Movimientos humanos en el Mediterráneo
Las migraciones deben ocupar el centro del diálogo euromediterráneo, impulsando la cooperación en sectores como educación, agricultura, seguridad y energía.
Xavier Aragall
Según datos de la Comisión Europea durante 2014, 276.113 personas entraron irregularmente en la Unión Europea (UE), lo cual supone un incremento del 138% respecto al año anterior. Un 80% de estas entradas se produjo por el Mediterráneo, básicamente a través de la ruta central y oriental. Según informa la agencia europea Frontex, este flujo se ha triplicado durante 2014. A esto hay que añadir que, según fuentes de ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) y la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) 3.000 personas perdieron la vida en 2014, mientras que ya son 1.750 desde enero de 2015. En los últimos años, se viene repitiendo la pérdida de vidas humanas tratando de cruzar el Mediterráneo.
Primero, justo después de las revueltas árabes en 2011. Posteriormente, ya avanzada la guerra de Siria los naufragios de 2013 y, finalmente, los recientes de 2015 muestran una cronología que debería poner en alerta a los principales actores políticos de la región. Un incremento de muertes que sucede en paralelo al debate cada vez más centrado en cerrar las fronteras marítimas para impedir la entrada de los flujos migratorios. Tras cada una de las olas migratorias, se podría escribir un artículo con elementos coincidentes y conclusiones análogas que destacan la importancia de situar la movilidad humana y la gestión de las migraciones en el centro del diálogo euromediterráneo, con extensión también al diálogo euroafricano. Es evidente la necesidad de diferenciar los flujos de refugiados, que responden a una dinámica coyuntural vinculada a las guerras activas en la región, de los flujos de inmigración irregular que tienen un carácter estructural, dado que el Mediterráneo es hoy un punto de encuentro entre el Norte desarrollado y el Sur en vías de desarrollo.
Es cierto que no es la única zona del mundo donde existe esta intersección entre Norte y Sur, pero sí que es donde más cerca están dos realidades tan opuestas, sobre todo en cuanto a expectativas de futuro, una de las principales motivaciones que impulsan a iniciar un trayecto migratorio. Por esta razón, las medidas de contención y control de flujos sin más impacto ni ambición política están condenadas a ser insuficientes. Para hacer hincapié en la importancia de situar las migraciones en la centralidad del diálogo euromediterráneo, es preciso hacer un ejercicio de prospectiva sobre elementos directamente relacionados con los flujos migratorios, así como los escenarios previstos en el marco regional euromediterráneo. El mercado laboral y la evolución del crecimiento demográfico son dos elementos clave para prever cómo pueden evolucionar los flujos migratorios. No obstante, también es necesario completar este análisis con otras variables que irán cambiando, como puede ser el proceso de urbanización y el impacto del cambio climático.
Precariedad del mercado laboral
Los mercados laborales del sur del Mediterráneo se caracterizan por su poca capacidad de generar puestos de trabajo nuevos y de calidad dentro de la economía formal. El tímido crecimiento experimentado por algunos países del Magreb y del Mashreq no benefició por igual a los distintos segmentos de ocupación y la precarización aumentó. A principios de esta década se calculaba que la ocupación informal significaba entre un 45% y un 55% de toda la ocupación no agraria de la región. Estos factores disminuyen la posibilidad de encontrar un trabajo decente y, por consiguiente, convierten a la emigración en una opción para la mayoría de la población activa. También se ha constatado que el diferencial salarial respecto al Norte se ha convertido en un destacado elemento que impulsa la emigración, incluso por encima del paro, con lo que se refuerza la idea de que no solo es preciso crear ocupación, sino que ésta debe tener unos mínimos elementos de formalidad y dignidad. Por tanto, el paro, la informalidad y la falta de un trabajo digno han provocado que hoy la emigración sea un factor estructural de los mercados laborales de los países del Sur y Este del Mediterráneo. Es preciso ver cómo a largo plazo este elemento podría cambiar.
Según las previsiones de organismos internacionales como el Banco Mundial o la Organización Internacional del Trabajo (OIT), para cubrir las nuevas entradas de población activa en los mercados de trabajo de los países del Norte de África y Oriente Próximo era preciso que durante el periodo 2005-2020 se crearan anualmente 3,6 millones de puestos de trabajo. Pero, junto a este dato cuantitativo, hay que añadir que el mercado globalizado obliga a que estos puestos de trabajo de nueva creación sean generadores de valor añadido. En 2015 el mapa mundial de la producción basada en mano de obra barata se aleja de los países del Magreb, pues los nuevos procesos productivos están caracterizados por una creciente desmaterialización. Las economías desarrolladas y sus entornos inmediatos avanzan hacia una economía global de servicios, cuya principal materia es el capital humano y el producto clave, la información. Después de la revolución industrial y posindustrial existe una revolución de los recursos humanos y de la organización del trabajo que conduce a una sociedad del conocimiento y del aprendizaje y educación continua.
Esta situación mundial plantea a los países del Sur del Mediterráneo un doble reto para sus mercados de trabajo. Por un lado, deben abordar con anticipación las grandes demandas de educación y formación profesional necesarias para la ocupación de las nuevas generaciones. Por otro, es preciso encarar la recuperación y recualificación de la población inactiva o en paro. De lo contrario existe el riesgo de que gran parte de los parados o subocupados (ocupados en precario) se conviertan en dependientes funcionales con carácter estructural. La lucha contra la precariedad e informalidad laboral ampliamente extendida en la región debe ser la prioridad para superar esta situación, de lo contrario la emigración seguirá o incluso aumentará, impidiendo el crecimiento y la modernización económica.
Cambio demográfico sostenido
Una oportunidad para revertir este escenario puede brindarla el cambio demográfico. Existe hoy un consenso bastante amplio por el que la transición demográfica está avanzando sostenidamente en la región mediterránea, a pesar de tener algunas disparidades y discontinuidades. La tendencia general es que la mayoría de países está convergiendo hacia un estadio más o menos similar de fecundidad moderada-baja y baja mortalidad con importantes aumentos en la esperanza de vida. A medio plazo, la estructura de edades resultante abrirá una ventana de oportunidad para el crecimiento económico. Será una ocasión única y limitada en el tiempo.
Durante este periodo favorable, más personas pueden potencialmente producir más, invertir más e incrementar su capital humano, siempre que cuenten con las condiciones adecuadas de educación y ocupación productiva. Según los expertos, este momento dura un periodo determinado de tiempo que si no se aprovecha, se pierde. Los ejemplos más destacados son los países conocidos como los “tigres asiáticos” que invirtieron en capital humano en el momento oportuno y pudieron beneficiarse del dividendo demográfico para su desarrollo económico. Muchos países de la región mediterránea todavía tienen (o tendrán en breve) esta oportunidad abierta en la que la composición de la estructura de edades permite tener menos dependientes y más activos. Así pues, el problema será que esta creciente población en edad activa pueda encontrar un trabajo competitivo y de calidad.
El proceso de urbanización y el impacto del cambio climático
A medio y largo plazo encontramos también dos variables que se entrecruzan y pueden tener un serio impacto en el desarrollo humano y en el crecimiento económico y, en consecuencia, afectar al flujo migratorio hacia el Norte: se trata del proceso de urbanización y del cambio climático. Las proyecciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indican que las ciudades de la orilla sur verán crecer su población en unos 86 millones de habitantes hasta 2025. Actualmente, las ciudades ya tienen déficit de infraestructuras y de recursos para albergar el creciente número de población rural que se instala en ellas.
En este sentido, la planificación del uso sostenible del espacio urbano se convierte en una clave para el desarrollo futuro tanto en términos ambientales como sociales. Pero cabe añadir que para el Sur del Mediterráneo, el análisis prospectivo incorpora también la variable del cambio climático. Y este es especialmente destacado, puesto que se prevé que la lucha contra los efectos del cambio climático se centre probablemente en las ciudades. Primero, porque se prevé que empeore la difícil situación actual de sequías, que tendrá impacto en la disponibilidad de recursos hídricos y en la desertificación. Esta situación hace pensar que las migraciones internas de áreas rurales hacia las ciudades vayan creciendo. En segundo lugar, y a más largo plazo, si el nivel del mar llegara a aumentar, esto afectaría directamente a las áreas más densamente pobladas de la costa, originando movimientos de personas a gran escala.
Escenarios de futuro
La capacidad que tendrán los gobiernos afectados para hacer frente a estas previsiones tanto a nivel económico (mercados de trabajo y modelo productivo), social (planificación urbana), como medioambiental (cambio climático) tienen incidencia directa sobre los flujos migratorios. El informe Arab Futures de 2015 del European Union Institute for Security Studies (EUISS) proyecta para 2025 tres escenarios a tener en cuenta para estimar la capacidad de afrontar la gobernabilidad económica y política de la región en el medio y largo plazo. En primer lugar, el escenario más probable prevé un panorama de inestabilidad (Arab simmer) donde la situación política y económica se gestiona pero no resuelve sus principales retos, prolongando así la situación de conflicto e inestabilidad. El segundo escenario es más negativo y apunta a una desintegración (Arab implosion) donde los Estados no consiguen mejorar la situación económica puesto que tienen que centrarse en la gestión de la seguridad. Como resultado, el descontento ciudadano es cada vez mayor hasta llegar a provocar problemas de desorden (protestas) a gran escala.
Finalmente, se contempla un escenario donde los países dan un salto hacia adelante (Arab leap): los Estados árabes reconocen la necesidad de implementar reformas a gran escala que abren una vía hacia la recuperación económica y ponen la base para encarar con optimismo el futuro. Para terminar, hay que analizar cómo puede evolucionar el futuro de la cooperación euromediterránea, clave para una mejor gestión de los flujos migratorios, sobre todo teniendo en cuenta los escenarios de futuro planteados. Visto en positivo, de realizarse el salto adelante (Arab leap), sería imprescindible que fuera acompañado de una cooperación euromediterránea bien asentada, puesto que podría ampliar los efectos de la recuperación económica. En este sentido, pueden ser indicativos los escenarios que planteaba a finales de 2013 el programa de investigación MedPro (www.medpro-foresight.eu) sobre la integración regional y la cooperación con la UE.
Este análisis parte de la base del escenario previo a las revueltas árabes, donde la cooperación regional se basaba en relaciones intergubernamentales de la UE con los países del Sur del Mediterráneo, centradas en la colaboración en aspectos de seguridad y primando la estabilidad y cooperando con regímenes autocráticos. A partir de aquí, se dibujan tres escenarios con consecuencias distintas para la región. El primero rompe la dinámica de cooperación e integración regional; los otros dos escenarios se vislumbran en positivo: uno sería el de la alianza euromediterránea, donde existiría una cooperación diferenciada entre el Este y el Sur Mediterráneo, y el otro plantearía una integración regional completa con un mercado único.
Es interesante destacar que los escenarios en positivo aportan alguna expectativa optimista puesto que, de lo contrario, la ausencia de cooperación debilitaría la capacidad de la UE y del resto de actores políticos de la región para conseguir la necesaria cooperación en sectores claves como la gestión migratoria, así como en otros sectores que inciden en los flujos migratorios como la educación, la agricultura la seguridad y la energía. Por ello es imprescindible insistir en que hay que situar a la migraciones en el centro del diálogo euromediterráneo.