Las TIC, claves para los refugiados

Kilian Kleinschmidt

En la actualidad hay más de 65 millones de desplazados forzosos en el mundo. Esta cifra –65 millones– es conocida por muchos; aparece a diario en artículos sobre la crisis de los refugiados; se anuncia a través de la radio y en los telediarios vespertinos. Nunca antes había sido la comunidad internacional tan consciente de la enormidad de las necesidades humanas en el mundo. La comunidad de ayuda humanitaria internacional se apresura a llamar la atención sobre su respuesta: la enorme movilización de recursos para proporcionar alivio a estos 65 millones de personas. Estos círculos humanitarios han respondido a la crisis de los refugiados con recursos masivos –alimentos, cobijo y ropa– para cubrir las necesidades básicas de los desplazados por conflictos en las últimas cinco décadas. Pero este sistema de ayuda conlleva varios inconvenientes. En primer lugar, la ayuda llega solo a una pequeña proporción de los que la necesitan, porque la financiación es sencillamente insuficiente. En segundo lugar, la ayuda no permite a los desplazados ganarse la vida de manera sostenible; crea un sistema de dependencia y nuevas necesidades. En tercer lugar, la ayuda no aprovecha los recursos humanos disponibles entre estos 65 millones de personas. Y, en cuarto lugar, no tiene en cuenta el movimiento de millones de pobres extremos, personas afectadas por el cambio climático u otros desastres.

Ante estos fallos, han surgido numerosas organizaciones en el sector privado para cambiar el sistema, sobre todo respondiendo con increíbles avances tecnológicos.

En respuesta a los conflictos en la región de Oriente Próximo y el Norte de África (MENA), se han hecho algunos progresos a la hora de potenciar y desarrollar las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), que resaltan la importancia de unas comunicaciones unidas e integradas. Hay incontables factores que separan nuestro mundo actual de los métodos utilizados en el pasado. Pero una de las distinciones más destacadas es Internet. Han transcurrido más de 20 años desde la creación de esta red mundial y todavía no hemos dilucidado cómo modelará nuestra sociedad. Pero no cabe duda de que ha revolucionado el modo en que las personas se relacionan entre sí: cómo responden a las crisis internacionales en la actualidad y cómo responderán en los años venideros. De hecho, la conectividad volverá obsoleta la necesidad de grandes estructuras centralizadas. La cuarta revolución industrial gira en torno a la descentralización; más concretamente, exige la resolución de problemas sociales y tecnológicos; exige abordar retos, para lo cual se necesitan unidades pequeñas y eficaces que respondan de manera rápida, efectiva y simple, respaldadas por una red de recursos mundial.

Basándome en mi experiencia personales como director del campo de refugiados de Zaatari, en Jordania, explicaré la manera en que esta nueva concepción de la ayuda alimenta un ciclo natural de desarrollo sostenible para individuos que se han visto desplazados a la fuerza de sus hogares. Si nos fijamos en la región MENA como caso práctico, la función de las TIC en la comunidad de refugiados se ha vuelto fundamental.

Lo que diferencia los años recientes de la historia es el tamaño de las migraciones que estamos presenciando. Personas de todo el mundo huyen de sus casas en busca de paz, seguridad y derechos humanos básicos. La forma en la que el mundo ha respondido a estas masas de personas está poniendo de manifiesto los fallos de la “vieja” división entre refugiados y emigrantes “económicos”, que impide a millones de personas acceder a la seguridad necesaria y a los recursos humanos básicos. En el actual sistema de ayuda internacional institucionalizada, millones de personas se ven privadas de recibir ayuda humanitaria porque huyen de sus hogares por razones distintas de la violencia concreta. Muchas se marchan por culpa del cambio climático.

Más concretamente, estas migraciones masivas han revelado que el sistema de ayuda y servicios sociales establecido ha fracasado y es incapaz de llegar de manera eficiente a un número de personas suficientemente amplio. Vistos los fallos de este sistema, otros deben intervenir para salvar la situación. Hoy en día existe una red de comunicación e innovación dentro de la comunidad tecnológica, con el objetivo de desarrollar una forma de ayuda humanitaria sostenible y al alcance de todos. Este hincapié en la comunicación accesible constituye la base de la definición de las TIC. Lo que se ha desarrollado hoy es una “comunidad tecnológica cívica”, una red en general informal de organizaciones que usan la tecnología para responder a los problemas sociales. Pero del mismo modo que la tecnología ha permitido acelerar el desarrollo, tiene que haber un medio de innovar nuestra interpretación global de las situaciones de crisis.

¿Qué están haciendo estos círculos tecnológicos en lo referente a la ayuda humanitaria? ¿Qué aportan? Como ya he mencionado, estas comunidades de tecnología cívica colaboran de muchas maneras para cubrir necesidades básicas y esenciales. Por ejemplo, en Turquía y Jordania, Naciones Unidas y varias ONG han entregado a los refugiados tarjetas de crédito de prepago que pueden utilizarse para pagar bienes básicos y de primera necesidad. Este método empezó a emplearse en Pakistán en 2009 y 2010, proporcionando a las personas una enorme ayuda mediante tarjetas de débito inteligentes durante situaciones de desplazamiento por motivos bélicos o por inundaciones. Los datos biométricos son la base para la identificación en muchas situaciones y ofrecen la seguridad necesaria para los sistemas de ayuda humanitaria.

Aparte de esto, las TIC han proporcionado a los refugiados mayor acceso a la atención médica. El proyecto 3DMena, activo en Jordania, ha ayudado a crear prótesis de extremidades mediante impresión en 3D. El proyecto está ahora listo para su ampliación, ya que la investigación y el desarrollo iniciales se han completado. Los dispositivos de prueba, el soporte lógico y los sistemas de supervisión remota son esenciales para los programas de control de pandemias.

Comunicación y educación digital

Las interacciones más notables entre las TIC y los refugiados se producen en los frentes de la comunicación y la enseñanza. Los teléfonos inteligentes, muy utilizados en las comunidades de refugiados sirios, permiten a las familias separadas mantenerse en contacto mediante mensajes de texto y aplicaciones de redes sociales como Facebook y Whatsapp. Sin embargo, la mayoría de las aplicaciones y plataformas de Internet desarrolladas durante los últimos meses de la crisis europea no responden en absoluto a las necesidades de los refugiados, que siguen dependiendo casi exclusivamente de las redes sociales. Mientras la comunidad de las TIC trabaja para responder a la crisis, es esencial que recuerde los medios principales con los que se comunican los refugiados. Las innovaciones deben ser accesibles a las comunidades a las que pretenden ayudar.

La educación sigue siendo un enorme problema para los refugiados. Unicef calcula que más de 13 millones de niños de Oriente Medio están sin escolarizar; menos de la mitad de los niños sirios que viven en algún país de la región van al colegio. A diario se predice una “generación perdida”, una generación de niños iletrados que no sabrán leer ni tendrán conocimientos de matemáticas. Este problema de masas de niños sin escolarizar no deriva solo de la falta de financiación para permitirles asistir al colegio. Los niños deben superar enormes obstáculos al llegar a un país extranjero como refugiados; el idioma y el trauma provocado por el conflicto en su país son solo algunos. La educación digital, cuya popularidad está aumentando entre las comunidades de refugiados, permite a niños y adultos obtener una educación básica a pesar de esos obstáculos. Las plataformas de distribución de contenido a través de móvil permiten a niños que de otra forma no podrían recibir una enseñanza formal acceder al menos a parte del material que les falta. La Universidad Kiron, compuesta por muchas universidades y socios como Spark, ofrece educación superior en Internet.

Un medio definitivo de la comunidad de tecnología cívica que trabaja con refugiados tiene que ver con el empleo y el desarrollo de aptitudes. El grado de integración que los refugiados reciben en el mercado laboral del país receptor varía enormemente de un contexto a otro. Sin embargo, las TIC pueden formar a los refugiados en técnicas específicas y deseables que les permitan integrarse mejor en el mercado laboral del país receptor. En el caso del 3DMENA, 420 refugiados recibieron formación en diseño, impresión y fabricación 3D.

Estas comunidades de tecnología cívica confirman el hecho cada vez más claro de que proporcionar a los refugiados elementos básicos –raciones de alimentos y un campamento para vivir– no basta. Al comienzo de mi servicio en Zaatari, cuando Naciones Unidas construyó por primera vez cocinas comunitarias para que las usasen los refugiados, los residentes del campo las desmantelaban y robaban de inmediato. Este acto de los refugiados de Zaatari de apropiarse de la ayuda patrocinada por Naciones Unidas se producía una y otra vez, con cocinas y viviendas. Pero sería un error tachar sin más estas acciones de anarquía y desorden. Por el contrario, las personas estaban rechazando el viejo sistema de ayuda y alivio; el sistema fallido de ayuda y alivio. Aunque el bienestar físico de los residentes del campamento y de la población de refugiados en general sigue siendo prioritario entre los círculos de ayuda humanitaria, ya no es adecuado decir que el bienestar físico –nutrición y seguridad– constituyen la totalidad del bienestar. Y tampoco es aceptable decir que muchos de los grandes organismos humanitarios que proporcionan ayuda en forma de comida y refugio se estén preparando para proporcionar un futuro de curación y desarrollo sostenible a los refugiados. Dar a un hombre una ración semanal/mensual de arroz no le permite ganarse la vida. De nuevo recurro a Zaatari para demostrar que las personas buscan algo más que raciones de arroz. Con las cocinas desmanteladas de las que he hablado, los residentes del campamento empezaron a abrir tiendas. En la actualidad, el campamento tiene una extensa calle comercial, denominada los “Shams Elysees”, en referencia a la calle comercial parisina y a “Sham”, el término coloquial en árabe para referirse a Siria.

Ahora bien, ¿hasta qué punto son relevantes estos incidentes en Zaatari para el tema de las TIC y los refugiados? Las acciones de los residentes del campamento de Zaatari son la prueba de los recursos humanos sin explotar que los refugiados pueden aportar. Son personas –humanos– con aptitudes; muchos tenían conocimientos especializados mucho antes de huir de sus casas en busca de seguridad en otras partes del mundo; muchos tienen un enorme potencial para aprender y especializarse más. Aquí es donde la tecnología entra en juego. Los programas disponibles en la actualidad para los refugiados les permiten emprender y continuar su aprendizaje, aunque no existan edificios para la enseñanza formal. El aprendizaje a través del móvil da a niños y adultos el acceso a un mundo de información al que de otro modo no estarían expuestos. La tecnología proporciona puestos de trabajo a los refugiados. Uno de los principales puntos de entrada de los refugiados sirios en el mercado laboral jordano es el campo de las ciencias informáticas: la programación, la formación tecnológica e incluso la enseñanza. Existen programas como Re: Coded y Reboot Kamp que forman a los refugiados, sobre todo a las mujeres y las minorías desfavorecidas, en especialidades que les permiten entrar en el campo de las ciencias informáticas y obtener empleos digitales.

Muchos alegan estar preocupados por el hecho de que esta formación roba puestos de trabajo a la población local. Pero esta afirmación dista mucho de ser cierta. Por el contrario, estas oportunidades crean más puestos de trabajo, tanto para los refugiados como para la población local. La formación tecnológica para refugiados permite un desarrollo económico sostenible y a largo plazo, tanto en el plano local como en el nacional. El sector de las TI calcula que la actual carencia de programadores cualificados es de unos 800.000 profesionales. Oriente Próximo tiene por sí solo potencial para formar a más de 400.000 programadores.

Un sistema de ayuda humanitario dinámico

Gracias a mis años de trabajo en situaciones de emergencia y ayuda en todo el mundo, me he dado cuenta de que nunca ha bastado con ofrecer a las personas solo comida y refugio. Y tampoco es eficiente. Actualmente, esa clase de proyectos de ayuda, aunque sin duda son necesarios, solo llegan aproximadamente al 20% de la población mundial de refugiados. Y eso no se debe a que estas organizaciones no trabajen duro. Se debe simplemente a que no es posible, en medio de una crisis tan enorme, llegar a tantos millones de personas. Hoy me pregunto a cuántas de estas personas deben no llegar –y no ayudar– estas organizaciones para alcanzar una concienciación y un consenso universales respecto a que el sistema necesita un cambio. El sistema tiene que cambiar para permitir que las personas en situaciones de crisis se ayuden a sí mismas. Tiene que cambiar para permitir que hombres y mujeres prosigan su educación, aunque el centro de enseñanza más cercano esté a más de 50 kilómetros de distancia. El sistema tiene que cambiar para permitir que hombres y mujeres trabajen, que sigan ganándose el sustento, y que no se les clasifique como víctimas y se les arrincone en algún país extranjero.

En los últimos cinco años, en concreto en respuesta a los enormes conflictos en Oriente Medio, han surgido círculos de tecnología cívica para resolver los fallos de este viejo sistema de ayuda humanitaria. Estos círculos han aparecido para ofrecer a las personas acceso a la enseñanza, a la formación profesional y al empleo. A medida que estas organizaciones crecen y se desarrollan, promoviendo un sistema de ayuda humanitaria dinámico para el siglo XXI, la cooperación entre el sistema tradicional y el nuevo sistema de ayuda es esencial. Y lo más importante, tiene que haber una red más fuerte de comunicación entre organizaciones dentro de la comunidad de tecnología cívica. El reto de esta red es permanecer conectada a las realidades que afronta la humanidad, es decir, aquellos a quienes pretende ayudar.

A menudo, se contemplan los campos de refugiados como asentamientos temporales, lugares que existirán durante un número limitado de años hasta que los residentes vuelvan a sus países de origen. Esta lógica constituye los cimientos del viejo sistema de ayuda humanitaria: dar a las personas lo suficiente para permitirles sobrevivir, poniendo su vida en pausa hasta que puedan volver a su lugar de origen e intenten retomarla donde la dejaron. Pero actualmente, la vida media de un campo de refugiados es de 17 años. Ya no es razonable, ni factible, que las personas pongan su vida en pausa durante periodos de tiempo tan prolongados. Las personas deben encontrar medios para vivir y ganarse la vida en todos los rincones del mundo, en las circunstancias más insoportables. La cuestión a la que nos enfrentamos hoy no es la de si debemos permitir que las personas se ganen el sustento en semejantes circunstancias; ya respondieron a esa pregunta hace mucho tiempo. En Zaatari y en campos de refugiados de todo el mundo, las personas se ganan el sustento y encuentran medios para hacer la vida soportable.

Hoy, debemos preguntarnos si es razonable quedarnos de brazos cruzados a pesar de los enormes recursos y aptitudes humanos. Creo que la actual responsabilidad del mundo de la ayuda humanitaria no es solo ayudar a las personas, sino ayudarles a ser independientes. La tecnología es la vanguardia de esta nueva agenda: la de crear futuros sostenibles para millones de personas. Debemos cambiar el paradigma existente y dejar de pensar en los refugiados como víctimas para empezar a verlos como seres humanos con voluntad y fuerza para cuidar de sí mismos.