Migraciones en Libia
“Al bloquear a los inmigrantes en los países de tránsito, la fortaleza europea protege sus fronteras y se desentiende de la situación geopolítica de la región”.
ENTREVISTA con Frida ben Attia por Xavier Aragall
Frida ben Attia es psicóloga clínica de formación y actualmente investiga el traumatismo del exilio. Trabajó en el campo de tránsito de Chucha con los refugiados de la revolución libia de 2011 y es coordinadora de proyecto en el departamento de inmigración del Foro Tunecino en Favor de los Derechos Económicos y Sociales (que se centra en los derechos de los inmigrantes en Túnez y en la cuestión de los tunecinos desaparecidos). El foro ha participado activamente en la elaboración del informe “Libia: acabar con la persecución de los inmigrantes”, editado por la Federación Internacional de las Ligas de Derechos Humanos (FIDH).
AFKAR/IDEAS: Antes de la caída del régimen de Gadafi, ¿cuál era la situación de las migraciones en Libia?
frida ben attia: Antes de la guerra, Libia era un país de inmigración por excelencia. La mano de obra extranjera era un pilar de la economía en la época de Gadafi. Se calculaba que el número de trabajadores extranjeros era de dos millones, o incluso más. La historia de Libia está marcada sobre todo por las migraciones transaharianas, acentuadas por un mercado de trabajo con una necesidad inminente de mano de obra. Sin embargo, en la década de los noventa se produjo un cambio importante en el origen de esos flujos de inmigración. A raíz del embargo internacional, el país registró un flujo de inmigrantes procedentes de Chad, Níger, Sudán y Mali, pero también de Egipto y Túnez. La inmigración de trabajo reflejaba una opción política gadafiana bien adaptada a su diplomacia cambiante. De hecho, aunque Libia sea sobre todo un país de destino, la no regularización del estatuto jurídico de los inmigrantes presentes en el territorio libio y el incremento de la precariedad de la vida cotidiana, así como la proliferación de rutas migratorias irregulares, convierten al país en un territorio de tránsito para los que buscan Eldorado europeo (la isla de Lampedusa en particular). A lo largo de la década de 2000, con el fin de aliviar las sanciones internacionales, Libia cooperó con Europa en la cuestión de la inmigración irregular, de modo qe se revirtieron las tendencias migratorias. La situación cambió a partir de 2007 con la aprobación de unos procedimientos jurídicos de regularización relacionados con los visados, la residencia y el trabajo de los “extranjeros” en Libia. Así, varios inmigrantes, la mayoría de ellos ciudadanos de países del África subsahariana, quedaron en situación irregular y fueron expulsados en masa. Antes de la crisis, 600.000 inmigrantes regulares, a los que había que sumar entre 750.000 y 1,2 millones de inmigrantes irregulares, residían en Libia. Estas cifras fueron comunicadas por las autoridades libias a la delegación de la Comisión Europea en 2004. Cuando estalló el conflicto en febrero de 2011, los inmigrantes amenazados provocaron éxodos masivos. Según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), hacia finales de 2011, cerca de 800.000 inmigrantes huyeron de Libia hacia los países vecinos.
A/I : ¿Cuál es la dinámica de los movimientos migratorios actuales (después del impacto de la guerra)?¿Hay una reanudación de la migración en tránsito?
f..b.a. : Los movimientos migratorios forman parte de la historia de Libia, y han aumentado desde el conflicto armado de 2011. Los abusos generalizados de los grupos armados, contrabandistas y traficantes son habituales en Libia. Frente a este caos, miles de inmigrantes, demandantes de asilo y refugiados arriesgan su vida intentando cruzar el Mediterráneo. De hecho, desde que el país se sumió en una anarquía aterradora, la mayoría de los inmigrantes se marcha para llegar a Europa. Esta situación confusa en materia de seguridad favorece a los traficantes que ofrecen una travesía de la muerte muy cara a los que sueñan con una vida mejor. La mayoría de los inmigrantes procedentes de África subsahariana transitan por Libia a fin de quedarse el tiempo necesario para ahorrar dinero y llegar a Europa. Por desgracia, no hay forma de saber el número exacto de inmigrantes y de demandantes de asilo que hay actualmente en Libia. Tampoco sabemos cuántos se quedaron durante la guerra, ni cuántos entraron por primera vez.
A/I : ¿Hay instituciones nacionales que puedan gestionar las migraciones?
La situación en la zona requiere una implicación más seria por parte de la UE
f..b.a. :Desde el conflicto armado, los organismos gubernamentales y no gubernamentales han abandonado el país. A no ser que se inicie el proceso de estabilización y de construcción de un Estado de derecho, las organizaciones que podrían gestionar las migraciones han desaparecido desde el inicio de la guerra civil. Menos la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Cruz Roja Libia, todos los organismos internacionales han abandonado el barco por la inseguridad. Libia necesita encontrar nuevas referencias políticas y socioeconómicas para preparar el terreno para una gestión autónoma de las migraciones.
A/I : En su opinión, ¿qué papel deberían desempeñar los países vecinos (Túnez, Egipto), Italia (como antiguo socio privilegiado) y la Unión Europea (UE) en esta nueva situación?
f..b.a. :Hoy más que nunca, Libia está en el centro de las polémicas relacionadas con la crisis migratoria y la situación geopolítica tumultuosa de la región. Pero la inestabilidad política solo afecta ipso facto a los países vecinos como Túnez. Debido a los 460 kilómetros de frontera compartida con Túnez, algunas embarcaciones procedentes de Libia y que zarpan hacia las orillas europeas derivan hacia las costas tunecinas. Según la OIM, desde 2012, 15 barcos y más de 1.300 inmigrantes han sido socorridos por las autoridades tunecinas. Desde marzo de 2015 hasta hoy, se han realizado operaciones de salvamento de cuatro barcos procedentes de Libia, lo que equivaldría a más de 400 inmigrantes rescatados en el mar según la Media Luna Roja tunecina. La histórica llegada de los inmigrantes procedentes de Libia ha hecho que Túnez se enfrente a la responsabilidad de gestionar la acogida en tanto en cuanto no existe ningún marco jurídico nacional en materia de derechos de los inmigrantes y de los refugiados. Varios testimonios de inmigrantes, en una misión llevada a cabo en el Sur de Túnez, confirman la existencia de todo un circuito que organiza salidas en barcos de pesca que enlazan a diario Libia con el Viejo Continente. Las salidas se realizan por lo general desde Zuwarah, Misrata y Sabrath. Por tanto, sería recomendable que Túnez trabajase en la elaboración de una política migratoria que se inscriba dentro del marco de un Estado de derecho y del cumplimiento del derecho Internacional dando preferencia al reforzamiento de los dispositivos de acogida de los inmigrantes rescatados en el mar y de los demandantes de asilo dentro del respeto a sus derechos fundamentales. A pesar de la afluencia de refugiados y de inmigrantes, la UE no ha sabido atajar esta crisis humanitaria. El hecho de anteponer la seguridad a las operaciones de salvamento en el mar siempre ha sido una decisión deliberada. Las cifras lo corroboran: en 2015, más de 1.700 personas han muerto al intentar cruzar el Mediterráneo. En el caso de Italia, esto me lleva a las declaraciones realizadas tras la hecatombe que se produjo en abril de 2015 en el Mediterráneo, en las que se proponía la destrucción de los barcos de los traficantes de personas para parar “el flujo de inmigrantes”. No creo que esto sea una solución eficaz porque, aunque se destruyan los barcos de los traficantes, los inmigrantes siempre encontrarán la manera de huir de un infierno y aventurándose por otras rutas migratorias, quizás terrestres. Para no caer en un idealismo torpe, la situación inestable de la región exige unas soluciones mucho más concretas y una participación mucho más seria por parte de la UE, que se obstina en consolidar los muros de la fortaleza, externalizar el control de sus fronteras y en dejar morir a los inmigrantes en el Mediterráneo por la falta de operaciones de salvamento. Así, sería conveniente dejar de tratar el asunto de los inmigrantes desde el ángulo de la seguridad y fomentar su derecho a la movilidad y el respeto a los derechos de los trabajadores, enmarcándolo dentro de una legislación conforme a las normas del derecho Internacional.
Las salidas de inmigrantes desde Libia hacen que Europa deba replantearse sus políticas más que nunca
A/I : ¿Se pueden distinguir hoy en Libia las migraciones “tradicionales” de los flujos de refugiados? ¿Cuáles son los principales países de origen?
f..b.a. :En cuanto a los inmigrantes que proceden de Libia, la mayoría es de origen subsahariano. Huyen de los conflictos en su país de origen y de la pobreza, y se instalan en Libia para trabajar o para atravesarla con la esperanza de llegar a Europa. En el caso de Túnez, entre los que fueron rescatados en el mar en abril, había malienses, senegaleses, gambianos, nigerianos, marfileños, guineanos, sudaneses y de otras nacionalidades.
A/I : ¿Cuál es hoy la situación de los campos? ¿Qué medidas deberían tomarse a corto plazo para mejorar las condiciones de las personas allí?
f..b.a. :Desde la caída del dictador, las milicias de los antiguos rebeldes son las responsables de la gestión de las migraciones. Han vuelto a utilizar los campos que ya existían en la época del régimen de Gadafi y han abierto otros. Existen 100 lugares de detención para inmigrantes. Y no hay ningún instrumento para medir el número de inmigrantes y de demandantes de asilo que hay actualmente en Libia. La situación de los campos es desastrosa. Las condiciones de vida son degradantes, algunos inmigrantes están amontonados en jaulas y duermen en el suelo en situaciones de insalubridad total. Como la duración de la detención oscila entre semanas y meses, los inmigrantes caen presos de una desesperación agobiante. En unas condiciones inhumanas, se ven “forzados” a trabajar para responsables libios. Una delegación de la FIDH visitó los campos en 2012 y obtuvo pruebas alarmantes en cuanto a las violaciones de los derechos fundamentales de los inmigrantes. Se comprobó la existencia de violencia física y psicológica, y de condiciones de vida inhumanas y degradantes, la presencia de menores no acompañados sin ningún cuidado específico, a menudo detenidos en las mismas celdas que los adultos y, sobre todo, la inexistencia de una protección internacional para los más vulnerables.
A/I : ¿Cuáles serían los principales elementos (políticos, sociales, económicos, acuerdos internacionales) para resolver la actual situación de las migraciones y de los refugiados en Libia?
f..b.a. : La inestabilidad en Libia permite analizar desde una nueva perspectiva los temas migratorios y sus desafíos, tanto a escala nacional y regional, como en lo relativo al marco jurídico con la reforma de las leyes relativas relativas a los inmigrantes. Las salidas de inmigrantes desde Libia hacen que Europa deba replantearse sus políticas más que nunca. Hay que tomar en consideración seriamente esta transformación continua de las migraciones y de las políticas migratorias de los países del Sur del Mediterráneo. Las muertes en el Mediterráneo no son más que consecuencia de la política europea represiva que impide cualquier vía legal de acceso a los inmigrantes que huyen de la guerra y de la precariedad. La UE, en su dejadez de funciones, continúa su política de externalización de las fronteras y tiende a ayudar a los países del Sur, especialmente a los del Norte de África, para aumentar la seguridad costera y adquirir así las competencias necesarias para gestionar los “flujos migratorios”, creando centros de acogida para los inmigrantes y los refugiados. Así, al bloquear a los inmigrantes en los países de tránsito, la fortaleza europea protege sus fronteras y se desentiende de la situación geopolítica de la región. Los inmigrantes que huyen de Siria, Libia y Eritrea están, por tanto, condenados a morir. Los jefes de Estado no pueden seguir eludiendo su responsabilidad y reducir el problema de los naufragios en el mar a una lucha contra los traficantes de personas. Las personas vulnerables que sufren diferentes abusos y a las que simplemente les han quitado la libertad de circulación son precisamente las que deciden embarcarse en las pateras. El llamamiento a una política migratoria europea que respete los derechos humanos más fundamentales es inequívoco. En las operaciones de vigilancia organizadas por Frontex debería primar la ayuda en el mar a las personas en peligro. La UE debería renegociar los acuerdos de cooperación respetando plenamente el derecho Internacional y europeo relativo a los derechos humanos. Italia, por su parte, debería anular los acuerdos firmados con Libia en abril de 2012 relacionados con la cooperación bilateral en materia de “control de los flujos migratorios”.