La imprescindible entrada de las remesas en la agenda euromediterránea

A pesar de ser el principal flujo económico entre Europa y el Magreb, las remesas carecen de papel institucional.

Iñigo Moré

En el plano externo, Europa viene orientando las cuestiones migratorias con propuestas de índole policial con instituciones como Frontex. En el plano interno, siempre ha puesto más énfasis en la libre circulación de capitales y mercancías que en las otras dos libertades fundamentales que completan la Unión Europea (UE): la libre circulación de servicios y, sobre todo, la de personas. No obstante, todo sugiere que la UE podría haber iniciado la revisión de sus axiomas, como mínimo, buscando cual puede ser la relación entre desarrollo y migraciones. En 2004 Marruecos recibió 2.918 millones de euros en remesas desde la UE. Es el primer destino global de las remesas enviadas desde Europa. La cifra tiene su importancia pues supone que cada marroquí recibió de media casi 100 euros anuales solo desde Europa gracias a estos envios, que duplican la inversión extranjera total recibida por su país. No se trata del único país euromediterráneo donde esto ocurre.

El segundo destino de las remesas que envían los inmigrantes desde Europa es Turquía, mientras que entre los 10 primeros también figura Argelia, y otros como Albania. En todos los casos las remesas superan a la inversión extranjera o el turismo, multiplicando varias veces los flujos de cooperación. En conjunto, las remesas son el principal vehículo para transferir recursos desde la orilla opulenta del Mediterráneo a su lado más precario. La dimensión de estos flujos haría lógico actuar sobre las remesas pensando en su potencial para la convergencia. Pero hasta hace bien poco Bruselas apenas se ha interesado por ellos.

En el caso del principal receptor, Marruecos, las remesas solo aparecen mencionadas una vez en el Documento de Estrategia 2007-2013 del Instrumento Europeo de Vecindad y Asociación (IEVA) (http://ec.europa.eu/world/ enp/pdf/country/enpi_csp_morocco_en.pdf). Es curioso que esta mención sea para constatar que las remesas representan el 8,4% del PIB del país mientras que el turismo solo supone el 7,8%, aunque el documento no extrae de ello la conclusión de que sea necesario actuar en este terreno.

Así, las remesas no aparecen mencionadas en el Plan Indicativo Nacional-PIN (2007-2010) dedicado a Marruecos (http://ec.europa.eu/world/enp/pdf/country/enpi_ nip_morocco_en.pd), donde se recogen los proyectos concretos. Tampoco aparecen mencionadas en la anterior edición de este documento de 2006. Hay que señalar que esta situación no es una particularidad de Marruecos. Las remesas tienen una importancia semejante en otros países de la región, pero el documento de Estrategia regional para el Partenariado Euromediterráneo (2007-2013) y el PIN (2007-2010) solo mencionan estos flujos una vez y lo hacen en una aclaración entre paréntesis (http://ec.europa. eu/world/enp/pdf/country/enpi_euromed_rsp_e n.pdf). Así, no es extraño que una búsqueda en el archivo de proyectos de EuropeAid de la palabra remesas, sea negativa. No hay un solo proyecto MEDA al respecto, aunque sí existan para casi cualquier otro flujo económico euromediterráneo, desde el turismo a la inversión extranjera.

La conclusión es que las remesas carecen de papel institucional, por más que sean el principal flujo económico entre Europa y los países del Sur. Hasta el momento, solo algunos centros de investigación innovadores han iniciado una reflexión sobre cómo incorporar las remesas al proceso euromediterráneo. Entre ellos el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed), que junto a Remesas.org ha celebrado dos seminarios sobre este asunto, uno en Casablanca en 2006 y otro en Barcelona en octubre de 2007. El primer motivo por el que Bruselas se ha mostrado así de tímida sobre las remesas es que ignoraba su dimensión hasta hace bien poco. En 2006 la Comisión Europea pidió a los países miembros sus datos sobre remesas encontrándose con que 11 de los 25 simplemente ignoraban a dónde van.

El informe titulado Second EU survey on workers’ remittances from the EU to third countries, constató que las naciones recién incorporadas a la UE, y en las que la inmigración es un fenómeno de escasa relevancia, no contabilizan el destino de sus remesas, como es el caso de la República Checa, Malta o Eslovaquia. Pero también lo ignoran algunos miembros veteranos, en los que la inmigración tiene unas dimensiones significativas y, por ello, cabe pensar que son importantes emisores de remesas. Es el caso de Dinamarca, Luxemburgo, Austria, Finlandia, Suecia o nada menos que Reino Unido. Sobre los demás, que sí disponen de cifras de remesas, se considera que solo reflejan una parte de la realidad.

Por ejemplo, España solo considera a Marruecos como el quinto destino de sus remesas en 2006 con 415 millones de euros, cuando los inmigrantes marroquíes no son el quinto colectivo de extranjeros, sino el primero con gran diferencia. Esto llevó a la Comisión a considerar que los datos de remesas estaban afectados en algunos casos de underreporting y, en otros, de missreporting. Frente a esta situación, la Comisión reaccionó de forma insólita, convocando una licitación para contratar a un grupo de expertos que pudiera establecer una estimación sobre las remesas de la UE y sus destinos. Anteriormente, la Comisión había encargado estudios económicos sobre otros asuntos, pero las remesas son un apunte obligatorio de la balanza de pagos según el vigente manual del Fondo Monetario Internacional.

En este sentido, Bruselas puso en cuestión la contabilidad oficial de los países miembros. El resultado de esta licitación es el informe The volume and Geography of remittances from the EU, encargado en 2007 por la Comisión Europea a tres profesores universitarios españoles. Esos datos, que encabezan este artículo, son una estimación: la primera sobre los flujos de remesas que emite Europa a todos los países del mundo lo que permite constatar la preeminencia de los destinos euromediterráneos. Esto significa que todavía no sabemos cuantas remesas van allí exactamente. Pero al menos tenemos una visión sistemática sobre ellos. Según este informe, el primer destino de las remesas de España en 2004 fue Marruecos, con 921 millones de euros, lo que multiplica por dos los 415 millones de euros calculados hasta ahora.

Francia aportó remesas a Marruecos por valor de 1.431 millones de euros. Estos datos ponen bajo dos luces la contabilidad marroquí, que para el año 2004 calculaba que Francia había enviado remesas por un valor semejante al del estudio, 1.500 millones de euros, pero subestimaba largamente las enviadas por España con 461 millones (16.131 millones de dirhams y 4.956 millones de dirhams respectivamente, a un cambio medio de 0,093 euros por dirham). Estos datos ponen de relieve que las remesas de los emigrantes tienen una vasta importancia en el ámbito euromediterráneo, que excede la de simple ayuda familiar.

Son una de las claves de su estabilidad macroeconómica. Por decirlo simplemente, los emigrantes sostienen las economías del sur del Mediterráneo. Diversas voces han deducido de esta situación una incapacidad institucional de los países del Sur, o el egoísmo de los del Norte, considerando que las remesas son una consecuencia de la emigración de millones de personas que no encontraron trabajo en su propio país, por un escaso nivel de inversión tanto nacional como europea. Pero es necesario advertir que esta situación es perfectamente normal, pues en términos económicos, la mano de obra se traslada más que el capital y el capital tiende a ir hacia donde sobra, buscando seguridad. Solo las remesas, consecuencia directa de la emigración, van con tranquilidad hacia los países pobres.

La mano de obra emigra más que las inversiones

En realidad, esta situación inserta al Mediterráneo en el proceso de desarrollo que se vive en Europa desde principios del siglo anterior. Cuando Cataluña inició su vigorosa industrialización, se encontró con que el incremento exponencial de su producción atraía, y en realidad, requería, mano de obra de otras regiones españolas. Lo mismo ocurrió en el País Vasco o en casi todas las regiones europeas que ejercieron un papel similar de locomotora nacional. En todos estos procesos, la mano de obra fue a donde estaba el capital y no al revés.

Pocos industriales del norte de Italia pensaron en colocar sus fábricas en el Sur donde abundaba la mano de obra barata, pues Rocco y todos los hermanos que hicieran falta ya iban por su cuenta a buscar trabajo a Milán. Una vez agotada la mano de obra nacional, este mismo esquema se repitió en el ámbito internacional. Aunque algunas empresas francesas invirtieron en Portugal en los años sesenta, fueron muchos más los portugueses que emigraron a Francia, donde todavía hoy son la primera nacionalidad extranjera. En el mismo periodo algunos empresarios alemanes colocaron su capital en España, pero fueron más los “pepes” que emigraron al Rhin. En los países europeos, la mano de obra siempre ha emigrado más que las inversiones.

Una ley que también se cumplió en las relaciones intraeuropeas y, posteriormente, euromediterráneas, solo que agudizando su perfil. La relación entre movilidad de inversiones y de mano de obra es en el ámbito mediterráneo espectacularmente favorable a la mano de obra. El motivo radica en que los países del Sur no solo reciben pocos capitales del Norte. Es que los capitales Sur-Norte superan los que van Norte-Sur. En paralelo, la primera nacionalidad de extranjeros en la UE son los vecinos del Mediterráneo. La explicación de este fenómeno es simple pues la mano de obra es el factor de producción más fácil de trasladar y, en realidad, el único que puede decidir con autonomía moverse.

Esta facilidad es obvia en el sector primario, donde solo la mano de obra es móvil. Es imposible trasladar las minas de carbón de Bélgica, gracias a las que la primera nacionalidad extranjera en ese país son italianos. Otras producciones podrían trasladarse, pero perdiendo valor por el camino como los viñedos franceses que aún hoy son vendimiados en una medida apreciable por españoles. Es cierto que hay franceses con inversiones agrícolas en España, pero el valor de mercado del vino extremeño no es el mismo que el de Borgoña. Quizá las cosas están más igualadas en el sector secundario, la industria, pues es posible trasladar fábricas, pero el grueso de las economías modernas está asentado sobre el sector terciario, los servicios. Muchos de ellos requieren de un contacto directo con el cliente (no se puede deslocalizar a los camareros).

Otros están estrechamente vinculados con la localización geográfica y no son trasladables, por ejemplo los servicios turísticos, en los que un hotel en Mallorca no tiene el mismo valor que otro idéntico en Burundi. Solo muy recientemente, algunos servicios han comenzado a poder prestarse a distancia, gracias a las nuevas tecnologías, siendo éste el signo más característico de la actual ola de globalización. Por lo tanto, nadie tiene porqué sorprenderse de que las remesas euromediterráneas tengan la importancia actual. Simplemente los ríos económicos fluyen en un sentido determinado. Es cierto que en la interacción económica de las naciones pesan otros flujos que obedecen a lógicas diversas. Por ejemplo el comercio, el turismo o el préstamo internacional, que presentan mecánicas diversas con un diferente potencial transformador.

La UE tiene su origen en el aprovechamiento de las que produce el comercio, desafortunadamente limitado con los países euromediterráneos. Por ello, hay que considerar como un momento de notable lucidez que las remesas fueran abordadas durante la primera Cumbre Euromediterránea sobre Migraciones, celebrada en Portugal en noviembre de 2007. En ella se acordaron diversas medidas para facilitar estos flujos, comenzando por abaratar su precio por medio de un incremento de la competencia, así como la realización de diversas iniciativas de análisis y estudio. No es más que un primer paso, pero es especialmente prometedor pues reconcilia al proceso euromediterráneo con la realidad en la que se asienta.