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El Islam Político: Génesis y Evolución

Melania Brito Clavijo
Grupo de Investigación TRANSMENA, UAB
El Islam Político: Génesis y Evolución
Waleed Saleh al Khalifa, Universidad
Nacional Autónoma de México
(UNAM), Coyoacán, 2019. 110 pág.

Última obra del profesor Waleed Saleh al Khalifa, que trata en este cuaderno de estudios sobre Oriente Medio un tema que, si bien por su desarrollo ha tenido más preponderancia en la región MENA desde mediados del siglo pasado, no se limita a ella. En un formato reducido y de exposición inteligible, Saleh presenta una síntesis de los preceptos y las fuentes principales del islam político. La misma introducción del tema ya preludia una primera discrepancia, pues el mismo término que muchos académicos emplean para referir el fenómeno, continúa siendo rebatido por aquellos que entienden que la religión no puede desmarcarse de la política y que el adjetivo incurre en una tautología.

El libro sigue un orden lógico que describe la heterogeneidad de los grupúsculos existentes; sus fuentes de inspiración ideológica; el papel que desempeñan las corrientes islamistas en la organización social y política de Oriente Medio; a quiénes interpela y cómo se articulan los discursos que emplean en sus esfuerzos de captación. En ese marco, la definición que suscribe Saleh del islamismo es la de un actor político activo con una base social muy amplia. Bajo el eslogan de al islam huwa al halu (‘el islam es la solución’), los partidarios de esta ideología ven en ella una solución alternativa a la crisis económica, social y política. Los sistemas hasta ahora ideados por el hombre —socialismo, comunismo, panarabismo— no son más que un extravío, y así lo habría manifestado la derrota del 67 frente a Israel. Pero ahora bien, aunque el fracaso del socialismo árabe propiciara una inclinación hacia los valores religiosos, no hay que confundir este evento que el autor rescata como al sahuwa al islamiya (“el despertar islámico”) con el islam político.

Para los islamistas, la religión constituye la seña máxima de la sociedad, de tal manera que su separación de la esfera política pierde sentido. Esta idea enlaza con un concepto aparentemente compartido por todos los grupos islamistas: el de la hakimiya (la soberanía de Dios), cuya evolución refleja una clara indisposición a la aceptación de un gobierno civil, incluso si el dirigente es un musulmán declarado. Ciertamente, no todos los grupos islamistas son partidarios de arremeter contra los dirigentes musulmanes por igual, pero sí aseveran que el retroceso de la civilización es consecuencia de la falta de aplicación de la sharia y de la imposición de sistemas políticos importados. Entre otras puntualizaciones que añade el autor como disposiciones compartidas tanto por moderados como extremistas figuran la búsqueda de la instauración de Estado islámico, el rechazo a todos los infieles que voten a partidos no islamistas y la obligación de hacer el yihad.

Sobre esta última, y vinculado al uso de la violencia, encontramos las reflexiones más notables del texto. Saleh aclara que no todos los islamistas están a favor del uso de la violencia, si bien los textos fundacionales, dice, ofrecen argumentos que la justifican y que se prestan como arma arrojadiza contra los que no comulgan con su fe. Pero el yihad no solo ha de entenderse en su acepción militar; también significa hacer un esfuerzo espiritual por ser mejor musulmán. Y es en esa distinción en la que dice deben trabajar los musulmanes. Sin embargo, este tipo de declaraciones pueden ser peligrosas, en tanto que transfieren la responsabilidad a las comunidades musulmanas y exime a los actores perpetradores.

La otra gran contribución del cuaderno, además de funcionar como guía de textos clásicos que han inspirado el islam político, la encontramos en las causas estructurales que atraen a los jóvenes al islamismo y el extremismo violento. Saleh sugiere desviar el foco de atención de las motivaciones económicas y centrarse en el estudio de la propaganda, pero reconoce a la vez que el sentimiento de frustración ante la falta de oportunidades puede llevarlos a ver en el islamismo una vía de escape.

Cierto es que muchos islamistas han tenido un background económico nada desdeñable, pero descartar que su afiliación sea producto de la pobreza y la marginación no suena menos arriesgado. El énfasis excesivo en lo económico, entiendo que es la idea que quiere transmitir el autor, expone la inadvertencia de otras causas estructurales como la falta de una sociedad civil, de estructuras políticas, las desigualdades territoriales o las opciones reales de conseguir unos estándares de vida dignos. Factores que conciertan escenarios muy distintos y que solo permiten analizar la propensión de las nuevas generaciones a participar de la violencia desde la contextualización de cada caso.

El libro cierra con el firme convencimiento de que tanto moderados como insurreccionales atentan contra el respeto de los derechos ciudadanos, la libertad de expresión y los derechos de la mujer. Partidarios o no de la violencia, beben todos de las mismas fuentes ideológicas—Ibn Taymiya y Qutb–, resalta. En El Islam Político: Génesis y Evolución encontraremos una introducción al islam político donde el autor no se amedrenta y critica abiertamente a estas organizaciones “suntuosas y carentes de un proyecto político firme”.

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