La imposibilidad de la unidad palestina frente al EI

Los combates de Yarmuk demuestran que el movimiento nacional palestino se encuentra dividido sistemáticamente entre unas opciones regionales contrapuestas.

Nicolas Dot-Pouillard

El 1 de abril de 2015, la organización Estado Islámico (EI) entró en el campo de refugiados palestinos de Yarmuk, situado a ocho kilómetros del centro de Damasco, cuya parte norte está sometida desde 2012 a un implacable asedio del Ejército Árabe Sirio (EAS). Menos de 18.000 refugiados viven hoy en el campo, cuando, tres años antes, vivían más de 150.000.

Una multitud de frentes militares

Yarmuk ya es como Siria: un mosaico armado. La organización Estado Islámico no es más que una de las numerosas facciones militares que se despliegan ahora en este recinto estratégico, la puerta meridional de la capital. Antes del avance militar del EI en el campo, Yarmuk ya se dividía en varias zonas militarizadas: al Norte, las tropas palestinas que apoyan al régimen sirio mantienen varias barreras militares y ayudan al ejército gubernamental y a las Fuerzas de Defensa Nacional (FDN). La Alianza de las Fuerzas Palestinas (Al Tahaluf ) agrupa, desde principios de la década de los noventa, a las principales formaciones palestinas que no solo se oponen a los Acuerdos de Oslo, sino que están orgánicamente vinculadas al régimen sirio y comparten la retórica nacionalista árabe del partido Baaz: el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General (FPLP-CG) de Ahmad Yibril; Al Fatah-Intifada de Abu Musa, que surgió de una escisión de Al Fatah de Yasir Arafat en 1982; Al Saiqa, la rama palestina del partido Baaz; y los Comités Populares, dirigidos por Jaled Abdel Mayid, que también es el portavoz de la Alianza de las Fuerzas Palestinas.

En conjunto, estos partidos cuentan con varios centenares de milicianos dentro del campo y en sus inmediaciones. Desde principios de abril, estas cuatro formaciones coordinan sus ataques contra el EI con las fuerzas regulares sirias. Sin embargo, este primer frente, entre formaciones palestinas favorables al régimen y la organización Estado Islámico, no cambia la situación militar y política que existía en el campo desde finales de 2012, ya que la Alianza de las Fuerzas Palestinas ha librado desde entonces una serie de combates contra grupos armados vinculados al Ejército Libre Sirio (ELS), así como contra milicianos palestinos que tomaron partido en su momento por el levantamiento sirio. Hasta la entrada del EI en Yarmuk, la mayor parte del campo estaba controlada por una multitud de grupos armados partidarios de la caída del régimen de Bashar al Assad.

Desde el invierno de 2012 hasta la primavera de 2015, estos grupos armados han seguido manteniendo posiciones militares en Yarmuk, a pesar de los incesantes bombardeos de la aviación siria y de los ataques esporádicos de las tropas de la Alianza de las Fuerzas Palestinas, gracias a que cuentan con una base en la retaguardia dado que los barrios periféricos de Damasco (Hajjar al Aswad,Tadamun) que lindan con el campo están controlados por el Ejército del Islam (Jaish al Islam) de Zahran Allush, uno de los componentes del Frente Islámico ( Jabhat al islami) y una de las coaliciones militares más importantes de la oposición.

En el interior del campo, varios grupos armados opuestos al régimen se reparten el terreno: Haraka Ahrar al Sham (Movimiento de los Libres del Levante); el Frente al Nusra (Frente de la Victoria), afiliado a Al Qaeda; las Brigadas Ibn Taimiya, aliadas de Jabaha al Nusra; y, por último, las Kataib Aknaf Beit al Maqdis (Brigadas de las Tierras de Jerusalén), una formación militar propiamente palestina y vinculada a Hamás, aunque este último niega oficialmente cualquier participación armada en Siria. Hasta abril de 2015, el conjunto de estos grupos armados estaba relativamente unido en su lucha contra el ejército gubernamental y contra la Alianza de las Fuerzas Palestinas.

Traición a Hamás

La entrada de la organización Estado Islámico en Yarmuk pone de manifiesto la ruptura de la alianza que existía hasta entonces entre los milicianos de Hamás y los del Frente al Nusra. Hasta abril de 2015, el acuerdo al que se llegó era sencillo ya que, si bien las Brigadas Aknaf Beit al Maqdis y el Frente al Nusra no comparten los mismos principios ideológicos (unos cercanos al pensamiento de los Hermanos Musulmanes y otros relacionados con el movimiento llamado “salafista-yihadista”), estaban de acuerdo en oponerse a las tropas gubernamentales y en convertir Yarmuk en una puerta abierta de la capital.

El Frente al Nusra, sobre todo, afirmaba que también protegía el campo frente a cualquier penetración del EI y de los partidarios de Abu Bakr al Bagdadi en el recinto palestino. A finales de marzo, se rompió este acuerdo. Yahia Hurani (Abu Suhaib), dirigente local de Hamás, murió asesinado a las puertas del hospital Palestina el 30 de marzo tras ser disparado por unos desconocidos. El incidente constituyó el preludio inmediato de la ofensiva militar del EI del 1 de abril. Abu Hammam, portavoz de las Brigadas Aknaf Beit al Maqdis que fue responsable de la seguridad de Jaled Meshaal, dirigente de Hamás fuera de los Territorios Palestinos, acusó el 8 de abril al Frente al Nusra de haber “traicionado” simple y llanamente a las Brigadas Aknaf Beit al Maqdis al dejar entrar al EI en el campo y fomentar una nueva alianza militar con él, en detrimento de las fuerzas de la oposición siria y palestina a Al Assad.

Las razones de este cambio radical son numerosas. En primer lugar, el Frente al Nusra desconfiaba de un Hamás que, en el plano regional, oscilaba entre las críticas al régimen de Al Assad y la coordinación continua con el Hezbolá libanés y Teherán. Unas semanas antes, Meshaal se reunió con Ali Lariyani, presidente del Parlamento iraní, en Catar. En Gaza, los principales líderes de Hamás, encabezados por Mahmud Zahar y Muhamad al Daif, dirigente de las Brigadas Ezzedin al Qassam, ya no dudaban, desde la guerra del verano de 2014 entre Hamás e Israel, en reconocer una verdadera coordinación en materia de seguridad entre los palestinos por un lado, e Irán y Hezbolá por otro. Según algunos analistas palestinos, la nueva alianza entre el Frente al Nusra y la organización Estado Islámico también es una respuesta ante los intentos de negociación más recientes para lograr un alto el fuego entre el régimen y la oposición en el campo de Yarmuk.

Por tanto, la entrada del EI en Yarmuk ha dado inicio, desde principios de abril, a una nueva fase militar. Si bien antes el conflicto en el campo se caracterizaba por una serie de enfrentamientos entre el régimen y sus refuerzos palestinos por un lado, y los diferentes grupos de la oposición siria y palestina a Bachar al Asad por el otro, ahora existen tres frentes que se superponen: las Brigadas Aknaf Beit al Maqdis, ayudadas por diferentes grupos de la oposición siria, luchan conjuntamente contra el EI y el Frente al Nusra; el régimen y la Alianza de las Fuerzas Palestinas también luchan contra el Frente al Nusra y el EI, sin aliarse con las Brigadas Aknaf Beit al Maqdis; y, por último, el régimen y la Alianza de las Fuerzas Palestinas no han interrumpido desde principios de abril sus enfrentamientos militares con los grupos de la oposición siria todavía presentes dentro del campo y en los alrededores (Jaish al Islam, Ahrar al Sham), aunque es cierto que son más esporádicos que antes. El enfrentamiento militar ahora es “triangular”.

Un ‘ausente presente’: la Organización para la Liberación de Palestina

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), a diferencia de Hamás, no ha roto nunca sus relaciones con el régimen sirio. Sin embargo, se ha negado hasta ahora a participar militarmente en el conflicto. Las tropas del Ejército de Liberación de Palestina (ELP), con base en Damasco, no han sido movilizadas. Al Fatah, la principal formación de la OLP, especialmente su sección siria, se ha limitado desde 2012 a emitir comunicados pidiendo una “solución política” en el campo de Yarmuk, y a fomentar altos el fuego –que siempre fracasaron– entre el régimen y la oposición siria. La izquierda palestina también ha mantenido esta actitud de neutralidad aparente: el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) no moviliza militarmente a sus militantes, ni a favor del régimen, ni a favor de la oposición. Sin embargo, el mero hecho de que la OLP, Al Fatah y el FPLP hayan mantenido en Damasco la mayor parte de sus estructuras políticas, y de que sus principales dirigentes locales hayan permanecido en Siria desde 2012, parece en parte, en opinión de la oposición siria, pero también de Hamás, una muestra de su apoyo al régimen.

La oposición siria además dirige a veces esta acusación contra el Movimiento del Yihad Islámico en Palestina (MYIP) de Ramadan Shallah, que también se ha quedado en Damasco, a diferencia de Hamás. Parece que, al principio, la entrada del EI en el campo de Yarmuk cambió un poco la postura de la OLP, pero también la de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El 8 de abril, Ahmad Majdalani, dirigente del Frente de Lucha Popular Palestina (FLPP), también ministro de Trabajo del gobierno de Mahmud Abbas, reunió en Damasco a 14 facciones palestinas: las de la OLP, las de la Alianza de las Fuerzas Palestinas, y el Movimiento del Yihad Islámico en Palestina (MYIP). Solo faltó Hamás, a pesar de los contactos que se establecieron –de forma inédita– a principios de abril entre Jaled Meshaal y Ahmed Yibril, dirigente del FPLP-CG, próximo a Damasco.

Todos coincidían en la necesidad de dar una respuesta común frente a la organización Estado Islámico, y se mencionó la creación de una fuerza militar conjunta que incluso podría coordinar sus movimientos con el ejército gubernamental. Sin embargo, en un giro político espectacular, el Comité Ejecutivo de la OLP modificó su decisión el 9 de abril al pedir a la OLP y a las fuerzas palestinas que abandonasen el conflicto militar en Yarmuk. Según algunas fuentes palestinas, Abbas y el Comité Ejecutivo de la OLP no desean adoptar una postura política que pueda parecer demasiado favorable al régimen sirio y que disguste a sus principales acreedores, especialmente los saudíes. Desde entonces, la OLP y la ANP se limitan a enviar ayuda humanitaria al campo de Yarmuk.

De Yarmuk a Gaza

A principios de mayo de 2015, la batalla de Yarmuk se eterniza. Es cierto que el EI no controla todo el campo, pero permanece en él. Las Brigadas Aknaf Beit al Maqdis, próximas a Hamás, no se habían hundido, y aunque algunos de sus activistas huyeron en un primer momento hacia las zonas controladas por el régimen, siguen siendo una de las principales fuerzas de oposición tanto al régimen sirio como a un EI aliado con el Frente al Nusra. Los milicianos cercanos a Hamás, al colaborar con otras fuerzas armadas de la oposición siria, especialmente con el Ejército del Islam de Zahran Allush, se imponen todavía como una fuerza política y militar con la que habrá que contar en el futuro. Sin embargo, las consecuencias de la entrada del EI en Yarmuk no pueden relativizarse.

Lo primero que ha provocado es la polarización de Hamás y del EI más allá de las fronteras sirias. En la Franja de Gaza, Hamás multiplicó a principios de mayo las detenciones en los círculos cercanos al EI y al Frente al Nusra, ya que estas dos últimas organizaciones amenazan ahora al Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamás) con llevar a cabo represalias militares en su feudo palestino, lo que indica que los acontecimientos en Siria siempre tienen repercusiones automáticas en la escena regional. Los combates de Yarmuk también ponen de manifiesto otro elemento: el Frente al Nusra ha asestado muchos golpes al régimen estos últimos meses, tanto en el norte, en la región de Idlib y de Yisr al Shughur, como en Yarmuk, en la periferia de Damasco.

Solo el inexorable avance de Hezbolá en la región de Qalamun, junto a la frontera libanesa, frena ahora las ansias de conquista del Frente al Nusra. Ahora bien, el Frente al Nusra también gana por su capacidad para crear nuevos regímenes de alianzas, como la creada en el norte, con formaciones procedentes tanto del Frente Islámico, próximo a los Hermanos Musulmanes sirios, como de un Ejército Libre Sirio ya desmembrado. Por el contrario, en Yarmuk, Jabaha al Nusra piensa en ganar la batalla contra el régimen sirio aliándose con el EI, en detrimento de un Hamás en el que no confía. Más allá de esto, los combates de Yarmuk han demostrado que no existe una unidad palestina. Las imágenes contradictorias de una Alianza de las Fuerzas Palestinas asociada al régimen e incapaz de aliarse con una OLP que aboga por una política de neutralidad en el conflicto sirio, y de ambas oponiéndose finalmente a las posturas de un Hamás dividido entre Teherán y Arabia Saudí, son sintomáticas de que el movimiento nacional palestino se encuentra sistemáticamente dividido entre opciones regionales contrapuestas.