El balance del Proceso de Barcelona es positivo

El representante para la política exterior europea, Javier Solana, cree el Proceso de Barcelona ha alcanzado grandes logros, pero que se debe avanzar en la cooperación subregional y ampliar las áreas de diálogo.

ENTREVISTA a Javier Solana por Darío Valcárcel

Javier Solana ocupa desde hace cinco años el cargo de alto representante para la política exterior y de seguridad común de la Unión Europea (UE) donde ha tenido que lidiar con asuntos como la guerra de Irak y la división europea, o el conflicto de Oriente Próximo. AFKAR/IDEAS ha tenido la oportunidad de hacer balance de estos años y de analizar los retos que se le plantean como futuro ministro de Asuntos Exteriores europeo una vez se ratifique la Constitución en 2007.

AFKAR/IDEAS: El año que viene se cumplen 10 años del nacimiento del Proceso de Barcelona: ¿Cuál es su balance? ¿Cuáles son sus propuestas para relanzarlo?

JAVIER SOLANA: Antes que nada, deseo subrayar la plena vigencia y la total pertinencia de la filosofía que subyace al Proceso de Barcelona. En los últimos tiempos, otros actores de la comunidad internacional están desarrollando proyectos (me refiero, por ejemplo, a la iniciativa para el Gran Oriente Medio y norte de África, presentada a principios de este verano por Estados Unidos) que son indudablemente deudores de los principios de Barcelona, en cuanto proponen un enfoque integrado –político, económico y social– para construir una región estable, segura y próspera. Ello prueba que la decisión de lanzar el Proceso fue visionaria. Dicho esto, el balance que yo hago de estos casi 10 años es muy positivo.

Ha habido, naturalmente, luces y sombras, pero no podemos caer en el error de atenuar unas para magnificar otras. A menudo se vierten críticas sobre el Proceso de Barcelona que, a mi entender, no están en absoluto justificadas. El Proceso se lanzó en un momento histórico en el que predominaba el optimismo: los acuerdos de Oslo acababan de ponerse en marcha y el mundo albergaba esperanzas de que una resolución del conflicto arabe-israelí estaba al alcance de la mano. Esas esperanzas no se han visto, desgraciadamente, materializadas. Por otro lado, la percepción de la seguridad, un concepto central en el Proceso de Barcelona, ha cambiado drásticamente desde el 11 de septiembre de 2001. Han sido, en resumen, 10 años difíciles.

A pesar de todo, los logros son innegables y los países de la ribera sur continúan teniendo en alta estima el partenariado. Es cierto que el desarrollo del Proceso ha conocido dificultades. Se han presentado problemas de gestión que, gracias a la Comisión Europea y a los esfuerzos de los Estados miembros, se van resolviendo, particularmente desde que se ha puesto en marcha el Plan de Acción acordado en Valencia en 2002. En cuanto al futuro, no creo que el Proceso de Barcelona necesite cambios radicales. Debemos, sin embargo, aprovechar el 10º aniversario para renovar los compromisos adquiridos, profundizar la cooperación en áreas donde ya se está trabajando y ampliarla a nuevos terrenos de interés común.

Hay que continuar con la reforma de los métodos de trabajo para incrementar la interacción entre los participantes. Se debe, asimismo, avanzar en la cooperación subregional. También hay que ampliar las áreas de diálogo: ya se está trabajando en el terreno de la no proliferación y se abren nuevas perspectivas en cuestiones como la lucha contra el terrorismo, la protección civil o la seguridad marítima, por citar sólo algunos ejemplos. Para terminar, es indudable que el Proceso presenta algunos problemas de visibilidad: es necesario hacer un esfuerzo para que los resultados que se van alcanzando sean percibidos por las sociedades de ambas riberas. A ello debe contribuir en el futuro la Fundación Euromediterránea Anna Lindh.

La nueva política de vecindad europea

A/I: La ampliación de la Unión Europea (UE) a Veinticinco preocupa a sus vecinos del Sur, sobre todo a los mediterráneos. La UE ha puesto en marcha una nueva política de vecindad, Wider Europe,para impulsar las relaciones euromediterráneas. ¿Qué consecuencias puede tener la ampliación para estos países? ¿Impulsará la Wider Europe las relaciones euromediterráneas e intermagrebíes?

J.S.: La ampliación de la UE no tiene por qué preocupar a nuestros vecinos del sur del Mediterráneo. Dos de los nuevos miembros, Malta y Chipre, formaban ya parte del Proceso de Barcelona. En cuanto a los otros ocho, la experiencia de la anterior ampliación de la Unión pone de manifiesto que la distancia geográfica con el Mediterráneo no impide un compromiso firme de aquellos países de la UE que están más alejados. Naturalmente, al haberse elevado a 35 el número de miembros del partenariado mediterráneo, será necesario incrementar los esfuerzos para preservar la coherencia y, como he señalado antes, profundizar en la cooperación subregional.

En cuanto a la nueva política de vecindad europea, es evidente que supondrá una intensificación de los esfuerzos para alcanzar los principios del propio Proceso de Barcelona y llevar las relaciones de la UE con sus vecinos del Sur a un nivel más alto de integración, al ofrecer un nivel de diálogo político mejorado, una mayor integración económica y un mejor acceso por parte de los Estados a las políticas y programas de la UE.

Los planes de acción que desarrollarán la nueva política de vecindad, al tener en cuenta las singularidades de cada Estado y al estar basados en una filosofía de condicionalidad e incentivos para el progreso, permitirán avanzar más deprisa. La excelente acogida que los primeros planes de acción han tenido entre los Estados destinatarios nos invita a ser optimistas. No debemos olvidar, sin embargo, que las expectativas de nuestros vecinos son elevadas y que para que la UE esté a la altura será necesario un esfuerzo financiero. Espero que ello quede reflejado en las próximas perspectivas financieras.

El conflicto en Oriente Próximo

A/I: Desde su cargo de alto representante para la política exterior de la UE, usted se ha volcado en buscar una solución al conflicto entre israelíes y palestinos. ¿Cuáles son hoy sus planes a corto plazo?

J.S.: Es cierto que el conflicto entre israelíes y palestinos figura de manera muy destacada en mi agenda desde que ocupo el puesto de alto representante. Pero no es bueno personalizar: si he viajado a la región en numerosas ocasiones, si estoy en contacto casi diario con los responsables políticos de Israel y de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), es porque la solución de este conflicto ha sido, es y seguirá siendo una prioridad para la política exterior de la UE.

Los planes para el futuro inmediato son bien conocidos y quedan reflejados en las declaraciones publicadas tras las dos últimas reuniones del Cuarteto (EE UU, Rusia, UE, ONU), el 4 de mayo y el 22 de septiembre. Hay que continuar presionando a las partes para que cumplan con las obligaciones que impone la Hoja de Ruta, que sigue siendo el marco de referencia para llegar a una solución basada en la existencia de dos Estados que vivan en paz y seguridad dentro de fronteras reconocidas.

A muy corto plazo, es evidente que la agenda estará dominada por el proceso de retirada de Gaza y parte de los asentamientos del norte de Cisjordania. La UE considera que el plan del primer ministro israelí, Ariel Sharon, puede constituir una oportunidad para impulsar las negociaciones de paz y está dispuesta a apoyar dicho proceso si se cumplen las condiciones establecidas por ella y la comunidad internacional, representada en el Cuarteto: básicamente, integración de la retirada de Gaza en la Hoja de Ruta y coordinación entre Israel y la ANP.

Irak y el futuro de las relaciones transatlánticas

A/I: La guerra de Irak ha abierto una crisis interna en la UE y en sus relaciones con EE UU. ¿Cree que la UE avanzará hacia una política exterior única? ¿Cómo pueden mejorarse las relaciones transatlánticas?

J.S.: Es innegable que la guerra de Irak supuso una crisis en el seno de la UE. Pero quien conoce bien la historia de la construcción europea sabe que nuestras crisis han funcionado siempre como catalizadoras que han terminado por fortalecer a la Unión. Hoy tenemos una política sobre Irak mucho más cohesionada y estamos firmemente comprometidos con el proceso político que se está desarrollando desde la devolución de la soberanía. Por lo que se refiere al futuro de la política exterior común, la realidad es que la UE es hoy un actor más fuerte y coherente en la escena internacional que nunca. La Estrategia Europea de Seguridad, aprobada en diciembre de 2003 por los jefes de Estado y de gobierno, supone que, por primera vez en su historia, la UE dispone de un marco de actuación común eficiente y omnicomprensivo.

No estoy seguro de que la opinión pública haya percibido en toda su dimensión la importancia de este paso y creo que mi obligación como político es subrayar esa trascendencia. Lo mismo puede decirse de las relaciones entre EE UU y la UE. No debemos dejar que los árboles –determinadas diferencias muy concretas– nos impidan ver el bosque. La UE y EE UU comparten una comunidad de valores y llevan a cabo una cooperación muy estrecha. Es evidente que el vínculo transatlántico no es hoy el que nos unía en los años ochenta. Pero esto no implica, como algunos parecen creer, que las relaciones entre EE UU y la UE se hayan deteriorado. El vínculo transatlántico sigue siendo insustituible, pero su naturaleza no es inmutable.

Evoluciona bajo la presión de los acontecimientos y debe adaptarse a las evoluciones del mundo. Como he dicho, la UE es hoy un actor de la escena internacional mucho más fuerte que en 1989 y eso tiene necesariamente consecuencias sobre las relaciones con todo su entorno, incluido EE UU. La mejora de estas relaciones no requiere otra receta que la profundización del diálogo y la cooperación sobre los principios comunes: la democracia, el Estado de Derecho, la justicia y la paz.

A/I: Si se aprueba la Constitución europea, en 2007 usted asumirá el cargo de ministro de Asuntos Exteriores de la UE, además del de vicepresidente de la Comisión, con más responsabilidades y medios de los actuales. ¿Cuáles serán sus primeras medidas, sus planes a un año? ¿Qué medios necesita? ¿Qué responsabilidades va a asumir?

J.S.: Se trata de un valor añadido fundamental para el desarrollo de la política exterior de la UE. Estoy convencido de que tendrá consecuencias muy relevantes para la UE en su conjunto, y en particular para el papel de Europa en el mundo. La figura del ministro permitirá una mayor coordinación, dará una mayor coherencia y continuidad a la acción exterior. Asimismo, el ministro tendrá más medios y lo que es importante, la responsabilidad ejecutiva. En este sentido, el ministro presidirá el consejo de ministros de Asuntos Exteriores. Ello significa que tendrá una gran capacidad de iniciativa y de gestión y organización de los debates. Todo ello deberá repercutir en una acción exterior más eficaz y una presencia reforzada de Europa en el mundo. Asimismo, se pondrá en marcha un servicio diplomático donde se apoyará el ministro y dará un valor añadido enorme a los esfuerzos de coordinación necesarios.