Financiación europea para el desarrollo mediterráneo

La ayuda europea es limitada con respecto a otros recursos financieros externos o a las sumas de los déficit comerciales de los países del sur y este del Mediterráneo.

Pierre Beckouche

El presente artículo resume las principales conclusiones de un reciente informe del Instituto de Prospectiva Económica del Mundo Mediterráneo (IPEMED) sobre el espacio euromediterráneo (Euromed). Este informe responde a la siguiente pregunta: desde 1995, ¿ha aportado la Unión Europa suficiente financiación a la asociación económica euromediterránea? Para ello, pone sobre el tapete las cifras clave y las preguntas para servir de base al posicionamiento de los actores de los países del sur y este del Mediterráneo (PSEM), especialmente del mundo económico, de acuerdo con la misión del IPEMED de servir de herramienta para la cooperación empresarial en el Mediterráneo.

Este artículo se extiende más allá del mero análisis de las sumas del Instrumento Europeo de Vecindad y Asociación (IEVA), ya que al centrarnos tanto en la –amplia– gama de instrumentos y medidas de la UE hacia sus vecinos, olvidamos que el contexto de la ayuda pública internacional ya no es el de los años noventa y que esta ayuda es en cualquier caso muy limitada con respecto a otros recursos financieros externos o en comparación con las sumas alcanzadas desde hace una década por los déficit comerciales de los PSEM. Olvidamos sobre todo que otras regiones del mundo se desarrollan de manera distinta sin la ayuda de este tipo de subvenciones. El informe amplía por tanto la problemática: indica cuál es la evolución del lugar que ocupa el Mediterráneo en la ayuda oficial al desarrollo (AOD); precisa cuál es la importancia del instrumento financiero euromed (Meda y luego IEVA) en el conjunto de la ayuda europea al Mediterráneo, hacia qué sectores se ha dirigido esta ayuda y, en concreto, cuál ha sido el apoyo al sector privado; resume los principales resultados.

En lo que se refiere a las perspectivas, plantea la pregunta de si realmente hay que seguir considerando que la AOD es el instrumento básico de la integración euromediterránea. Realizado antes del estallido de las revoluciones en el invierno 2010-11, insiste en la necesidad de cambiar la filosofía y la importancia del apoyo europeo a los PSEM. Al margen de las acciones urgentes que se deben llevar a cabo con respecto a Túnez y Egipto, las orientaciones que propone parecen reforzadas por los acontecimientos en el sur del Mediterráneo.

■ Las subvenciones europeas a los vecinos del Este se equiparan efectivamente con las que se otorgan a los PSEM.

En lo que a subvenciones se refiere, la hora del Mediterráneo ha pasado: era un lugar privilegiado para la ayuda oficial internacional en los años cincuenta, sesenta y setenta, pero desde la década de los noventa son más bien África, los países de Europa Central y Oriental (PECO) y luego los países de la antigua Yugoslavia los que se benefician de la AOD. Una vez dicho esto, entre los vecinos orientales y los mediterráneos, no nos alejamos mucho del compromiso de 2006 que estableció el reparto de las subvenciones europeas en un tercio y dos tercios, respectivamente.

■ No hay un “consenso geográfico” sobre la vecindad.

Por una parte, el aumento de la ayuda de la UE a los vecinos mediterráneos no compensa el retroceso de la ayuda bilateral de los Estados miembro; dicho de otro modo, lo cierto es que esos Estados no llevan a cabo una política de vecindad. Incluso en las distintas direcciones generales de la Comisión, la vecindad no aparece como un área geográfica evidente. De hecho, el Servicio Europeo de Acción Exterior clasifica los países según la antigua geografía continental (Líbano o Siria en “Asia”, Marruecos o Egipto en “África”). El informe anual de EuropAid sobre su acción exterior también ordena los países en categorías continentales y divide la vecindad oriental entre “Asia” (países del Cáucaso) y “Europa” (Moldavia, Bielorrusia y Ucrania). Esto demuestra que a Europa todavía le queda un largo camino por recorrer en lo que respecta a tomar conciencia del reto de la vecindad.

■ Financiación de la UE a terceros países.

Los vecinos del Sur parecen atrapados entre la prioridad que claramente se atribuye a los países de la adhesión (actual o posible) y la preocupación de Europa por intervenir en todos los continentes del mundo. Lo vemos en el reparto de los préstamos concesionales del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) y del Banco Europeo de Inversiones (BEI): los PECO percibieron 154 euros por habitante en 2009; los países de la antigua Yugoslavia, 115; y Turquía, 37. Es mucho más que para los vecinos del Este (21), y todavía más que para los vecinos mediterráneos (siete, que es una cantidad estancada); incluso Rusia (18) y Asia Central (nueve) reciben más préstamos. Como los préstamos bonificados son, sin duda, la mejor forma de financiación del desarrollo para los PSEM, podemos calibrar la importancia de esta distorsión. Ahora bien, el Mediterráneo no dispone de ningún banco regional con capacidad para coordinar y aumentar este tipo de financiación. Cuando analizamos las subvenciones de la Comisión y los préstamos del BEI y del BERD, las diferencias son igual de claras: los vecinos del Sur (excepto Palestina) perciben 11 euros por habitante (2009), mientras que los países de la ampliación perciben 145 (antigua Yugoslavia) e incluso 260 (PECO), saldo presupuestario operativo de la UE. ¿Es grave? No, porque ni Estados Unidos ni Japón ayudan mucho más a su periferia; cada habitante de la vecindad mediterránea percibe tanto dinero en desarrollo como sus homólogos del este de Asia o de Latinoamérica. Pero sí, porque EE UU y, sobre todo, Japón llevan a cabo una verdadera estrategia de integración productiva, mientras que en el Mediterráneo no observamos eso.

De hecho, hace unos 20 años que EE UU cambió su estrategia al promover los intercambios comerciales simétricos (Alena) en vez de la ayuda pública disimétrica. Desde mediados de los años noventa, la parte correspondiente a Latinoamérica en la ayuda de EE UU pasó así del 32% al 12%. La filosofía de su lema, trade not aid (comercio en vez de ayuda) se ha extendido poco a poco por el mundo y da preferencia a unas relaciones de carácter económico en vez de político. Por otro lado, la geografía de la ayuda de Japón, sin duda, sigue siendo muy regional, pero contribuye al desarrollo de los países de su periferia, sobre todo a través de la integración industrial. Ninguna otra región del mundo está más integrada en el plano productivo ni obtiene más ventajas en el terreno comercial que el este de Asia; así se entiende que los japoneses hayan hecho pasar su ayuda pública a un segundo plano.

La Unión por el Mediterráneo (UpM), que supuestamente iba a acelerar la integración productiva euromediterránea mediante un mayor compromiso del sector privado, no ha generado por el momento ninguna financiación adicional. El grueso de la financiación comunitaria de la UpM proviene de la política europea de vecindad, ya que el IEVA destina 100 millones de euros al año a apoyar proyectos concretos de la UpM. Al margen de éste, los organismos de financiación internacionales han puesto en marcha el Plan Solar Mediterráneo, en el que podrían participar el Banco Mundial, la AFD y el KfW (banco de desarrollo del gobierno alemán) con algo menos de 10.000 millones de dólares.

■ Contenido sectorial de la ayuda: dispersión y escasez de apoyo al sector productivo.

Tanto los objetivos de Barcelona, como los de Meda II (2000-06) y los de la política europea de vecindad (2007-13) afectan a todos los ámbitos del desarrollo: comercio, medio ambiente, cambio climático, sanidad, educación, formación profesional, inmigración, seguridad, fiscalidad y sistema de gobierno, sin olvidar los derechos de los niños, la igualdad hombre-mujer o la defensa de los pueblos autóctonos. De ahí que entre 2000 y 2006 el sector privado solo haya recibido el 10% de las subvenciones Euromed, ya que las “reformas económicas” se traducen básicamente en el apoyo presupuestario a los ministerios de los PSEM con el fin de favorecer la “asimilación” de la ayuda por parte de los países beneficiarios. El paso al IEVA en 2007 no ha cambiado mucho las cosas: las “infraestructuras sociales” reciben el 59% de los fondos; el sector privado el 30% en Túnez, Argelia y Líbano, pero solo el 10% en los demás países; la agricultura sigue igual de ausente que antes.

■ Unos resultados muy discretos en la realidad…

Los resultados de Euromed presentan cuatro puntos positivos: la costumbre que han adquirido las administraciones del Norte y del Sur de trabajar juntas; la estabilización macroeconómica de los PSEM (en concreto inflación y endeudamiento, menos en Líbano en cuanto al endeudamiento, pero la deuda pública constituye el elemento central de su economía política); la salida de una casi autarquía comercial y su apertura a la entrada de capitales internacionales; el inicio de una integración profunda con Europa, especialmente en transportes, energía y también en la estructura de los títulos universitarios (Licenciatura/Máster/Doctorado). La Comisión Europea reconoce dos puntos negativos: los problemas de democracia y de Derechos Humanos y la escasa participación de la sociedad civil en el desarrollo.

Pero en realidad, los resultados económicos también presentan varios puntos negros: las balanzas comerciales de los PSEM empeoran gravemente, sobre todo desde 2000; la parte correspondiente a Europa en sus intercambios (comerciales o inversiones extranjeras directas) disminuye; el crédito a las pymes sigue siendo muy insuficiente; la cooperación financiera y monetaria transmediterránea también. Finalmente, la agricultura y la movilidad profesional son los grandes olvidados de Barcelona. En resumen, el Mediterráneo se limita a una integración más comercial que productiva. En cuanto a la financiación europea, ésta se ha vuelto poco significativa en los recursos externos de los PSEM. Para estos últimos, el reto fundamental reside en el posicionamiento internacional de su sistema productivo (ver el alarmante empeoramiento de su balanza comercial). Por último, en cuanto a convergencia regional (acercamiento del nivel de desarrollo entre el Norte y el Sur), seguimos lejos de los resultados del este de Asia.

■ … y en las representaciones

El estudio realizado a finales de 2009 por el IEMed de Barcelona entre los actores y los expertos, refleja unas percepciones que coinciden con ese balance moderado. Perciben la asociación como algo complejo y en gran medida desconocido; su resultado global es más bien mediocre en opinión de los expertos de los PSEM. Solo se le atribuyen algunos éxitos (la mejora del entorno empresarial, la cooperación económica multilateral como la acción de la Femip o la cooperación en el ámbito de la energía, un mejor conocimiento de las culturas, los intercambios en los terrenos cultural y universitario o los programas sobre el papel de las mujeres), y muchas decepciones (la paz en Oriente Próximo en primer lugar, la movilidad, la democracia, el papel de la sociedad civil, la financiación de proyectos y el desarrollo sostenible).

En opinión de las personas consultadas, la asociación parece más adecuada para los desafíos culturales que para los económicos y políticos; pocos creen que desempeña un papel en la resolución de conflictos o en la disminución del desfase económico entre el Norte y el Sur. En concreto, los obstáculos no se deben a la cantidad de dinero europeo: solo el 25% de los consultados considera que la escasez de recursos presupuestarios destinados a la asociación constituye un obstáculo importante para los objetivos euromed; las críticas son más numerosas en lo que se refiere a la capacidad de esta financiación europea para desempeñar un papel de impulsor.

De ahí estas orientaciones que el IPEMed propondrá a algunos grandes observadores del norte y del sur del Mediterráneo para completar el informe:

– la necesidad de mantener las subvenciones europeas en un número determinado de programas de infraestructuras básicas y para apoyar a los países en transición durante el periodo tan delicado que atraviesan. Pero esta política de ayuda no basta, también es necesario:

– aumentar considerablemente la suma de los préstamos blandos;

– reafirmar el objetivo de una integración regional “profunda”;

– coordinar las políticas europeas que tengan una dimensión externa en la vecindad (PAC, TEN, directiva clima- energía), por ejemplo a través de un “Esquema de Desarrollo del Espacio de la Vecindad”;

– concentrar los medios en algunas políticas estratégicas (empezando por la política común de energía);

– promover los proyectos centrados en el sistema productivo, especialmente en algunas políticas prioritarias (energía, agua, agricultura);

– crear una institución financiera regional que lleve a cabo estas prioridades.