En la recuperación de la memoria mediterránea, el 700 aniversario de la estancia del filósofo mallorquín Ramon Llull en Bugía (1307-2007) es una fecha que nos recuerda que el diálogo entre culturas y religiones tiene, desde hace siglos, un personaje de reconocido prestigio universal. Ramon Llull (1232-1316) es una figura singular, un gran polígrafo que escribió 260 obras en árabe, latín y catalán, siempre con un gran interés por la comunicación y el razonamiento. Creó su Arte, un sistema lógico inspirado en la combinatoria de los matemáticos musulmanes, que Llull desarrolla con gran ingenio para poder explicar cualquier concepto vinculado a la naturaleza y la teología.
Ramon Llull desarrolla un proyecto personal de talante religioso, intelectual y político de un alcance extraordinario. Es un personaje heterodoxo que nos puede dar algunas claves para establecer un vínculo reflexivo con la actualidad, ya que representa un caso paradigmático del encuentro de culturas que se produce en la Edad Media. La obra y la vida del beato contienen el germen de lo que hoy en día se ha dado en llamar diálogo de civilizaciones, incluyendo los conflictos.
Hijo de colonos que acompañaron a Jaime I en la conquista de Mallorca, Llull es un claro exponente de lo que por aquel entonces representaba el Mediterráneo occidental: una encrucijada de civilizaciones, ciencia, pensamiento y debate confesional. Su longeva vida tuvo una gran intensidad; después de cumplir treinta años, abandonó la vida cortesana y desarrolló un proyecto personal de carácter religioso, intelectual y político. Ramon Llull, influido por el pensamiento de los franciscanos, alternó el pensamiento y la acción, y fue un activista capaz de viajar en misión a Oriente Próximo y Asia Menor, llegando hasta Armenia y el Magreb. Al tiempo que polemizaba con los sabios musulmanes del momento, debatía con los poderes políticos y eclesiásticos más notables de Occidente: Roma, París, las repúblicas italianas y la Corona de Aragón.
En su juventud, Ramon Llull había sido trovador y, por lo tanto, conocía la importancia del ingenio de las palabras; pero en su nueva etapa el ingenio debía contar con el apoyo de la razón, de ahí el interés de su método. El hecho de haber nacido en Mallorca, donde aún quedaba una tercera parte de población musulmana y donde residía una importante comunidad judía, con eminentes fabricantes de instrumentos astronómicos y cartas náuticas, le confería una capacidad de conocimiento que el beato utilizó a fondo en su voluntad misionera y en la formulación de un pensamiento original.
Llull vive en un momento en el que la eclosión científica musulmana aún es destacada y multiforme. Diversas materias como la medicina, la geometría, la astronomía o la mecánica fueron desarrolladas de manera brillante por los árabes, que en aquella época crearon nuevas disciplinas, como el álgebra y la trigonometría, e idearon métodos para mejorar la cartografía. El pensamiento y la ciencia musulmanes, en especial de los místicos sufíes Alfarabi, Avicena e Ibn Sabin, influyeron en Llull. La iluminación se encuentra tanto en Llull como en Avicena, porque ambos sabios se esfuerzan en englobar en un mismo pensamiento el ámbito racional y el ámbito místico.
En la experiencia de Llull, el diálogo no era sólo el intercambio de posiciones y la definición de semejanzas y diferencias, sino también un enfrentamiento epistemológico a través del cual se podía avanzar e ir más allá de una disputa de autoridades. El beato sabía que ni estas disputas, ni la citación de textos, conducían a nada. Llull no era ni un escolástico, ni alguien a quien le interesara citar a autoridades, por lo que es difícil saber cuáles son sus fuentes. Toma aquello que encuentra interesante de la ciencia y del pensamiento, sin importar que esté elaborado por pensadores musulmanes, cristianos o judíos, para asumirlo de forma creativa. Así es como el doctor iluminado desarrolló una lógica nueva, el Arte, que fue modificando y simplificando a lo largo de cuarenta años. El Arte luliana es un método de carácter combinatorio, un método de métodos, que le confiere una herramienta de persuasión racional. Más vinculado al neoplatonismo que a la escolástica, el carácter germinal y anticipador de la obra luliana ofrece unas vías que siguieron Nicolás de Cusa y Leibniz, y que hoy en día son precursoras de las computadoras. Por esta razón el doctor iluminado es el patrón de los ingenieros informáticos.
La participación en este dossier dedicado a Ramon Llull de especialistas de las dos orillas mediterráneas es fruto de diversos encuentros en Barcelona, Mallorca y Bugía. Los textos están centrados especialmente en el diálogo, pero también en la ciencia y el pensamiento, y pretenden destacar sus elementos interculturales: la investigación científica, la metáfora, la importancia de las lenguas y la comunicación; en definitiva, todo lo que nos sirve de pasarela válida en relación con la actualidad. Si 2007 ha sido el Año de la Ciencia en España, 2008 es el año del Diálogo Intercultural Europa-Mediterráneo, en el que Llull puede ser uno de los personajes representativos.
Hemos dividido el dossier en tres partes: la primera, «Intuición y razón a debate»; la segunda, «La ciencia medieval y nosotros», y la tercera, «Las dificultades del diálogo». El interés de este encuentro reside en la manera en la que los especialistas aportan diversas visiones y conocimientos que giran alrededor del personaje y su época, pero que al mismo tiempo nos ayudan a hacer una reflexión en unos momentos difíciles como los actuales, aunque, como dicen diversos especialistas, no tan difíciles como en la época luliana. En este sentido, Anthony Bonner manifiesta que en la Edad Media el concepto de tolerancia aún no existía, y el diálogo interreligioso era una vertiente de la literatura apologética, como controversia dentro de la visión del mundo tan profundamente teocrática que en aquel tiempo reinaba en todo el Mediterráneo.
En 1276, Llull funda en Miramar (Mallorca) la Escuela de las Lenguas, que formaría a los misioneros cristianos. En su primera etapa escribe tres libros directamente en árabe: Libro del gentil y de los tres sabios, Libro de la contemplación de Dios y Lógica de Algazel, de los que sólo quedan copias en catalán y latín. El filósofo creía que convencer al otro no se logra por la fuerza de las armas, sino mediante la lógica racional. No es de extrañar, pues, que una parte de los autores hablen especialmente del Libro del gentil y de los tres sabios (1274), una muestra de esta estrategia como modelo de disputa interreligiosa y que posiblemente concibió como libro de texto para la escuela de misioneros de Miramar, ya que casi durante toda su carrera no se cansó de recomendarlo a sus lectores.
El gran reto que asumió Ramon Llull con su vida y obra fue la conversión de los judíos y, sobre todo, de los musulmanes de su tiempo. Alexander Fidora nos recuerda que la apologética tradicional, que se venía practicando desde hacía siglos, estaba diseñada para el diálogo con los judíos. Los cristianos compartían con estos últimos un texto de autoridades, el Antiguo Testamento. Este modelo de diálogo entró en crisis en el siglo xiii cuando los principales interlocutores para la misión ya no eran los judíos, sino, por el peso político que habían adquirido, los musulmanes. Así, pues, había que desarrollar nuevas estrategias para el diálogo entre religiones, sin citar autoridades ni textos canónicos.
En el Libro del gentil y de los tres sabios, el beato Ramon hace una exposición sistemática de los principios del cristianismo, el judaísmo y el islam, con un conocimiento responsable de los contenidos de las tres religiones que no era demasiado corriente entre los escritos de polémica religiosa de sus días. Las tres religiones monoteístas pretendían imponerse como verdad absoluta por encima de las otras, y en este contexto Ramon Llull escribe su obra. Utilizando un método racional y muy innovador, parte de una base nueva, sin prejuicios, para construir un argumento persuasivo y coherente. Sin mencionar a las autoridades, su Arte puede ser utilizado en igualdad de condiciones por todo el mundo, por eso llegó a ser una herramienta de discusión que los adversarios no podían menospreciar.
El proyecto luliano también parte de la suposición de que lo que dice el otro, aunque nos parezca equivocado, puede ser verdad, mientras que las convicciones propias más íntimas podrían ser erróneas. El Arte o método luliano se basa en los conceptos comunes de las grandes religiones monoteístas; así, el Libro del gentil y de los tres sabios muestra este sustrato colectivo de las tres religiones, que consiste, en primer lugar, en los atributos de Dios. Por otro lado, las culturas de estas tres religiones comparten algunos conceptos lógicos y ontológicos, como la escala del ser que parte de los elementos, pasando por las plantas, los animales y los hombres, hasta llegar a Dios. Además, hay nociones morales compartidas.
En la apasionada búsqueda de la verdad, como describe en su artículo Annemarie C. Mayer, la originalidad del autor mallorquín se basa en la racionalidad y coherencia de los argumentos que desarrolla, sin rechazar ninguna influencia de las corrientes de pensamiento más importantes de su tiempo y de otras épocas anteriores. Los artículos de Dominique Urvoy, Mustapha Chérif, Maribel Fierro y Fatiha Benlabbah explican en la primera parte del dossier cómo las ideas de los pensadores arabo-musulmanes, especialmente los que aportan un pensamiento sufí, influyeron hasta un cierto punto en la obra del filósofo. Con una visión más general, el texto de Edgar Morin nos dice que la razón no puede ser un fenómeno cerrado y absoluto, sino que se debe fundamentar en formas más complejas que permitan su evolución y reorganización progresivas.
En la medida en que muchas de las obras mayores de la literatura de Ramon Llull están compuestas a partir de la alegoría y la fábula (pensamos en el Libro de amigo y amado o en el Libro de las bestias), se puede decir que contienen una modernidad universal y atemporal que convierte su obra en algo vivo, como muestran los ejemplos encontrados por Tassadit Yacine en la orilla sur y por Sebastià Alzamora en la orilla norte, quien también nos da a conocer a un escritor mucho más vivo para el gusto de hoy de lo que algunos tópicos intentan hacernos creer.
Como vemos en la segunda parte del dossier, la ciencia musulmana tuvo una gran importancia entre los siglos x y xiv, gracias sobre todo a los sabios andalusíes y magrebíes, que en la época de Llull eran considerados los máximos exponentes de diversas disciplinas como la astronomía, las matemáticas o las prácticas combinatorias que entre finales del siglo xii y mediados del xiv aparecen en los escritos magrebíes, tal y como explican en sus artículos Miquel Forcada, Ahmed Djebbar, Joan Vernet y Julio Samsó. Todas estas disciplinas se transmitirían de una manera muy importante en el marco de la cultura judeocristiana; con su gran dominio de las lenguas, los judíos contribuyeron a esta difusión, como manifiesta Manuel Forcano. Ramon Llull, christianus arabicus, dedicó muchos años de su vida al estudio de la ideología de estas ciencias arabo-islámicas, y profundizó en diversas disciplinas a raíz de sus estancias en las ciudades del norte y el sur del Mediterráneo. Como hemos dicho antes, el doctor iluminado creó así un método científico propio e interdisciplinario, el Arte luliana, para tratar las ciencias humanas y divinas. Su influencia pervivió durante muchos siglos hasta llegar a filósofos de la ciencia, como, por ejemplo, Leibniz, gran admirador de Llull, y se extiende a la época actual en tanto herramienta de conocimiento dinámico e interdisciplinar, como afirma Federico Mayor Zaragoza.
Por lo que respecta a la parte dedicada al diálogo, en primer lugar vemos el marco de una época histórica dominada por la violencia de las cruzadas como única vía de aniquilación y conversión de los infieles, y en la que Ramon Llull actuó guiado por su pasión por la verdad a fin de demostrar la verdad del cristianismo por encima las otras religiones monoteístas, como muestran los artículos de los expertos lulianos Amador Vega, Joan Santanach, Fatma Benhamamouche, Anthony Bonner y Victor Pallejà. Dentro de esta parte también encontramos los aspectos contradictorios de Llull; es decir, el pacifista y el partidario de llevar a cabo una cruzada. Pero aun así no apuesta por la cruzada en sentido tradicional porque el siglo xiii supone la constatación del fracaso de la idea primigenia de cruzada, basada en la ocupación del territorio de los musulmanes y su aniquilamiento, incluyendo el físico. De hecho, él sabía que de una cruzada pensada contra los infieles se pasó a la cruzada contra los herejes (como en el caso del catarismo) y, finalmente, a la cruzada al servicio del rey de Francia. Como dice Gabriel Ensenyat en su artículo, este tipo de cruzada quería malograr la política de Jaime I consistente en crear una serie de protectorados en tierras magrebíes que permitiesen a la corona catalano-aragonesa mantener una hegemonía política y mercantil. La cruzada luliana, pensada en los años de su vejez, tiene como objetivo asegurarse unas audiencias cautivas a fin de que escucharan al misionero, al que, de otro modo, ni los judíos ni los musulmanes tenían ningún interés en escuchar. Llull nunca propone la eliminación física de los infieles, sino su conversión. Esta es la razón de que ya mucho antes, como hemos dicho más arriba, el escritor mallorquín hubiera construido argumentos persuasivos y coherentes para establecer un diálogo interreligioso tolerante y abierto, que resultaba muy innovador por el hecho de estar vinculado a su privilegiada capacidad de percepción.
La actitud abierta y tolerante de Ramon Llull constituye un ejemplo para la reflexión sobre el diálogo necesario que en nuestros días deben mantener Oriente y Occidente, en un contexto en que la polarización ideológica ha aumentado mucho por razones diversas, contempladas en los artículos de Pedro Martínez Montávez y Mohamed Arkoun. Este último nos recuerda que actualmente la posición luliana se halla muy demandada en centenares de seminarios, coloquios y conferencias organizadas en todo el mundo para enriquecer el diálogo interreligioso e intercultural, y para poner marcha un método y unas categorías de pensamiento globalizadoras dirigidas a una búsqueda solidaria de la verdad.
Que la religión haya perdido su carácter absoluto e incondicional puede movernos a pensar que el hecho de que Llull quisiera convencer a los otros de la verdad de su religión es irrelevante. No obstante, como dice Alexander Fidora, en nuestros días reaparece la idea de valor absoluto o incondicional, por ejemplo, en el debate sobre la universalidad de la democracia y los derechos humanos. Se trata de un debate complejo que tiene mucho que ver con la voluntad de escuchar y hacerse eco de él, como hizo Llull con la difusión de su obra. Aunque profesemos unas determinadas creencias y valores, nunca conseguiremos que los otros los reconozcan por la fuerza. Por desgracia, eso está costando muchas vidas y sólo sirve para ampliar el conflicto y acabar con el diálogo. El interés del discurso de Llull consiste en que en el siglo xiii él ya sabía que se podía dominar a alguien, pero no convencerlo; para eso se necesitan otras herramientas.
El dossier dedicado a Ramon Llull viene acompañado de las secciones de cultura y actualidad. Eva Martínez Díaz, Antoni Mir, Juan Manuel Cid y Darío Marimón inciden en el conocimiento de las lenguas y la necesidad de las traducciones como elemento necesario para el diálogo. Patricia Almarcegui y Saliha Zerrouki introducen a dos escritores desaparecidos que nos abren unas perspectivas interculturales todavía por descubrir. Patricia Almarcegui nos habla de Annemarie Schwarzenbach, escritora y viajera suiza, con una obra sobre Oriente alejada de los tópicos del escritor occidental. Por su parte, Saliha Zerrouki presenta los vínculos históricos y literarios entre España y Argelia patentes en la obra de Max Aub durante su cautiverio en un campo de concentración francés de la Argelia colonial. A través de la actualidad literaria, la periodista Claudine Rulleau ofrece una perspectiva de luces y sombras del diálogo entre civilizaciones, y constata que en nuestros días Ramon Llull contaría con un blog en diversas lenguas.
En el panorama de actualidad, no podíamos eludir las problemáticas de Oriente Próximo con la participación de Tomás Alcoverro, Ahmad Beydoun y Khadija Mohsen-Finan.Finalmente, este número contiene un estudio cualitativo llevado a cabo por Oihana Marco entre las mujeres musulmanas británicas que llevan velo, y las conclusiones de Ángeles Ramírez y Laura Mijares sobre cómo se gestiona el islam en España.
En nuestros días, para conseguir avanzar en el diálogo es preciso que hagamos una nueva lectura de las aportaciones de las diversas culturas a la civilización, a fin de que los jóvenes tengan una visión más equilibrada, menos endocéntrica y menos frustrante de éstas. La obra y la actividad de Llull nos recuerdan la necesidad de conocer el pensamiento y la lengua del otro, así como la necesidad de encontrar un terreno de encuentro común; es decir, aceptar unos valores o unos conceptos compartidos, como hizo el beato con el Arte, para que sea posible continuar el diálogo.