La realidad del mundo árabe

“La única forma de detener este atlantismo salvaje es que árabes y europeos saquemos del letargo a la cultura mediterránea” opina el escritor libanés Elías Khoury.

ENTREVISTA con Elías Khoury por Lurdes Vidal

Si quieren conocer la realidad del mundo árabe léannos, señores”. Con esta contundente frase respondía Elías Khoury a uno de los asistentes a la conferencia “Renacimiento cultural: Líbano y el mundo árabe”, que el escritor ofreció en Barcelona (CaixaForum) el 16 de octubre, una brillante disertación sobre los vínculos entre la narrativa y la guerra en Líbano y en los países vecinos. Era su reivindicación de la literatura, el arte y la cultura como medio para comprender la realidad árabe, más allá de las informaciones que ofrecen la prensa y la televisión. Director de al-Mulhaq, suplemento cultural semanal del diario al-Nahar, considerado uno de los mejores en su género en el mundo árabe, Khoury ha escrito 11 novelas, cuatro volúmenes de crítica literaria y tres obras de teatro, además de trabajar en el guión de dos películas y de una extensa obra como periodista.

Khoury es además, y por encima de todo, un intelectual comprometido: con su Líbano natal, con los derechos de los palestinos y con la democracia y la libertad de expresión. Su trayectoria junto a otros intelectuales como Mahmud Darwish, Adonis o Samir Kassir así lo confirma. Este compromiso es lo que, posiblemente, le lleve a responder –no sin dejar de reflejar cierto cansancio–, las múltiples preguntas que se le plantean sobre cuestiones políticas y de actualidad considerablemente alejadas de los asuntos de los que en principio querría hablar: las disquisiciones sobre escribir en árabe clásico o en el dialecto vernáculo o la relación causaefecto que pueda existir entre escritura, creatividad y conflicto, por ejemplo. Y aún así, Khoury parece asumir con abnegación y cierta pasión la responsabilidad de dar a conocer su visión sobre los conflictos que acechan la región. Le pregunto primero por los cambios sociales que ha desencadenado la reciente guerra en Líbano, y él me espeta, casi irritado, “primero hay que hablar de los cambios reales, físicos, de la vida cotidiana, de la terrible y devastadora destrucción en los pueblos y ciudades del sur del país, como Bint Jbeil, arrasada en un 90%.

Foto: Kosmopolis, CCCB, 2006.

Luego hay que hablar de la destrucción de la memoria. Al destruir la prisión de Jiam, que durante tanto tiempo fue un lugar de tortura y que tras la retirada israelí de 2000 se convirtió en museo, lo que los israelíes pretendían era destruir la memoria de la resistencia”. Hecha esta precisión, Khoury prosigue confirmando que, efectivamente, a raíz de la guerra en Líbano hay un nuevo sentimiento de resistencia: “No podemos hablar de victoria de Hezbolá, pero sí de derrota militar israelí. Por ello hay consecuencias psicológicas y morales importantes cuyo eco se extiende por todo el mundo árabe, la capacidad de resistencia que ha ofrecido Hezbolá. Al mismo tiempo, sin embargo, existen divergencias confesionales en Líbano sobre la independencia, conseguida en marzo de 2005 y amenazada por el régimen sirio.

En mi opinión, es necesario crear una ecuación, muy compleja, para que la lucha de Hezbolá forme parte de una conciencia nacional libanesa y que el mismo Hezbolá se integre en ella, de modo que se desvincule de cualquier estrategia de tipo regional, sea iraní o siria. Por supuesto que, desde otra óptica, la resistencia de Hezbolá ha sido muy eficaz para destruir un proyecto americano que, en definitiva, podía terminar convirtiendo Líbano en un segundo Irak, es decir, un proyecto de destrucción”.

AFKAR/IDEAS: ¿Se han modificado entonces los parámetros confesionales a raíz del aumento de popularidad de Hezbolá?

ELIAS KHOURY: Tenga en cuenta que Hezbolá no es solo un partido islámico, representa a la facción chií de la población, pero no se puede dar por sentado que los musulmanes suníes o drusos libaneses se adhieran totalmente a Hezbolá y, por supuesto, tampoco los cristianos. La situación actual es muy peligrosa, porque puede llevarnos a una crisis política abierta o a un consenso nacional nuevo. Todo dependerá de cómo los políticos e intelectuales libaneses interpreten lo sucedido e intenten formular otra ecuación distinta. Especialmente porque Hezbolá no es solo un partido libanés, sino que, como movimiento, forma parte de una internacional chií vinculada a Irán y al régimen fascista sirio. Todo ello es una contradicción tremenda. El proyecto de Hezbolá es populista, representa a las clases chiíes más desfavorecidas, pero en alianza con una dictadura sangrienta.

Si se quiere extraer una lección de la guerra civil es que nos llevó a una autodestrucción total, por eso hay que lograr un consenso nacional, al cual se debe añadir otro punto crucial: la lucha por Palestina. Hay que encontrar lugares comunes entre todos, y centrarnos también en la necesidad de una paz israelo-árabe, me refiero a una paz justa, en la que los palestinos puedan tener un Estado nacional independiente y soberano. En estos momentos hay otro elemento nuevo, la FINUL. Si hay algún resultado positivo de esta guerra, éste es la Resolución 1701 de las Naciones Unidas y el importante peso europeo en las fuerzas internacionales de la ONU, algo que Israel ha rechazado desde siempre. Recordemos por ejemplo, la declaración del ministro de Asuntos Exteriores italiano, Massimo D’Alema, en la que sugería que si la FINUL tenía éxito en Líbano se podía pensar en enviar una fuerza internacional a Palestina.

Este elemento es clave y motivo de optimismo, y aunque los israelíes se opongan totalmente, hay que forzarlos a aceptarlo porque es el único medio para que se apliquen las resoluciones internacionales sobre la cuestión palestina y la única posibilidad para crear un Estado palestino. La base de todo ello es el Derecho Internacional, algo muy serio con lo que no se puede jugar. Sin olvidar que, por paradójico que sea, un pequeño grupo de resistentes ha obligado a los americanos a aceptar la idea de una fuerza internacional dependiente de la ONU.

A/I: ¿Podemos decir entonces que en Oriente Próximo todavía se tiene esperanza de que Europa pueda asumir un papel más relevante e influir en los acontecimientos en la región?

E.K.: Es precisamente lo que necesitamos. Hemos esperado demasiado tiempo y cada vez que parece vislumbrarse una posibilidad, Europa choca con dos obstáculos: la falta de una política exterior europea y el yugo de Estados Unidos. Para nosotros –incluyo a todos los pueblos del Tercer Mundo–, si Europa no asume su papel, el mundo está predestinado a la hecatombe. Tomemos el caso de Irak como ejemplo, donde el papel de Europa ha sido minimizado, tenemos una catástrofe política y humanitaria como resultado de la invasión americana. Por eso espero que Europa sea mucho más eficaz, especialmente porque en esta ocasión, por primera vez, los árabes no han sido débiles. Esperemos que esto atraiga su atención y Europa se implique mucho más. La acción de las fuerzas internacionales nos pone a todos a prueba.

A/I: Los relevos políticos en la escena internacional pueden ser también una palanca de cambio, ¿no cree?

E.K.: Por supuesto, pero esperemos que vayan rápido, porque la realidad cotidiana es verdaderamente dolorosa y costosa, tanto en Palestina como en Líbano o Irak, en todo el mundo árabe. Creo que los cambios en España, Italia, Reino Unido próximamente, y EE UU en un par de años –las elecciones legislativas no son decisivas en la política exterior americana–, podrían conducirnos a escenarios distintos. Algo se mueve, por supuesto.

A/I: Aprovecho para introducir otro asunto que sé que, a pesar de ser tarde, va a responder profusamente: la democratización. Y aquí Khoury lanza un discurso firme y rotundo.

E.K.:El proceso de democratización es un proceso de lucha, porque hace muchos años que los demócratas árabes luchan por la democracia y la libertad, pero si esta lucha no se vincula a un proyecto de paz justa está condenada a caer en saco roto. El problema de la región es la paz, la ausencia de paz abre las puertas a regímenes dictatoriales como el sirio o al fundamentalismo. Los demócratas árabes tienen un arduo trabajo por delante que es la asociación entre lucha por la democracia y lucha por la liberación. Espero que los europeos hayan comprendido finalmente que ambos problemas están vinculados y que se hayan recuperado del “mal israelí”. Esto no significa que olviden la memoria fascista, ni mucho menos. Nunca se deben curar las heridas de esta memoria, porque son esenciales. Lo que Europa hizo durante la Segunda Guerra mundial, especialmente contra los judíos, es el más terrible de los crímenes. Sin embargo, ha llegado la hora de decirle a Israel que ya basta, que a pesar de todo no puede actuar al margen del Derecho Internacional, que no puede seguir tratando a los palestinos como hasta ahora, que ya basta de ocupación. Esperemos que Europa actúe y que ambas orillas del Mediterráneo trabajen intensamente. La única forma de detener este atlantismo salvaje es que árabes y europeos saquemos del letargo a la cultura mediterránea.

A/I: ¿Qué ha quedado entonces de la primavera árabe y de la oleada de manifestaciones de la sociedad civil en países como Líbano o Egipto? ¿Estamos viviendo un momento de renacimiento de la llamada izquierda árabe que se decía secuestrada por las élites en el poder? Khoury me espeta:

E.K.:No solo la izquierda árabe, en todo el mundo la izquierda está secuestrada. Tras la caída de la Unión Soviética hay una gran crisis, se necesita redefinir la izquierda, los términos de la justicia social, un proyecto humano e internacional en el que podamos trabajar juntos. Sin un proyecto con vocación internacional volveremos a caer en guerras nacionales, en guerras entre religiones. La solución no está a la vuelta de la esquina sino a largo plazo. La cuestión está en que los demócratas de un lado y otro del Mediterráneo encontremos medios de solidaridad, como los que existían en los años sesenta. Hay que reproducir un trabajo cultural y político común, priorizando el vínculo entre libertad y liberación. No podemos hablar de democracia, es decir de libertad, en países ocupados o casi ocupados como en el mundo árabe.

A/I: En este sentido, entonces, para evitar crisis como las suscitadas por las caricaturas de Mahoma o las declaraciones del Papa, que algunos consideran conflictos culturales, religiosos o muy especialmente políticos, ¿sirven propuestas como la Alianza de Civilizaciones?

E.K.: Lo que llamamos contradicción religiosa no existe. La religión ha servido siempre como pretexto para ocultar otros intereses, desde las guerras de los cruzados a las guerras religiosas en Europa, algo que ahora tendemos a llamar a la americana “guerra o choque de civilizaciones”. No son guerras por la religión. Es la instrumentalización de la religión y la lectura que cada uno pueda hacer de ella. En cambio, lo verdaderamente serio son los problemas reales: la pobreza, el petróleo… el petróleo es el gran mal de los árabes. Pero en ningún caso estamos frente a un choque o una guerra de civilizaciones. Le diré más, diría que actualmente civilización solo hay una.

A/I: ¿Y las cuestiones de identidad, de lengua y de confesión pueden además ser un acicate de los conflictos internos?

E.K.:Depende, es una cuestión complicada. Primero está el problema identitario. La diferencia entre el Magreb y el Mashreq es que el renacimiento, la Nahda –una renovación lingüística profunda, una modernización literaria basada en las ideas de la revolución francesa, en la idea de nación, de laicidad–, tuvo lugar entre el Cairo y Beirut. Había un proyecto de crear una identidad nacional árabe separada de la religión, éste era un eje principal. En el Mashreq, con el fracaso del movimiento nacional, el problema de las minorías religiosas emerge con fuerza. En el Magreb, cuando fracasa el movimiento nacional, la diferencia entre árabes y bereberes se convierte en crónica. Pero es algo normal, y no es tanto cultural como un problema político. En el aspecto cultural creo que la Nahda continuó el legado del pluralismo cultural, que siempre ha estado presente en la cultura islámica. Creo que el problema es básicamente político, y no por ser cristiano voy a ver las cosas de forma distinta, aunque muchas veces esto es lo que desde fuera se piensa.

A/I: Quizás es la impresión que en el exterior se tiene del sistema confesional libanés…

E.K.:El sistema político confesional libanés es absurdo. Si EE UU aplicara un sistema como el libanés o el iraquí los latinos votarían por los latinos, los WASP por los WASP, los afroamericanos por los afroamericanos… Veríamos lo poco que tardan en estallar. No se trata de un problema cultural, es un problema político y de ley electoral. Aunque si el sistema libanés es malo, el iraquí es aún peor, es un crimen.