Co-edition with Estudios de Política Exterior
Tendencias económicas

Perturbaciones temporales frente a perturbaciones permanentes

Giorgia Giovannetti Arianna Vivoli
Universidad de Florencia e Instituto Universitario Europeo Universidad de Florencia
Satellite image of Europe, North Africa, and UK

Con la crisis financiera de 2008 dio comienzo un periodo de continuas turbulencias socioeconómicas. Esta tendencia no parece detenerse, especial­mente si observamos lo ocurrido en los últimos dos años y medio. Una pandemia y una guerra en el continente europeo están teniendo, como es lógico, graves repercusiones en el crecimiento econó­mico mundial y, en consecuencia, en el comercio internacional.

Las alteraciones de la oferta y la de­manda inducidas por la crisis sanitaria han sido de una magnitud sin preceden­tes, y han causado efectos perturbadores en el proceso de producción globaliza­do. Para dar una idea de cómo la pande­mia de Covid-19 obstruyó gravemente la red productiva internacional, durante el primer trimestre de 2020 los nuevos pedidos de exportaciones tanto de bie­nes como de servicios se redujeron nada menos que un 50% con respecto al úl­timo trimestre de 2019 (World Trade Statistical Review, OMC, 2020).

De la misma manera, cuando el ejér­cito ruso invadió Ucrania en febrero de 2022, un grupo de países que represen­taba alrededor del 55% del PIB mundial, respondió imponiendo medidas restric­tivas a los vínculos comerciales y finan­cieros con Rusia. A su vez, Moscú tomó represalias e impuso restricciones al co­mercio (Quantitative assessment of the economic impact of the trade disruptions following the Russian invasion of Ukraine, Borin et al., 2022). El conflicto está ha­ciendo peligrar la delicada recuperación mundial. La Organización Mundial del Comercio (OMC) prevé que el volumen del comercio de mercancías crezca un 3% en 2022, rebajando así sus previsiones del 4,7% anterior al comienzo de la guerra.

Los países del Mediterráneo han su­frido particularmente las consecuencias de ambos choques. De hecho, los go­biernos de las dos orillas han tensado su capacidad durante la pandemia, y ahora la guerra está empeorando las ya frági­les perspectivas económicas, sobre todo debido al desabastecimiento de las ca­denas de suministro de productos bási­cos y al aumento de los precios de estos, en particular los alimentos y la energía.

Sin embargo, lo que sostenemos en este artículo es que, si bien ambas crisis han tenido, y siguen teniendo, conse­cuencias trágicas para los resultados so­cioeconómicos de prácticamente todos los países del mundo, se diferencian en cuanto a la duración que les atribuyen los agentes económicos: en general, la Covid-19 se ha considerado una pertur­bación temporal, mientras que la provo­cada por la guerra Rusia-Ucrania sería permanente.

La crisis sanitaria se percibió como un golpe devastador, pero no capaz de cambiar en profundidad el orden geopo­lítico y económico mundial. El hecho de que los agentes económicos, y las em­presas en particular, pensaran en la pan­demia como un trastorno “breve” tuvo importantes consecuencias para su com­portamiento: muchos adoptaron solucio­nes reversibles que les permitieran dar marcha atrás cuando pasara la emergen­cia. A lo sumo, la pandemia puede haber acelerado las tendencias ya existentes de racionalización de las cadenas de sumi­nistro, pero no es probable que conduzca a la desglobalización.

Por el contrario, la opinión mayori­taria es que los efectos de la guerra en Ucrania están destinados a ser durade­ros. Las alteraciones del comercio con Rusia repercuten a nivel mundial a través del aumento de los precios, en particular de los productos energéticos, que afectan a los costes de transporte y prácticamen­te a todas las cadenas de valor mundiales (CVM). Existe un alto riesgo de que las cadenas de suministro queden alteradas de forma permanente por el conflicto. Esto obliga a las empresas y a los gobier­nos a adoptar medidas que difícilmente serán reversibles a medio plazo.

Es evidente que las diferentes re­puestas de los agentes económicos a perturbaciones como la crisis de la Co­vid-19 o el conflicto Rusia-Ucrania (y las sanciones) depende no solo de cuán­to crean que van a durar estas perturba­ciones, sino también de hasta qué punto les han afectado. Si se observa el gráfico 1, es posible hacerse una idea del grado de exposición al comercio internacional de los países mediterráneos. En efecto, el gráfico ofrece una medida concisa de la dependencia internacional, combi­nando la parte del valor añadido utiliza­do que se genera en el extranjero con el valor añadido producido que se absorbe en el extranjero. El eje horizontal mues­tra la suma de ambas cifras, mientras que en el vertical se expresa la relación entre ambas (valor añadido absorbido en el extranjero dividido entre valor añadido generado en el extranjero).

Exposición al comercio internacional por países

Fuente: PNUD (2021). Gráfico: Adriana Exeni

Las empresas de los países de la re­gión MENA (Norte de África y Oriente Medio) como Egipto, Jordania o Líbano parecen ser absorbentes netas de va­lor añadido extranjero, a diferencia, por ejemplo, de Italia o Alemania. Sin em­bargo, dentro del grupo MENA pueden verse diferencias significativas: Egipto es, con mucho, el menos integrado en las CVM, con alrededor de la mitad del nivel de Líbano y una tercera parte del de Emiratos Árabes Unidos y Jordania, mientras que la integración de este úl­timo es alta: sus valores de exposición total son similares a los de Italia, y los de absorción relativa, próximos a los de Túnez (The exposure of Arab countries to the Covid-19 shock: a focus on the global value chains of tourism and transport, PNUD, 2021).

Desde una perspectiva teórica, cuan­do las CVM se ven afectadas por un cho­que exógeno, desde el lado de la deman­da se origina el llamado “efecto látigo” (o efecto Forrester), que predice que una reducción repentina (o un incremento) de la demanda de bienes finales impulsa a los proveedores de la cadena de valor a agotar sus existencias antes de reali­zar un nuevo pedido (o empezar a pedir más de lo habitual), un mecanismo que se intensifica en cada eslabón de la cade­na, lo cual provoca una amplificación del impacto inicial, mayor cuanto más larga sea la cadena. Por otra parte, a más países abastecidos por la cadena como destino final, menos afectada se verá esta por las perturbaciones idiosincráticas de la de­manda. Al mismo tiempo, desde el lado de la oferta, y debido a la complejidad de las actuales redes internacionales de producción y al papel clave de los bienes intermedios, las perturbaciones a nivel de empresa (o de región) pueden propa­garse a lo largo de la cadena a través de los vínculos entre insumos y productos, y provocar una disrupción internacional de los flujos comerciales. Cuanto más global sea una cadena de suministro, más vulnerable resultará a las perturbaciones de la oferta exterior. Por último, cuanto más global y diversificada sea la cadena de valor, menos expuesta estará a las per­turbaciones de la oferta nacional.

La pandemia de COVID-19 como perturbación temporal

La Covid-19 tuvo consecuencias sani­tarias y económicas devastadoras. Para dar una idea, en 2020 se registraron algunas de las mayores reducciones comerciales tanto de la producción in­dustrial como del comercio de bienes desde la Segunda Guerra mundial. Por fortuna, en la mayoría de los casos los gobiernos reaccionaron con mucha ra­pidez y aplicaron diversas medidas para aminorar las consecuencias de la crisis y apuntalar la economía.

Para analizar los efectos de la pan­demia utilizamos datos de la Encuesta a Empresas del Banco Mundial (WBES, por sus siglas en inglés). El proyecto WBES recopila información sobre el desempeño, el empleo, el rango interna­cional, el acceso a la financiación y otras características empresariales. Hemos extraído información sobre los efectos de la Covid-19 de series de WBES dise­ñadas específicamente –las Encuestas de Seguimiento–, elaboradas durante la pandemia para más de 30 países. Estas series aportan información detallada sobre la respuesta de las empresas a la crisis sanitaria en cuanto a los efectos en las ventas y el empleo o al cambio en las estrategias empresariales.

El gráfico 2 ilustra la omnipresencia y la magnitud de la conmoción. Todos los países incluidos en nuestra muestra experimentaron descensos catastrófi­cos de las ventas, con una reducción me­dia en torno al 45,05%.

Lo interesante es que, al llegar la Covid-19, la mayoría de las empresas (especialmente las más integradas en el mercado internacional) implementa­ron estrategias de respuesta adaptadas a una perturbación temporal. Los datos de Italia, Jordania, Líbano y Marruecos entre los “países mediterráneos” (grá­fico 3) muestran que la mayoría de las empresas optaron por estrategias como aumentar la actividad por Internet, el reparto (siempre que fuera compatible con el sector en el cual operaba la so­ciedad) y el smart working cuando era posible, en vez de introducir cambios más permanentes, como el despido de trabajadores. Además, como afirma Di Stefano (2021), de acuerdo con los da­tos disponibles, la longitud de las CVM no se ha reducido, los planes de inversión futura no han cambiado demasia­do, y no hay señales de una oleada de relocalizaciones (al menos en Italia y en los dos primeros trimestres siguientes a la crisis).

Descenso medio de las ventas por país

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta a Empresas del Banco Mundial (WBES). Gráfico: Adriana Exeni

Cambios en las estrategias empresariales inducidos por la COVID-19

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta a Empresas del Banco Mundial
(WBES). Gráfico: Adriana Exeni

La invasión rusa como perturbación permanente

Las consecuencias de la guerra Ru­sia-Ucrania probablemente sean más devastadoras. Muchos países han sus­pendido la condición de nación más fa­vorecida, y han prohibido la exportación a Rusia de numerosos productos de alta tecnología y de tecnologías utilizadas en la minería y las canteras. Siete de los principales bancos rusos han sido excluidos del sistema SWIFT, y varias agencias de calificación han rebajado la nota a Rusia, indicando con ello que el riesgo de impago por parte del país es alto.

Las repercusiones del conflicto en el mercado internacional ya son eviden­tes. A pesar de que Rusia representa tan solo el 2% del comercio mundial, sus exportaciones están muy concentradas, especialmente en bienes energéticos, sobre todo petróleo y gas, que equivalen a casi el 12% y el 25% del total de las ex­portaciones mundiales. Por esta razón, la repercusión de la crisis a través de los picos de los precios de la energía y otros productos básicos, junto con la escasez de suministros, ha sido particularmente evidente. Asimismo, la interrupción de las cadenas de suministro de trigo, maíz y fertilizantes (en las cuales Rusia y Ucrania juntas representan entre el 15% y el 25% de las exportaciones mundia­les) está provocando un aumento de los precios de los productos básicos y está poniendo en peligro la seguridad ali­mentaria, sobre todo a los países impor­tadores de bajos ingresos (The Impact of the War in Ukraine on Global Trade and Investment, Ruta, 2022).

Cambio en los ingresos reales en una muestra de países y regiones

Fuente: Ruta (2022). Gráfico: Adriana Exeni

Aun no hay datos reales fiables y de libre acceso para analizar los verda­deros impactos de la guerra. Por ello, por el momento, nos basaremos en los resultados obtenidos en ejercicios de simulación. Borin et al. (2022) diseñan tres escenarios suponiendo diferentes intensidades en las alteraciones del co­mercio, desde uno favorable en el que las exportaciones totales de los países sancionadores a Rusia caen un 20% hasta uno severo en el que se reducen un 75%. Según los autores, las disrupcio­nes mercantiles afectarían sobre todo a Rusia y a sus socios comerciales más próximos, y el descenso de los ingresos reales de Rusia se situaría entre el 1% en el escenario favorable y el 4% en el severo. El efecto para la UE, en cambio, es relativamente suave: alrededor de un 0,2% en el caso más grave. Sin embargo, cuando en el modelo se incluyen tam­bién las sanciones a las exportaciones rusas de energía, las consecuencias se­rían de gran alcance para el país agresor (con una reducción general del bienes­tar de más del 6% en el escenario seve­ro), pero seguirían siendo moderadas para los países sancionadores, inclui­dos los más vulnerables (alrededor del -0,4% para la UE-27). En cambio, los países no sancionadores (exportadores de productos energéticos, en particular) saldrían ganando. Utilizando un modelo de equilibrio general computable (MEGC), Chepe­liev et al. (Cutting Russia’s fossil fuel ex­ports: Short-term pain for long-term gain, 2022) calculan que la guerra provocará una caída de la renta mundial del 0,7%, en la que la peor parte se la llevarán los países de bajos ingresos, con un -1%. Es interesante tener en cuenta que las con­secuencias del conflicto son muy especí­ficas para cada país: los importadores de productos energéticos y agrícolas, como India, Tailandia y Turquía, sufren pérdi­das de ingresos reales. Al mismo tiempo, los países MENA podrían ver aumentar sus ingresos; de hecho, es posible que los productores de crudo de la región aprove­chen las ventajas de la drástica reducción de la producción agrícola y energética y de las exportaciones de Rusia y Ucrania, aumentando la producción y exportando sus recursos naturales, lo cual atenuaría los efectos negativos de la guerra. Según los autores, la región MENA podría ex­perimentar el mayor aumento de los in­gresos reales, con un 1,9% respecto al año de referencia.

Un punto importante es que, al con­trario de lo ocurrido con la Covid-19, en esta ocasión numerosos expertos sos­tienen que las empresas responderán a las perturbaciones relacionadas con la guerra adoptando medidas como la relocalización, el acercamiento de ser­vicios externalizados y la diversifica­ción, lo cual desembocará en cambios duraderos en las CVM. Sin embargo, la invasión rusa no será el principio del fin de la globalización. De hecho, según el modelo desarrollado por Freund et al. (Natural disasters and the Reshaping of global value chains, 2021), las empre­sas cuyas importaciones proceden de un país en peligro de ser objeto de san­ciones económicas, o en el que es muy probable un conflicto, tienen que pagar costes más altos a las aseguradoras para protegerse del riesgo geopolítico. Por tanto, es muy probable que las empresas más expuestas relocalicen sus activida­des desde países peligrosos a otros más seguros. Sin embargo, hay varios facto­res que crean inercia en esta reconfigu­ración de la red de producción. En pri­mer lugar, las diferencias salariales y de capital entre los países pueden no verse afectadas por la posible perturbación; en segundo lugar, relocalizar la produc­ción de un país a otro puede resultar muy caro, ya que las empresas tendrían que hacer frente a los costes irrecupera­bles relacionados con la creación de las infraestructuras físicas y relacionales necesarias en el nuevo país, lo cual pue­de ser el caso sobre todo cuando se trata de compañías con elevados costes fijos y que operan en sectores intensivos en capital (como, por ejemplo, el de la au­tomoción). Las empresas ajustarán sus decisiones comerciales y de inversión en el nuevo entorno, pero estos facto­res seguirán estimulando la fragmen­tación internacional de la producción, ya que las empresas quieren mejorar la eficiencia y mantener la competitividad (Ruta, 2022). Lo que puede ocurrir es que algunas empresas decidan reubicar sus fuentes de aprovisionamiento en otros países en desarrollo más seguros. Probablemente estos últimos sean los únicos ganadores, mientras que el res­to, y en particular las economías de alto riesgo, seguramente resultarán perjudi­cadas por el conflicto.

En resumen, las CVM se han visto afectadas por la pandemia y la guerra. No obstante, las consecuencias son di­ferentes, y las empresas (en especial las que forman parte de redes de pro­ducción internacionales) reaccionan de distinta manera. La pandemia se consi­dera una perturbación que va a desapa­recer (con el tiempo), por lo que no se van a tomar decisiones “costosas”. En los países mediterráneos esto significa que no habrá oleadas de relocalización ni, por supuesto, expansión de las CVM. La guerra, por su parte, podría conside­rarse un factor que afectará de forma duradera al entorno geopolítico y cam­biará las posiciones relativas en la eco­nomía mundial. Ante perturbaciones de esta clase es probable que las empresas reaccionen y estén dispuestas a cargar con los costes de ajuste. Sin embargo, para los países mediterráneos esto po­dría significar una oportunidad, ya que las empresas de la UE, las más afectadas por la guerra, podrían acercar parte de la producción a países de la orilla sur del Mediterráneo./

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