Medio siglo después de la independencia, los progresos en las relaciones euromagrebíes, en modo alguno menores, siguen siendo insuficientes. La falta de integración priva al Magreb de toda capacidad para hacerse oír más allá de sus fronteras, en Europa y en el mundo. Su peso en la escena internacional es pequeño, salvo en materias de energía, seguridad y terrorismo. Muchas veces la geopolítica intramagrebí viene determinada desde lejos del Magreb, en Oriente Próximo o en Estados Unidos. Las relaciones euromagrebíes deberían coordinarse sistemáticamente a ambos lados del Mediterráneo, con métodos nuevos, conforme avance la integración magrebí. ¿Qué coste tiene el No Magreb para la región? ¿Y para España, y Europa? ¿Cómo puede la Unión Europea impulsar la integración regional? ¿Cómo puede ayudar Estados Unidos?
El Magreb es, por su situación geográfica y sus vínculos históricos, una región prioritaria para la Europa del Sur, sobre todo para Francia y España. Su estabilidad y prosperidad son objetivos fundamentales de la acción exterior europea. Como recuerda el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación español, Miguel Ángel Moratinos, España, y por tanto, Europa, están a solo 14 kilómetros de Marruecos, pero cada uno de esos kilómetros representa un punto en el diferencial de renta entre ambas orillas, de 15 a 1: la mayor distancia del mundo entre Estados fronterizos. La falta de integración magrebí podría estar costándole a España hasta tres décimas de PIB al año, y quizá su futuro como centro económico intramediterráneo.
Para alcanzar la prosperidad y el desarrollo es esencial avanzar en las medidas de integración regional. Los países del Magreb –Marruecos y Argelia básicamente– deben impulsar sus reformas económicas, políticas y financieras. La creación de un mercado regional es inconcebible sin una mayor libertad de circulación de personas. El cierre de fronteras entre Argelia y Marruecos, la escasez de intercambios comerciales y humanos entre los países de la región frenan su crecimiento económico. La no resolución del conflicto del Sáhara Occidental paraliza cualquier posibilidad de avanzar hacia la integración. La UE, a través del Proceso de Barcelona, la nueva política de vecindad y los instrumentos financieros del Banco Europeo de Inversiones puede ofrecer una considerable ayuda. Pero es necesaria una articulación de todos estos mecanismos. La UE y sus Estados miembros deben construir una política ambiciosa hacia el Magreb.
En modo alguno empezar de cero. Pero diseñarla con visión de futuro. Por el momento no se puede hablar de una política exterior ni de una estrategia común hacia la región. Si además esta ayuda se desplegara en una región con fronteras abiertas, su eficacia sin duda sería mucho mayor. ¿Cómo mantener un caso único en el mundo de fronteras cerradas, si exceptuamos el paralelo 38, divisor de las dos Coreas? La separación entre Marruecos y Argelia ¿no resulta subreal? Los países del Magreb, sobre todo Argelia, explotan los recursos energéticos de su subsuelo. Pero no todo está bajo la tierra: desde los servicios financieros hasta las telecomunicaciones. Lograr que la energía sea motor para el desarrollo y no solo muestra de poder sería otro considerable gran avance. Si los países del Magreb demostraran a sus vecinos del Norte que pueden unirse, que tienen capacidad para plantar cara a los desafíos futuros –reformas políticas, económicas, democratizadoras– restaurarían poco a poco la confianza y atraerían a los inversores extranjeros.
Sin un cierto grado de confianza dada no hay vida civil. Esto es lo que la herencia romana de ambos lados del Mediterráneo legó hace más de 2.000 años: confianza en el compromiso de un individuo o grupo. Esta confianza debe construirse sobre la aceptación de una historia, de una cultura común que centra su estrategia en la diversidad. Los particularismos regionales son una realidad objetiva en el Magreb plural y no tienen por qué ser incompatibles con el modelo de Estado-nación ni con la aspiración a una integración regional más vasta. Por ejemplo la Unión del Magreb Árabe.