30 segundos en Gaza

Mohammad Sabaaneh.
Fundación Al Fanar para el Conocimiento Árabe, 2024. 112 pág.
30 segundos en Gaza es una obra de difícil catalogación. Es un libro de ilustraciones, pero en el que el paso de los días y las historias de dolor y muerte dibujan una diacronía que Mohammad Sabaaneh apuntala fechando cada una de las imágenes. El origen de estas hay que buscarlo en los vídeos y fotografías que la población de Gaza ha estado subiendo a las redes sociales desde la invasión por parte del ejército israelí en octubre de 2023. Cada página es un testimonio, un breve relato, una “ilustración-ensayo”. Es periodismo, pero también es poesía gráfica.
La obra de Sabaaneh no se puede calificar como cómic –ni lo pretende– ya que cada imagen es en sí misma; pero también funciona en conjunto, por acumulación, como una secuencia de narrativa gráfica que se despliega y reproduce sobre las páginas de un calendario. En ese sentido, la experiencia como ilustrador y caricaturista del autor palestino permea lo justo hacia estas imágenes, trazando una idea de secuencialidad (casi) narrativa en lo que inicialmente era esa simple diacronía referida antes.
Cuando Sabaaneh habla de este trabajo lo plantea como un archivo que registre y documente las his-torias reales de la población en Gaza. Historias que, como recuerda el propio autor en el prólogo, corren el riesgo de ser borradas, ya sea metafóricamente –enterradas por el implacable algoritmo bajo un millar de otras historias, de selfies, de lecciones de influencers, de food-porn o de otras tantas co-sas– o literalmente, sometidas a la censura de unas plataformas que no dudan en promocionar mascu-linidades tóxicas, pseudo-ciencias o la vergüenza sobre el propio cuerpo bajo el pretexto de la libertad de expresión, pero se escandalizan por igual frente a la imagen de un pezón desnudo o la de una madre gazatí desgarrada por el dolor mientras sostiene, impotente, el cadáver de su hijo. A veces Sabaaneh habla de una tercera categoría, la de aquellos espectadores que, frente a la dureza de las imágenes, se autocensuran, incurriendo con ello en un involuntario borrado. 30 segundos en Gaza es una vacuna frente a todo lo anterior; un grito analógico de resistencia, de papel y tinta, que se niega a ser borrado.
Utilizando esta idea como punto de partida, el libro arranca con una advertencia. Una página borrosa que oculta una fotografía, sobre la que se superpone –como en tantas redes sociales– un “aviso de contenido” para el lector en el que se le advierte sobre la crudeza de las imágenes que está a punto de contemplar. Sabaaneh, con ese hilar fino que caracteriza a los buenos caricaturistas, introduce con ello una doble advertencia, previniendo sobre la explicitud de las historias, pero también sobre la doble moral de las redes.
El libro consta de más de 90 ilustraciones en las que Sabaaneh hace gala de un estilo gráfico muy expresivo, que bebe de referentes del cartoon, del collage o de la xilografía, pero sobre todo de las figuras cubistas del Guernica de Picasso. A pesar de la cuidada selección, se puede distinguir cómo el estilo de dibujo del artista evoluciona con el paso de los meses, volviéndose menos detallado y más visceral, con trazos poco depurados y abundancia de otros recursos como el goteo y salpicaduras. Además, frente a lo efímero del formato digital, el artista palestino lo apuesta todo a la materialidad de las ilustraciones, mediante el empleo de diferentes papeles, una paleta de color restringida al blanco y negro –con la única excepción de algunas imágenes– y el uso de tinta china, indeleble y rica en texturas. Esta cualidad aterciopelada de la tinta se intenta reproducir en la edición española del libro, impresa en cuatricromía para preservar las notas cálidas del pigmento, con ligeros destellos ocres; para que el verjurado del papel, y las aguadas y veladuras de la tinta no se pierdan –o, al menos, no completamente– en la transcripción digital, en ese intento de hacer de lo único algo múltiple.
A nivel narrativo, Sabaaneh se mueve entre la literalidad de algunas escenas –que no de las imágenes– y lo alegórico, haciendo un uso eficaz de texto y dibujo. Así, las ilustraciones, plásticas, bien compuestas, se resignifican con cada grito. Porque los textos son gritos –a menudo callados, silenciosos–, emotivos, cargados de sentimiento y de la subjetividad de quienes se ven retratados. A su vez, Sabaaneh hace lo contrario y se limita a redactar una fecha y un frío descriptor de la escena que está documentando. A veces viene acompañado de uno de esos testimonios. Otras veces la imagen habla con un silencio atronador.
Arranqué esta reseña afirmando cuán difícil resulta catalogar este libro, que casi parece reivindicar su propio espacio. Teresa Ferreiro, en su tesis doctoral a cerca del cómic testimonial feminista, define esta categoría como narrativa gráfica basada en hechos reales, con un valor documental para los estudios de género, por cuanto sirve para explicar, analizar o criticar ciertas prácticas sociales o injusticias que tienen lugar en nuestra sociedad. La elocuente descripción de Ferreiro cobra un nuevo sentido al revisar las imágenes de este libro, donde conceptos como real, documental o denuncia se iluminan como palabras clave. Por ello, frente a ese reto de catalogar 30 segundos en Gaza, propongo que los lectores reclamemos una nueva categoría para la obra gráfica de Sabaaneh y empecemos a llamarla como lo que es: ‘ilustración testimonial palestina’.
— José Andrés Santiago Iglesias, Universidad de Vigo