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Coedició amb Estudios de Política Exterior

Hacia la ‘Ciudad Acogedora’
La arquitectura de la acogida de refugiados requiere un enfoque que aúne movilidad, dignidad y respeto, pero también ecología, rapidez de instalación y reciclaje de la construcción.
Cyrille Hanappe
Ahora que el presidente de la República francesa ha anunciado su voluntad de que, a finales de 2017, ningún inmigrante duerma en la calle y que se están diseñando nuevos tipos de centros, es el momento de abordar el tema de la estructura de la acogida con una visión global y a largo plazo para no volver a encontrarnos con el escollo de reflexionar en medio de la urgencia y de la precipitación: la llegada de un gran número de personas a ciudades de todo el mundo en una proporción que supera su capacidad de absorción clásica plantea preguntas sobre la forma, el urbanismo y la estructura de esta capacidad.
Aunque la espacialización de la acogida solo constituye uno de los elementos de unas políticas que tienen que ser mucho más globales, debe definirse con precisión porque responde a unas lógicas técnicas e inmobiliarias muy diferentes de los enfoques constructivos clásicos.
La arquitectura de la acogida exige una gran rapidez en su modo de producción, pero también requiere una reflexión a largo plazo y debe enmarcarse en unas políticas urbanas globales: estos lugares habitacionales van más allá de la lógica de los campos y se integran en las ciudades y en los barrios que los rodean y, a menudo, perduran en ellos mucho más tiempo de lo que la lógica de la urgencia da a entender al principio. Estos lugares habitacionales presentan la particularidad de que requieren una mayor reflexión acerca de su transformación posterior que en el caso de otros lugares, debido a su propia finalidad y a que no encajan dentro de la lógica inmobiliaria clásica. Reflexionar sobre la acogida es reflexionar sobre la forma de la ciudad del futuro dentro de un enfoque que aúne el acompañamiento de la movilidad, la dignidad, el respeto y la emancipación de los hombres, pero también la ecología, la rapidez de la instalación, la transformación y el reciclaje de la construcción. El derecho a la movilidad es inherente al derecho a la ciudad.
La “Ville Accueillante” [La Ciudad Acogedora] es un proyecto de investigación financiado por la ciudad de Grande Synthe y el Plan Urbanismo Construcción Arquitectura (PUCA), un organismo interministerial entre el Ministerio para la Cohesión de los Territorios y el Ministerio para la Transición Ecológica y Solidaria de Francia). Esta investigación agrupa a una decena de especialistas de diversos campos: arquitecto, antropólogo, sociólogo, geógrafo, diseñador, urbanista, un fotógrafo especializado, y también un grupo de estudiantes de la Escuela Nacional Superior de Arquitectura de París-Belleville. Retoma los principios de la ciudad sostenible del informe Bruntlandde 1987, que considera que el desarrollo sostenible está constituido por elementos sociales, económicos y medioambientales, y lo actualiza al incorporar el concepto de movilidad.
Se han identificado seis posibles escenarios para dar forma a esta ciudad acogedora, escenarios que no rivalizan entre sí: están destinados a incluirse en unos procedimientos globales que pueden sumarse y mezclarse entre ellos en función de las políticas y de las condiciones de acogida locales, y de una manera sincronizada o solapándose a lo largo del tiempo. No obstante, hay varios puntos que permanecen fijos: se debe reconocer plenamente la importancia de las ciudades y de las políticas municipales en el diseño de la acogida evitando cualquier pensamiento centralizador sobre el tema. Para ello resulta fundamental implicar a todos los actores locales, administrativos, asociativos y económicos, que deben participar en la creación, en sentido amplio, de esta acogida y salir beneficiados.
Por otra parte, es necesario permitir que se creen microeconomías en los lugares de acogida: en todos los casos son demasiado débiles para perjudicar las actividades económicas circundantes, pero son vectores de calidad de vida para esos lugares y, al mismo tiempo, permiten la recuperación de todos. Se trata de diseñar esos lugares, no como callejones sin salida, sino, por el contrario, como trampolines en los que se reconoce a las personas y sus aptitudes por aspirar a la emancipación personal. Para ello, la cogestión debe ser la norma a seguir para considerar a sus habitantes actores de pleno derecho y no personas dependientes que suponen una carga para la sociedad.
Por último, estos lugares no deben ser monofuncinales, sino que, por el contrario, deben estar abiertos a diferentes tipos de actividades dirigidas a todos. Podemos pensar en el modelo de las zonas francas urbanas para las actividades económicas, y las residencias artísticas, por ejemplo, pueden ser especialmente útiles para la coexistencia y la vida en esos lugares.
El primer escenario es el de construir barrios de acogida. Aunque en su construcción se puede recurrir a la prefabricación o al uso de módulos, están diseñados con la misma atención, e incluso más, que la que se presta a la arquitectura de la vivienda clásica. Quien dice barrio dice cogestión de los lugares con sus habitantes y recuperación económica mediante la autorización de microempresas.
Una segunda opción consiste en utilizar viviendas desocupadas o que van a ser derruidas. Estas viviendas se encuentran a menudo en esa situación porque su tipología ya no se adapta a los modos de vida actuales (con frecuencia son apartamentos grandes) o porque su distribución o sus formas arquitectónicas (torres o edificios horizontales) hacen que no sean atractivos. El tabicado interior es a menudo estructural y no siempre fácil de transformar. Sin embargo, esta solución debe estudiarse con atención ya que, cuando se dan las condiciones adecuadas, puede ser menos costosa, muy eficaz a nivel social y, sobre todo, puede representar una oportunidad para volver a dinamizar algunos centros de ciudades pequeñas caídos en el abandono.
Asimismo, es posible, como ha hecho Alemania, construir pequeños edificios de acogida con viviendas y servicios acondicionados, unas “Casas de Inmigrantes” integradas y distribuidas por las ciudades. Estos pequeños edificios también ofrecerían servicios de proximidad a los vecinos como el acceso a equipamientos informáticos compartidos, a espacios de trabajo compartidos o, simplemente, a lavanderías automáticas.
Otra posibilidad muy utilizada en Alemania, y en concreto en Berlín, pero también en Atenas, es la de emplear edificios terciarios abandonados, como oficinas en el centro de la ciudad o almacenes en la periferia cercana. Unas intervenciones menores y la instalación de módulos habitacionales ligeros permiten utilizar estos lugares y ofrecer unas buenas condiciones de confort para todos. La ventaja de esta solución es que las personas pueden instalarse muy rápido y con menos costes, y que sus condiciones de acogida y de confort pueden mejorarse.
Un enfoque arquitectónicamente más audaz sería construir edificios reversibles, que hoy sirvan para la acogida, pero que mañana sirvan para la hostelería o residencias privadas (de estudiantes o de personas mayores), e incluso oficinas. Se trata de una estrategia de desarrollo sostenible en la construcción que distingue entre lo pesado (obra gruesa, fontanería, conducciones) y lo ligero (tabiques, fachadas, carpintería interior). Lo pesado está diseñado para durar décadas, mientras que se reconoce que lo ligero, que representa aproximadamente el 50% del coste de construcción, es de carácter transformable.
Y, por último, puede que sea el momento de considerar a los barrios precarios como asentamientos humanos y de dotarles de seguridad. Este planteamiento se aplica con éxito en numerosos países del mundo porque no destruye la solidaridad y las frágiles economías que existen entre unos habitantes que viven en condiciones precarias. La “cuestión de los barrios chabolistas” ha dejado de ser un problema en numerosos lugares del mundo y se considera una tipología urbana más, ya que el 30% de la población mundial vive en barrios informales. Por tanto, la cuestión es otorgarles una condición jurídica, crear en ellos servicios comunes, reducir los riesgos (en particular de incendio), trabajar sobre el terreno y favorecer las relaciones recíprocas entre los barrios.
La acogida de las personas desplazadas, que hoy en día son refugiados, pero que en el futuro pueden ser víctimas de catástrofes naturales como las que se multiplican actualmente en el mundo, se enmarca dentro de la larga historia de los asentamientos humanos. Diseñar una ciudad acogedora es diseñar la ciudad del futuro: transformable, ligera, ecológica, reciclable… pero, sobre todo, humana.