¿Por qué un ‘Festival de Cine y Migraciones’?

Con el objeto de favorecer el intercambio de ideas en un marco propicio y sin compromiso, el festival de Agadir pone al alcance del gran público los problemas migratorios.

Mohamed Charef

Aunque hoy las migraciones internacionales representan menos de 230 millones de personas, es decir, más o menos el equivalente al 3,3% de la población mundial, ocupan un lugar destacado en la actualidad, sobre todo a través de los medios de comunicación y las relaciones internacionales. Durante la pasada década, su número ha aumentado a un ritmo relativamente rápido, fruto de las muchas transformaciones de nuestro planeta, entre las que destaca la creación de nuevos Estados, tras la desaparición de la Unión Soviética y Yugoslavia, y la multiplicación de fronteras.

Las migraciones desencadenan fuerzas múltiples y complejas, y las razones que las explican no son necesariamente aplicables a todos. Sin duda, la pobreza, las guerras, la hambruna y la represión son causas importantes de la migración. Sin embargo, hay otras, que a menudo mencionan los propios emigrantes: fuerte presión demográfica con unos recursos naturales insuficientes, desigualdad de salarios y rentas entre los países pobres y los países ricos, urbanización creciente, reducción del coste de los transportes y las comunicaciones, multiplicación de las interacciones entre las sociedades, guerra civil y violación de los derechos humanos, redes de emigración constituidas por inmigrantes y falta de meritocracia…

A raíz de la conjunción mundial actual, hay continentes enteros de inmigrantes virtuales para un reducido espacio planetario que constituye un espacio de inmigración. Y por escandalosa que resulte, no deja de ser una realidad tangible, que los medios de comunicación nos recuerdan cada día de mil formas, en particular publicando listas macabras de candidatos que tropiezan con unas fronteras cada vez más herméticas. Sin embargo, por sorprendente que parezca, a pesar de la importancia del tema tanto para los países de origen, como los de tránsito o de destino, la inmigración/emigración, sigue siendo, por desgracia, una cuestión que a menudo nos afecta. E interpela a ciudadanos, responsables políticos e investigadores, sin que aún podamos abordarla con el rigor, la distancia y el pragmatismo necesarios.

Casi siempre se plantea en términos de choques, conflictos, enfrentamientos y problemas por resolver. Es una forma más de evacuar de algún modo los cuestionamientos profundos y la aportación nada desdeñable de los emigrantes-inmigrantes en el acercamiento de los pueblos, las civilizaciones y las culturas. Es lógico que se le conceda visibilidad en las instancias culturales y, más concretamente, a través de la más popular de ellas, el séptimo arte. Éste siempre ha acompañado a la inmigración/emigración, pues es el factor revelador por excelencia de la salud de las sociedades y de su tendencia a plantearse el futuro. Así, la presencia del árabe en el cine viene de lejos: se remonta a los primeros balbuceos del séptimo arte. Se trata de un tema exótico, o cómico, como en el caso de Le musulman Rigolo y Ali barbouyon, que Georges Méliès dirigió en 1897 y 1907, respectivamente. Sin embargo, será a partir de finales de los años sesenta cuando la inmigración se imponga, sobre todo en el cine francés. Se habla incluso de un nuevo género, el “cine de la inmigración”. Se trata de un cine, en general, de poca difusión, con algunas excepciones. No es comercial, sino más bien militante y progresista.

Si el “cine de la emigración” se define como tal es debido al origen de los directores, que viven de forma permanente o temporal como inmigrantes, o bien por el tema tratado. Los directores, muchas veces militantes, adoptan los documentales para subrayar las condiciones de vida, de trabajo y de adaptación, con una pequeña pincelada de paternalismo. Luego hubo multitud de películas, entre ellas grandes producciones, que abordaron distintos temas relacionados con la inmigración y sus corolarios directos: la pobreza (El silencio de Lorna, de Luc y Jean-Pierre Dardenne, 2008), la inseguridad (El día de mañana, de Roland Emmerich, 2004), el racismo (In this world, de Michael Winterbottom, 2003), la explotación (En un mundo libre, de Ken Loach, 2008), el drama social (Sólo un beso, de Ken Loach, 2004), el mestizaje (Green Card, de Peter Weir, 19991), etc. De este modo, se amplía la definición de “cine de la inmigración”.

La variedad de asuntos vinculados a las migraciones es amplia e inagotable. En la actualidad, alimenta el cine, para mostrar, afirmar o denunciar, según se trate de género dramático o cómico. Así, a principios de 2009 se estrenaban El paraíso en Occidente, de Costa-Gavras; 14 kilómetros, de Gerardo Olivares, y Welcome, de Philippe Loiret, películas que demuestran el interés creciente del séptimo arte por estos temas. El Festival de Cine y Migraciones de Agadir es un tributo vibrante a toda una comunidad de hombres –pero también, cada vez más, de mujeres– cuya marcha silenciosa era digna de evocación, y cuyos trazos y silencios han sabido ser captados por la película cinematográfica.

La elección de Agadir y la génesis del festival

Suss-Massa-Daraa es una región donde la emigración tiene una densidad histórica profunda, ya sea a escala nacional o internacional. Desde tiempos antiguos, se la conoce como proveedora de emigrantes. Mediante esos desplazamientos, se ha hecho con un patrimonio que se pretende valorizar por medio de la cultura y en especial la gran pantalla. Asimismo, el cine constituye un polo económico que se desarrolla progresivamente, gracias a la calidad excepcional de la luz, los magníficos paisajes, la disponibilidad de mano de obra (artesanos, figurantes, técnicos…) y el bajo coste.

A ello se añade la presencia desde 1984 de los estudios Atlas y la creación de una escuela de oficios del cine en Uarzazate en 2005. Como resultado, muchas películas se han rodado en la región, entre las que destacan Lawrence de Arabia, El hombre que quería ser rey, Jesús de Nazareth, Edipo Rey, El diamante del Nilo, Kundun, La Momia, Gladiator… También nos encontramos en una región de inmigración y acogida. De ahí el interés relativamente tradicional de la Universidad Ibn Zohr por las cuestiones migratorias, con la creación del Observatoire Régional des Migrations, Espaces et Sociétés (ORMES), a principios de los años noventa. Además, el equipo de esta institución hizo una primera tentativa mediante el coloquio dedicado a “las mujeres y los jubilados, los olvidados de la inmigración internacional”, que tuvo lugar en noviembre de 1997 en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas (FSLH) de Agadir.

En colaboración con el Centro Cinematográfico Marroquí (CCM), la fundación Hassan II para los Marroquíes Residentes en el Extranjero, el Instituto Francés de Agadir (IFA) y el Centro de Animación Cultural de la FLSH, ya se había programado una actividad de difusión cinematográfica dedicada al cine y las migraciones. El folleto de presentación describía su objetivo del siguiente modo: “Llegar a un gran número de marroquíes, en especial los más jóvenes, e informarlos sobre las condiciones de vida y de trabajo en los países de acogida. El cine nos parece uno de los mejores medios para atraerlos.” El encuentro cosechó un gran éxito entre estudiantes y docentes investigadores, pero no tuvo gran repercusión en el gran público. No obstante, en 2000 habría un segundo intento, no menos fructífero. Los principales problemas fueron la falta de medios y de un equipo constituido por profesionales del cine y de la animación cultural.

Habría que esperar a julio de 2003 para que el Festival de Cine y Migraciones tomara forma, gracias a la asociación Initiative Culturelle. A partir de ahí, no hizo sino progresar. En enero celebró su sexta edición, en colaboración con el Consejo de la Comunidad Marroquí en el Extranjero (CCME) y el Centro Cinematográfico Marroquí (CCM). Sin pretensiones desmesuradas ni triunfalismos perentorios, cabe destacar que se trata de un festival único en su planteamiento, original por su enfoque y en su temática. En general, los festivales de cine tienen un papel doble. Son a un tiempo descubridores de “raras joyas” y máquinas de promoción de las películas escogidas. Sin embargo, el Festival de Cine y Migraciones de Agadir no responde necesariamente a esa definición. Se basa en exclusiva en las migraciones: su principal ambición no es sólo valorizar las películas sobre migraciones, sino también dar a conocer al inmigrante y el hecho migratorio.

Se trata casi de un “festival excusa” para crear un momento distendido en el que cineastas, productores, actores, investigadores y emigrantes se reúnan para conocerse mejor y debatir temas de migración. Su objetivo principal es favorecer la reflexión y el intercambio de ideas sobre las migraciones en un marco propicio y sin compromiso. Aspiran a poner al alcance del gran público los problemas migratorios, desapasionando al personal, fomentando la reflexión, así como el intercambio de ideas y experiencias. Así es cómo se vive, a juzgar por las reacciones de unos y otros. Lo refleja este extracto de la carta de agradecimiento dirigida al comité organizador por nuestro compañero Christian Jost, geógrafo de la Universidad de Metz: “Qué buena idea esa miscelánea internacional, interprofesional, interinstitucional en torno a las cuestiones migratorias, que aporta esperanza de enriquecimiento cultural y a la vez dolor por las separaciones y reconstrucciones.

El futuro reside en esa diversidad, fuente de fuerza para las naciones…” O la reacción de un gran crítico de cine marroquí tras la sexta edición, en este caso M. Bakrim (Libération, 26 de enero de 2009): “El problema no son los flujos migratorios, sino las fronteras. Nuestros primos cercanos, los tuaregs, confeccionan, en su práctica y sus costumbres, la carta de un mundo utópico del mañana, la de un mundo sin fronteras.” Y añade: “Por el momento, en un mundo complejo, volcado en decisiones comunitarias y fronterizas, el cine es el que brinda esta utopía. Varias de las películas presentadas en Agadir permitieron a un público espontáneo y entusiasta descubrir enfoques plurales a unos problemas que le atañen en gran medida.” En un momento en que la cuestión migratoria adquiere una importancia creciente entre los responsables nacionales e internacionales, este festival desempeña y seguirá desempeñando un papel primordial para lograr un mejor conocimiento de la migración de un modo general.

Asimismo, pretende ser un punto de encuentro y de intercambio para los cineastas de Marruecos, tanto si están en el país como en el exterior. Hasta muy recientemente, sólo Hamidu Ben Messaud y, en menor medida, el joven Mehdi El Glaui, hijo de Célile Aubry (autora de Belle et Sébastien) se identificaban como marroquíes en el extranjero. Ahora asistimos a la visibilidad creciente de actores de origen marroquí procedentes o no de la inmigración –entre otros J. Debbuz, Gad El Maleh, S. Taghmaui, Suad Hamidu, Mustafa Zoheyri y Roschdy Zem– y a su influencia en el desarrollo del cine marroquí. En cuanto a los cineastas propiamente dichos, su ascenso cada vez mayor, tanto en el plano cuantitativo como en el cualitativo, nos lleva a confiar en que constituyan la locomotora capaz de dinamizar el cine marroquí, abriéndole otros horizontes de creación, realización y difusión. Otro aspecto, y no poco importante, es el de la producción y la implicación posible y deseable de los propios inmigrantes/emigrantes, presentes en el circuito financiero.

La única capaz de garantizar la buena salud del sector es esta nueva generación ascendente ya implicada en este circuito cultural específico (como los actores, cineastas, profesionales…) Sus acciones pueden permitir la coproducción entre Marruecos y su país de acogida. La sexta edición, presidida por el actor francés de origen marroquí Saïd Taghmaui, contó con una programación rica de largometrajes, cortometrajes y documentales, en torno a las cuestiones migratorias. Así, destaca el preestreno en Marruecos de El silencio de Lorna, de los hermanos Dardenne, y de la película documental Memoria de un territorio, de la realizadora Yamina Benguigui. Asimismo, se presentó una serie de películas de gran calidad, entre ellas Aide toi, Dieu t’aidera (François Dupeyron), Aïcha (Yamina Benguigui), Dernier Maquis (Rabah Ameur Zaimech), Où-vas tu Mosché (Hassan Benjellun), Islamour (Saâd Chraïbi), Africa Paradis (Sylvestre Amassu), Swinguem (Abdellah Ferkuss)…

Además, se conmemoró el 40º aniversario de la firma del convenio entre Marruecos y Holanda sobre mano de obra, y se organizaron mesas redondas y talleres formativos sobre la creatividad audiovisual, en torno a las migraciones. Se rindieron dos homenajes: uno a la primera marroquí directora de documentales Izza Genini; el otro, al director Hassan Benjellun. También hubo tributos póstumos a los fallecidos Hassan Skalli (gran actor marroquí) y Najib Taujni (director de programas en Holanda).