El derecho a voto para los inmigrantes llegará pronto a España

El primer diputado español de origen marroquí, Mohamed Chaib, habla de su experiencia en el Parlamento de Cataluña y de la participación política de los inmigrantes.

ENTREVISTA a Mohamed Chaib por Gemma Aubarell

Mohamed Chaib, primer diputado español de origen marroquí, elegido por el Partido de los Socialistas de Cataluña- Ciudadanos por el Cambio (PSCCpC), repasa para AFKAR/IDEAS su experiencia en el Parlamento de Cataluña, la participación política de los nuevos ciudadanos, su integración y el reconocimiento de la diversidad cultural y religiosa que conlleva su presencia en Cataluña.

AFKAR/IDEAS: ¿Cómo cree que puede influir su entrada en el Parlamento de Cataluña en el futuro de la comunidad marroquí en en esta región ?

MOHAMED CHAIB: Sin duda el hecho de que la sociedad catalana cuente con nuevos ciudadanos da un mayor sentido, si cabe, a esta circunstancia, ya que contribuye a que esta realidad tenga una imagen de normalidad. Desde el momento en que fui elegido diputado por el PSC-CpC insistí en que aunque procedo del mundo de la inmigración, no soy el diputado de los inmigrantes, sino de todos los ciudadanos de Cataluña. Como es lógico, me preocupan las cuestiones relacionadas con la inmigración –mis padres fueron de los primeros marroquíes en llegar a Cataluña en 1965– y formo parte de la Comisión de Inmigración. Pero también soy secretario de la Comisión de Justicia y miembro de la Comisión de Política social, entre otras.

De hecho, es la participación política activa, y desde este punto de vista, mi presencia en el Parlamento de Cataluña, lo que resulta muy significativo. Y ello tanto en Cataluña como en Marruecos. Precisamente, durante un reciente viaje a Marruecos con el presidente de la Generalitat de Catalunya, Pasqual Maragall, todo el mundo se mostró satisfecho de que, por primera vez en España, hubiera un diputado de origen marroquí. Sin duda ello implica un acercamiento entre los dos países. Entre vecinos siempre surgen conflictos, pero no puedo concebir una ruptura de relaciones, sobre todo entre las sociedades civiles de uno y otro país. Uno de mis objetivos es ayudar a superar algunos de los “estereotipos” y evitar las dicotomías “moros/ cristianos” y “Oriente/Occidente”. Para ello es necesario desde la política impulsar un enorme esfuerzo de conocimiento mutuo, de reconocimiento de que no hay una cultura mejor que otra y buscar los aspectos positivos de ambas, aglutinarlos y ponerlos en común.

A/I: A pesar de la importancia del factor humano en nuestras relaciones con Marruecos, no cree que el impulso de políticas concretas es aún insuficiente?

M.C.: Efectivamente. Para empezar, la cuestión económica y la interrelación entre empresas y Marruecos es fundamental. Es evidente que la única forma de que las personas no tengan que emigrar pasa por un desarrollo económico y social de su país. La deslocalización puede tener aspectos negativos para España, pero también positivos: hay empresas que vienen de fuera a
instalarse aquí y otras que se van y pueden aprovechar la mano de obra de los jóvenes marroquíes con formación. Por otra parte, la interrelación entre sociedades civiles, en lo cultural o universitario, es otro aspecto a fomentar, al igual que el turismo, importantísimo en Marruecos, y en el que nuestra experiencia puede ayudar mucho.

Todo esto produce frutos en otras vertientes, como en el ámbito democrático, en la defensa de los derechos humanos, el apoyo a los movimientos sociales, ONGs, etcétera. Desde la sociedad civil se puede dar un impulso a la democracia, promover
las libertades, lograr un acercamiento, necesario, entre la clase política y la ciudadanía. Tenemos que contribuir para que la sociedad marroquí crea en la capacidad de representación que tienen sus partidos políticos de defenderlos, crear políticas sociales y trabajar para que su estado de bienestar sea posible. Creo sinceramente que estamos en un buen momento, que se respiran nuevos aires desde ambas partes y tenemos la obligación de aprovecharlos.

El derecho a elegir y a ser elegido

A/I: Hablamos de la importancia de la participación política. Un asunto sustancial y de debate en Europa es el derecho al voto de los inmigrantes. ¿Sobre este asunto, hay consenso entre las fuerzas políticas del Parlamento catalán?

M.C.: Estoy convencido de que el derecho a voto de los inmigrantes llegará muy pronto a España, y por tanto también a Cataluña. Aquí, hay predisposición de casi todos los grupos parlamentarios a otorgar este derecho en las elecciones municipales y a nivel estatal el Partido Socialista se ha pronunciado a favor. En Bélgica, desde hace poco, los ciudadanos que llevan cinco años residiendo en el país, pueden votar en las elecciones municipales. Es un primer paso para que puedan votar
también en las autonómicas y generales. La realidad lo impone. No tiene otra lógica, son personas que viven en el municipio y que pagan sus impuestos. ¿Cómo vamos a decirles que son ciudadanos y que deben integrarse si no pueden escoger a sus representantes políticos ni ser elegidos?

A/I: A menudo desde las autonomías se piden mayores recursos políticos y económicos ante la dificultad de trabajar en el diseño de políticas efectivas en materia migratoria. Evidentemente
existe un margen de actuaciones que puede contribuir a mejorar la gestión migratoria de forma considerable. ¿Cómo se refleja esta situación en las iniciativas
del Parlamento catalán?

M.C.: El Parlamento ha dado mucha importancia a que los ciudadanos, también los nuevos ciudadanos, tengan su voz en la redacción del nuevo estatuto de autonomía. Éste puede
ser un buen medio. Desde el primer momento se contactó con entidades de inmigrantes, lo que es también un modo de reconocer su presencia. Con el nuevo estatuto pretendemos conseguir
que todo funcione de forma eficaz y por ello habrá cosas que desde Cataluña podremos gestionar mejor y otras que deberán compartirse con el Estado central, sin conflictos. En la regulación de los flujos migratorios creemos que Cataluña debería tener una participación activa, en función de la mano de obra que necesita, como también para que pueda influir en la contratación en
origen, entre otras cuestiones.

Hay que encontrar la forma idónea para que la mano de obra que piden los empresarios catalanes llegue finalmente, y esto es algo que se puede reclamar desde el nuevo estatuto. Pero no basta con pedir, también hay que especificar cómo se gestionarán estas competencias. Además, es importante dotar a las comunidades autónomas de recursos y financiación para que puedan proporcionar servicios acordes a la inmigración que reciben y sin que ello vaya en detrimento del resto de ciudadanos.

Integrarse en la sociedad de acogida

A/I: Si nos referimos a los nuevos ciudadanos, es obvio que la presencia de generaciones de jóvenes que provienen de esta realidad migratoria provocará una nueva realidad en los próximos años. ¿Cual es su visión desde la experiencia de Ibn Batuta, asociación que preside desde hace mucho tiempo?

M.C.: Hay que distinguir entre los padres y las segundas generaciones, los jóvenes musulmanes. En este sentido, quizás el mayor reto sea el de luchar contra el fracaso escolar, sobre todo a partir de la enseñanza secundaria. Es un reto de todos porque, a largo plazo, si estos jóvenes no desarrollan un sentimiento de pertenencia a Cataluña acabarán rebelándose contra la sociedad. De ahí la importancia de que perciban que su cultura es valorada, que no se sientan inferiores por ser diferentes, especialmente en la etapa en que construyen su identidad.

Es importante que los jóvenes musulmanes se incorporen al mundo asociativo, que se adapten a la sociedad catalana y a la vez amen la cultura de su país de origen, para que encuentren su espacio de interrelación. Si no lo conseguimos podríamos enfrentarnos al rechazo de las terceras y cuartas generaciones, como ocurre en Francia, donde siguen sintiéndose extranjeros en una realidad de marginación y exclusión. Es fundamental también definir políticas de educación, en el marco de la política de inmigración, que sean transversales. Desde el mundo asociativo hay que conseguir que éste sea un instrumento visible para los jóvenes y nuevos ciudadanos, por lo que hay que emplearse a fondo para formar a los responsables de proyectos y entidades. ¡Queda tanto por hacer!

A/I: Algún proyecto concreto del que se sienta especialmente satisfecho?

M.C.: Una iniciativa que tuvo un gran éxito fue “Tots Colors”, un torneo de fútbol que organizamos con la colaboración del Futbol Club Barcelona, de la Consejería de Bienestar y Familia y del Ayuntamiento de Barcelona. Ante el interés que el deporte despierta en los jóvenes propusimos un acercamiento entre los chicos de familias inmigradas y el Barça. El F.C Barcelona se encargó de organizar un torneo de fútbol entre equipos de múltiples nacionalidades de todas las provincias catalanas. Ahora el reto es ir más allá, y que los equipos cuenten con diversas nacionalidades, como hacemos con el torneo de Ramadán organizado por Ibn Batuta, y en el que cada equipo debe tener un mínimo de jugadores de origen catalán. El deporte es una herramienta de conocimiento, de interrelación entre países.

La libertad de culto

A/I: Desde su experiencia en el Consejo Islámico Cultural de Cataluña, ¿cómo cree que se debería reubicar el tema religioso y el diálogo entre distintas confesiones en España?

M.C.: Comprendí hace mucho tiempo de que la religión es uno de los asuntos más polémicos y que no podía zanjarse mediante soluciones drásticas. Era necesario que los imanes nos ayudaran a trabajar en la integración y de ahí surgió la constitución del Consejo Islámico Cultural de Cataluña. Pero además era prioritario el reconocimiento de la libertad de culto en Cataluña, y los oratorios que se multiplicaban –hoy hablamos de unos 147 en toda Cataluña–, no contaban con las condiciones de seguridad e higiene requeridas. Por otro lado, había poco contacto entre la administración y la comunidad musulmana porque no había la interlocución pertinente. No se trata de crear un Consejo del Culto Musulmán como en Francia, sino que desde la mezquita el imán trasmita un mensaje positivo a la comunidad. Para ello es fundamental dignificar y reconocer las mezquitas y los oratorios y hacer que los vecinos autóctonos participen también en este proceso, por ejemplo, a través de jornadas de puertas abiertas. Se trata de un reconocimiento de la realidad de los barrios y municipios. En este sentido, digo sí a la laicidad, entendida como separación del Estado y la religión, y sí al mantenimiento de la religión en el ámbito privado, con normalidad. Lo que no queremos es un fundamentalismo religioso, ni tampoco laico. Lo único que pretendo es un reconocimiento de los espacios y del personal religioso. La mezquita es un espacio religioso, pero también de encuentro, de socialización, donde puedes encontrar personas que hablan el mismo idioma, comparten problemas similares… La importancia de la mezquita es que desde ella puedes llegar realmente a las bases y por ello la acción del gobierno en este ámbito es fundamental para trabajar por la convivencia.