En cambio, en el caso de Musheireb hay una marcada apuesta por la recuperación del patrimonio local y la conservación de ciertos valores con el fin de crear un verdadero barrio céntrico en Doha.

Sin embargo, esta operación no está programada para atraer a la población extranjera sino aquella de origen local. A la luz de los discursos de promoción, dirigidos principalmente a la población catarí y de los mensajes lanzados por la jequesa, Mozah bint Nasser, esta operación pretende armonizar la modernidad con la tradición para llegar a ser un punto de encuentro entre culturas, y no una mezcla, en el contexto de la cultura árabe, la tradición y las creencias religiosas del país, donde la familia ocupa el centro de la comunidad.

A través de ciertas condiciones formales (peatonalización, densidad, restauración del patrimonio existente, proliferación de mezquitas, plaza de oración, instalación de majlis, el doble patio de las viviendas…) se procura, pues, un contexto que favorece las prácticas y usos sociales de la comunidad como la intimidad doméstica, la práctica religiosa, la reunión social tradicional y una cierta autonomía de barrio. Por otro lado, observamos que más allá de las asimilaciones formales de la antigua ciudad, sean o no acertadas para el lugar, la nueva ciudad árabe se basa sobre unas invariantes sociales heredadas de la sociedad tradicional, como son la intimidad doméstica, la distribución tribal y la segregación del extranjero.

Por el contrario, destacamos dos diferencias importantes respecto a la ciudad de antaño: la ausencia de mezcla social debido al enriquecimiento general de la población local y la noción del espacio libre, destinado a diferenciar y segregar en la sociedad tradicional, que hoy es concebido como un comunicador de flujos y movimiento más acorde con los valores contemporáneos.