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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Los bereberes en el Magreb contemporáneo: entre tensiones y evoluciones
A pesar de las medidas a favor del bereber, se está lejos de un compromiso histórico entre los Estados y la “berberidad”.
Salem Chaker, profesor de bereber del Inalco, Paris
Un primer punto sobre el que debemos insistir es la importancia del parámetro demográfico: en África del Norte, al menos en Argelia y Marruecos, los berberófonos son ciertamente minoritarios, pero forman minorías consecuentes ya que se calcula que constituyen el 20/25% de la población argelina y el 35/40% de la marroquí. Esos datos demográficos contienen ya un elemento de comprensión esencial de la tensión que siempre ha reinado en torno a la cuestión del bereber en África del Norte: los berberófonos no son minorías insignificantes que los Estados puedan fácilmente “olvidar”, gestionar e integrar.
Son poblaciones numerosas, concentradas en regiones generalmente diferenciadas que, por ese mismo motivo plantean un problema estructural a los Estados afectados. Desde el punto de vista de la estricta observación de la realidad social, el “peligro bereber”, el riesgo de “separatismo bereber”, regularmente esgrimido por las corrientes ideológicas dominantes en el Magreb, no es sólo un mito. La puesta en tela de juicio de los actuales Estados-nación es una posibilidad objetivamente inscrita en la demografía.
Un entorno ideológico hostil
La forma que ha adquirido la reivindicación bereber, especialmente en la región de la Cabilia, desde hace 30 años, sólo puede comprenderse en un contexto ideológico y político globalmente hostil a la identidad bereber. Hostilidad estructural que ha inducido a una afirmación reactiva, primero entre las elites, y luego entre la población en su conjunto, centrada sobre todo, pero no exclusivamente, en la lengua. En efecto, la reivindicación bereber es en primer lugar lingüística y cultural: en la Cabilia por ejemplo, desde 1980, la consigna “bereber, lengua nacional y oficial” aglutina a todos los actores de la reivindicación.
La hostilidad a la “berberidad” era y sigue siendo, a pesar de flexibilizaciones recientes, compartida por todas las corrientes ideológicas dominantes en el Magreb, tanto de izquierda como de derecha, modernistas o conservadoras, todas fuertemente representadas en los aparatos ideológicos (del Estado o no).
– Primero, el arabo-islamismo: conviene recordar que es consustancial a los Estados magrebíes, ya que desde los primeros comienzos de los proyectos nacionalistas, tanto el argelino como el marroquí, los Estados- nación diseñados son expresamente definidos como árabes y musulmanes. Y las diferentes constituciones y textos de orientación fundamentales desde las independencias nunca han variado sobre ese punto: “los magrebíes son árabes y musulmanes”. Esa definición de la identidad nacional forma parte de lo que se considera por las corrientes dominantes y por los Estados como “opciones fundadoras e irreversibles”. Es esta opción la que indujo, en Argelia y Marruecos, por supuesto con importantes matices en su aplicación, a las políticas llamadas de arabización que tendían a la vez a erradicar el francés, lengua de la antigua potencia colonial, y el bereber, realidad en contradicción evidente con la afirmación de la “arabidad” esencial de la nación.
– Segundo, el centralismo jacobino, directamente heredado de la experiencia política de Francia. No olvidemos que las elites norteafricanas, políticas y otras, son en su mayoría de formación francesa y que la constitución de los campos políticos magrebíes se ha visto profundamente influida por la experiencia histórica de Francia. Incluso las elites arabófonas, formadas en Oriente Próximo, comparten de hecho las mismas referencias, especialmente en materia de concepción del Estado, a través del nacionalismo árabe cuya inspiración se sabe que fue el modelo francés (“una nación, un territorio, una lengua, unas e indivisibles”). En Argelia, esta concepción se vio reforzada por una influencia duradera de los modelos de funcionamiento político estalinianos, primero en el Movimiento Nacional, y luego en la Argelia independiente del Partido Único (Frente de Liberación Nacional). Jacobinismo y autoritarismo político sólo podían evidentemente desarrollar un enfoque represivo con respecto a la diversidad lingüística y cultural.
– Por último, sobre todo en Argelia, las condiciones históricas –una colonización negadora y abiertamente asimilacionista– indujeron a un nacionalismo reactivo exacerbado, en especial en todo aquello que concierne a las cuestiones de identidad. Existe de manera pesada un complejo identitario magrebí que se constituye en la contemplación de la Francia colonial. Todos esos factores explican el arraigo en África del Norte del espectro de la “secesión bereber”, esa sospecha permanente de “atentado a la unidad de la Nación” frente a la reivindicación del reconocimiento de la lengua bereber: el bereber aparece como un cuestionamiento potencial de los fundamentos definitorios de la Nación y del Estado.
Un caso muy particular: la Cabilia
Más allá de las grandes determinaciones históricas e ideológicas comunes, es absolutamente necesario aislar el “problema cabil”, propio de Argelia, aunque en el plano histórico y civilizador, incluso ético, el problema bereber afecte a todo el Magreb. Los datos sociopolíticos contemporáneos permiten admitir que la “cuestión bereber” no se plantea en los mismos términos en todas las regiones berberófonas. La Cabilia es la única región donde existe un movimiento reivindicativo bereber poderoso y perenne, que tiene un anclaje popular indiscutible, como lo han demostrado las numerosas manifestaciones y protestas desde 1980.
En otros lugares, tanto en Argelia como en Marruecos, existe un movimiento asociativo, a veces denso y reivindicativo (en los dominios chleuh y rifeño, especialmente) pero no, al menos hasta ahora, de reivindicación popular. Desde la “primavera bereber” (1980), la Cabilia mantiene una relación de tensión abierta casi permanente con el Estado central argelino. Manifestaciones, huelgas, huelgas escolares, enfrentamientos, disturbios y detenciones jalonan de manera cíclica las relaciones entre las autoridades y la región.
Los últimos sucesos de la “primavera negra” de 2001, que acabaron con un centenar de muertos y trajeron una situación de violencia duradera a la región, constituyen el paroxismo que confirma que existe realmente una ruptura profunda y global de causas múltiples, entre la Cabilia y el Estado central argelino. ¿Porqué esta especificidad cabil? Es fácil responder a esta cuestión puesto que los datos antropológicos fundamentales y las experiencias históricas de larga duración de las diversas regiones bereberes pueden compararse. Los factores explicativos parecen desprenderse de la historia reciente:
– La Cabilia es la única región bereber que posee elites modernas (francófonas) numerosas y de formación antigua –desde comienzos del siglo XX, en este plano, el contraste con el Aurès o las regiones berberófonas marroquíes es llamativo.
–La Cabilia es la única región bereber en la que la cultura política de tipo moderno es de implantación antigua y amplia, principalmente a través de la experiencia de la emigración obrera masiva a Francia desde hace un siglo y a través de la experiencia del Movimiento Nacional argelino.
– La Cabilia es la única que ha sufrido una aculturación occidental (francesa) profunda, a través de la escolarización antigua y significativa y mediante la emigración. Esta aculturación alcanza en profundidad a la sociedad, incluida la rural y femenina. Francia y los valores republicanos son referencias muy presentes, incluso entre los cabiles analfabetos.
–Pero la ruptura tiene, sin duda, causas sociales específicas más inmediatas. En el terreno social, el fracaso del Estado argelino tiene, en la Cabilia, una dimensión particular que conviene subrayar y que lleva a considerar que la región está en un verdadero callejón sin salida, situación que las autoridades han dejado desde 1962 que se configure y agrave. Durante el siglo XX la sobrepoblación de la región pudo encontrar una escapatoria en la emigración masiva hacia las grandes ciudades de Argelia y hacia Francia, donde los cabiles constituyeron durante mucho tiempo la mayoría de la inmigración argelina.
El final de la colonización francesa fue igualmente una bocanada de oxígeno para la Cabilia ya que su exceso demográfico pudo verterse en Argel y su región; la población adulta masculina, con frecuencia escolarizada, pudo fácilmente durante unos 15 años encontrar trabajo y alojamiento. Esas “válvulas de seguridad” ya no existen; la emigración masiva a Francia está interrumpida desde 1974 y Argel es una megalópolis superpoblada donde imperan el paro y la crisis aguda de la vivienda. Las nuevas generaciones cabiles ya no encuentran la salvación fuera. Eso es, sin duda, lo que permite comprender la radicalización de las protestas en la Cabilia desde 2001, con el movimiento llamado de los “aruchs”. Si este último parámetro afecta específicamente a Cabilia, también lo hace, mutatis mutandis, a la mayoría de las regiones berberófonas, reservas de poblaciones sin perspectivas socioeconómicas.
Las recientes evoluciones: ¿apaciguamiento o estrategias de neutralización?
Los últimos años han estado marcados por un aflojamiento sensible de las posiciones de los Estados centrales con respecto a la cuestión bereber, tanto en Argelia como en Marruecos. Progresivamente, aun cuando los textos fundamentales y la política lingüística concreta en general no han cambiado, se ha pasado de una hostilidad declarada en 1990 a una cierta tolerancia.
Los momentos más notables de esta relajación son: la creación en 1990 y 1991 de los departamentos de Lengua y Cultura bereberes en las universidades de Tizi-Ouzu y Bejaia en la Cabilia; el discurso real de 20 de agosto de 1994, en el que Hassan II se declaró favorable a la “enseñanza de los dialectos bereberes”; la creación en mayo de 1995 del Alto Comisionado de la Amazighidad adjunto a la Presidencia de la República argelina y la apertura de cursos facultativos de bereber en la enseñanza media (colegios) y secundaria (liceos) en algunos establecimientos, sobre todo en la Cabilia; y finalmente en 2001, la creación en Marruecos del Instituto Real para la Cultura Amazigh y, en mayo de 2002, la modificación constitucional que concede al bereber el estatuto de “lengua nacional” en Argelia (donde el árabe sigue siendo “lengua oficial y nacional”). Pero, al mismo tiempo, la política de arabización ha sido regularmente reafirmada en Argelia (la ley de generalización de la lengua árabe entró en vigor el 5 de julio de 1998), dando lugar inmediatamente a una violenta reacción en la Cabilia.
Y, sobre todo, tanto en Argelia como en Marruecos, las medidas en favor del bereber siguen siendo marginales y sin efectos reales sobre las políticas lingüísticas y culturales y sobre las dinámicas sociolingüísticas de fondo; parece que está aún lejos cualquier perspectiva de “compromiso histórico” entre los Estados argelino y marroquí y la berberidad.
En particular –ése es un elemento común notable en el enfoque oficial de la cuestión en los dos países– está explícitamente excluida toda forma de reconocimiento de los derechos lingüísticos y culturales de las poblaciones berberófonas, a las cuales no se quiere reconocer como minorías étnico-lingüísticas, susceptibles de beneficiarse de la protección de los instrumentos jurídicos internacionales relativos a los derechos de los grupos lingüísticos y culturales minoritarios; el discurso oficial es claro en este sentido: “la lengua y la cultura bereberes no son propiedad de una región (o regiones particulares), sino un elemento del patrimonio cultural común e indiviso de la Nación. Este enfoque “patrimonialista”, cuyas fuentes ideológicas y jurídicas son típicamente francesas, debe ser analizado como un intento de desposesión y neutralización de una reivindicación cuyos efectos desestabilizadores sobre los fundamentos mismos y las formas actuales de los Estados-nación magrebíes se temen.
Una emergencia irreversible, un factor de evolución probable
Al contrario de las proyecciones hechas en los años sesenta por la casi totalidad de los especialistas occidentales en ciencias sociales, las independencias argelina y marroquí no hicieron desaparecer el parámetro bereber del campo político. La disolución en la matriz árabe no se ha producido, y varias regiones berberófonas se proponen ya como actores políticos colectivos. Las políticas lingüística y cultural hostiles, pero también el fracaso flagrante de las políticas de desarrollo con sus fuertes implicaciones sociales, constituyen los dos principales fermentos de la emergencia bereber, actual y futura.
Y como es poco probable que esos datos y tendencias fundamentales se inviertan en los próximos años en ninguno de los dos países, se puede pensar que la emergencia identitaria evolucionará hacia una emergencia política, en términos de proyectos bereberes específicos. Es lo que parece haberse producido en la Cabilia en el transcurso de los últimos años: la reivindicación lingüística bereber ha tomado una forma más radical y con frecuencia autonomista.
Ese ha sido ya explícitamente el discurso de los jóvenes manifestantes cabiles de junio de 1998, después del asesinato del cantante Lunes Matub; y los aruchs (comités de aldeas y tribus), que iniciaron un gran movimiento de desobediencia civil a partir de mayo de 2001, aunque absteniéndose de todo discurso de tipo étnico o autonomista, y han desarrollado conscientemente y de manera constante, una estrategia de ruptura y oposición frontal con el Estado central: dicho de otra manera, si su programa (“la plataforma de El Kseur”) no es (¿aún?) autonomista, es no obstante una gestión política de ruptura. La verdadera incógnita reside de hecho, tanto en la Cabilia como en cualquier otro lugar, en la forma en que las dinámicas en curso serán, a largo plazo, tratadas y planteadas por los actores políticos, el Estado y las elites políticas.
O bien éstas son las premisas de una evolución del Estado y de su organización, hacia una democratización en profundidad, una ruptura con los referentes ideológicos fundadores (arabismo e islamismo) y una verdadera aceptación de la diversidad, organizada en formas flexibles (federalismo, regionalización avanzada…) que devuelvan a la sociedad y a sus componentes su soberanía; o bien las oligarquías existentes se aferran a sus privilegios de Estado y pretenden eternizar una situación en la cual millones de personas, regiones enteras, están excluidas, marginadas, abandonadas a sí mismas y a la desesperación, sin la menor perspectiva de desarrollo económico, social y cultural…
Y en esa hipótesis, el futuro de África del Norte es inquietante. En todo caso, la “cuestión bereber” y en particular su “versión cabil” serán seguramente en los años venideros lugares de inestabilidad y de importantes evoluciones en África del Norte.