La crise du discours religieux musulman – Le nécessaire passage de Platon à Kant
En este libro, el sociólogo Lahouari Addi defiende una unidad epistémica y ética del género humano, más allá de las diferencias culturales de los pueblos. Su principal hipótesis: “La religión se vive a través de una interpretación cultural que es universal y atemporal”. Defiende la idea de que toda cultura está vinculada a una metafísica que inspira su racionalidad axiológica. Esta idea es especialmente relevante para el monoteísmo abrahámico, que encontró la demostración intelectual de la verdad de la revelación divina en la metafísica de Platón. La metafísica de Platón opone la existencia del hombre, sujeta a la corrupción del tiempo, a la esencia divina, perfecta y eterna: un discurso riguroso que sedujo a los teólogos judíos, cristianos y musulmanes.
Esta oposición se desvanece en Kant. Se ha atenuado en la cultura occidental gracias a la filosofía moderna, el protestantismo y la burguesía. La modernidad solo puede entenderse en la visión de Kant. La tensión entre el mundo real de la vida terrenal y el mundo ideal del más allá se disipó despolitizando la religión y expulsándola de la esfera pública. El papel de Nietzsche en la denuncia del paradigma platónico también ha sido beneficioso para los estudiosos musulmanes que rechazan el exceso de religiosidad que aprisiona a Dios en tótems y prácticas fetichistas.
Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, seguidos de los conflictos armados en Oriente Medio y otros atentados terroristas en Europa, el islam se ha convertido en un tema dominante en los medios de comunicación. A través de los medios occidentales se plantea una única y redundante pregunta, que divide, más que une, a los académicos: ¿es el islam una amenaza para Occidente y para la democracia? La frustración y la ira en el mundo musulmán alimentadas por los desequilibrios económicos y políticos en las relaciones internacionales. Este resentimiento crece ante el doble rasero y el apoyo incondicional y la política de laissez-faire hacia Israel, que oprime impunemente a los palestinos, en esta tierra considerada como la segunda quibla de la umma (comunidad de creyentes).
La reflexión sobre la secularización tardía de las sociedades musulmanas ha dado lugar a este estudio, que se inscribe en una perspectiva a largo plazo en la que toman forma los cambios culturales y la aparición de nuevas representaciones culturales de las religiones, derivadas de las construcciones sociohistóricas. Dividido en ocho capítulos, el autor afirma que este libro responde a una exigencia cognitiva interna de la sociedad musulmana, en relación con la secularización endógena y sus obstáculos culturales; refiriéndose a las obras fundadoras de la antropología y la sociología religiosa, así como a la filosofía.
Las ciencias sociales revelan que la religión no es un orden social autoritario, sino una creencia que busca apaciguar las conciencias y fomentar la solidaridad y la tolerancia en las sociedades. El conocimiento de la historia ayudará a aclarar las cosas. Traducidos del árabe al latín, los libros de Ibn Sina, Al Farabi, Ibn Roshd, Al Kindi… hicieron que los teólogos cristianos de la Baja Edad Media redescubrieran el pensamiento griego. Hegel escribe al respecto: “Tanto la filosofía como las ciencias y las artes, que la dominación de los bárbaros germánicos en Occidente había reducido al silencio, se refugiaron con los árabes, donde alcanzaron un hermoso florecimiento; fueron ellos la fuente de la que Occidente recibió algunas aportaciones”.
A este respecto, Addi señala que este pensamiento, que no es ni musulmán, ni cristiano, ni judío, constituye un momento único en la historia intelectual de la región mediterránea. Este movimiento de ideas, que había florecido en tierras musulmanas entre los siglos VIII y XII gracias a las traducciones de los pensadores griegos, se trasladó a Europa, donde la obra de eminentes pensadores había despertado el interés de varias universidades occidentales.
La filosofía en tierras islámicas se extinguió con el triunfo de la ortodoxia elaborada por Al Ash’ari y Al Ghazali, y no ha habido ningún otro gran pensador después, con la excepción de Ibn Jaldún, que produjo una obra magistral en el siglo XVII, en un clima de austeridad intelectual. La secularización tardó en llegar, mientras los ulemas vigilaban a las sociedades que se enfrentaban a la expansión europea bajo el régimen de la colonización.
En cuanto al misticismo sufí, el autor se pregunta si no es una supervivencia cristiana en tierras islámicas. Para ello, cita la tesis de Miguel Asín Palacios, para quien Ibn Arabi es un cristiano inconsciente, así como la obra de Louis Massignon sobre Al Hallay, en la que considera que el ascetismo y el monacato forman parte de la espiritualidad cristiana. Deduce que el misticismo practicado por los sufíes lleva la marca del cristianismo, uno de cuyos valores es la renuncia al mundo real, mientras que el islam recomienda no descuidar nada en la vida terrenal, donde la búsqueda del conocimiento profano es fundamental.
La práctica del islam en las sociedades musulmanas, según las diferentes escuelas de fiqh (jurisprudencia), se revisa en el capítulo “Sharia, fiqh y derecho musulmán”, donde la problemática jurídica se trata mediante recordatorios históricos sobre el surgimiento del derecho musulmán. El autor insiste en “la severidad del fiqh (que) se aprovecha de los hadices que son el medio por el que la cultura se ha apoderado del texto sagrado que se supone universal y válido en todos los lugares y en todos los tiempos”. Y se pregunta: “¿No es éste un ejemplo del secuestro de la trascendencia por la historia? Sean falsos o auténticos, los hadices siempre han insertado el texto sagrado en la cultura de la generación del profeta. En su trabajo, los alfaquí han interpretado el Corán según su cultura y su subjetividad, pero también han valorado algunos versos en detrimento de otros. Por ejemplo, la apostasía se condena con la muerte, mientras que el Corán deja claro que “no hay coacción en la religión”. Esta desviación hacia la intolerancia es bastante común. Ningún versículo del Corán castiga a los musulmanes que no rezan o ayunan durante el mes de ramadán, mientras que los alfaquí han optado por la pena capital para la transgresión. Lo mismo, en el caso del velo islámico, no hay ningún versículo claro que establezca que las mujeres que no llevan velo deban ser lapidadas hasta la muerte.
No fue hasta 1991 cuando la comisión de fetuas de la Universidad de Al Azhar declaró que los hadices no debían seguir utilizándose para elaborar normas jurídicas al margen del texto coránico. Esto permitió la codificación del fiqh clásico en el derecho musulmán.
¿ Por qué el cambio necesario de Platón a Kant? Según el sociólogo, la cultura musulmana ha seguido siendo platónica, pero los musulmanes aspiran a vivir con dignidad, sin rechazar la modernidad. Los jóvenes de hoy buscan una interpretación del islam compatible con su deseo de autonomía y libertad. Es en las calles de Argel, El Cairo, Túnez, Rabat… donde el autor encuentra respuestas y reconocimiento. Allí observa a las sociedades musulmanas vivas, afirmando su autonomía a través de representaciones culturales que indican qué es Dios, qué es la razón, qué es la moral. “El islam del que hablan muchos investigadores no existe ni ha existido nunca”, insiste el sociólogo. El discurso teológico está totalmente desfasado de la realidad, y sigue reproduciendo una interpretación medieval de lo sagrado. La transición a Kant se está produciendo sin que los seguidores de este discurso lo sepan…. En las calles de estas capitales, Addi descifra las experiencias, expectativas y perspectivas de los jóvenes y no tan jóvenes: conocer a Dios por la conciencia y no por la razón.