Co-edition with Fundación Análisis de Política Exterior
Ideas políticas

Nuevos equilibrios regionales tras la guerra de Gaza

Sara Bazoobandi
Marie Curie fellow en el Instituto de Estudios sobre Oriente Medio, GIGA Hamburgo, associate fellow en el ISPI (Milán), associate fellow y non-resident fellow en el Arab Gulf State Institute de Washington.

Los atentados terroristas del 7 de octubre de 2023 contra Israel han vuelto a poner de manifiesto la compleja situación entre israelíes y palestinos. Tam­bién han puesto de relieve el papel de los actores regio­nales en los futuros resultados de la guerra en curso y han activado nuevos conflictos en toda la región. Irán ha lanzado por primera vez un ataque directo contra Israel. Grupos de milicianos respaldados por Irán en toda la zona han intensificado sus choques contra Is­rael y sus aliados occidentales atacando su patrimonio e intereses en diversas partes. De hecho, otros actores también han pasado a desempeñar un papel activo en esta crisis. Los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), algunos de los cuales habían iniciado re­cientemente relaciones diplomáticas con Tel Aviv, se han mostrado unidos en su apoyo al cese de la violencia y han hecho hincapié en la necesidad de encontrar una solución sostenible que ponga fin a una crisis que dura ya décadas. Catar ( junto con Egipto) ha desempeñado una función de mediador y ha facilitado la comunica­ción entre Israel, Estados Unidos y Hamás. Arabia Saudí ha tratado de posicionarse de forma que la vía de la normalización de relaciones con Israel esté vincula­da a su agenda de seguridad más amplia, sobre todo en lo que concierne a los lazos estratégicos con Estados Unidos.

Manifestación en solidaridad con los palestinos en la que se ven pancartas del líder huti, Abdul Malik al Huthi (arriba), el líder libanés de Hezbolá, Hasan Nasralá, Yahya Sinwar, líder militar de Hamás en la Franja de Gaza, y el Líder Supremo de Irán, Ali Jamenei (d). Saná, 19 de abril de 2024./mohammed hamoud/getty images

Meses después de los atentados de octubre de 2023, no parece haber solución a la vista. Tras sema­nas de incursión israelí en Rafah, Estados Unidos ha animado al gobierno israelí a proponer un nuevo alto el fuego a cambio de la liberación de los rehenes para poner fin a la guerra. El desenlace de la crisis sigue sin estar claro, pero sin duda tendrá un impacto duradero en el equilibrio de poder entre los principales protago­nistas. Israel y sus aliados occidentales, sobre todo Es­tados Unidos, han hecho malabarismos para mantener su estatus frente a Irán y los grupos regionales a los que este apoya. Al mismo tiempo, otros actores regionales clave, como Arabia Saudí y Turquía, también han tra­tado activamente de posicionarse de forma que sus in­tereses a largo plazo en los planos nacional, regional e internacional queden protegidos. Este artículo tratará de arrojar luz sobre las visiones y motivaciones de al­gunos de los protagonistas mencionados. Como se ha señalado, el desenlace final de esta crisis no está claro. Sin embargo, identificar las visiones y motivaciones de los actores permite analizar sus posibles estrategias y las consecuencias de estas.

 IRÁN

La rivalidad entre Irán e Israel se ha intensificado en las últimas décadas y los acontecimientos posteriores al 7 de octubre de 2023 han reavivado el debate sobre las razones para la tensión entre ambos. Por primera vez en la historia de la hostilidad entre los dos países, Irán lanzó un ataque directo contra Israel en abril de 2024. Este ataque supuso un cambio importante en la dinámica de la rivalidad entre Teherán y Tel Aviv. Sin duda, la ideología ha sido un elemento determinante de las hostilidades entre ambos países. También ha influi­do en la percepción de una grave amenaza estratégica que se ha exacerbado con el tiempo en ambos bandos. Es más, el imaginario geopolítico de los líderes políticos, inspirada por la ideología y la historia, ha ido forjando progresivamente las políticas de ambos países respecto a aliados y adversarios por igual. Asimismo, la visión del mundo de los líderes políticos y la posición que vislum­bran para sus respectivos Estados dentro de las estruc­turas globales y regionales han sido factores destacados de la enemistad que durante décadas han mantenido Irán y Tel Aviv.

Es previsible que mientras continúe
la relación transaccional entre Irán
y los actores regionales no estatales,
estos seguirán alineados con Teherán

Desde la Revolución Islámica de 1979, el gobierno iraní ha rechazado el derecho a existir del Estado de Is­rael. En las comunicaciones oficiales, en la retórica de los políticos y en los medios de comunicación locales de Irán se hace referencia a Israel como un “régimen sio­nista de ocupación”. El Líder Supremo de Irán, el car­go político de mayor rango del país, lo ha calificado de “tumor canceroso” que “sin duda será extirpado y des­truido”. Durante décadas, la comunidad internacional ha estado enzarzada en la interpretación de la estrategia política de Teherán con los diferentes gobiernos; la ha tachado de “reformista” (veáse con el expresidente Jata­mí), “conservadora” (con el expresidente Ahmadineyad y el presidente fallecido Raisi) y “pragmática” (con el expresidente Rohaní). En realidad, uno de los elemen­tos más constantes de la estrategia regional iraní, que no ha variado bajo las distintas administraciones, ha sido la hostilidad hacia Israel.

Desde su creación, el gobierno iraní posrevolu­cionario ha tratado activamente de socavar el poder de Estados Unidos en la región. Con la retórica do­minante del antiimperialismo, Teherán ha aplicado complejas estrategias para alejar a Estados Unidos. El gobierno iraní ha afirmado que sus intenciones y es­fuerzos están motivados por su “soledad estratégica” en una región fuertemente influida por Estados Uni­dos. Al mismo tiempo, ha adoptado en toda su política exterior y de seguridad un relato mesiánico basado en la teología chií, que cree en el regreso del Duodécimo Imán chií, Mahdi. Como consecuencia de la combi­nación de ambas políticas, Irán ha logrado ampliar su ámbito de influencia a través del denominado “eje de la resistencia”. Las principales fuerzas impulsoras que comparten todos los elementos de este Eje son el re­sentimiento contra Estados Unidos (y el Occidente no musulmán en general) y la interpretación chií del ma­hdismo, que se basa en el retorno mesiánico del imán Mahdi.

En las últimas décadas, y con el auge de países no occidentales, en especial China y Rusia, los líderes po­líticos de Irán se han visto impulsados a participar en la formación de un sistema internacional “multipolar”. En este sistema, el poderío y la influencia de Estados Uni­dos y sus aliados disminuyen, por lo que países como Irán tienen la oportunidad de proyectar su poder a es­cala mundial. Esta concepción de un nuevo orden mun­dial en evolución ha inspirado las estrategias regionales de Irán, incluidas las dirigidas a Israel.

Teniendo en cuenta la avanzada edad del Líder Su­premo, y tras la muerte del presidente Raisi en mayo de 2024, se espera que la cúpula política de Irán experi­mente cambios importantes. Aunque aún no se han con­firmado los nombres de los que ocuparán esos cargos, es difícil imaginar que los nuevos dirigentes rechacen la visión y la ideología anteriormente descritas. En este contexto, es probable que Irán mantenga su enemistad con Israel, sus estrategias ideológicas y sus aspiraciones de proyección de poder.

ACTORES REGIONALES NO ESTATALES RESPALDADOS POR IRÁN

Como se ha señalado, mediante una combinación de rei­vindicaciones comunes contra Estados Unidos e ideolo­gías mesiánicas, Irán ha logrado reunir a diversos grupos en toda la región. Aunque estos grupos varían significa­tivamente en sus características individuales, sus intere­ses comunes y objetivos compartidos los han situado en la órbita de Irán. Los vínculos de Teherán con cada uno de estos grupos son únicos, pero un factor importante que comparten todos ellos es la relación transaccional con el gobierno iraní. A lo largo de las últimas décadas, Irán ha invertido grandes sumas en financiar, armar y entrenar a estos grupos. Por ello, independientemente de las características individuales de cada uno, todos tie­nen en común su dependencia de Teherán. Dicho esto, algunos, como Hamás, han tenido desde siempre una amplia variedad de partidarios y financiadores más allá de Irán, lo que, sin duda, les ha permitido diversificar sus alianzas y quizás utilizar sus vínculos como palanca para proteger al máximo sus intereses.

En los últimos años, ha habido un intenso debate so­bre la definición de “grupos proxies” y sobre si algunos de los actores regionales no estatales respaldados por Irán deben describirse como tales. Alcanzar un consenso global en este debate es prácticamente imposible. Pero quizá algunas observaciones puedan servir de base para la discusión. En primer lugar, independientemente de la profundidad y amplitud de los vínculos con Teherán, la relación transaccional entre estos grupos y el gobierno iraní es clave para su supervivencia. Por ello, sería inge­nuo subestimar la influencia de Teherán en las estrate­gias generales de estos grupos. En segundo lugar, cada uno de ellos tiene una agenda interna definida por ellos mismos y todos desempeñan alguna función dentro de sus circunscripciones. El gobierno iraní ha identificado acertadamente esas agendas, ha entendido el papel que representan en el ámbito local y ha conseguido alinear­las con sus propios intereses. Consideremos el ejemplo de los “partidarios de Dios” (hutíes) en Yemen. Estos grupos surgieron en la década de 1990, se rebelaron con­tra el expresidente Ali Abdullah Saleh a principios de la década de 2000, se hicieron con el control de varias par­tes del país a partir de 2011, y sobrevivieron a la guerra con Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Aunque la agenda política interna de los hutíes gira en torno a un objetivo principal que es controlar y gobernar Yemen, su motivación desde el punto de vista ideológico es ex­pulsar a Estados Unidos de la región, destruir el Esta­do de Israel y formar un califato islámico con Jerusalén como capital. Su ambición global de establecer un cali­fato islámico coincide de hecho con la visión mesiánica de los líderes políticos iraníes. Por otra parte, el éxito de los hutíes a la hora de perturbar la seguridad marítima mundial en el Mar Rojo no se habría materializado sin la ayuda de Irán. Su estatus a escala mundial y el recono­cimiento de su relevancia para el futuro de la estabilidad regional y mundial no se habrían mantenido sin el apoyo continuo de Irán (es decir, mediante el entrenamiento, el armamento y la colaboración con ellos). En este con­texto, la agenda de Irán no entra en contradicción con el proyecto político interno de los hutíes. De hecho, Irán es un gran partidario de la culminación de dicho proyecto.

Por tanto, es previsible que mientras continúe la re­lación transaccional entre Irán y los actores regionales no estatales, estos seguirán alineados con Teherán. El gobierno iraní tratará de seguir movilizando y moti­vando a estos grupos a través de un marco ideológico compartido, reivindicaciones locales y proyectos políti­cos internos. Puede que Irán no sea el que “maneja los hilos” de todos los agentes regionales no estatales, pero es el actor más dominante, que puede influir en ellos y manipularlos.

ARABIA SAUDÍ

Arabia Saudí ha intentado reforzar su estatus en la re­gión y en el mundo musulmán. En ocasiones, esas as­piraciones han llevado al país al borde de una crisis con Irán. Con la mediación del gobierno chino, los dirigen­tes políticos saudíes han logrado por fin restablecer una vía diplomática estable con Teherán. Los dos países se han comprometido a reanudar sus lazos diplomáticos, interrumpidos entre 2016 y 2023. Al mismo tiempo, Arabia Saudí sigue esforzándose por alcanzar un acuer­do estratégico de seguridad con Estados Unidos y tenía previsto sumarse a la iniciativa regional para normalizar las relaciones con Israel en el marco de los Acuerdos de Abraham. Los acontecimientos posteriores al 7 de octu­bre de 2023 tuvieron un impacto negativo en este plan.

Arabia Saudí ha sido percibida históricamente como una potencia líder en el mundo musulmán y sus dirigen­tes han apoyado el derecho a existir del Estado palesti­no. En 2002, el ya fallecido rey saudí Abdalá propuso la Iniciativa de Paz Árabe, que se presentó como un plan global para poner fin al conflicto árabe-israelí. La propuesta fue rechazada por los líderes israelíes. Apro­ximadamente un mes después de que comenzara la gue­rra en Gaza, Arabia Saudí volvió a plantear la propuesta junto con varios otros países musulmanes, entre ellos Irán, en la Cumbre Árabe-Islámica que acogió Riad en noviembre de 2023. El entonces presidente Raisi asistió a esa reunión, pero nada más regresar a Teherán anun­ció en un comunicado televisado que Irán rechazaba la solución de los dos Estados. La postura de Arabia Saudí en el conflicto ha sido clara y no ha cambiado desde el embargo petrolero árabe de 1973. El país ha desempe­ñado un papel activo en la prestación de ayuda huma­nitaria a la población y a los diversos grupos políticos palestinos. Al mismo tiempo, la estructura geopolítica regional, en particular la rivalidad con Irán, y el apoyo de Estados Unidos a los Acuerdos de Abraham, han animado al gobierno saudí a establecer relaciones di­plomáticas con Israel. Sin embargo, la guerra posterior a octubre de 2023 en Gaza lo ha impedido. Es evidente que la opinión pública árabe se ha vuelto más negativa hacia Israel y sus aliados occidentales, en particular Es­tados Unidos. La población del CCG comparte un pro­fundo sentimiento de simpatía por el sufrimiento de la población de Gaza, y de ira hacia los gobiernos israelí y estadounidense. En un entorno tan sensible, presentar un acuerdo de normalización con Tel Aviv es una tarea difícil para el gobierno saudí, a menos que vaya unido al inicio solemne de una paz sostenible en Gaza.

En mayo de 2024, las autoridades estadounidenses anunciaron un acuerdo bilateral casi definitivo con Ara­bia Saudí, por el que Estados Unidos se comprometía formalmente a defender el reino y proporcionarle más armamento avanzado de fabricación estadounidense. Teniendo en cuenta que un elemento clave del pacto es la posible venta de los aviones de combate F-35 a Riad, Estados Unidos debe acatar el acuerdo de larga data con Israel sobre la venta de armas en la región, que exige que Estados Unidos no perjudique su “ventaja militar cuan­titativa”. En definitiva, Riad parece estar más implicado que nunca en el futuro del conflicto árabe-israelí. Por un lado, la reputación del país dentro del mundo musulmán como defensor de la creación de un Estado Palestino y, por otro, su deseo de reforzar los lazos de seguridad con Washington, guían la planificación estratégica del go­bierno saudí. En consecuencia, una solución sostenible para la paz en Gaza, como requisito previo para unirse a los Acuerdos de Abraham, parece ser la opción obvia para Arabia Saudí. Al mismo tiempo, Estados Unidos estaría decidido a hacer de estas dos condiciones requi­sitos obligatorios para el acuerdo de seguridad y arma­mento con Riad. Cabe mencionar que la suspensión de la compra de armas a China y la limitación de los vínculos comerciales con este país se encuentran entre las princi­pales exigencias de Estados Unidos a Arabia Saudí.

En definitiva, Riad está más implicado en la actual crisis de Gaza de lo que jamás habría deseado. Por tan­to, los líderes de Arabia Saudí están decididos a garanti­zar que estas negociaciones resulten de la máxima uti­lidad. No hay ninguna garantía de que todo vaya a salir según lo planeado por Washington, si es que hubiera algún plan. Irán y su eje de la resistencia siguen supo­niendo un alto riesgo para la posible evolución de estas estrategias.

TURQUÍA

El actual partido gobernante de Turquía, el Partido Jus­ticia y Desarrollo (AKP), ha sido un firme partidario de los palestinos, incluido Hamás. Tras los atentados de octubre, el presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha adop­tado un lenguaje duro en sus críticas hacia el gobierno de Israel. Los servicios secretos turcos habrían detenido a personas sospechosas de trabajar para la inteligencia israelí. El gobierno ha intensificado su apoyo a Gaza, in­cluido el suministro de tratamiento médico para los heri­dos de guerra. La hostilidad hacia Israel ha desempeñado un papel importante para la base de apoyo del AKP y de Erdogan en Turquía. A pesar de que este fue el primer país de la región que reconoció al Estado hebreo, con el gobierno del AKP, las relaciones entre Ankara y Tel Aviv se deterioraron. Además, el gobierno turco ha mantenido durante años lazos favorables con Hamás. Las relaciones diplomáticas entre ambos países se suspendieron duran­te varios años a raíz del incidente, ocurrido hace más de una década, del barco turco Mavi Marmara que se dirigía a Gaza desde Estambul y fue atacado por Israel.

En el plano interno, el AKP está sometido a presio­nes causadas en buena medida por la crisis del coste de la vida y la inflación en Turquía. La política de tipos de interés bajos del gobierno ha llevado la inflación al 85%. Semejante nivel de presión económica ha afectado a la popularidad del AKP, como reflejaron los resultados de las elecciones locales de mayo de 2024. En este contexto, el gobierno parece decidido a mostrar más apoyo y soli­daridad hacia Hamás y los gazatíes, para implementar su agenda política interna y compensar el descenso de po­pularidad.

CONCLUSIÓN

En general, la dinámica regional se ha complicado aún más desde los atentados terroristas de octubre de 2023 contra Israel. Más que nunca, la resolución de la crisis árabe-israelí es relevante para la estabilidad regional a largo plazo. Todos los actores clave, ya sean regionales o externos, estatales o no estatales, afrontan ahora un fac­tor interno que influye en su rumbo estratégico en este episodio concreto. La mezcla de estructuras ideológicas, visiones del mundo, proyectos políticos internos y resen­timiento hacia Occidente ha desempeñado un papel im­portante a la hora de forjar esas estrategias, lo que puede complicar aún más el logro de una solución./

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