La educación, clave de la modernización

La universalización de los sistemas educativos del Magreb es la clave de la modernidad sin renunciar a la historia y a las prácticas sociales, locales y religiosas.

Jean-Louis Guigou, presidente de la Asociación CALAME

Antes de comenzar la lectura de este artículo, se impone hacer dos observaciones: por una parte, no soy especialista en asuntos relativos a educación; mi disciplina versa sobre el desarrollo económico. Ahora bien, en este sentido, es necesario señalar que la calidad del capital humano, a través de la educación y la formación, es estratégica; por otra parte, me apasiona el conjunto de países de la orilla sur del Mediterráneo, como una entidad que progresivamente comienza a trabar un diálogo con Europa para construir un futuro común. Seguramente, juzgar el Magreb como una entidad homogénea coherente constituye un sinsentido. Es el producto ilusorio de la colonización. El sistema educativo en Túnez difiere notablemente del de Argelia, país que emerge después de 20 años de socialismo y de 10 años de guerra civil, y de Marruecos, cuyo gobierno acomete por fin con valentía las reformas que impone la modernidad. Para paliar estas dos dificultades, me conformaré con expresar ideas poco complicadas, aunque no carentes de peso. Este artículo se inspira profundamente en las nociones desarrolladas por Jean-Louis Reiffers (Méditerranée: vingt ans pour réussir, Institut de la Méditerranée, París, 2000, Ed. Económica), y se apoya en los datos recogidos por el director del Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed) de Barcelona, Andreu Claret.

La paradoja de los países mediterráneos: esfuerzos cuantitativos y fracasos cualitativos

A pesar de los esfuerzos realizados en lo que se refiere a inversiones en capital humano y físico, así como en el campo de la regulación macroeconómica, el sector social (educación, salud, vivienda) de casi todos los países de la orilla sur del Mediterráneo, y en particular en el Magreb, sigue siendo muy débil (cuadros 1 y 2). Los países del Magreb están llevando a cabo esfuerzos cuantitativamente impresionantes en materia de inversiones (24% de media), así como en materia de gasto público para la educación (6,8% en Túnez, 5,5% en Marruecos, frente a un 4,5% en España). De igual modo, en estos países el ritmo de crecimiento del PIB es bueno. Paradójicamente, los datos sociales son flojos, incluso mediocres, con una tasa de alfabetización muy baja, una tasa de escolarización aún insuficiente, la renta por habitante escasa y la tasa de mortalidad todavía alta. “¿Cómo es posible […..] que con una tasa de acumulación de capital físico y humano tan importante, casi más alta que en Europa y en los países nuevos, las naciones mediterráneas tengan un crecimiento de renta ‘per cápita’ sensiblemente más bajo” y los resultados en materia educativa sean aún poco acreditados? Jean-Louis Reiffers explica así la paradoja en su obra sobre los países del Magreb. Cuatro factores ponen en tela de juicio, más o menos directamente, el aparato educativo.

  • La calidad del capital humano que resulta del sistema educativo no está adaptada a las exigencias de las nuevas economías.

La enseñanza, que en el Magreb se basa fundamentalmente en el aprendizaje de memoria, aleja a los alumnos del espíritu crítico, de la razón y de la duda, y no favorece en modo alguno la autonomía para la reflexión y la adaptación de los comportamientos individuales. Podemos evocar la imagen de esos lugares privilegiados donde los estudiantes, todavía hoy, se pasean por caminos sombreados y recitan de memoria las clases de Economía, Derecho, Historia y Geografía. Podemos recordar también la lucha de las elites para “colocar” a sus hijos en los liceos extranjeros o destacar el éxito que ha tenido en Beirut Saint-Joseph, que ha garantizado la formación de una gran parte de los ejecutivos de Líbano. Más allá de los métodos de aprendizaje, la “capacidad local de formación no parece estar en condiciones de dar una respuesta [en particular en los sectores de las tecnologías de la información ] a las necesidades creadas […..]. En Marruecos, el sector de las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación) supone hoy día cerca de 12.000 puestos cualificados y el sistema educativo sólo forma cada año a 2.600 personas. Sin embargo, para alcanzar los objetivos fijados por la estrategia e-maroc, Marruecos deberá contar con 45.000 personas cualificadas en 2005 y cerca de 100.000 en 2008”. (Mihub Mezuaghi, “L’emergence de technopoles dans les pays du Maghreb; facteur d’intégration industrielle des TIC ou mimétisme institutionnel?” GDRI EMMA, IRMC, ESSEC Túnez, SFEG Sfax, Colloque Economie Meditérraneén Monde Arabe, Susa, 20-21 septiembre 2002).

  • La orientación de la formación sigue estando demasiado influida por los empleos públicos.

“El capital humano está exageradamente influido por una educación generalista, literaria y jurídico-económica, más concebida para preparar a funcionarios que a técnicos. En consecuencia, la carencia de técnicos se nota rápidamente en el Mediterráneo ya que el crecimiento es mayor […] En estos países, los estamentos burocráticos se desarrollan en detrimento de las capas medias y de la iniciativa privada.” (J.-L. Reiffers).

  • El dualismo considerable (económico, social y educativo) que siempre golpea a países como Egipto y Marruecos, penaliza de forma indirecta el sistema educativo público en la medida en que las elites y los responsables políticos privilegian los centros privados y las misiones extranjeras. Indirectamente, este dualismo lleva aparejada la fuga de cerebros que caracteriza a los países del Magreb, con Argelia a la cabeza. Según las cifras anunciadas por el Consejo Económico y Social en su 21ª sesión ordinaria celebrado en 2002, no menos de 400.000 intelectuales y científicos, y de entre ellos 3.000 informáticos, abandonaron el país entre 1992 y 1996. Los sectores más afectados son la investigación, la medicina, las nuevas tecnologías y, en menor proporción, los hidrocarburos. Los remedios en este caso van allá de los dispositivos educativos, porque la burocracia y un cierto favoritismo desalientan a los individuos, ciertamente competentes, pero faltos de recursos.
  • El paro entre los jóvenes (que puede alcanzar el 20 o 30%) hace poco atractivo el sistema educativo actual y no propicia su modernización. El paro juvenil, característica común de los países a ambos lados del Mediterráneo (27% en Italia en 2001; 28% en Grecia; 21% en Egipto), pesa más en el Sur sobre las escuelas, los profesores, los programas y las universidades. Estas últimas ya no saben qué enseñanza dispensar, en la medida en que el mercado laboral no se sostiene por la demanda interna, “aplastada” por los planes estructurales de ajuste y que no se beneficia aún de la liberación de los intercambios. Una mejora de la calidad del capital humano no tendría ningún impacto si la economía no ofrece suficientes oportunidades de empleo.

Como señala J.-L. Reiffers, la mayoría de los nuevos países de Asia y del Este se han lanzado a una política de crecimiento dirigida a las exportaciones de bienes de consumo que requieren una mano de obra considerable, y están haciendo al mismo tiempo notables esfuerzos en materia de educación y formación. Ésta es la paradoja de los países de la orilla sur del Mediterráneo. La gran mayoría ha mejorado su posición relativa en la esfera de la internacionalización de los intercambios (tasas de apertura global, flujo de inversiones directas, transferencias financieras…); en el ámbito macro- económico (formación bruta de capital, inflación, deuda externa, déficit…); y en el sector privado (inversión privada, crédito privado, libertad de prensa….).

Mientras tanto, la situación en la esfera social se ha degradado, particularmente en lo que respecta a la educación. Los integrismos se nutren de la pobreza cotidiana. Sin embargo, los países nuevos han logrado resolver esta paradoja. La experiencia de Turquía, tan próxima a todos nosotros, constituye un modelo ya antiguo. Gracias a las reformas de Mustafa Kemal Atatürk, la educación nacional en Turquía es una e indivisible, igual para chicos que para chicas, gratuita, obligatoria (ocho años), basada en la ciencia y la apertura al mundo, y disciplinada. La enseñanza turca, que alcanza los estándares europeos, demuestra que en el Mediterráneo es posible adaptar la educación a las exigencias de una economía moderna, en expansión y abierta al mundo. Asimismo, pensemos que actualmente se presentan oportunidades para impulsar en el Sur reformas radicales.

Un contexto favorable para impulsar reformas

El informe de J.-L. Reiffers enumera varias oportunidades para impulsar reformas radicales en los sistemas educativos.

  • La transición demográfica: “Los países mediterráneos han iniciado, en efecto, una importante transición demográfica. La fecundidad ha disminuido de forma considerable, tendencia ésta que se acentuará: la mayoría de las mujeres piensan tener la mitad de hijos que sus madres” (J.-L.Reiffers). Así pues, la presión para escolarizar a los jóvenes será menor en las generaciones futuras.
  • La aparición de la economía del conocimiento: estamos en presencia de una importante revolución tecnológica que no exige la concentración de personas ni de capitales en el lugar de la extracción de las materias primas (carbón, acero, petróleo…). Esta nueva economía se basa más en la inteligencia humana que en la habilidad de manejar los equipos pesados. El capital humano vuelve a ser prioritario. Aquí, los países de la orilla sur tienen un lugar que ocupar, a condición de que desarrollen los recursos humanos que la economía y la sociedad pudieran reclamar. “Todo indica, en efecto, que en la nueva economía que se impone, una educación y una formación generalizadas constituirán las principales claves del desarrollo futuro, siempre que desarrollen la autonomía y no estén concebidas principalmente para los empleos administrativos.” (J.-L.Reiffers). Esta economía del conocimiento entraña un nuevo ciclo de crecimiento a largo plazo, 2000-25 (Henri Delanghe, Vincent Duchene, Ugur Muldur “¿A l’aube d’une nouvelle vague de croissance? La cinquième vague de croissance longue: avec ou sans Europe?” Futuribles, septiembre 2004, nº 300), que podría implicar a la mayor parte de los países que hubieran jugado la carta del capital humano. Los países del sur del Mediterráneo tienen una oportunidad a la que agarrarse. “Marruecos y Turquía, que disfrutan de una proximidad geográfica y cultural con los países de la UE, tienen la ambición de convertirse en los principales abastecedores de servicios a distancia dentro del espacio euromediterráneo, destinados, respectivamente, a los mercados francohablantes, hispanohablantes y germanohablantes”(Mihub Mezuaghi, Le Monde).
  • La nueva configuración de los sistemas productivos (Yves Morvan, Activités économiques et Territoires –Changement de décor, París, enero 2004, -Ed. De l’Aube, Datar- bibliothèque des territoires): esta nueva economía tiene la prioridad de transformar la organización de la empresa cualquiera que sea el sector, y de transformar el Estado y toda la sociedad. Por todas partes se oye que las jerarquías se dislocan y las redes y las deslocalizaciones proliferan. La movilidad geográfica se impone; las relaciones inter-empresariales se multiplican; los individuos se vuelven autónomos y se emancipan, se convierten en ciudadanos; las grandes concentraciones (fordismo – economía a escala) degeneran en detrimento de las “empresas- redes” y del “territorio-empresa”. Esta revolución de la economía del conocimiento conduce a la descentralización y a la democracia. La primacía del capital humano, que permite saltarse la etapa de la concentración de capital técnico (siglo XIX), constituye una oportunidad para los “jóvenes” países de la orilla sur del Mediterráneo.
  • La apertura de las economías del Sur impulsada por la demanda externa: la elección está hecha. En virtud de los acuerdos de asociación firmados con la UE, y los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos en el caso de determinados países de la orilla Sur, como Egipto, Jordania y Marruecos, se ha optado por un proceso de crecimiento impulsado por las exportaciones de bienes de consumo, un sector que emplea una gran cantidad de mano de obra (J.-L. Reiffers). Cuando la renta per cápita es baja en estos países, se trata de ir a buscar la demanda allí donde exista, ya sea mediante la exportación de bienes de consumo (textil, maquinaria pequeña, agroalimentación), o mediante la importación de turistas. Esta elección, que implica la renuncia a una industria pesada de bienes de equipo muy capitalista, debería permitir absorber en parte el paro entre los jóvenes y así dar crédito a las políticas modernas de formación y de educación.
  • A medio plazo,la constitución de una zona integrada euromediterránea: la economía mundial reforzará las divisiones entre el Norte y el Sur, “el mundo se desgajará”. América del Norte “tomará a su cargo” el desarrollo de América del Sur, y Japón se apoyará en China. Europa redescubrirá muy pronto que su destino se decide en el Mediterráneo. O mejor aún: Europa tiene necesidad del Mediterráneo (necesidad demográfica, de crecimiento, de mercados) y los países de la orilla sur tienen a su vez necesidad de una Europa fuerte en la medida en que han de afrontar crisis de tal envergadura (demográfica, económica, social), que ellos solos no podrían hacerlas frente. Los países de ambas orillas están destinados a cooperar en una relación en la que todos salgan ganando. Esta hipótesis de un destino común, que constituye la postura y el compromiso de la Asociación CALAME, un lugar de intercambio y de encuentro entre los actores económicos y políticos de todos los países de la orilla norte (incluida Turquía) y de la orilla sur (incluido Israel), sólo tiene sentido si en las dos zonas creemos en la existencia de “una base de valores comunes”. Estos valores existen: los tres monoteísmos, las invasiones, las dominaciones y los intercambios han forjado a lo largo de los siglos un fondo común que unifica los países de la cuenca mediterránea que llamamos los países del CALAME (los países de la escritura y la palabra dada). J.-L. Reiffers tiene razón cuando dice: “Si tomamos, a título de primer ejercicio, los valores europeos que la Unión se propone transmitir a sus hijos, podemos citar: los derechos humanos, las libertades fundamentales, la legitimidad democrática, la paz y el rechazo de la violencia como medio o método, el respeto a los demás, la tolerancia, la no discriminación sexual o racial, […] la responsabilidad individual. Sin profundizar demasiado, nada se opone en el fondo a un islam tolerante y moderado como el que domina en el Mediterráneo. Bien mirado, esos valores se promueven en casi todas partes (el único país que permanece claramente rezagado es Siria), y están incluso recogidos en las constituciones de algunas de las naciones. Queda consolidarlos en el marco de las instituciones, y sobre todo en la práctica social y política, y es ahí donde deberá realizarse una importante mejora”.

Algunas propuestas de acción

Mientras que el diagnóstico y el análisis relativo a las relaciones entre sistema educativo y la modernidad en el Magreb pueden realizarse a partir de una síntesis de escritos existentes, formular una política es más delicado. Este ejercicio impone un conocimiento muy fiel de las realidades locales y de las evoluciones en marcha. Así pues, la modestia se impone a la hora de hacer algunas propuestas.

  • Retomar las reformas de Atatürk de 1924: es decir, unificar en cada país los sistemas educativos bajo la autoridad de la educación nacional; reducir las enseñanzas religiosas y separarlas de las ciencias humanas y sociales; integrar progresivamente las misiones extranjeras de educación para terminar con el dualismo; mejorar el sistema educativo convirtiendo en una prioridad nacional la apertura al mundo, el aprendizaje y el redescubrimiento de los valores comunes entre Europa y el mundo árabe.
  • Universalizar el sistema educativo de los países del Magreb: es la clave de la modernidad sin por ello renunciar en modo alguno a la historia singular y a las prácticas sociales, locales y religiosas. Los sistemas educativos de los países de la orilla sur sólo podrán modernizarse con la ayuda de las grandes organizaciones internacionales, como la UE, el Banco Europeo de Inversiones y el Banco Mundial. Se podría llevar a cabo en estos países un plan Marshall financiado a través de la condonación de la deuda externa, siempre y cuando la financiación estuviera destinada a la modernización del sistema educativo y a la formación de directivos. Ahmed Charai considera, de forma jutificada, que “inevitablemente, si la razón se impone, Europa se verá abocada a realizar un gran esfuerzo financiero para paliar el déficit social y permitir un desarrollo real. En el caso de Marruecos es urgente. Las rupturas provocadas por Mohamed VI merecen ser perpetuadas por un apoyo que las convierta realmente en una vía a seguir como ejemplo en la región”.
  • Alentar la repatriación de los capitales depositados en el extranjero: ¡se calcula que el capital egipcio depositado en el extranjero ronda los 80.000 millones de dólares! Del mismo modo que Italia ya ha puesto en marcha una política de repatriación de las empresas y de capitales depositados en el extranjero, y Francia, con la mediación de su primer ministro, Jean Pierre Raffarin, se lo está planteando, los países del Sur podrían proponer a sus súbditos ventajas fiscales, a condición de que los capitales transferidos al Sur puedan contribuir a la renovación y la modernización del sistema educativo nacional. Ello revertiría en la creación de un nuevo estilo de escuela (abierta, descentralizada, laica, mixta…) que serviría de modelo para los demás centros.
  • Profesionalizar la formación: para desarrollarse y atraer las inversiones extranjeras directas, los países del sur del Mediterráneo están realizando, ciertamente con retraso, un esfuerzo considerable para formar cuadros medios y técnicos. Al mismo tiempo, el envejecimiento de Europa (de 494 millones de habitantes en 2000 a 434 en 2050) impone la introducción de una mano de obra cualificada (enfermeras, informáticos, albañiles, electricistas…).

Algunos economistas y demógrafos, aunque también lo hace ya Italia con Túnez, se inclinan por una formación profesional que condicione la movilidad cualificada. Este “trato” entre los países de Europa (envejecida) y los países de la orilla Sur (joven) consistiría en poner en marcha una formación profesional dirigida a los mercados en crisis del Norte, pero también indispensables en el Sur. Esta formación abriría las puertas a una movilización que podríamos llamar cualificada, una especie de pasaporte que permitiría viajar y sustituir la engañosa perspectiva de la inmigración definitiva por una movilidad generalizada entre la orilla norte y la sur.

Se pueden extraer dos conclusiones:

– En primer lugar, es urgente que los sistemas educativos de los países de la orilla sur se abran y se modernicen. El paradójico desfase entre los esfuerzos invertidos en el desarrollo de la economía y los resultados sociales obtenidos es demasiado amplio. La educación es sin duda la clave de la modernización que acabará con la pobreza.

–Por otro lado, la importancia de lo que está en juego va más allá de los países del Magreb y del conjunto de países de la orilla sur del Mediterráneo. La UE debe dar muestras de imaginación y de valentía. En ello le va el futuro.

Por esta razón, mejor que la política de vecindad en el marco de la cual los países del Sur son eternamente considerados como vecinos, marginales y dominados, la UE deberá desarrollar una visión a largo plazo y la voluntad de proponer una comunidad euromediterránea (Jean –Louis Guigou “Pour une communauté euroméditéranéenne”, artículo todavía por publicar; lugar de publicación no determinado hasta el momento).

Es necesario tener la valentía de asociarse con todos los países de la orilla Sur y de asumir esta necesaria interdependencia. Ello constituirá un enriquecimiento recíproco, una ayuda mutua y el redescubrimiento de los valores comunes que la fase de colonización mantuvo ocultos.