La expansión del ‘ciberyihad’

Al Qaeda utiliza la propaganda mediática y el activismo cibernético para la construcción de redes terroristas trasnacionales.

Jean-Pierre Filiu

El 15 de octubre de 2006 un portavoz enmascarado de Al Qaeda anunció, en un vídeo ampliamente difundido en la Red, la creación de un Estado Islámico de Irak. Pedía, especialmente a todos los muyahidin, a los jefes tribales y a los ulemas, que prestaran juramento de fidelidad a un nuevo califa, Abu Omar Al Baghdadi. Fue la primera vez en la accidentada historia del Islam, rica en revoluciones palaciegas, en luchas dinásticas y en epopeyas mesiánicas, que un califa era proclamado… en Internet. Los mandatos de Al Qaeda para Irak y sus comunicados de victoria se retransmitieron después por una cibertelevisión, La voz del califato, subtitulada en inglés. Nada podría ilustrar mejor la importancia de Internet para el yihad mundial y, a la vez, la modernidad tecnológica de esta clase de subversión. Osama Bin Laden comprendió muy pronto la importancia de la propaganda mediática para la construcción de su imagen militante y para la movilización de las redes transnacionales.

Magnificó su único y tardío enfrentamiento con el Ejército Rojo en Afganistán, en Yayi, en mayo de 1987, en una grabación de vídeo de 52 minutos, ampliamente difundida en el Golfo. Con apenas 30 años, el activista saudí, que durante mucho tiempo prefirió la comodidad de Pakistán al yihad directo contra la ocupación, conseguía construirse así un dudoso prestigio como caudillo guerrero. En esta época, la “oficina de servicios”, la estructura montada por Bin Laden y su mentor Abdallah Azzam, reclutaba “voluntarios” en todo el mundo durante veladas animadas con películas comparables al documental realizado en Yayi.

Así fue como se expandió en Afganistán el mito de una internacional del yihad, internacional de la que Bin Laden, gracias al propaganda mediática sobre Yayi, era la referencia militante. En cuanto a la “oficina de servicios”, constituía “la base de datos” de una red extremista que traspasaba fronteras, que permitió en 1996 la aparición de una organización llamada simplemente la base, Al Qaeda en árabe. Al Qaeda, la primera organización dedicada al yihad mundial, transformó progresivamente, entre 1996 y 2001, el Afganistán de sus aliados talibanes en un Yihadistán, un territorio dedicado a la exportación de la subversión terrorista planetaria. Durante esos cinco años de consolidación del santuario afgano, Al Qaeda difundió su propaganda sobre todo a través de cintas de vídeo, cuya circulación y reproducción estaban aseguradas por una red mundial de fieles.

En ellas se ponen en escena las hazañas de los comandos yihadistas en Afganistán, pero también en Chechenia, donde el saudí Jattab, cuyo nombre real es Samir Suwailem, acrecienta enormemente el “yihad mediático”. La obsesión de toda esta producción documental, de una calidad técnica más bien mediocre, es la de destruir la imagen del enemigo “impío”, presentado como cobarde y débil de cara a los combatientes siempre en aras de un yihad triunfante. Estas grabaciones, con un fondo de música militar, lanzan también mensajes políticos encubiertos de una simplicidad temible. Así, el verano de 2001, Al Qaeda difundió un documental panfletario, un ataque virulento contra Estados Unidos y Arabia Saudí y la auténtica preparación del terreno mediático para el 11 de septiembre de 2001.

A renglón seguido, Al Qaeda se dedica a invadir el campo mediático con la transmisión de entrevistas pregrabadas en las cadenas árabes por satélite. Las imágenes de Bin Laden amenazando a EE UU el 7 de octubre de 2001, en el comienzo de la ofensiva occidental en Afganistán, están en la memoria de todos. En las paredes de su guarida en las montañas, el jefe de Al Qaeda colocó su Kaláshnikov fetiche que decía haber cogido del cuerpo de un general soviético muerto en Yayi hace 14 años. Bin Laden estaba flanqueado por su adjunto egipcio, Ayman al Zawahiri, el ideólogo implacable de la organización, el teórico de la consigna del “enemigo lejano” (EE UU) para desestabilizar más al “enemigo cercano” (los regímenes árabes “infieles”), y de Suleiman Abu Ghait, el portavoz kuwaití de Al Qaeda. La organización adquirió así la costumbre de enviar a través de complejos circuitos cintas de sus dirigentes, remitidas a las redacciones de las cadenas panárabes en Doha o Dubai.

Tanto la dramatización de sus apariciones como de sus silencios contribuye enormemente al aura de Al Qaeda y a la disuasión terrorista de su inmanencia teatralizada. Pero la destrucción del santuario talibán y la dispersión de los mandos de la organización ocasionan una transferencia decisiva de las actividades de propaganda hacia Internet. Por añadidura, la estructura de la Red se vincula con el modo de Al Qaeda de funcionar a través de redes, con un “núcleo duro” sobreprotegido, si es preciso por codificación, y con sectores más o menos abiertos, desde los foros yihadistas de debate y reclutamiento hasta los sitios de Internet de divulgación de los manuales terroristas. La gran plasticidad de la organización se confirma por su capacidad para soslayar las prohibiciones y otras trampas informáticas puestas en su contra. Una auténtica ciberguerrilla se desarrolla en los limbos de Internet, con piratería y contra-piratería, soplones y dispositivos de información o de autodestrucción. Los sitios de Internet yihadistas se desvían así hacia un contenido pornográfico, mientras que los simpatizantes de Al Qaeda se jactan de haber saturado los sitios de Internet americanos de imágenes de soldados de ese país caídos en Irak.

El ‘yihad’ mediático

En efecto, el ciberyihad no levanta su auténtico vuelo hasta después de la invasión americana de Irak. La aparición confusa y desordenada de decenas de grupos armados, en lucha contra EE UU, encuentra su equivalente en Internet, en donde una agria rivalidad opone a las diferentes facciones para consolidarse unas frente a las otras. El jordano Ahmed Fadil Al Jalayila, conocido por su nombre de guerra Al Zarqaui, predica entonces una difusión más amplia de la violencia más extrema y más sucia. Une los hechos a las palabras al decapitar con sus propias manos al rehén americano, Nicholas Berg, en mayo de 2004. Las imágenes del suplicio, difundidas en primer lugar en una cadena árabe de televisión, fueron luego retransmitidas ampliamente en Internet.

El debate es intenso entre Al Zarqaui y Al Zawahiri, que teme el impacto negativo de semejantes horrores antes de cambiar de opinión. Al Qaeda se lanza entonces a la producción de verdaderos snuff movies del yihad, basados en masacres y ejecuciones muy reales. Al Qaeda funda una “brigada del yihad mediático” que cuelga en Internet cientos de películas exaltando sus hazañas bélicas en Irak, pero también en Arabia, en Chechenia y en Afganistán. Los cortometrajes y las películas de duración media rayan en auténticos videoclips del yihad, cuyas “recopilaciones” se alojan en el mercado virtual.

Para soportes más cuidados, un sitio de Internet domiciliado en EE UU ofrece incluso “promociones”, con las que, por la adquisición de tres selecciones de “choque” procedentes de Irak, se regalan en formato DVD las últimas grabaciones de Al Zawahiri, así como el testamento póstumo de uno de los kamikazes del 11-S. Pero la estrella indiscutible del ciberyihad es Yuba, el francotirador mítico del Ejército Islámico de Irak, un grupo competidor de Al Qaeda. Con la punta del visor de su fusil de precisión, Yuba graba las imágenes de sus víctimas, entre otras, americanas. ¡Y los videoclips de estos soldados americanos muertos en las calles de Bagdad pueden verse ahora en… YouTube!

Razones para la sobre-inversión en el ‘ciberyihad’

Actualmente, Al Qaeda destina a Internet una parte importante de sus recursos materiales y de su energía. “La voz del yihad”, la tribuna cibernética de la organización, acaba de reanudar su difusión, después de una interrupción de 20 meses, y las emisiones en Internet de la rama iraquí de Al Qaeda, La voz del califato, son bastante regulares desde el otoño pasado. Al Qaeda dispone incluso de una empresa de producción audiovisual, Al Sahab, que realiza y cuelga en Internet documentales, entrevistas y videoclips mortíferos. Podemos encontrar tres razones para esta inversión exagerada en el ciberyihad:

● Al Qaeda aspira a compensar en la Red su debilidad objetiva en el ámbito militante. Al Qaeda, una organización con medios limitados, implanta su yihad mundial en las zonas en crisis, donde el yihad nacional ya está muy enraizado, y las prioridades territoriales de este yihad nacionalista entran siempre en contradicción con las ambiciones exportadoras del yihad mundial. En mi libro Las fronteras del yihad describo cómo estalla ese conflicto de los yihad tanto en Afganistán como en Cachemira o en Chechenia. Pero actualmente la mayor tensión se da en Irak, entre los partidarios del yihad nacionalista, cuyo blanco principal es el ejército americano, y Al Qaeda que da rienda suelta desde 2003 a su terrorismo contra los chiíes. Al Zarqaui, muy discutido por el yihad nacional durante el invierno de 2005 a 2006, apareció en escena entonces como el “emir del yihad” en Internet y constituyó una aparente coalición, el Consejo Asesor de los muyahidin, para enmascarar el aislamiento de Al Qaeda. El sucesor de Al Zarqaui en la jefatura de Al Qaeda en Irak, el egipcio Abu Hamza Al Muhayer, acaba de amenazar a las cadenas árabes por satélite, acusándolas de no dar suficiente difusión a la acción de Al Qaeda en Irak. Si bien esta organización no representa más del 10% de la actividad armada en Irak, la saturación en Internet permite alimentar la ilusión de una hegemonía de Al Qaeda respecto al yihad en Irak.

● Esta misma ilusión respecto a la fuerza real de Al Qaeda se mantiene a escala mundial a través de Internet. Mientras que los comunicados proceden sin duda de un único centro militante, la difusión a los cuatro vientos de las declaraciones del mulá Omar en Afganistán, de la rama saudí de Al Qaeda o de los yihadistas argelinos, avala la imagen de un yihad mundial e integrado. El gran ideólogo Ayman Al Zawahiri dramatiza esta postura al expresarse con detalle y violentamente respecto a todas las causas del Islam, desde Marruecos hasta Filipinas, con el fin de exagerar el impacto generalmente marginal de Al Qaeda en los diferentes escenarios.

● Por último y más importante, para el yihad mundial, la Red es el vector privilegiado de difusión de una “biblia” homicida que reduce 14 siglos de tradición islámica a un puñado de citas, proporcionadas de forma encubierta y fuera de su contexto. Mientras que el yihad siempre representó en el derecho islámico una “obligación colectiva” (fard kifaya), Al Qaeda recalca en Internet que se trata de una “obligación individual” (fard ‘ayn) e incita a cada uno de sus cibermilitantes a pasar a la acción terrorista, aquí y ahora. La labor de zapa dirigida por Al Qaeda contra los fundamentos del Islam es considerable y requiere un estudio en profundidad debido a sus múltiples implicaciones dogmáticas, securitarias y sociales. Por desgracia, el ciberyihad tiene muchos días por delante. Esta amenaza en plena expansión no puede neutralizarse de forma unívoca. En todo caso, es conveniente descifrar los códigos de este ciberyihad para medir razonablemente su impacto. Porque, con frecuencia, el activismo cibernético de Al Qaeda solo pretende camuflar su vulnerabilidad física frente al yihad nacionalista.